jueves, junio 25, 2009

'Transformers 2': más de lo mismo

Es casi imposible trazar una frontera entre Transformers y su secuela. Forman parte del mismo cuerpo narrativo, cinematográfico y comercial. Tienes más o menos las mismas virtudes y más o menos los mismos defectos. Cambian algunos matices, pero en realidad estamos viendo más de lo mismo. Quien viera la primera entrega, sabe perfectamente lo que se va a encontrar en la segunda, para bien o para mal (me encuentro en el segundo grupo, claro). Quien conozca el cine de Michael Bay, conoce sobradamente lo que puede ofrecer este director (no mucho para mí, como ya ha acreditado en su filmografía). Transformers. La venganza de los caídos (vergonzoso ejercicio de traducción y doblaje, otro más; el título, Revenge of theFallen, hace referencia al nuevo villano, al que en la versión española llaman... The Fallen) es una película palomitera que no está a la altura del universo que aborda y que tanto entretenimiento ha ofrecido a generaciones de chavales, plagado de efectos especiales, de peleas confusas, de líneas de diálogo absurdas y humorísticas en exceso y de personajes humanos planos.

Si alguien busca originalidad en Transformers. La venganza de los caídos, que pierda toda esperanza. El objetivo es ofrecer más, independientemente de su calidad (a veces parece incluso que a costa de ella). La base argumental es vieja (la misma que se utilizó, por ejemplo, en Alien vs. Predator) y el guión tampoco se esfuerza en darle verosimilitud alguna. El problema no está ahí, ya que es evidente que una historia sobre robots gigantes que utilizan la Tierra como campo de batalla no es precisamente un argumento basado en hechos reales que podría servir de punto de partido a una película de autor. Sabemos lo que vamos a ver. Pero el problema es que no hay ni siquiera un esfuerzo de aportar coherencia a lo que se cuenta. Importa sólo el espectáculo, y eso se puede llevar por delante todo lo demás. ¿Que en un segundo sobra un personaje y al siguiente tiene que volver? Hecho. ¿Que un robot necesita un poder específico en un momento dado y después nos olvidamos de él? Hecho. Aceptado eso, quizá esta nueva entrega de Transformers pueda entretener a alguien, de la misma forma que la primera pareció entretener a unos cuantos (si no, es difícil explicar el éxito de taquilla de ambas).

Michael Bay no es precisamente santo de mi devoción y, en cambio, sí me atrae el universo de los Transformers. Con esa paradoja en mente, en la que el temor a un filme insulso vence a la ilusión que uno pueda sentir por los personajes, cuando uno se sienta ante la pantalla para ver este grandilocuente espectáculo la sensación es la misma de hace exactamente dos años: decepción. Y esta vez se ve incluso acentuado porque ahora sí consigue Michael Bay mostrarnos, por un breve instante, lo que podría haber dado de sí una película sobre estos seres. Hay una escena, sólo una, en la que se atisba inteligencia y espectáculo a partes iguales, la única escena en la que lo que se ve en la pantalla está a la altura del inmenso esfuerzo que han hecho los técnicos de efectos especiales, una pelea entre Optimus Prime (líder de los Autobots, los buenos) y varios Decepticons (los malos) en la que no nos perdemos en ángulos imposibles y movimientos confusos. Ahí se ve lo que podrían haber ofrecido estas películas, un filme de acción y fantasía de primera magnitud.

Pero sólo es un espejismo que se rompe en esa misma escena con otro de los defectos de la película, la imposibilidad de descifrar con claridad lo que aparece en pantalla. Los robots, tan fácilmente diferenciables en las series de televisión o las líneas de muñecos, aquí parecen todos iguales (salvo Optimus y Bumblebee). Son amasijos de hierros que nada tienen que ver con los vehículos en los que se transforman, en su modo humanoide es imposible distinguirlos en el marco de una pelea y, para colmo, a muchos de ellos ni siquiera se toman ya la molestia de presentarlos. Salen más, salen algunos mucho más grandes (y otros muchos más pequeños, el caso es sólo sumar) y, sobre todo, salen más graciosos. No es que hagan gracia, pues hay demasiados personajes que caen en lo peor de la tradición del secundario cómico (y cuando digo demasiados, quiero decir casi todos), pero el objetivo de ponerles en pantalla es ese, ser graciosos. O infantiles, que quizá el objetivo es vender muñecos a los pequeños de la casa y no, en el fondo, hacer una buena película. O directamente estúpidos.

A veces uno se pregunta si Michael Bay rueda películas con dos únicos propósitos: visitar lugares exóticos y de una belleza incomparable (cuando aquí llegan a la ciudad perdida de Petra uno recuerda el maravilloso partido que le sacó Spielberg en Indiana Jones y la última cruzada y lo compara inevitablemente con la pobreza que ofrece Bay) y juntar mujeres espectaculares a las que rodar tan sexys como pueda, da igual que sean mecánicas en apuros con pantalones ceñidos o universitarias en celo de mirada penetrante. Megan Fox vuelve a ofrece lo único que parece tener, todo un catálogo de poses sensuales (su primera aparición en la película es toda una declaración de intenciones), y Michael Bay se recrea en ello con planos que parecen directamente inspirados en Los vigilantes de la playa. Mucha carrera y poco que contar. Como toda la película, en realidad. Shia Labeouf completa lo que ya inició hace dos años, más carreras, más saltos, la misma cara continua de preocupación. Y John Turturro se mantiene en la triste línea de Transformers.

Esta Venganza de los caídos es una de esas películas de acción y ciencia ficción que rompen taquillas. Nada que discutirle por ese lado, Michael Bay parece haber dado con la fórmula que lleva a públicos de muy diversas edades a los cines y sólo queda asombrarse por cada dolar y euro que recaude. Pero es también una de esas películas que se conforman con ser un producto fácil, terriblemente infantil y tópico hasta más no poder. Que sean Transformers o cualquier otro tipo de criatura, mundo fantástico o excusa argumental ya es lo de menos. Todas ofrecen lo mismo. Con más o menos explosiones, con más o menos bellezas femeninas, con más o menos chistes fáciles, absurdos o escatológicos (de los que aquí hay un exceso; jamás hubiera creído, ni siquiera en una película de Michael Bay, ni siquiera en un subproducto dirigido a chavales de ocho años sin cerebro, que un personaje, siguiendo a un robot, dijera, "estoy debajo de su escroto", viendo dos bolas de demolición chocando entre las piernas del mismo). Totalmente prescindible. Como la primera. Como la más que previsible tercera entrega que se rodará.

sábado, junio 20, 2009

10 PELÍCULAS... 10 bikinis

Aprovechando la llegada del verano, toca una relación de películas fetichista. El bikini es una bañador creado en 1946 que el cine ha sabido explotar para vender a sus actrices más atractivas y sensuales. Son muchas las que han aparecido ataviadas con un bikini, y muchas las que lo han tenido que vestir para que la película contara con algún aliciente que ni el guión, ni la dirección, ni ningún otro elemento aportaba. Mujer objeto de vez en cuando, sí, pero en otras ocasiones un elemento más para la Historia del cine. Porque el cine es imagen, también estas imágenes siempre que haya quien sepa cómo enseñárnoslas.

· Y Dios creó a la mujer (1956), Briggite Bardot
Roger Vadim quiso escandalizar y escandalizó, gracias a una impresionante Briggite Bardot, el único elemento a recordar de esta película francesa. Ella se convirtió en un sex symbol internacional gracias a esta historia, tan sencilla como intrascendente. Briggite Bardot interpreta a una jovencita huérfana que vive con sus tíos y que se ve inmersa en un triángulo amoroso en el que los otros dos picos son dos hermanos que, de forma diferente, desean a la mujer. Una película muy de su tiempo (y probablemente también muy de su país) expresamente condenada por la Legión de la Decencia de la Iglesia Católica por sus escenas de alto contenido sexual y que provocó cierto revuelo cuando llegó a Estados Unidos.

· 007 contra el Dr. No (1962), Ursula Andress
Ante la atenta mirada del primer y más genuino James Bond, Sean Connery, surge del agua Honey Rider, una impresionante Ursula Andress, vestida con un bikini blanco, un cuchillo en el cinturón y unas conchas en su poder. Esa escena abrió una de las páginas más simpáticas del erotismo cinematográfico, la de las chicas Bond, una página que ya se extiende durante más de tres décadas y que sigue suscitando interés para cinéfilos de todo el mundo ante cada nueva entrega de la serie. Pero ninguna actriz ha llegado a provocar el efecto que provocó Ursula Andress. La película, la primera de la saga del agente secreto más famoso de la Historia del cine, es también una de las mejores.

· Lolita (1962), Sue Lyons
El profesor Humbert Humbert (James Mason) ve una casa en la que prtende alquilar una habitación. Y no lo ve claro hasta que sale al jardín y descubre a Lolita, una jovencita de 14 años, hija de la dueña de la casa, tomando el sol ataviada con un bikini, gafas de sol y sombrero y con dos libros sobre la toalla. Humbert tiene claro en ese momento que en esa casa está su futuro. Y no sabe lo complicada que va a ser su vida de aquí en adelante a causa de esta niña y el irracional deseo que siente por ella. Stanley Kubrick sembró el escándalo para continuar con el ya creado con la novela de Vladimir Nabokov. Y Sue Lyons pasó a la Historia por este papel (afortunadamente no sólo por el bikini), aunque no tuvo continuidad en el resto de su carrera. Una película que hay que ver. Y luego debatir.

· Hace un millón de años (1966), Raquel Welch
Raquel Welch se convirtió para siempre en el icono fantástico de la mujer prehistórica con Hace un millón de años, la más que particular visión de la Hammer de esta época. El filme es una delirante mezcla de tribus humanas, dinosaurios y monstruos imposibles, pero también un divertimento muy propio de su época y de sus creadores. Fue una de las primeras películas del género (rodada en Canarias, por cierto) que incluyó una pelea entre mujeres, algo ya inevitable en el género... y que aquí estaba llevada además al extremo del tópico, ya que las mujeres de las tribus están divididas en ¡rubias y morenas! El divertimento cuenta además con un inusitado elemento de riesgo: no hay una sola palabra inteligible en la película, como años después haría Mel Gibson en La Pasión y Apocalypto.

· El retorno del Jedi (1983), Carrie Fisher
No es un bikini en sentido estricto, puesto que no es un traje de baño, pero si preguntamos por el bikini más famoso de la Historia del cine, ese es el que viste la Princesa Leia en la tercera entrega de Star Wars. Retenida por Jabba el Hutt, Carrie Fisher luce aquí el vestuario más sensual de la trilogía, tan recordado como las ensaimadas que lució en su peinado de la primera película. Y aunque invita a cualquier otra cosa menos a la lucha, lo cierto es que la heroína galactica de George Lucas no se ve impedida ni mucho menos para liberarse por su cuenta y acabar con Jabba. Friends explicó la verdadera trascendencia de este traje con un memorable episodio, El de la fantasía de la Princesa Leia. Jennifer Anniston vivió en sus carnes lo que era sentirse como Leia.

· Abierto hasta el amanecer (1996), Salma Hayek
George Clooney y Quentin Tarantino son dos criminales que huyen con rehenes y acaban en un bar de carretera llamado La teta enroscada. Allí descubren que la bailarina exótica, después de una más que sensual interpretación, es una vampiresa. Y que allí todos son vampiros que, como no podía ser de otra forma, quieren chuparles la sangre. Lo que empieza como una road movie de criminales acaba en una orgía vampírica desenfrenada que gustará a los fans de su director, Robert Rodríguez, y a los de su mentor, el propio Tarantino. A mí me parece un desbarajuste en el que mueren nada menos que 122 personas (o criaturas) en el que lo mejor es el final. Pero porque se acaba la película, no porque sea especialmente imaginativo. Para el baile, a Salma Hayek no le dieron coreografía alguna. Rodríguez simplemente le dijo que sintiera la música. Pues eso.

· Al diablo con el diablo (2000), Elizabeth Hurley
Elizabeth Hurley es una de esas actrices de las que se ha hablado durante mucho tiempo, más en las páginas de información rosa que en las de cine, sin que en realidad se sepa por qué. Con decir que esta es la película por la que más se recuerda a esta mujer, está todo dicho. Ella interpreta nada más y nada menos que al diablo, que tienta a Brendan Fraser con la vida eterna a cambio de su alma. En el camino, se viste de animadora, de colegiala y de femme fatale con un traje rojo. Todo es rojo. Incluso el bikini, claro. La serpiente y la manzana son los obligados adornos que identifican a su personaje. Al fin y al cabo, es el diablo. El título es toda una provocación al espectador para que mande la película, una comedieta sin demasiada gracia, precisamente ahí, al diablo.

· Muere otro día (2002), Hale Berry
Con la aparición de Ursula Andress en Dr. No como referencia, Halle Berry surgió del agua de la misma manera. Homenaje de la saga Bond a su propio pasado, con una de las mujeres más espectaculares que conoce el cine moderno. El escenario pretende ser Cuba pero son las playas de Cádiz. Hale Berry da vida a una espía americana llamada Jinx, que primero parece interferir en los planes de James Bond y después se convierte en su aliada... y en una chica Bond más que memorable y que acaba en el mismo sitio que casi todas las anteriores: en la cama. Una película muy entretenida pero demasiado fantasiosa para 007. Durante un tiempo se especuló con la posibilidad de que Jinx protagonizara su propia película, pero con el giro en el tono de la saga Bond parecieron enterrerase los rumores. Siempre nos quedará este homenaje.


· Tomb Raider. La cuna de la vida (2003), Angelina Jolie
La segunda entrega cinematográfica de las aventuras de la arqueóloga de videojuego Lara Croft es tan aburrida e intrascendente como la primera. De hecho, la mayor novedad es precisamente ver a la heroína en un bikini negro y pilotando una moto de agua en una escena que no aporta nada en absoluto a la película y que el único objetivo que tiene es mostrar la anatomía de la actriz protagonista, Angelina Jolie. No deja de ser curioso que la que está considerada como una de las mujeres más espectaculares del planeta, y dando vida a la heroína más sexy del mundo del videojuego, no parezca tan atractiva como en otras películas. Sólo para los muy fans. Los de Lara Croft, que los de Angelina Jolie se aburrirán.

· Inmersión letal (2005), Jessica Alba
Hay veces que uno se pregunta para qué se hace una película si lo único que importa son las fotos promocionales. Eso mismo sucede con Inmersión letal, cuyo único interés son las fotografías difundidas antes del estreno con Jessica Alba como protagonista, posando en bikini y en la playa. Porque son las únicas que realmente interesaron, eclipsando por completo las de los otros tres componentes del reparto (y eso que otra actriz también aparecía en bikini durante buena parte del metraje). La película es una inverosímil y olvidable historia de buscadores de tesoros, en realidad una excusa para filmar a dos actrices en bañador, dos actores enseñando músculos y escenas acuáticas a ritmo de videoclip. Nada con lo que merezca la pena perder el tiempo. Pero, claro, es Jessica Alba y eso hizo que se hablara (poco, eso sí) de este título...

jueves, junio 11, 2009

'Terminator Salvation': el pasado supera al futuro

El primer nombre que aparece en los títulos de crédito finales de Terminator Salvation es el de Stan Winston, el mago de los efectos especiales responsable de tantos sueños (y pesadillas) de cine. Él creó la imagen del Terminator que nos impactó tanto allá por 1984 y revolucionó el mundo de los efectos especiales en 1991 con Terminator 2. Esta cuarta entrega de la saga está dedicada a su memoria, pues el genial Stan Winston nos dejó el año pasado, cuando ya había empezado a trabajar en los diseños de esta nueva película. Que el primer recuerdo de Terminator Salvation sea para Stan Winston deja claro que el pasado supera al futuro. Que tenemos un Terminator más, pero que nada podrá superar a los dos primeros títulos de la saga ( ambas películas son tan rompedoras e innovadoras, tan originales como copiadas). Y es que los últiumos avances de la tecnología en efectos visuales no puede ocultar lo que le falta a esta película: imaginación.

En 1984 James Cameron no pudo más que ofrecer una breve secuencia de la guerra futura contra las máquinas. No había dinero ni medios para hacer creíble toda una película desarrollada en este futuro apocalíptico que nos presentaba, un mundo en el que las máquinas han desarrollado una inteligencia artificial que decidió que la humanidad era un peligro para su existencia y desató un holocausto nuclear para destruirla. Y por eso tiró de imaginación. El mismo origen de Terminator es una paradoja temporal imposible, y eso hacía tan atractivo el universo de Cameron, que partía de una premisa inverosímil para transportarnos a una historia apasionante sobre un futuro por escribir pero ya conocido, sobre un presente aterrador por lo que nos esperaba a la vuelta de la esquina. Imaginación. Pero el futuro siempre fue una ambición de esta saga y por eso la segunda entrega empezaba, precisamente, con el Día del Juicio Final y con una visión actualizada de este futuro. Pero seguíamos sin verlo.

Terminator Salvation aporta una visión de ese futuro que encaja, aunque quizá con demasada flexibilidad, en lo que ya conocíamos, pero no aporta imaginación. Aporta espectáculo, aporta grandilocuencia (todo es más grande, todo parece que tiene que ser más grande en el actual cine fantástico y de acción) y aporta la continuidad de una saga que, pese a todo, sigue dando para mucho. Pero no imaginación. Por eso, la consecuencia lógica es que lo que mejor funciona en la película de McG (que sus únicos títulos sean las dos entregas de Los ángeles de Charlie da que pensar...) es lo que está anclado en el pasado: el diseño de las máquinas (peores cuanto más novedosas parecen, más apasionantes cuanto más nos recuerdan a lo que ya conocemos de este universo), los cameos y el clímax, que bebe de los magníficos finales de las dos primeras entregas (parece obvio que para todo el mundo la tercera película ya ha dejado de existir... aunque no era tan mala como algunos piensan).

Es impagable el gran y esperado cameo que no procede revelar cómo ni cuándo se produce, pero sí decir que es uno de los motivos, probablemente el único, por los que esta película pasará a la historia (la actuación digital está a la vuelta de la esquina, y si no al tiempo). También es muy bonito el cameo de Linda Hamilton, la Sarah Connor de las dos primeras películas, a pesar de que el doblaje (una nota más sobre esta labor: ¿a cuento de qué viene traducir de nuevo la mítica frase "ven conmigo si quieres vivir" por un "sígueme si quieres vivir"?; sólo falta que el "volveré" nos lo hubieran ofrecido como "regresaré"), puesto que sólo aparece su voz. Es impagable volver a escuchar en el cine el tema de Terminator que creó el compositor Brad Fiedel en 1984 (aunque, desgraciamente y seguro que por problemas de derechos de autor, no aparezca en el disco de la banda sonora compuesta por Danny Elfman). Y también es impagable comprobar que, a pesar de los avances digitales, se siguen utilizando marionetas para algunos planos. El legado de Stan Winston es inmenso.

A McG le viene grande un universo tan establecido como el de Terminator. Quiere introducir muchos aspectos novedosos y se queda a medio camino en casi todos ellos. Eso desemboca en una absurda multiplicación de personajes que, en realidad, no sirven para nada en la historia (la ñina muda) o aparecen y desaparecen a conveniencia (Kyle Reese). Y es una pena que no aproveche las muchas posibilidades que ofrecen personajes tan interesantes como los que ofrecen Michael Ironside (Desafío total, V) o Bryce Dallas Howard (La joven del agua, Spider-Man 3), que ni siquiera explote la presencia de Helena Bonham-Carter (a nivel de historia, su personaje me parece de largo lo más discutible y chirriante, pero podría haber dado más juego) o, tirando ya por los derroteros más habituales del cine de acción, el físico de Moon Bloodgood (El guía del desfiladero, Street Fighter. La leyenda). Tampoco el montaje parece el fuerte de McG y se notan cambios demasiado bruscos que apuntan a que se han quedado en la sala de montaje escenas que veremos en el DVD.

Pese a todo, y para quien no se ponga demasiado purista o exigente, Terminator Salvation se deja ver y entretiene, no es el fiasco que muchos irán al cine esperando ver. Es un entretenimiento justito que se aprovecha de un universo con mucho tirón y de un dúo protagonista notable, un Christian Bale que ofrece un más que interesante John Connor y un Sam Worthington que, sin haberme entusiasmado tanto como parece haberlo hecho con la mayor parte de la crítica y buena parte del público, sí incorpora nivel al reparto. Con unas buenas palomitas y no demasiada exigencia, una buena película de verano. Pero qué nostalgia tiene uno de los dos primeros Terminators...

jueves, junio 04, 2009

'La (interesante y apreciable) sombra del poder'

Que al cine le encanta vapulear al mundo de la política no es noticia. Que le encanta censurar al del periodismo, tampoco. La sombra del poder hace lo primero con brillantez, actualidad e interés. Pero esquiva lo segundo para convertirse en un precioso canto a esta vilipendiada profesión del periodista. Sólo por eso, ya le encuentro argumentos para apreciar la segunda película de Kevin Macdonald (director de la también interesante El último rey de Escocia). Pero es más que eso. Es un apreciable fresco sobre la parte más sórdida de la política, sobre el negocio que supone para algunos la guerra y sobre cómo el periodismo más clásico afronta los retos de la tecnología y de la modernidad.

La sombra del poder, basada en una miniserie británica (que no he tenido el placer de ver y, por tanto, no puedo comparar), gira en torno a dos personajes centrales: un congresista americano y un periodista, que fueron compañeros de estudios años atrás. El primero investiga el desarrollo de una empresa llamada PointCorp y el nivel de poder que está alcanzando en el negocio de la guerra y en otros ámbitos. El segundo parte de un misterioso asesinato sin móvil aparente hasta llegar a un más que peligroso caso de corrupción política. Y todo ello mezclado, inevitablemente, con una mujer que forma parte de las vidas de ambos protagonistas. El congresista lidiará con los pesos pesados de su partido y con sus demonios interiores, el periodista con el empuje de una joven redactora que no conoce el periodismo de verdad y con una directora que está presionada por los nuevos dueños del periódico.

Quizá la película no me hubiera parecido tan interesante si su protagonista no hubiera sido el magnífico Russell Crowe. Lo he dicho en anteriores ocasiones y me reafirmo: me parece el actor de mayor categoría que existe en el panorama internacional actual. Es impresionante cómo es capaz de hacer creíble cualquier personaje que caiga en sus manos, no importa su edad, profesión, características, personalidad o condición. Tan pronto puede parecer un químico sobrepasado por las amenazas a su vida o su familia como un héroe de la vieja Roma, un frío director de los servicios secretos americanos o un pistolero del viejo Oeste. Hace lo que quiere delante de la cámara, nos convence a todos de una forma tan asombrosamente completa que dota a cualquier película que hace de un halo de verosimilitud impagable. Aquí borda el papel de periodista arisco, con complejos asuntos personales que pueden interferir en su trabajo pero con ese inconfudible afán de dar con la verdad. Brillante, sencillamente brillante.

La película flojea por el segundo nombre protagonista: Ben Affleck. Su naufragio (patente sobre todo en los cara a cara con Crowe) se hace más evidente cuanto más trascendente es la escena que tiene que interpretar. Su trabajo queda tan lejos del de Crowe que resta parte de la grandiosidad que el protagonista de Gladiator, El dilema o Red de mentiras da a la película. La sombra del poder iba a ser hace algunos años la película que reuniera tras El club de la lucha a Brad Pitt y Edward Norton, en lugar respectivamente de Crowe y Affleck. La mejora con el primer nombre es inmensa. La pérdida de nivel con respecto al segundo es también notable. En el reparto se cuelan otros nombres de mucho interés, como el de Robin Wright Penn (Beowulf), Helen Mirren (La reina), Jason Bateman (Juno, Mr. Magorium y su tienda mágica), Jeff Daniels (Buenas noches, y buena suerte) y Rachel McAdams (que trabaja ya en Sherlock Holmes). Sólo flaquea Affleck, y sorprende muy positivamente Bateman.

La sombra del poder es un más que interesante thriller, una de esas películas necesarias sobre el mundo que nos rodea. Quizá se le pueda achacar una cierta falta de originalidad y, en algún momento puntual, una caída fácil en el tópico. Pero merece mucho la pena para cualquier tipo de espectador. El que sienta como yo pasión por el periodismo notará que un cosquilleo le recorre la espalda cuando el personaje de Russell Crowe está escribiendo el reportaje que persigue durante toda la película bajo la atenta mirada de sus compañeros y su directora. Una escena sencillamente preciosa que resume a la perfección el espíritu de la película.