viernes, mayo 29, 2009

Crece mi asombro con Michael Bay

Si hay un director moderno que me asombra ese es Michael Bay. Que me asombra, por descontado, en la acepción más negativa del término. Cuando en los años 80 y 90 había directores competentes y profesionales dominando el campo de la acción, realizadores como John McTiernan (Jungla de Cristal, Depredador), Richard Donner (Arma letal, Superman, Lady Halcón) o Tony Scott (Top Gun, Marea roja), solían encontrar cierto desprecio, aunque casi todos disfrutaran con sus películas. Hoy Michael Bay y sus aprendices e imitadores encuentran el aplauso enfervorizado de mucha gente. Y me asombra. Me asombra cada día más. Ocho películas ha dirigido Michael Bay y ya he visto cinco. Dos no creo que las vea, porque lo de Dos polícias rebeldes no me atrae en absoluto. Y la última, Transformers 2, todavía no ha llegado a los cines. Como se aproxima ese estreno y acabo de ver La isla, y mi asombro ha crecido un poquito más, toca hablar de su responsable, Michael Bay.

Cuando vi La roca, me pareció una película entretenida, sobre todo, creo, por el inmenso cariño que le tengo a dos de los tres actores protagonistas, Sean Connery y Ed Harris (el tercero es Nicolas Cage, que aquí pone la misma cara de asombro continuo que pone en todas sus demás interpretaciones...). Sin embargo, para entender lo que es el cine de Michael Bay en lo que hay que fijarse es en la escena de la persecución por San Francisco, tan infantil como inverosímil y la mejor muestra de que el ideario cinematográfico de Michael Bay tenía dos premisas fundamentales: cuantos más planos mejor (algunos ni siquiera llegan a tener los 24 fotogramas que componen un segundo en la proyección) y cuantas más cosas exploten mejor. Un puñado de películas después, ese sigue siendo el ideario de Michael Bay. Ni una evolución, ni un cambio, ni un acierto.

Armageddon creo que puede ser la película de Michael Bay que más asombro me ha producido. La vi en el cine, pagué una entrada por verla y me colocaron justo debajo de un altavoz. No creo haber salido más sordo de una película en toda mi vida. Y es que aquí, por encima de la premisa de cuantos más planos mejor, dominaba el concepto de hacer explotar todo lo que se pudiera. Nunca he desdeñado un buen espectáculo de acción y casi siempre le he pillado la gracia a las películas que nos vaticinan e incluso enseñan el fin del mundo. Pero que me quieran timar con unos cuantos actores que parecen haberse juntado para una fiesta (no les culpo, fue una fiesta con un cheque con varios ceros), alguna gracieta más o menos ocurrente (generalmente menos) y uno de los guiones más inverosímiles que recuerdo, no me atrae. Aunque me ha costado más de una carcajada en alguna conversación cinematográfica, soy un firme convencido de que Deep Impact le da cien mil vueltas a la película de Michael Bay.

Llegamos a Pearl Harbor, y a estas alturas ya hay que reconocer que Michael Bay escoge proyectos interesantes a priori. Cualquiera que disfrute con el cine histórico o con el bélico, se relame de pensar la batalla de Pearl Harbor que se nos puede mostrar con los efectos especiales de hoy en día. Aquí sí tenían que explotar cosas, pero aquí Michael Bay destroza cualquier interés con la otra premisa de su cine. Plano, plano, plano, plano, plano, plano. Todo ellos en menos de dos segundos. Y con ello, la batalla de Pearl Harbor se convierte en un galimatías en el que es casi imposible seguir la acción (seguir el guión es todavía más heróico, dada su insensatez, elevada a la enesima potencia en un final que provocó carcajadas en más de una sesión...). Eso sí, a veces acierta y mete el plano correcto. Cuando utilizas centenares de planos seguidos, la casualidad se puede convertir en tu aliado. ¿Las otras dos horas de película? Poca cosa. Y si a ese cóctel se le añaden dos actores tan inexpresivos como Ben Affleck y Josh Harnett, sólo puede resultar un aburrimiento de casi tres horas.

Tras otra visita a los policías rebeldes, Muchael Bay hace La isla. Esta la pasé por alto conscientemente en su momento. Y ahora me alegro de haberlo hecho. Desde fuera, con el trailer y lo poco que sabía de la película, me pareció un triste refrito de muchas otras historias de ciencia ficción (desde THX 1138 hasta Matrix pasando por Dark City, precursora de muchas películas y por desgracia desconocida para muchos). Con ésta, Michael Bay se graduó en convertir actores de prestigio del cine independiente y del comercial en simples maniquíes que desfilan por la pantalla. La ¿actuación? de Scarlett Johansson o Steve Buscemi lo dicen todo. Y lo que no dicen se puede sacar de uno de los guiones más predecibles e insulsos del cine fantástico moderno. El resto son anuncios poco encubiertos (¡hasta Scarlet Johansson cuela su publicidad del mundo real!), planos fotocopiados de otras pelíuclas de Michael Bay y, sobre todo, explosiones y cosas que romper, da igual lo que sea, fachadas de edificios, maquinas inexistentes, coches, coches y más coches (¿cuántos se cargan en la película...?).

Con Transformers, Michael Bay me toca una de las fibras sensibles de mi infancia. Adoro la franquicia, me encantaba la serie de dibujos animados. Y la película tendrá unos efectos especiales impresionantes, sí, pero se lleva por delante la comprensión de todas las escenas de la película. Los movimientos de Autobots y Decepticons son absolutamente imperceptibles. Y los diálogos dan tanta pena como ver a actores como John Turturro o Jon Voight pasearse por aquí. Ahora nos espera Transformers 2. Y la veré, claro. Es lo que tiene el cariño a los personajes y a este universo (porque, francamente, a mí no me motiva ver una película sólo por ver a Megan Fox...). Pero la veré asumiendo que el 2 del título sólo significa que explotarán el doble de cosas que en la primera entrega. Y eso, dirigiendo Michael Bay, es sinónimo de asombro. Asombro del malo, claro...

miércoles, mayo 20, 2009

10 PELÍCULAS... sobre viajes en el tiempo

Pocos viajes han fascinado más a la humanidad que el viaje en el tiempo. ¿Es posible visitar el futuro o el pasado? Como la ciencia todavía responde que no lo es, es misión de la imaginación visitar esos rincones o conocer a viajeros procedentes de otras épocas. El cine ha bebido muchísimo del viaje en el tiempo y hay decenas de películas que exploran todas las posibilidades. Desde el viaje más egoísta al que pretende salvar a la Humanidad. Desde el traslado al pasado más cercano al que nos lleva a futuros que nunca llegaremos a ver. Todo vale a la hora de narrar el viaje en el tiempo.

· 12 monos (1995)
En 2035 se planea una misión de rescate para la Humanidad, que en 1996 vio cómo un virus acabó con las vidas de cinco billones de personas. Un viajero solitario en el tiempo (Bruce Willis) se traslada a los instantes previos a la hecatombe con muy poca información. Sólo sabe que el Ejército de los Doce Monos es el responsable de la expansión del virus. Y para colmo, en lugar de enviarle a 1996 para conocer de primera mano cómo es el virus y así poder curarlo, acaba seis años antes en el tiempo, con lo que nadie le cree y da con sus huesos en un hospital psiquiátrico. Allí logrará la ayuda de una doctora (Madeleine Stowe) y del hijo de un científico experto en la materia (Brad Pitt) que sólo tiene un problema: está chiflado. No es la mejor película del algo psicodélico Terry William (prefiero Brazil, a pesar de su más que sospechoso parecido con 1984), pero tiene su toque. Entretiene, que no es poco.

· El ejército de las tinieblas (1992)
Sam Raimi aterrorizó y creó escuela con el escasísimo presupuesto de Posesión infernal y se reinterpretó a sí mismo en Terroríficamente muertos. Con el final de ambas abierto, la vía de escape para la tercera entrega era un vértice temporal que arrastraba a nuestro héroe, Ash (Bruce Campbell) ni más ni menos que a la edad media para seguir luchando contra los demonios. El terror grotesco de las anteriores entregas se une a un absurdo, desenfadado y desternillante sentido del humor (impagable el momento homenaje a Ultimatum a la Tierra y la famosa frase de Klaatu, Barada... ¿cómo seguía...?). La batalla final contra todo un ejército de esqueletos es la mejor manera de recordar al genio de los efectos especiales Ray Harryhausen (que ya maravilló con esa escena a menor escala en Jasón y los argonautas). Tiene un final alternativo que no se llegó a ver en los cines y que profundizaba en las consecuencias del viaje en el tiempo. Una pena que se optara por un final más light.

· El final de la cuenta atrás (1980)
Un buque nuclear norteamericano de la década de los 80, el USS Nimitz, atraviesa un misterioso túnel en el mar y se encuentra en un escenario totalmente diferente. Quedan dos días para el ataque japonés a Pearl Harbor. ¿Deberían evitarlo y cambiar así para siempre el curso de la Historia? Tiene las armas necesarias, tiene el patriotimo inevitable, pero ¿serán capaces sus tripulantes de medir las consecuencias de sus actos en un pasado que ya conocen? Un buen reparto, encabezado por Michael Douglas y Michael Sheen, una correcta dirección de Don Taylor (que había dirigido una secuela de El planeta de los simios y La profecía) y una historia muy interesante forman una buena mezcla para pasar un par de horas delante de la pantalla. No deja de ser curioso que el efecto especial que se usó para mostrar el túnel del tiempo sea el mismo que se utilizó en una producción televisiva titulada The Lathe of Heaven.

· El sonido del trueno (2005)
¿Quién no ha querido cazar un dinosaurio? Pues eso es lo que ofrece una corporación a los ricos del año 2035. Pero sólo uno, el que nos digan los científicos, uno que iba a morir de todos modos. El millonario que paga por el viaje debe acatar unas estrictas normas: la visita se extiende sólo por un periodo de tiempo limitado y por un espacio físico que nunca se debe abandonar. Y, sobre todo, no hay que interferir ni tocar nada en el pasado. De lo contrario, el mundo al que regresa no será el mismo, la evolución se desarrollará de forma muy diferente y el ser humano estará en serio peligro de desaparición. Lo que pasa en el presente cuando se pisa una mariposa hace millones de años es lo que nos cuenta El sonido del trueno. Una premisa realmente interesante que se diluye en una peliculita perfectamente olvidable, a pesar de estar dirigida por el casi siempre correcto Peter Hyams (Atmósfera cero, Testigo accidental, 2010). Ni Ben Kingsley salva un reparto encabezado por Edward Burns.

· El tiempo en sus manos (1960)
Basada con fidelidad en la famosa novela de H. G. Wells, es una de las muchas películas de ciencia ficción de la época que se ha convertido en un pequeño clásico. Pequeño, eso sí, lejos de otras grandes obras del periodo en que se hizo ésta. El protagonista (Rod Taylor) es un científico ávido de conocimiento, de moverse en la cuarta dimensión, el tiempo. Parte del Londres de finales del siglo XIX para detenerse brevemente en el tiempo de las dos grandes guerras del siglo XX y después visita el futuro más lejano, sesenta siglos más adelante nada menos. Allí descubre que la humanidad ha evolucionado a peor, ha desterrado la cultura y dos razas de humanoides viven de muy diferente forma. El remake moderno, La máquina del tiempo, es tan malo, incongruente y atropellado que parece mentira que se pueda hacer una película así (o que se pueda convencer a Jeremy Irons para hacer un rato el ridículo con la cara pintada de blanco y unas lentillas de colores).

· Peggy Sue se casó (1986)
Peggy Sue (Kathleen Turner), una de las chicas más populares en sus años de instituto, es ahora una cuarentona que se está divorciando de su marido (Nicolas Cage), con quien se casó muy joven porque se quedó embarazada. Ahora él se ha ido con otra mujer. En una reunión de antiguos alumnos, la ya cuarentona se desmaya... y despierta otra vez en el instituto con la posibilidad de no echar a perder su vida con su amor de juventud tal y como hizo años atrás. Dirige Francis Ford Coppola y eso ya le da cierto prestigio a esta película algo olvidada. No es que esté entre lo mejor de su filmografía (difícil, estamos hablando del tipo que hizo El Padrino), pero es una simpática historia que se mueve entre la comedia romántica y la fantasía y que entretiene con soltura... siempre y cuando seamos capaces de creernos que Cage, con ese tupé, es capaz de enamorar a una de las femmes fatales por excelencia de los años 80, por mucho que vaya de animadora.

· Regreso al futuro (1985)
Si hay una historia por excelencia sobre viajes por el tiempo (me perdone el sacrilegio H. G. Wells), es ésta. Un científico loco (Christopher Lloyd) inventa la máquina del tiempo y la coloca... en un coche, en un Delorean. Cuando se la está enseñando a su joven amigo Marty (Michael J. Fox) aparecen unos libios cabreados porque el buen doctor les ha timado el dinero con el que se suponía iba a pagar el plutonio que necesita el invento para funcionar. Tras el lío, Marty acaba en los años 50 intentando que sus padres se enamoren para poder seguir existiendo. Una maravillosa comedia fantástica, mito indiscutible de los años 80 y precursora de una forma de hacer cine de entretenimiento más o menos juvenil. A lo largo de la trilogía, vemos los 80, los 50, el siglo XXI y a Marty transformado en Clint Eastwood en el salvaje oeste. Regreso al futuro nos hizo descubrir lo que era el condensador de fluzo, lo que provocaba una superparadoja temporal y que todos, sin excepción, queramos de mayores un Delorean volador.

· Star Trek IV. Misión salvar la tierra (1986)
La más longeva saga de ciencia ficción de la historia del cine y la televisión no podía dejar pasar un argumento tan goloso como los viajes en el tiempo. En la cuarta entrega cinematográfica, Misión salvar la Tierra, la tripulación del Enterprise viaja a los años 80 del siglo XX con el fin de buscar a una ballena, el único ser capaz de comunicarse con una sonda que ha puesto en peligro la existencia de la Tierra. Para viajar atrás, el Enterprise rodea el sol a una velocidad increíble. No es la mejor entrega de Star Trek (es más, puede que sea de las menos buenas, que es la única consideración negativa que puedo dar a un universo tan rico y entretenido), pero ver a Kirk maldiciendo como un macarra de los 80 o a Spock explicando los comportamientos de los habitantes de una San Francisco contemporánea no tiene precio. No sería la única vez que se juega con este concepto en la saga. En La nueva generación, Primer Contacto y la más reciente reinterpretación del universo trekkie a cargo de J. J. Abrams también se utiliza.

· Terminator (1984)
El futuro nos depara una guerra contra las máquinas. John Connor liderará a los humanos en esa batalla, pero el enemigo intentará acabar con él... antes de que nazca. Para ello, enviarán a un Terminator (Arnold Schwarzenegger) a nuestro presente con el fin de se que asesine a su madre, Sarah (Linda Hamilton). La resistencia enviará a un protector humano, Kyle Reese (Michael Biehn). El viaje tiene una regla básica: sólo puede viajar tejido vivo. Por eso el Terminator va recubierto de una carcasa orgánica que le asemeja a un hombre. Un clásico con mayúsculas, pensada para ser una serie B, pero con una imaginación y la maestría que entonces destilaba James Cameron se convirtió en una de películas las más celebradas de los años 80. La secuela, una gozada de acción interminable, fue la película más cara de la Historia y toda una revolución en los efectos especiales. La tercera parte, entretenida pero algo prescindible. Estamos a punto de ver la cuarta. Y miedo me da. Sobre todo después de ver lo bien que habían encarrilado la saga en televisión, en Las crónicas de Sarah Connor.

· Warlock el brujo (1989)
Julian Sands da vida a un malvado hechicero del siglo XVII condenado a morir por sus actos de brujería. Para escapar a su destino, utiliza un hechizo para desplazarse en el tiempo y evitar a sus captores. Concretamente llega hasta 1989, pero le persigue un cazador (Richard E. Grant) que se asombrará de las pequeñas cosas de nuestro mundo moderno gracias a una joven (Lori Singer, hermana de Brian, el protagonista de V; su personaje en la película es diabética, por cierto) que le ayudará a que el bien prevalezca. Es una pequeña y modesta producción, pero todo un pequeño clásico del género, una película llena de imaginación y buenas intenciones que proporciona un más que digno entretenimiento. Y con música del gran Jerry Goldsmith, que dejó un tema precioso para la posteridad. Muy recomendable, aunque me temo que el espectador del siglo XXI puede considerarla algo limitada y probablemente envejecida. Tuvo dos secuelas (sólo he visto la primera de ellas) de ínfima calidad, la segunda ya sin el inquietante Julian Sands como protagonista.

jueves, mayo 14, 2009

'Star Trek': ¡Larga vida y prosperidad a los viajes del Enterprise!

Cuando uno coge un material que tiene más de cuatro décadas de vida, tiene que ser respetuoso con la historia y con los personajes. Cuando uno se acerca a una de las sagas más populares de la ciencia ficción del siglo XX, tiene que saber que hay unas expectativas que se deben cumplir. Cuando J. J. Abrams optó por recuperar Star Trek para el siglo XXI, los trekkies (que así se conocen a los fans de Star Trek) se echaron a temblar porque, entre otras cosas, él mismo admitió que no era un gran seguidor de la saga. Una vez echa la película, los prejuicios no sirven de nada. Yo me quito el sombrero ante esta nueva Star Trek, una hermosa, emocionante, entretenida y respetuosa película que supone un maravilloso regreso por la puerta grande de uno de los universos con los que he crecido y de unos personajes a los que adoro. Y, salvo sorpresa mayúscula, el mejor título de entretenimiento que dará Hollywood en este 2009.

Cualquiera que pretenda hablar de esta revisión de Star Trek parece que tendrá que someterse al paso obligatorio de dejar bien claro el nivel de adhesión que tiene por un lado a la saga, y por otro a J. J. Abrams. En el fondo siempre he sido un trekkie, pero admito que de baja categoría. He visto y disfrutado con todas las películas que se han hecho, las seis de la tripulación clásica del Enterprise (La película, La ira de Khan, En busca de Spock, Misión salvar la Tierra, La última frontera y Aquel país desconocido) y las cuatro de la nueva (La próxima generación, Primer contacto, Insurección y Némesis), pero ninguna de las series de televisión. En cuanto a J. J. Abrams, debo ser uno de los pocos que todavía no ha caído en las redes de Perdidos, serie de la que todavía no he visto un solo episodio, como tampoco de su anterior trabajo televisivo, Alias. En cine, me entretuvo muchísimo más de lo esperado su tercera entrega de Misión imposible y me aburrió tanto o más Monstruoso. Así que creo que se puede decir que me encuentro en una posición en la que algo sé del universo trekkie pero no tengo ataduras afectivas demasiado grandes con su creador.

Con ese planteamiento, como decía un poco más arriba, lo único que puedo hacer es aplaudir esta película y reconocer todos sus abundantes méritos. Son dos horas de un entretenimiento sublime, perfectamente realizado y pensado para todos los públicos, una aventura de las de antes, una space opera como hacía años que no llegaba a la gran pantalla, una muestra de ciencia ficción que conjuga lo más grande del pasado del género y las posibilidades que ofrece su futuro. Me he reído con los guiños al Star Trek más clásico, me han dejado con la boca abierta las imágenes más hermosas de esos genios de los efectos especiales que siempre han sido y serán los de Industrial Light and Magic, me he emocionado, me he comprometido emocionalmente con los personajes en cada una de sus decisiones. Es la película con mayúsculas del cada vez más largo verano hollywoodiense y el mejor antídoto para la decepción que supuso Lobezno. Abrams plantea un universo nuevo, pero a la vez conocido. Una realidad paralela que puede que no guste a los trekkies más fundamentalistas, pero que supone un relanzamiento espléndido de la saga.

La película arranca con un ritmo trepidante, con un espléndido prólogo que, como toda la película explora realidades visuales, sonoras y narrativas a las que el cine no se había atrevido a llegar (y que recuerdan mucho más a series como Firefly o Battlestar Galactica), y nos presenta a un villano que merece un sitio de honor entre los más memorables de Star Trek: un magnífico Eric Bana. A partir de ahí, vamos conociendo a toda la tripulación clásica del Enterprise en sus días de academia o en sus primeros pasos dentro de la Flota Estelar. En esas primeras escenas uno va reconociendo a esos personajes que recuerda de su niñez (la última película de la vieja tripulación data de 1991, ¡¡¡hace nada menos que 19 años!!!), pero también va viendo matices distintos. Insisto, estamos desde el principio, y se deja claro en la película, en una realidad alternativa, distinta a la que conocimos en las historias clásicas. Son los mismos personajes, pero no están viviendo los hechos que desembocaron en lo que vimos en las seis películas originales.

Y aquí se produce el único aspecto que pueda hablar en contra de la película, sobre todo para los conocedores de la saga: los actores no son tan carismáticos como los que conocemos desde hace cuatro décadas. No es que hagan un mal trabajo, nada de eso, más bien al contrario, pero con una sola película su misión de acercarse a los originales es sencillamente imposible. Quien más sufre con la comparativa es Zachary Quinto (Sylar en Heroes), porque es el único que tiene que confrontarse con el actor original, un Leonard Nimoy que hace un papel que excede con mucho (y afortunadamente; es imposible no emocionarse al verle hacer el saludo vulcano y desearnos "larga vida y prosperidad") el cameo que esperaba y que se convierte en un personaje crucial en la trama. De los nuevos, cabe destacar a Zoe Saldana (vista en La terminal de Spielberg, magnífica como Uhura) y Karl Urban (Eomer en El Señor de los Anillos, un actor que aporta nuevos matices a Bones). Una lástima que Williams Shatner, el clásico Capitán James Tiberius Kirk, no accediera al final a participar en esta película. También hubiera sido una gozada verle.

Ese trekkie light que decía que soy ha sentido el consquilleo en la espalda al ver de nuevo y por primera vez el Enterprise, ha disfrutado con el eterno optimismo del universo creado por Gene Rodenberry y se ha deleitado con una aventura espacial como las de antes pero con la tecnología de mañana. Y sólo hay un reproche visual que hacerle a la película. Los efectos especiales del teletransporte han cambiado, no los han adaptado del hermoso efecto original sino que los han modificado. Eso es todo. Nada más. Porque otro reproche iba a ser lamentar la ausencia del clásico tema musical de Star Trek, el único lunar que le pongo durante la película al magnífico trabajo del compositor Michael Giacchino (de largo uno de los más interesantes del panorama músico-cinematográfico actual; me ha tenido horas tarareando el tema que ha creado para este nuevo Star Trek), pero los créditos finales nos enlazan con esas notas. La historia, tan bonita y de personajes como las de siempre de esta saga. Se han cuidado todos los detalles y, salvo alguna pequeña y discutible licencia, es puro Star Trek.

Sé que hay gente que recibirá esta película con muchos prejuicios, ya que Star Trek nunca ha gozado de enorme popularidad en España. A estos prejuicios habrá que sumarles los de quienes denostan las historias más humanas por ser "de ciencia ficción", "de navecitas" o "de monstruitos". Yo no comparto estos prejuicios, que suponen restar valor a la trascedencia que tienen estas historias. Star Trek o Star Wars son una parte esencial del cine americano de los últimos 40 años, derecho que hace poco se ganó El Señor de los Anillos para sumarlo a su tradición literaria o sagas cinematográficas como las de Spider-Man o Batman con respecto a su origen en las viñetas. Son iconos perfectamente reconocibles y queridos, transmitidos de generación en generación y que definen una buena parte del entretenimiento actual. Este Star Trek con el que nos ha sorprendido J. J. Abrams es una gozada. Desde que he salido de la sala ya me estoy preguntando cuándo estrenan la próxima. Los viajes del Enterprise son inagotables. ¡Larga vida y prosperidad!

viernes, mayo 08, 2009

Tres posibles ¿y esperados? regresos

Se dice con mucha frecuencia que Hollywood sufre una alarmante sequía de ideas y que eso es lo que provoca el regreso una y otra vez a títulos de gran éxito en el pasado. No estoy del todo de acuerdo con esa afirmación, creo por un lado que antes como ahora se hacía buen y mal cine y por otro lado que muchos universos cinematográficos son tan interesantes que sí merece la pena regresar a ellos, sea en forma de secuela, precuela, remake o lo que ahora se ha puesto de moda llamar reinterpretación. En cualquier caso, estas tres noticias alimentarán las teorías en uno u otro sentido...

Alien podría contar con una nueva secuela. Tras cuatro películas sobre este bicho asesino del espacio (la primera, una obra maestra de ciencia-ficción y terror; la segunda, Aliens: el regreso, un portento de cine de acción; la tercera, Alien III, un noble e infravolarado de continuar la saga con dignidad; la cuarta, Alien resurrección, un fiasco sin paliativos que supuso la muerte de la franquicia) y dos mezcladas con otra de las franquicias de ciencia ficción de la Fox, Depredador, se busca reflorar una serie que nació nada menos que en la década de los 70. ¿Y quién mejor para hacerlo que el hombre que la inició? La Fox quiere que Ridley Scott dirija la nueva película, que sería una especie de precuela que narraría los eventos previos a las peripecias que vimos a bordo del Nostromo en el filme original.

Ni siquiera con la mención de Ridley Scott puedo decir que el proyecto me ilusiona. Y más después de los tres últimos fiascos en este universo. La Fox quiere ahora desvelar los misterios de aquel Jinete Espacial que aparecía en Alien con un agujero en su pecho, el que nos daba las primeras pistas de lo que iba a ser el bicho que nos esperaba. Nadie sabía quién era, de dónde procedía o cuáles eran sus intenciones. Y no sé si quiero saberlo. El misterio era buena parte del encanto de aquella criatura. Quizá esta película sólo podría ser útil a la saga si fuera valiente hasta el extremo: nada de seres humanos en todo el metraje y, a ser posible, ni una sola palabra en un idioma inteligible. Si Mel Gibson nos puede llevar a culturas antiguas sólo con la lengua (La pasión, Apocalypto), ¿por qué no podría hacerse lo mismo con culturas alienígenas? Eso sí podría merece la pena. Otra cosa me daría el mismo pánico que eso que llamaron Alien resurrección.

Robert Zemeckis se está planteando volver al universo de Roger Rabbit. La película forma parte de la historia del cine por ser una prodigiosa mezcla de imagen real y dibujos animados. Nunca antes se había visto algo a esta escala (aunque Disney hizo intentos décadas antes como Mary Poppins o Los tres caballeros) y el resultado fue sencillamente magnífico. La película se hizo hace veinte años y todavía hoy uno se pregunta cómo fueron capaces de conseguir ciertas escenas. Y no sólo merece la pena por el prodigio técnico que supuso. ¿Quién engañó a Roger Rabbit? es una película espléndida, con un ritmo trepidante, con muy buenos gags, con fantasticas interpretaciones y diálogos imponentes (inolvidable cuando la voluptuosa Jessica Rabbit dice: "no soy mala, es que me han dibujado así"; imprescindible escuchar a la femme fatale Kathleen Turner en la versión original).
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¿Merece la pena volver a ver el mundo de los dibus? Sí, sí y mil veces sí. Pero siempre y cuando la historia merezca la pena. El asombro tecnológico no puede ser el mismo ahora que el producido hace dos décadas. El cine nos ha enseñado ya tantos avances visuales que será difícil que un Roger Rabbit II nos muestre algo que nos deje con la boca abierta. Así que lo importante es que el guión no deje un poso de decepción. El universo es interesante y divertido, los personajes memorables, los guiños al cine negro más clásica inagotables y el talento de quienes formaron el equipo que hizo la película original suficiente como para ofrecer una secuela digna y al menos al mismo nivel que aquella. Lo malo es que es bastante probable que esta será una película muy costosa de hacer, con lo que, dado que Zemeckis está empezando a desarrollar el proyecto, tardaremos mucho en verla...

Hace 20 años que no sabemos nada de ellos, pero los rumores sobre su vuelta han sido contantes en estas dos décadas. Y ahora parece que sí, que los Cazafantasmas pueden volver, después de protagonizar dos películas muy lejanas en el tiempo, con Bill Murray, Dan Aykroid y Harold Ramis (del cuarto cazafantasmas, el negro, Ernie Hudson, se olvidaban hasta el cartel de la primera película). Ya lo han hecho en forma de videojuego, y ahora es posible que se les vea de nuevo en la gran pantalla. El proyecto, que ya tiene luz verde, se basará en mostrarnos el relevo generacional. Los Cazafantasmas originales estarán en la película pero, obviamente, son ya demasiado mayores para llevar reactores nucleares a sus espaldas para salvar el mundo de cualquier tirano ultraterrenal que quiera hacer acto de presencia en nuestro mundo. Y lo que se espera es contar con un nuevo equipo, joven y plagado de mujeres. No hay nombres definitivos pero uno de los rumores apunta a Eliza Dukshu (ha trabajado con Joss Whedon en la serie de Buffy y ahora es la protagonista de Dollhouse)

Me da miedo el concepto que se maneja. Cazafantamas es una de las comedias fantásticas más divertidas de aquella década mágica que fueron los 80. Sustituir ese planteamiento por un grupo de chicas estupendas en monos ajustados y escotados no creo que sea una buena forma de seguir con la historia de los Cazafantasmas. Y me da que eso es lo que se busca. Hoy las heroínas de ficción tienen que ser más floreros que personajes interesantes., lo que degenera en subproductos y películas lamentables. Las adaptaciones de cómic han padecido este mal cada vez que han querido colocar a una mujer como protagonista (Catwoman y Elektra, las más destacadas). No querían un personaje, querían curvas. Y si eso es lo que pretenden hacer con Cazafantasmas, mal asunto. Eso sin contar con la más que previsible presencia de la hija de los personajes de Bill Murray y Sigouerney Weaver (¿alguien se apuesta algo...?).

sábado, mayo 02, 2009

'Lobezno', un entretenimiento con demasiadas lagunas

Otro cómic llega a la gran pantalla. Y aunque tenía bastantes expectativas puestas en Lobezno, lo cierto es que me ha defraudado. No es una mala película, no. No es un subproducto como Elektra. Es mejor que Daredevil o el primer Hulk, sin duda. Pero se queda lejos de las dos películas de los X-Men que dirigió Bryan Singer, desde mi punto de vista incluso por detrás de la tercera entrega, que con sus múltiples fallos a mí sí me pareció bastante interesante (aunque a la mayoría de los aficionados al mundo de los mutantes fue un fiasco). Pero es que esta primera (o lo que pretende ser la primera) entrega de X-Men Orígenes tiene muchas lagunas, sobre todo a nivel de guión, como para que pase a la historia más que por contar con el actor perfecto para interpretar a Lobezno: Hugh Jackman. Claro que eso tampoco es una novedad, porque le habíamos visto ya hacerlo en tres ocasiones.

Para no revelar ninguno de los secretos tan bien guardados (los que no haya desvelado el trailer, claro), evitaré mencionar muchas cosas concretas, pero sí se puede decir mucho sobre Lobezno. Hablaba de lagunas en el guión. Personajes que aparecen y desaparecen a conveniencia. Situaciones abiertamente inverosímiles (y no estoy hablando de momentos demasiado fantásticos, sino de lo contrario, de cosas cotidianas que son inverosímiles; motos que no se rompen a pesar de sufrir accidentes, cadáveres que se abandonan en las cunetas, borrados de memoria que se posponen casualmente...). Mutantes que aparecen sólo por complacer al fan sin que haya necesidad dramática en la historia(Gámbito sería el ejemplo más claro, pero no el único) Poderes que son útiles en unas escenas y en otras no (¿Lobezno no captaba olores...?). Hasta fallos de continuidad (la rata en el brazo de Victor Creed-Dientes de Sable lo mismo tiene el poder de teletransportarse...). Demasiadas. Parece una película hecha con prisas y cierta improvisación, y eso se nota en el guión y en algunos efectos especiales.

Y a todo esto, Lobezno se va paseando por la pantalla entre demasiados personajes que en algunos casos no tienen trascendencia alguna (sólo destaca el Dientes de Sable de Liev Schreiber, frío e intenso, más realista de lo esperado). A veces se ve al Lobezno que uno espera (mucho más por la labor de un gran Hugh Jackman, nacido para este papel, que por la de un Gavin Hood bastante impersonal en la dirección), y sobre todo en los pequeños detalles (impagable ver a Logan en la invasión a las playas de Normandia colocándose el puro en la boca). Algunas respuestas, algunos gestos. Pero al final la esencia de Lobezno queda mermada por un detalle de marketing. Como la película no puede recibir una calificación demasiado estricta que impida que los más jóvenes puedan verla, no hay una sola gota de sangre en la película. Vemos durante dos horas a dos tipos peleando con garras animales o indestructibles y no hay sangre. Sorprendente. Aunque parezca una tonería, provoca que la credibilidad de la película se resienta mucho.

En el lado positivo, las escenas de acción. Muy buenas, muy Lobezno, sobre todo la persecución del helicóptero, sin desmerecer la pelea entre Lobezno y Gámbito o el climax final (me ahorro los protagonistas para no reventarla...), o la aparición de dos mutantes ya conocidos de la trilogía de X-Men, uno en un cameo de dudosa explicación y extraño aspecto visual pero que en el fondo entrañable, y otro de joven para demostrar en pocos minutos que se le desperdició en las tres películas anteriores. En el lado negativo, las escenas más personales (el prológo, por mucho que se base en el cómic -que no todo el mundo ha leído-, es confuso y prescindible; la huída hasta la cabaña escamotea la posibilidad de abrir una nueva franquicia cinematográfica para Marvel -la de Alpha Flight- y supone un homenaje a la competencia -Superman- más que a sus propios personajes; incluso algunos aspectos de la historia de amor, demasiado vista y tópica -por fiel que sea al cómic, insisto-).

Lobezno merece dos comentarios más. En primer lugar, que nadie se levante de la butaca antes de llegar al final de los títulos de crédito. Además de un primer final (irrelevante, por cierto) que aparece tras los nombres de los productores, al final del todo hay otro. De hecho, en Estados Unidos hay dos diferentes por lo que he podido leer en Internet (uno nada tiene que ver con Lobezno, por cierto, sino con otro de los personajes de la película, que actualiza su desenlace para contentar a los fans; otro rasgo de improvisación, sin duda...). ¿Por qué demonios no avisan de estas cosas? Es insoportable tratar de ver estos finales con media sala levantada y saliendo ya del cine. Y un segundo comentario. Hace más o menos un mes se filtró en Internet una copia ilegal pirateada, un borrador no acabado (un workprint, que se denomina en el argot técnico en inglés). Yo no la he visto antes de ir al cine, sino después. Merece la pena como curiosidad a conservar, nunca como sustitutivo antes del estreno de una película. Ni siquiera de una que no me ha enamorado.