La Sirenita es una de esas películas de Disney que podría haber sido realizada en cualquier década. Es puro Disney. Es una hermosa historia de amor y aventura, adaptada de un cuento clásico, de tono musical, de acción bien resuelta, para públicos de todas las edades. Pero se estrenó en 1989 y fue el comienzo de la última edad dorada del estudio. La que se consolidó con la histórica nominación al Oscar de La Bella y la Bestia, con las recaudaciones millonarias de El Rey León, con el contenido adulto de El jorobado de Notre Dame o con la aventura sin límites de Tarzán. Y, aunque sólo fuera por eso, merece un lugar en la historia. La Sirenita sacó a Disney de una larga travesía por el desierto, en la que hizo buenas películas pero que no terminaban de ser los éxitos que cosechó en décadas anteriores.
Y es que La Sirenita marcó varios hitos. Además de su espléndida recaudación y la reivindicación de que los dibujos animados también podían ofrecer historias para todos los públicos y no sólo para niños, fue la primera película de Disney que integró en su proceso la animación por ordenador. La canción Bajo el mar (cantada por el cangrejo Sebastián) y su banda sonora, a cargo de Howard Ahsman y Alan Menken, ganaron sendos Oscar. La Sirenita era la primera película Disney en recibir una nominación en dos décadas. A pesar de su gran éxito, fue uno de los clásicos Disney de aquellos años que más tardó en dar el salto a Broadway, algo que no se produjo hasta 2007.
La música es, sin duda, uno de los platos fuertes de esta película. Canciones tremendamente pegadizas, la marca imborrable de Alan Menken, le dieron a esta película un carácter que no tuvieron otros títulos Disney anteriores y desarrolan los personajes de una forma sencillamente brillante (Ariel descubriendo el mundo de los humanos o la presentación de la villana de la función, Úrsula). En realidad, La Sirenita marcó muchas pautas del cine Disney moderno, y no sólo en el estilo de las canciones: villanos de lujo, secundarios cómicos acertados... Quizá la única pega que se le pueda poner a la película es la precipitación con la que se resuelve todo, pero con la duración que tiene era previsible.
Patrick Stewart iba a prestar su voz al Rey Tritón (libertad que se tomó Disney; el rey de los mares mitológico es Poseidón, Tritón era uno de sus hijos), pero no pudo hacerlo por estar comprometido para interpretar al capitán Picard en la serie Star Trek: La nueva generación. La Sirenita pudo haber sido un título Disney allá en los años 30, en forma de cortometraje, pero al final el proyecto no salió a la luz. A mediados de los 80 renació la posiblidad de hacerlo, pero hubo que hacer un cambio drástico: el color del pelo de Ariel. Se optó por hacer pelirroja a esta sirenita para diferenciarla del personaje de Daryl Hannah, otra sirena, en Un, dos tres... Splash.
En aquella época, Disney se enfrentaba a las continuas protestas de grupos de ultraderecha que veían en sus imágenes mucho más de lo que había, peligros para los pobres niños que, inconscientemente, asumían supuestos mensajes subliminales ocultos. La Sirenita fue un ejemplo perfecto de aquellos sucesos. Estos grupos propagaron el rumor de que, en la escena de la boda, al cura se le podía distinguir con total nitidez una erección. En realidad, lo que se veía era la rodilla del oficiante de la ceremonia, pero ¿qué más da...? Difama que algo queda, debieron pensar los extremistas moralistas. Incluso llegaron a presentar una demanda contra Disney que, sobra decirlo, no prosperó.
En España vimos La Sirenita con doblaje sudamericano, que es como llegaban aquí todas las películas de animación. La Bella y la Bestia ya fue la primera cinta Disney en tener un doblaje propio. La Sirenita, con motivo de su reestreno unos cuantos años después, fue redoblaba (y esa pista de audio está también incluída en el DVD), pero el experimento no tuvo éxito. ¿Quién podía escuchar a Sebastián cantar aquello de Bajo el mar con una voz que no fuera la sudamericana...?
No hay comentarios:
Publicar un comentario