sábado, junio 28, 2008

'El apartamento', tragedia o comedia, pero sobre todo genialidad

Cine. Puro cine. Eso es El apartamento. Una historia que tiene tantas lecturas como frases inolvidables, tantas interpretaciones memorables como escenas sublimes. Me tenéis que perdonar el tópico, pero es una joya de esas que ya no se hacen. Hoy la comedia ya no es lo que era. Pero es que la tragedia tampoco. Y la mezcla de ambos géneros, que tuvo unos cuantos genios durante el siglo XX, es algo que hoy parece que nadie sabe hacer. Y eso hace de El apartamento una tragicomedia absolutamente genial, única, irrepetible y que, por fortuna, nos ha llegado a todos aquellos que en 1960 no tuvimos la oportunidad de sentarnos en una sala de cine a contemplar esta maravilla.

Billy Wilder siempre defendió que El apartamento era una película optimista. No todo el mundo está de acuerdo, y no hay más que verla para darse cuenta de cuántas facetas oscuras tiene, empezando por el punto de partida de la historia: la infidelidad y la mentira generalizadas. Lo grande de esta película es que, probablemente, todos tienen razón. La mezcla entre los aspectos más amargos de la vida y los más hermosos que hace Wilder es simplemente mágica. Puedes pasar de la sonrisa al llanto de una facilidad asombrosa y al final, sólo al final, se puede decidir. ¿Tragedia o comedia? ¿Tristeza o felicidad? Para mí la historia es más trágica que cómica, pero también acaba siendo más feliz que triste. No conviene dar más detalles para que así cada espectador vaya tomando posición según se desarrolla la historia. Y es quizá El apartamento sea un espléndido medidor del carácter de cada persona que se ponga delante del televisor.

Jack Lemmon da vida a C.C.Baxter (las inciales significan Calvin Clifford, aunque todo el mundo le llama Bud), un hombre que tiene un más que curioso sistema para tratar de ascender en el escalafón de su empresa de seguros. Tiene acuerdos con sus ejecutivos para prestarles su apartamento con el fin de que éstos puedan ser infieles a sus esposas con la mayor comodidad posible. Y a cambio espera de ellos que se acuerden de él a la hora de promocionar a algún trabajador... Como él apenas tiene vida personal propia, ese acuerdo no es un impedimento más que cuando el frío y la lluvian arrecian en la calle. Sus vecinos, en cambio, piensan que tiene una ajetreadísima vida sexual y que va de fiesta en fiesta, cambiando continuamente su compañía femenina. Y C.C. sólo tiene ojos para una mujer, la ascensorista de su edificio, con la que es amable y cariñoso sin conseguir nada a cambio.

El punto de partida para esta película, según reconoció Wilder, nació después de ver Breve encuentro, quizá uno de los relatos más interesantes de la infedilidad conyugal, una película dirigida por David Lean en 1945. quince años antes del estreno de El apartamento. ¿Por qué tanta espera para realizar este proyecto? No hace falta más que ver la película para entenderlo. Años antes, la censura no habría permitido tantos comportamientos poco éticos en los personajes de la película. Y era necesario que fueran así, porque uno de los objetivos de la película es, precisamente, hablar de las máscaras que utilizan las personas en sociedad, en el trabajo y en sus relaciones personales. Un retrato que, analizado sin los tintes de comedia que tiene el filme, resulta lo más descorazonador de la película.

Jack Lemmon, todo un genio, fue el actor escogido por Wilder para dar vida a C.C.Baxter ya desde que comenzó a escribir el guión. El personaje está pensando para Lemmon y él borda el papel de este hombre solitario, ofreciendo una de las mejores interpretaciones de su carrera (hay quien piensa que Jack Lemmon fue sólo un buen cómico; para todos ellos, la recomendación indispensable es Días de vino y rosas, un demoledor retrato del alcoholismo firmado, por sorprendente que parezca, por Blake Edwards). Shirley MacLaine está igualmente espléndida en su retrato de joven angustiada, querida y utilizada a partes iguales por los hombres. Y sublimes los secundarios, empezando por Jack Kruschen, que interpreta al vecino doctor Dreyfuss, el hombre que pone las pinceladas de ética en la historia (el estudio trató de imponer para este papel a Groucho Marx, pero Wilder se negó).

Cuenta la leyenda (y lo corrobora Shirley MacLaine) que el guión se escribió en buena medida sobre la marcha, que muchas escenas se incluyeron durante el mismo rodaje, como por ejemplo la partida de cartas a un juego que la actriz estaba aprendiendo en aquellos días o el discurso sobre el amor que hace su personaje (cogido de una charla durante un descanso para comer que la propia MacLaine protagonizó). Y en el rodaje hay anécdotas tan bonitas como que la fiesta de Navidad que se ve en la película se rodó un 23 de diciembre. ¿Qué mejor forma de captar el ambiente festivo navideño? De esa escena, recordaba Wilder, sólo hubo que rodar una toma. "Ojalá siempre fuera tan fácil. Hoy bastaba con gritar 'acción' y echarse atrás", decía.

El apartamento consiguió cinco Oscar, y tres de ellos fueron para el propio Billy Wilder, los de mejor película, mejor director y mejor guión original (junto a I.A.L. Diamond). Las otras dos estatuillas fueron para la mejor fotografía y el mejor montaje. Ésta fue la última película en blanco y negro en conseguir el premio a la mejor película, hasta que 43 años después lo ganó La lista de Schindler (otra joya de la que habrá que hablar un día de estos...). No creo que nadie pueda llamarme exagerado si digo que El apartamento es una de las mejores películas de la historia del cine. Sencillamente inolvidable, totalmente imprescindible.

martes, junio 24, 2008

'El incidente', decepción y repetición

Soy fan de M. Night Shymalan desde que me maravilló con El sexto sentido. Me han entusiasmado todas las películas que ha hecho después, hasta el punto de que le considero uno de los más grandes fabuladores del cine actual (junto con Tim Burton, pero en el lado opuesto del espectro de los cuentos modernos). Es un director que no suele contar con el fervor de la crítica, que no entiende un cine habitualmente brillante, sorprendente y tremendamente imaginativo. Le pasó con la incomprendida El protegido (quizá su mejor película), con la menospreciada Señales, con la malinterpretada El bosque y con la directamente ninguneada La joven del agua. Pero con El incidente Shymalan comete su primer desliz en esta carrera y ofrece una película que no convence en absoluto.

El principal error de El incidente es que sigue la misma línea que Señales y explora los mismos caminos. Demasiadas similitudes en la historia y en la forma de narrar. Como aquella, es una historia más grande que la vida (allí era una invasión alienígena a escala mundial, aquí un virus natural que afecta a millones de personas en Estados Unidos) contada desde el punto de vista de unos pocos personajes anónimos, gentes que no luchan para resolver el problema sino simplemente por sobrevivir. Por eso queda la sensación de deja vu, en muchas escenas y en la forma de resolverlas. Shymalan se repite y eso, en un director con tal capacidad imaginativa, es aún más doloroso.

El segundo problema al que tiene que hacer frente El incidente es su nula conciencia de que la historia no llega para una película. La cinta dura 90 minutos y se hacen algo largos, porque, en realidad, no hay demasiado que contar. La idea que da pie a esta película quizá hubiera sido un gran segmento de una serie tipo En los límites de la realidad. Pero como película no llega. No se hace pesada primero por su escasa duración (menos mal que Shyamalan es un director inteligente que no alarga innecesariamente historias más allá de las dos horas, como sí hacen otros directos con mucha mejor reputación que él) y porque los mejores momentos de la película se encuentran en el último tercio. Esos momentos no llegan por la continuidad del guión, sino por la casi siempre eficaz narrativa visual del director.

Y el tercer punto que hace que esta película decepcione es precisamente el guión. Nunca unos diálogos escritos por Shyamalan habían sonado tan vacíos, intrascendentes y previsibles como algunos de los que se escuchan en El incidente. Muchas escenas quedan mal resueltas y colgando en el aire. Demasiada información nos llega de forma aparentemente casual pero en realidad muy forzada (a través de vídeos caseros o informativos en televisión, tal y como ya se había visto en Señales). Y todo ello nos conduce a un desarrollo en el que el espectador no llega realmente a ver un riesgo claro para los protagonistas y desemboca en un final que no causa demasiada impresión.

Shyamalan no hace aquí ningún cameo ni se reserva personaje alguno y deja todo el peso de la película a Mark Wahlberg (Shyamalan dice que escribió la película pensando en él), simplemente correcto como el resto del reparto. Lo que sí destaca por encima de la media, como siempre, es la música de James Newton Howard. Este compositor, no demasiado reconocido durante muchos años, parece tocado por la providencia cada vez que escribe música para Shyamalan. Su mejor trabajo sigue siendo El bosque, pero El incidente es una muy apreciable banda sonora que funciona a la perfección en pantalla.

Pese a que es bastante olvidable, El incidente no es una película mala, ni mucho menos. Había un genio detrás de la cámara y hay momentos inolvidables (como una de las primeras manifestaciones del virus, en un edificio en construcción de Nueva York; esa y muchas secuencias beben, aunque se queden muy lejos, de La guerra de los mundos de Spielberg, una película también incomprendida y despreciada en su momento pero que estoy seguro que en unos años se convertirá en un título de culto). Pero el conjunto es decepcionante. Dicen que hasta el mejor escribano tiene un borrón. Este es el de Shyamalan, dentro de una filmografía que seguiré reivindicando.

sábado, junio 21, 2008

Ahora sí es Hulk

Este, por fin, sí que es Hulk. Eso es lo mejor que se puede decir de El increíble Hulk, falsa secuela de aquel tostón que dirigió en 2003 Ang Lee sobre uno de los personajes emblemáticos de Marvel Comics. Bien es verdad que el listón que dejó aquella era bastante bajo y que ésta no es tan buena como la todavía muy reciente Iron Man, pero lo cierto es que el regusto que deja El increíble Hulk es de satisfacción. Es una película muy entretenida, muy respetuosa con el cómic, con el pertinente final abierto para continuar la franquicia en caso de éxito de taquilla, con una dirección adecuada (aunque un poco alocada en algunos momentos de las escenas de acción) y con un buen reparto.

Y el caso es que no debiera ser así. La comparación entre Hulk y El increíble Hulk debiera haber sido favorable a la primera. Un director reputado frente a un tipo que ha hecho Transporter 2. Una película que miraba más allá de los efectos especiales contra una que apostaba por la acción. Una aproximación ambiciosa a un personaje de fantasía frente a efectos especiales como protagonistas. Pero El increíble Hulk es infinitamente mejor que Hulk porque entiende mejor no sólo al personaje (en su desarrollo como personaje y también visual, más realista, menos de dibujos animados) sino también el lenguaje cinematográfico adecuado para trasladarlo a la gran pantalla. Hulk es aquí un personaje terrorífico y violento, sin medias tintas. Hulk domina una acción brillantemente coreografiada. Y tiene un villano a la altura, la Abominación, interpretado por un Tim Roth que sigue al pie de la letra el manual del villano desquiciado.

Lo del reparto es curioso, porque era el principal punto fuerte de la película de Ang Lee pero destaca más el del filme de Louis Leterrier. Edward Norton supera a Eric Bana como el torturado Bruce Banner y entra en la línea para interpretar a un superhéroe marcada por Robert Downey Jr. (quien tiene aquí un cameo para poner los dientes largos a los fans de cara al futuro de los héroes Marvel en la pantalla) en Iron Man. Liv Tyler, en cambio, se queda muy por debajo de lo que había ofrecido Jennifer Connelly en la anterior película. Ambas interpretan a Betty Ross, el interés romántico y también heroína de la función, además de hija de la némesis de Hulk, el general Ross. En este papel, al notable Sam Elliott le perjudicó el guión de la película de Ang Lee, por lo que el duelo con William Hurt estaba perdido de antemano. Hurt, que lleva años en estado de gracia (con registros tan alejados como éste y el que enseñó en Una historia de violencia), borda un personaje con connotaciones de villano y de héroe.

Además de mostrar al Hulk genuino, el propio de los cómics (no como el que nos ofreció Ang Lee), lo mejor que tiene esta película es que recupera el espíritu de las aventuras más clásicas, el que ofreció la mítica serie de televisión de los años 70, la que tenía a Bill Bixby y Lou Ferrigno (magnífico cameo el suyo en El increíble Hulk como guardia de seguridad fácilmente sobornable... con comida) como protagonistas, el mismo espíritu que tenía la serie El fugitivo. Bruce Banner huye del Ejército por diferentes partes del mundo mientras lucha desesperadamente por encontrar una cura al mal que le han causado los rayos gamma. Y por el camino dejará un detalle más para los fans, el primer apunte del villano más clásico del personaje en el cómic que, de haberla, aparecerá seguro en la secuela.

Siendo El increíble Hulk una clara apuesta por la acción como vehículo narrativo de este personaje, Louis Leterrier (debiera decir que contra todo pronóstico) no desdeña ni arruina las escenas más pausadas e interesantes de la película, aquellas en las que Bruce Banner reflexiona sobre sí mismo, sobre el monstruo que le posee cuando su corazón se acelera demasiado o sobre su relación con Betty. No es que el guión sea prodigioso, ni mucho menos, ya que tiene alguna que otra laguna, pero el entretenimiento está asegurado. Y atentos al inevitable cameo de Stan Lee, creador de éste y otros tantos personajes de este universo de cómic. No es de los mejores que ha hecho (Los 4 Fantásticos y Silver Surfer sigue teniendo ese honor), pero siempre es un gustazo verle en las películas Marvel. Una buena película de acción y fantasía.

martes, junio 17, 2008

Adiós a un creador de sueños

"Me considero un artista y considero arte el trabajo que hacemos. Ayudo a contar historias creando esos personajes. Soy un actor. No soy un técnico. Soy un ignorante tecnológico, pero adoro crear personajes y contar maravillosas historias", dijo en una ocasión Stan Winston. "No hago efectos especiales. Hago personajes. Hago criaturas", resumió en otro momento. Y hoy leo la noticia de que Stan Winston, un genio de los efectos especiales, un artista de la fantasía cinematográfica, murió el domingo. Qué terrible pérdida para el cine.

Porque habrá quien piense que sólo era un tipo que se dedicaba a hacer efectos especiales. Pero no es verdad. Stan Winston valía mucho más que eso. De su mente salieron algunos de las criaturas que marcaron el cine de fentasía de los años 80 en adelante. Sin Stan Winston, Terminator no habría tenido el aspecto que ha pasado a la historia. Ni los Aliens. Ni los dinosaurios de Parque Jurásico. Ni el Depredador. Ni el Pingüino de Batman vuelve. Ni Eduardo Manostijeras. Ni los robots de Inteligencia artifical. Ni tantos seres y criaturas que forman parte de la Historia del cine. De nuestros sueños.

En su juventud, quiso ser actor. Pero no consiguió tener éxito en la faceta interpretativa. Así que entró a trabajar en el departamento de maquillaje de los estudios Disney, gracias a que había estudiado pintura y escultura en la Universidad de Virginia. Ganó cuatro Oscar, dos por su revolucionario trabajo en Terminator 2, antes por Aliens y después por Parque Jurásico. Llevaba años luchando contra el cáncer, pero aún así no dejó de trabajar. Iron Man es su testamento cinematográfico y estaba enfrascado ya en la producción de la nueva película de Terminator, Salvation: The future begins.

Stan Winston dedicó su vida a hacer realidad sus sueños para que los demás pudiéramos tener los nuestros. Eso es muy valioso. Descanse en paz.

jueves, junio 12, 2008

Dos horas de 'Clone Wars'

Cada vez queda menos para que llegue esa sorpresa cinematográfica que es Clone Wars. Sorpresa porque la nueva expansión del universo de Star Wars iba a ser una serie de televisión y ha acabado por hacer su primera aparición en las salas. Y sorpresa porque cuando todo el mundo esperaba ver un episodio piloto de poco más de una hora... resulta que George Lucas nos va a ofrecer un espectáculo visual de dos horas y un minuto. Más corta que todas las películas de la saga salvo la original, La guerra de las galaxias, pero extraordinariamente larga para una cinta de animación. La cosa promete.

Y promte también por el tono que va a tener. Quien espere hacer la equivalencia entre dibujitos e infantilismo parece que se tendrá que buscar otra película. La apuesta de Lucas es hacer una historia sería, adulta y violenta, como corresponde al periodo más bárbaro y salvaje del universo que nos dio a conocer allá por el año 1977. Ya hay un segundo trailer de la película, que confirma que exactamente esto es lo que vamos a ver en Clone Wars. La espera ya se está haciendo eterna...

martes, junio 10, 2008

El cine según Hitchcock

"Las películas mudas son la forma más pura del cine. La única cosa que faltaba a las películas mudas era evidentemente el sonido que salía de la boca de la gente y los ruidos. Pero esta imperfección no justificaba el enorme cambio que el sonido trajo consigo. (...) En la mayoría de los films hay poco cine y yo llamo a esto habitualmente fotografía de gente que habla. Cuando se cuenta una historia en el cine, sólo se debería recurrir al diálogo cuando es imposible hacerlo de otra forma".

"Yo leo una historia una vez. Cuando la idea de base me sirve, la adapto, olvido por completo el libro y fabrico cine. Sería incapaz de contarle Los pájaros de Daphne du Murier. Sólo la he leído una vez y rápidamente. Lo que yo no comprendo es que alguien se apodere realmente de una obra, de una buena novela cuyo autor ha empleado tres o cuatro años en escribir y que constituye toda su vida. Se manipula el asunto, se rodea uno de artesanos y de técnicos de calidad y ya tenemos candidatura a los Oscar, mientras que el autor se diluye en segundo plano. No se piensa más en él".

"A menudo me he dado cuenta de que ciertas situaciones de suspense han quedado comprometidas cuando el público no comprende claramente la situación. Por ejemplo, dos actores llevan trajes casi iguales y el público no los distingue; el decorado es confuso, la gente no reconoce muy bien los lugares en los que se encuentra y, mientras el espectador trata de reconstruir la verdad, se desarrolla la escena y queda vacía de toda emoción. Es preciso clarificar constantemente".

"Si se quiere analizar todo y construirlo todo en términos de plausibilidad y verosimilitud, ningún guión de ficción resistiría ese análisis y sólo se podría hacer una cosa: documentales. (...) Pedir a un hombre que cuenta historias que tome en consideración la verosimilitud me parece tan ridículo como pedir a un pintor figurativo que represente las cosas con exactitud. ¿Cuál es el colmo de la pintura figurativa? Es la fotografía en color, ¿no?".

"En una pareja, es la mujer la que elige el film que van a ver y diré, incluso, que es ella quien decide después si el film era bueno o malo. Las mujeres pueden soportar la vulgaridad en la pantalla a condición de que no sea expresada por personas de su mismo sexo".

Todas estas reflexiones son de Alfred Hitchcock y están incluídas en el imprescindible libro que surgió de las cincuenta horas de conversación que mantuvo con el director francés François Truffaut. El cine según Hitchcock es la transcripción de una maravillosa entrevista que permite conocer anécdotas sobre las películas del Mago del suspense y su forma de concebir tanto el cine como la vida. Y aunque la entrevista se hiciera en 1962, emociona comprobar que muchas de las respuestas y buena parte del debate entre los cineastas se mantienen plenamente vigentes y actuales. Pocas veces leer sobre cine es tan interesante y revelador. Un libro no sólo recomendable sino necesario para cualquier amante del cine de Hitchcock en particular y del séptimo arte en general.

martes, junio 03, 2008

'La Sirenita', el comienzo de la última edad de oro de Disney

La Sirenita es una de esas películas de Disney que podría haber sido realizada en cualquier década. Es puro Disney. Es una hermosa historia de amor y aventura, adaptada de un cuento clásico, de tono musical, de acción bien resuelta, para públicos de todas las edades. Pero se estrenó en 1989 y fue el comienzo de la última edad dorada del estudio. La que se consolidó con la histórica nominación al Oscar de La Bella y la Bestia, con las recaudaciones millonarias de El Rey León, con el contenido adulto de El jorobado de Notre Dame o con la aventura sin límites de Tarzán. Y, aunque sólo fuera por eso, merece un lugar en la historia. La Sirenita sacó a Disney de una larga travesía por el desierto, en la que hizo buenas películas pero que no terminaban de ser los éxitos que cosechó en décadas anteriores.

Y es que La Sirenita marcó varios hitos. Además de su espléndida recaudación y la reivindicación de que los dibujos animados también podían ofrecer historias para todos los públicos y no sólo para niños, fue la primera película de Disney que integró en su proceso la animación por ordenador. La canción Bajo el mar (cantada por el cangrejo Sebastián) y su banda sonora, a cargo de Howard Ahsman y Alan Menken, ganaron sendos Oscar. La Sirenita era la primera película Disney en recibir una nominación en dos décadas. A pesar de su gran éxito, fue uno de los clásicos Disney de aquellos años que más tardó en dar el salto a Broadway, algo que no se produjo hasta 2007.

La música es, sin duda, uno de los platos fuertes de esta película. Canciones tremendamente pegadizas, la marca imborrable de Alan Menken, le dieron a esta película un carácter que no tuvieron otros títulos Disney anteriores y desarrolan los personajes de una forma sencillamente brillante (Ariel descubriendo el mundo de los humanos o la presentación de la villana de la función, Úrsula). En realidad, La Sirenita marcó muchas pautas del cine Disney moderno, y no sólo en el estilo de las canciones: villanos de lujo, secundarios cómicos acertados... Quizá la única pega que se le pueda poner a la película es la precipitación con la que se resuelve todo, pero con la duración que tiene era previsible.

Patrick Stewart iba a prestar su voz al Rey Tritón (libertad que se tomó Disney; el rey de los mares mitológico es Poseidón, Tritón era uno de sus hijos), pero no pudo hacerlo por estar comprometido para interpretar al capitán Picard en la serie Star Trek: La nueva generación. La Sirenita pudo haber sido un título Disney allá en los años 30, en forma de cortometraje, pero al final el proyecto no salió a la luz. A mediados de los 80 renació la posiblidad de hacerlo, pero hubo que hacer un cambio drástico: el color del pelo de Ariel. Se optó por hacer pelirroja a esta sirenita para diferenciarla del personaje de Daryl Hannah, otra sirena, en Un, dos tres... Splash.

En aquella época, Disney se enfrentaba a las continuas protestas de grupos de ultraderecha que veían en sus imágenes mucho más de lo que había, peligros para los pobres niños que, inconscientemente, asumían supuestos mensajes subliminales ocultos. La Sirenita fue un ejemplo perfecto de aquellos sucesos. Estos grupos propagaron el rumor de que, en la escena de la boda, al cura se le podía distinguir con total nitidez una erección. En realidad, lo que se veía era la rodilla del oficiante de la ceremonia, pero ¿qué más da...? Difama que algo queda, debieron pensar los extremistas moralistas. Incluso llegaron a presentar una demanda contra Disney que, sobra decirlo, no prosperó.

En España vimos La Sirenita con doblaje sudamericano, que es como llegaban aquí todas las películas de animación. La Bella y la Bestia ya fue la primera cinta Disney en tener un doblaje propio. La Sirenita, con motivo de su reestreno unos cuantos años después, fue redoblaba (y esa pista de audio está también incluída en el DVD), pero el experimento no tuvo éxito. ¿Quién podía escuchar a Sebastián cantar aquello de Bajo el mar con una voz que no fuera la sudamericana...?