El prestigio de Kevin MacDonald tras las muy interesantes El último rey de Escocia y La sombra del poder quedó bastante más tocado con la desconcertante La legión del águila, y ahora las dudas se incrementan con Mi vida ahora. Estamos en un futuro cercano, en el Reino Unido, y una guerra de escala mundial se cierne sobre todos nosotros. Saoirse Ronan interpreta a Daisy, una joven norteamericana que su padre envía junto a su tía y sus primos en el Reino Unido, y estando allí es cuando todo cambia. Más que una historia postapocalíptica, es una historia sobre ese apocalipsis, pero todo está a medio gas en este vistazo intimista a ese conflicto. La fotografía más amplia no termina de emocionar, porque falta muchísima información que, por muy deliberadamente que quede oculta, es necesaria para comprender lo que sucede, pero tampoco lo hace la historia personal de Daisy. Eso no impide que haya imágenes poderosas, momentos muy impactantes e instantes en los que parece que la película va a despegar. Pero eso no llega a producirse.
La película, basada en una novela de Meg Rossof, está en realoidad continuamente desdibujada en lo emocional y ahí radica su principal problema. Pone mucho esfuerzo en retratar a Daisy como una joven quisquillosa, arisca, algo maniática y encerrada en sí misma, pero derriba esas mismas barreras con una facilidad difícil de explicar, sin que se entienda el porqué de tan radical cambio. Tampoco adquiere el sentido necesario esa especial percepción que parece tener o la importancia que su madre o su tía tienen en su presente. No se sabe muy bien si es una historia de superación personal, un relato de amor o la película postapocalíptica que sugieren tanto los escenarios como algunas de las secuencias (a partir del segundo acto y sobre todo las del bosque en el último tercio de la cinta). Y la forma en que va disponiendo de los personajes destruye muchas de las posibilidades de empatizar con ellos.
Como son tantas las necesidades que no se cubren en la película, da la impresión de que le falta metraje o que el trabajo de adaptación no ha sido el mejor. Es verdad que se cubre toda la odisea de Daisy, pero los vinculos emocionales con el espectador se quedan por el camino. ¿Importa realmente que tenga éxito en su objetivo? Por desgracia, no. Y eso que Saoirse Ronan vuelve a mostrarse como una actriz completa e interesante, probablemente por encima de lo que le permite el guión porque los giros emocionales de su personaje quedan muy en el aire. Le sucede algo parecido al resto del casting juvenil e infantil que encabeza Ronan, y en el que también está Tom Holland, uno de los niños de Lo imposible. Los adultos tienen una presencia también difusa en la película, como simples conductores. Pero no parece una decisión tomada para potenciar el papel de los chavales, sino una simple necesidad de usarlos cuando toca, sin necesidad de preocuparse por darles un carisma más intenso.
Mi vida ahora deja sensaciones decepcionantes, porque hay un escenario atractivo, hay secuencias muy bien resueltas y un reparto capaz, pero nada termina de enganchar como debiera ni hace justicia al potencial que subyace en el material. No es un desastre, pero le falta espíritu. Y más que espíritu, le falta contenido. Hay demasiados agujeros en el resultado final, que exige demasiados ejercicios de fe para que la película encuentre la coherencia que busca, falla a la hora de identificar con claridad dónde están los obstáculos en la odisea de Daisy y sus primos (puede que falte un villano al que poner caras y nombres), y sobre todo no convence en absoluto el mensaje moralista que aparece en el arranque de la película y, sobre todo, en su conclusión. Eso también ayuda a que el filme no tenga el impacto necesario, viendo lo que trata el filme y la edad de los protagonistas, y se escapa así una oportunidad de aportar un punto de vista diferente a lo que ofrecen otras películas de temática similar.
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