miércoles, octubre 31, 2012

'Skyfall', brillante 'nolanización' de James Bond

Es curioso que lo primero que haya que decir de la nueva película de James Bond es que Sam Mendes haya entendido el profundo impacto que Christopher Nolan, y especialmente El Caballero Oscuro, están teniendo en el cine moderno. Con Skyfall, ha decidido aplicar lo que el director de Origen trasladó a Batman a las aventuras del agente secreto más famoso del cine. Es decir, la mezcla perfecta entre el espectáculo y el desarrollo de tramas y personajes. Es, quizá, una pequeña reinvención del recientemente reinventado James Bond, pero esta nolanización de 007 es brillante y respetuosa tanto con la mitología de un personaje que cumple 50 años como con lo que se ha establecido en su cronología desde que Daniel Craig le dio vida por primera vez en Casino Royale. Skyfall tiene algunos ligeros problemas, pero es en su conjunto un modélico filme de Bond y una espléndida película vista de forma independiente. Sé que aquí marco una clara línea divisoria con lo que todo el mundo va a escribir de Skyfall, pero lo que menos me ha convencido en un conjunto brillante es el villano al que da vida Javier Bardem.

Empecemos por ahí y, siguiendo la costumbre, tratando de desvelar lo menos posible de la película (algo de lo que ya se ha encargado el marketing, por cierto, en sus aciertos y en sus despistes). Bardem da vida a Silva, en muchos aspectos el malo que siempre hay en una película de Bond. Pero es un villano con el que se ha querido mostrar algo rompedor antes que algo funcional. Y, por eso, de lo que más se va a hablar en realidad es de si es el primer enemigo gay de 007 (¿puede haber alguna duda después de ver su primera escena?) o de su rubia cabellera. Antes de que Silva aparezca en escena, se le pinta como un hombre temible y, la verdad, no creo que llegue a esa altura. Funciona mucho mejor la situación que plantea la película que el encaje del personaje en la misma. Y siento no ser más específico, pero, insisto, no quiero cargarme lo que la película quiere que sea sorprendente. Bardem nunca ha sido santo de mi devoción y, aunque la crítica se volcará con él, me parece mucho más atractivo como rival de Bond es Le Chiffre de Mads Mikelsen en Casino Royale.

Pero se hablará de Bardem y eso, al fin y al cabo, es lo que se busca con un gran estreno como este. A mí me impresiona mucho más, y le veo vencedor en los duelos interpretativos, la seriedad de Daniel Craig. Es James Bond. Sí, Pierce Brosnan me gustaba y Sean Connery puede seguir siendo el 007 definitivo, pero la humanización del personaje que ha hecho Craig es sobresaliente. Skyfall profundiza en la personalidad de Bond como solo lo había hecho Casino Royale (por eso la duración, como en aquella, se va hasta los 143 minutos, muy por encima de los 106 de Quantum of Solace). Y haciendo justicia a lo que cabía esperar de la presencia de un director como Sam Mendes, la película encierra muchas más cosas que simple acción (que en Bond nunca es simple sino sobresaliente, y aquí hay una pieza de acción inicial en Estambul que vale por sí sola el precio de la entrada). Skyfall lidia con la muerte, con la traición, con la venganza, con la responsabilidad, con las huellas del pasado. Lidia con temas que encajan en Bond, hayan sido tratado antes o no en la saga. Y lo hace con maestría.

Tras esa escena inicial, larga y brillante, llegan los créditos. Y para entonces ya estás atrapado en la espiral de Bond (buena y muy adecuada canción interpretada por Adele). A partir de ahí comienza una auténtica montaña rusa en la que tienen cabida todos los elementos que uno espera de una película de Bond. Hay sexualidad y sensualidad, mucho más interesante la que emana de Bérénice Marlohe en su primera aparición (y lástima que no se aprovechara más el personaje) que de la homosexualidad de Silva o de escasa química que hay entre 007 y la agente Eve (Naomie Harris), y esto último es una lástima porque el personaje y la situación daba para mucho más. Tenemos los coches, tenemos las persecuciones y grandes piezas de acción (me quedo con la maravillosa reinvención de las peleas a puñetazos con la que Mendes rueda en Shanghai, a contraluz y con un suave zoom), siempre usando escenarios exóticos y emblemáticos, tenemos a Q (Ben Wishaw mantiene la vis cómica que requiere el personaje) y a M (formidable Judi Dench una vez más), tenemos al MI6 en el centro de toda la acción y un imponente Ralph Fiennes introduciendo la vertiente más política de la película.

Skyfall es una gran y brillante película de Bond por incontables motivos. Dicen que porque el retraso en la producción permitió limar algunos defectos del guión, pero es evidente que Sam Mendes ha sabido llevar la película a su terreno y hay muchos temas personales e intimistas que no son tan habituales en 007. Pero al mismo tiempo es la fusión perfecta entre el nuevo Bond de Daniel Craig y la tradición del personaje, que con este filme, el vigésimo tercero de la saga oficial, alcanza el 50 aniversario de la saga en el cine. Son incontables los guiños al Bond más clásico (aunque, sí, choca verle bebiendo una cerveza), pero son más que eso, pues se convierten en elementos que hacen avanzar la nueva cronología oficial del espía iniciada en Casino Royale y continuada en Quantum of Solace. Al mismo tiempo, es un filme independiente de los dos anteriores en su trama, pero deudor de sus logros. Y es la reverencia perfecta al cine moderno de acción y aventuras que abandera Christopher Nolan. Me fallan algunos aspectos del villano, pero todo lo demás conforma un entretenimiento superlativo que, además, tiene un final que obliga a salir del cine con la sonrisa inocente del niño que creció con James Bond. Y de esos hay muchos ya en unas cuantas generaciones.

Aquí, otra crítica en Suite 101.
Aquí, photocall en Madrid con Sam Mendes, Daniel Craig, Javier Bardem y Naomie Harris, en A través del Objetivo.
Aquí, información en Suite 101 sobre la rueda de prensa en Madrid

lunes, octubre 29, 2012

'Vacaciones en el infierno', Mel Gibson se reencuentra

En los últimos años, quizá sólo Tom  Cruise haya sido prejuzgado e infravalorado en su trabajo como actor con más severidad que Mel Gibson. A raíz de algunos incidentes desagradables en su vida privada, el protagonista de la saga Arma letal y notable director de Braveheart o La pasión se convirtió en un apestado para Hollywood... y para buena parte de quienes asumen sus dictados al otro lado de la trinchera, desde el patio de butacas a los teclados de las redacciones. Por eso, Vacaciones en el infierno es una película que casi todos han juzgado desde ese punto de partida: la situación personal de Mel Gibson. Eso es, evidentemente, un error. Entre otras cosas porque lleva a interpretar, quizá equivocadamente, el lanzamiento de esta película en Estados Unidos directamente al mercado de vídeo y televisión como un síntoma de decadencia de su protagonista. ¿Y si es una exploración de nuevas vías de explotación para el cine? Da igual, Mel Gibson ahora cae mal. Bueno, pues en esta película, mal que le pese a algunos, se reencuentra con su mejor versión.

Su regreso a la actuación en Al límite fue un tanto descafeinado y El castor fue un experimento tan extraño que muchos ya lo han olvidado (quizá, de nuevo, injustamente). En Vacaciones en el infierno, Mel Gibson hace de Mel Gibson. Es decir, del héroe de acción carismático, decidido y divertido que siempre ha sabido ser. El carisma es algo que demasiadas veces se da por sentado en la maquinaria hollywoodiense y que no todo el mundo tiene. A mí dadme una película de Mel Gibson en este plan, que vale sin duda por diez o doce de Jason Statham, Vin Diesel o algún otros de los más modernos, taquilleros y bien valorados héroes de acción. Ahora es cuando vamos a ver la edad de Mel Gibson y alguno piensa que está ya pasado. Tiene 56 años. ¿Pasado? Lo dudo mucho. Tiene su edad y es la que aparenta en la pantalla, sin necesidad de cabriolas imposibles o escenas inverosímiles. No necesita nada de eso para crear un personaje creíble, aunque sea a base de tópicos.

Los tópicos, he ahí el gran enemigo de Vacaciones en el infierno. No hay mucho en esta película que no esté ya demasiado visto, pero el conjunto funciona como lo que es, una película de acción, de espíritu de serie B, a medio camino entre el thriller y el western. Gibson da vida a un ladrón que, huyendo de la policía y de un mafioso al que ha robado una gran cantidad de dinero (casi un mcguffin personificado en un divertido Peter Stormare) y que no dejará de perseguirle, acaba encerrado en una prisión mexicana de lo más peculiar. En el Pueblito, que es como se conoce a esta cárcel, no hay celdas y sí una estructura de pequeño y corrupto pueblo, con su mafia y su mercado negro. Allí tendrá que aprender a desenvolverse, lo que hará con la ayuda de clásicos personajes secundarios: la madre en apuros y su avispado hijo. Todo desemboca en un final bastante descafeinado y blando, lejos del en ocasiones bastante violento desarrollo de la historia, pero por el camino queda poco más de hora y media de sincero entretenimiento de serie B, muy al estilo del mejor Walter Hill de los años 80.

La película arranca francamente bien, con una gran escena de persecución, bien rodada y planificada por Adrian Grunberg, debutante tras la cámara como cabeza visible de una producción pero director de segunda unidad en filmes como Traffic, Master and Commander o Apocalypto (dirigida por el propio Mel Gibson) y coautor del guión de Vacaciones en el infierno también junto a Gibson y Stacey Perskie. Que el protagonista esté en los créditos del guión explica por qué todo parece funcionar tan bien para él y por qué tanto los secundarios como la trama pivotan en torno a él. Que el parecido de la historia con Payback sea tan claro en bastantes aspectos puede que tenga su origen ahí también. El caso es que Grunberg asume sin complejos este material nada original para montar un buen espectáculo, que tiene su momento álgido en un tiroteo brutal y salvaje, rodado con tanta precisión como sentido del humor y que, junto a esa primera escena, se convierte en el mejor momento del filme. Es la expresión más clara de que ésto es un western moderno y sin contemplaciones.

Vacaciones en el infierno es un tópico hecho película, pero un tópico entretenido al que se quiere dar personalidad a través de la persistente música de mariachi y que se beneficia de un Mel Gibson que disfruta muchísimo con su personaje. Y como Mel Gibson es la película, el espectador también puede disfrutar sin necesidad de pensar en si Hollywood quiere u odia a la estrella o de si el filme ha llegado al mercado de vídeo por desprecio o buscando una nueva forma de explotación comercial. El caso es que Mel Gibson, ahora sí, se reencuentra con su mejor versión como actor, aunque no sea ésta su mejor película y sí un correcto espectáculo de tiros y acción con un trasfondo social más o menos diferentes.

viernes, octubre 26, 2012

'Argo', la formidable madurez de un espléndido director

Ben Affleck es un director espléndido. Y su madurez ha llegado con su formidable tercer filme. Los dos primeros, Adiós, pequeña, adiós y The Town, fueron dos magníficas demostraciones de que se movía detrás de la cámara mucho mejor que delante de ellas. Argo es, sencillamente, la confirmación absoluta de que Ben Affleck no es un actor más o menos conocido o una estrella mundialmente conocida, sino un pedazo de director, alguien a quien habría que seguir dando guiones comprometidos, inteligentes y necesarios como este porque sabe convertirlos en películas que se quedan en la memoria. Argo es una película modélica, emocionante y trascendente, de hermosísima factura y ritmo espléndidamente medido, que oscila entre el thriller político más denso, la trama de espías más entretenida y el análisis agudo y contundente sobre la situación política y social de aquella época (y, por añadidura, de esta), que se convierte desde ya a ser uno de los títulos de referencia en 2012.

Ya desde el arranque, Argo se plantea como una película diferente. Es, efectivamente, un filme sobre la crisis de los rehenes norteamericanos en Irán de 1979 (inevitable, de alguna manera, pensar así en la prodigiosa Munich, de Steven Spielberg, infravalorada como casi todo lo que ha hecho este director en los últimos años) y por ello es evidente que estamos ante una película de peso político contundente. Pero esa introducción con la que Affleck abre su película ya revela inquietudes cinematográficas más elevadas. Le importa la historia, y la convierte en una pieza emotiva y brillante. Pero también le da valor a la forma, a la narración, a cómo se cuenta es historia más grande que la vida. Quién iba a pensar hace no tantos años que un actor tan limitado como el protagonista de Daredevil podía tener una sensibilidad tan notable a la hora de coger una cámara. Se juega con la ilustración, se juega con el storyboard, con la música, con fotografías de la época. Es una delicia visual de unos pocos minutos.

A partir de ahí arranca la historia. Si el prólogo es bueno, la larga secuencia de apertura, la invasión de la embajada norteamericana en Teherán por una turba de iraníes furiosos, es portentosa. Se palpa el miedo dentro del edificio, se siente la tensión en el exterior. Se vive la secuencia como solo el cine es capaz de hacer sentir al espectador. Y no es algo casual, no solo ya pensando en la filmografía de su director sino incluso en el desarrollo de Argo, porque Affleck mete tan de lleno al espectador en la película que se experimenta junto a los personajes todo un caudal de sensaciones en varias escenas (la del bazar, la del aeropuerto). Con este filme, Affleck se reivindica como uno de los más capacitados directores para reflexionar sobre asuntos trascendentes de la política o la sociedad. Y puede que su mirada sea ligeramente parcial (y, por tanto, proamericana), pero eso no es un delito ni deforma la verosimilitud que desprende la historia.

Pero la sorpresa de Argo está en la versatilidad de Affleck en todos los terrenos. La trama es política pero, casi sin aviso, se convierte en una sátira sobre el mundo del espectáculo, sobre Hollywood. El tono cambia (la música, extraordinaria en todo momento, las canciones y la instrumental de Alexandre Desplat, es el indicador) y la película crece cuando se mezclan de forma tan perversa como buscada ambos elementos. ¿Cómo lo consigue Affleck? Primero, con la nostalgia, con el uso adecuado de imágenes reconocibles (desde el mismo letrero de Hollywood y la mención a algunos grandes nombres hasta homenajes a Star Wars, Galactica o El planeta de los simios). Lo hace también con el montaje, un arma de enorme poder que no muchos cineastas saben utilizar y que Affleck parece dominar casi a la perfección (aunque cae en una pequeña manipulación en la escena de la llamada desde el aeropuerto al estudio, alterando el tiempo). Y, sobre todo, con un guión brillante y inteligente, que deja frases memorables especialmente en boca de un Alan Arkin pletórico.

Él no es más que uno de los muchos actores que bordan sus interpretaciones y le dan alma a la película. Es fácil mencionar a John Goodman y, sobre todo, al genial Bryan Cranston (aquí sí está sublime y se aprovechan sus enormes capacidades, no como en Total Recall), pero también quienes componen el grupo de los seis rehenes, que dan una humanidad y una tensión necesarias para que la película se sostenga. Affleck, con un personaje espléndido pero una interpretación apenas correcta, es el eslabón más débil de reparto. Y aunque sus mejores interpretaciones son bajo su dirección, el día que entienda que sus películas serían mejores sin él en pantalla crecerá como director. Pero por el momento ya ha firmado tres títulos irreprochables en una carrera como director en la que cada uno de ellos es mejor que el anterior. Argo se acerca mucho a la perfección y deja las satisfacción de observar a un director en lo que por el momento tiene que considerarse su madurez. ¿Pero será capaz de firmar una película aún mejor en su siguiente trabajo? Ya tengo ganas de averiguarlo.

lunes, octubre 22, 2012

'Adam resucitado', extraño tour de force de Jeff Goldblum

Paul Schrader en la dirección y Jeff Goldblum, Willem Dafoe y Derek Jacobi en la pantalla parecen motivos más que suficientes para caer en la tentación de ver una película. Que el tema ronde el holocausto judío a manos de los nazis es otro empujoncito a sentarse en una butaca y disfrutar del espectáculo. Pero Adam resucitado, a pesar de presentarse con estos mimbres, no termina de funcionar del todo. Hay talento y se nota en algunas escenas, pero la más que extraña historia que se nos cuenta, basada en la novela de Yoram Kaniuk, no encuentra una conexión completa con el espectador a lo largo y ancho de la película. A ratos interesa, a ratos emociona, a ratos aburre y parece demasiado pretenciosa, y su resolución parece algo forzada. El tour de force interpretativo de Jeff Goldblum sin duda impacta, pero le falta algo. Sobre todo si tenemos en cuenta que las mejores escenas de la película son, precisamente, aquella que no descansan únicamente en su actor principal.

A pesar de los grandes nombres que aparecen en el cartel de la película (no olvidemos que Paul Schrader es el guionista de algunos de los mejores títulos del primer Martin Scorsese), lo primero que hay que decir es descorazonador. La película se estrenó en Estados Unidos a finales de 2008 y no ha llegado a España hasta ahora, casi cuatro años después. Es, evidentemente, una pieza cinematográfica que no tiene mucho encaje en el circuito comercial y está llamada a desfilar, como así ha hecho, por diferentes festivales de todo el mundo. Pero aún así es una lástima que un filme así tarde tanto tiempo en llegar a nuestro país. Una lástima porque, en el fondo, conocer este dato predispone negativamente y la película sí se merece una oportunidad al margen de su distribución.

Adam resucitado cuenta la historia de Adam Stein, un antiguo payaso, mago y actor de variedades judío que, tras pasar por un campo de concentración nazi, acaba en un sanatorio en Israel dedicado expresamente a supervivientes del Holocausto. La película arranca en los años 60 y va sumando una sucesión de flasbacks que van añadiendo piezas al puzzle psicológico que quiere plantear la película. Goldblum hace un auténtico y sobresaliente esfuerzo por meterse en la piel del personaje en todos y cada uno de los estadios por los que pasa a lo largo de la historia, pero el envoltorio a su alrededor no termina de ser tan convincente. Ni el escenario cabaretero y circense parece un entorno tan feliz, ni el campo de concentración se ve tan ominoso como debiera (a pesar del blanco y negro con el que quiere evocar a la película definitiva sobre este tema, La lista de Schindler), ni el sanatorio se ve como un auténtico lugar de redención, ni las explicaciones sobre el estado físico y mental del protagonista son tan completas como sería deseable para una mejor comprensión del cuadro.

Con un Goldblum sobresaliente pero al que el ritmo y el montaje de la película no terminan de ayudar, lo que destaca es el duelo interpretativo con Willem Dafoe (espléndida su transformación desde el apocado y desesperado hombre que es en su primera aparición al despiadado y seguro de sí mismo en que se convierte a partir de entonces). No deja de ser curioso que en una película ideal para ese tour de force de un solo actor, sea en las confrontaciones entre actores cuando más se eleva, pero es así. El gran Derek Jacobi, en cambio, no alcanza el nivel acostumbrado y su presencia es demasiado anecdótica, como, en realidad, buena parte de lo que sucede alrededor del protagonista, como las episódicas apariciones de la enfermera interpretada por Ayelet Zurer (una actriz, por cierto, más que interesante), o incluso toda la trama del niño, que tiene una justificación dramática evidente pero que lleva la película a niveles extraños y bizarros que no terminan de encajar. Lo cierto es que la relación entre el personaje de Goldblum y ese niño está pensada para ser un eje básico de la película, pero distrae más de lo que emociona.

Ya que se pueden contar con los dedos de una mano las escenas realmente intensas y memorables de la película, se puede decir que lo mejor de Adam resucitado está en el reparto. Es, efectivamente, una película para reivindicar el talento interpretativo de Jeff Goldblum, un actor normalmente más asociado a su participación en blockbusters comerciales como Independence Day o Parque jurásico, y también para recordar que Willem Dafoe es un actor muy versátil que convence casi siempre. La película en su conjunto es una pequeña rareza que toca el Holocausto como tema de fondo, pero que no termina de llegar a los ambiciosos objetivos que sin duda se marca. No le conviene ni el misterio con el que arranca ni la indefinición con la que se desarrolla. Sí se beneficia, en cambio, de las escenas que mejor describen en el presente el estado mental de su protagonista o los flashbacks en los que Goldblum y Dafoe comparten pantalla. Una curiosidad para mentes abiertas y dispuestas a ver un cine diferente.

viernes, octubre 19, 2012

'Looper', formidable epopeya de viajes en el tiempo

La ciencia ficción está en forma. Desde hace unos años, es fácil encontrar títulos que tienen la capacidad de convertirse en pequeños clásicos de forma instantánea. Sucedió con District 9, Moon, Código fuente o Destino oculto y pasa ahora de nuevo con Looper, una muy estimulante propuesta sobre viajes en el tiempo que sólo tiene un pequeño y probablemente debatible defecto: su duración. Puede que le sobren unos diez minutos de sus dos horas para alcanzar el sobresaliente, y es que la sínstesis es una capacidad que tienen pocos directores actuales, pero el viaje es igualmente entretenido y original. Looper es también la demostración de que, en la ciencia ficción, todo está en la idea y en los personajes. Y Looper tiene ambas cosas, además de una ambientación espléndida, toques de western y cine negro y un reparto espléndido. Puede que esa mezcla haga que algunos momentos de este filme suenen a ya vistos, pero la mezcla funciona demasiado bien como para que eso suponga un reproche.

Bienvenidos a otra de esas películas que no son amigas de las sinopsis. No voy a contar nada de su desarrollo, sólo la premisa básica fundamental. Estamos en el año 2044. Treinta años más adelante se habrá inventado el viaje en el tiempo. Y prohibido de inmediato por sus peligros. Pero las mafias lo utilizarán para deshacerse de todos sus cadáveres en el pasado, donde no se puedan rastrear. Para eso, tienen en el presente asesinos a sueldo, conocidos como loopers, que son enviados a una localización y momento concretos para disparar a la víctima, atada y encapuchada, que aparece ante ellos. A su espalda encontrarán su pago, lingotes de plata. Como es una actividad prohibida, lo único inusual que se puede encontrar un looper es a sí mismo pero más viejo, puesto que las mafias a veces deciden eliminar todo cabo suelto de sus operaciones. El pago entonces es en oro y mucho mayor. En otras palabras, se garantiza al looper un retiro inmejorable de treinta años de duración.

La premisa es intrigante. Y la historia que monta a su alrededor el semidesconocido Rian Johnson (director de Brick y The Brothers Bloom) es espléndida. Quizá esos minutos que le sobran puedan estar en la introducción a este singular universo, pero es indudable que la explicación es fascinante y sirve como trampolín para atrapar al espectador. De la mano del looper Joe (un Joseph Gordon-Levitt con aspecto ligeramente retocado, tan sobresaliente como siempre), nos adentramos en el sórdido mundo de esta nueva casta de asesinos a sueldo. Y una vez que formamos parte de este mundo es cuando Johnson desata la acción. Pero lo hace de un modo poco habitual en este tipo de cine, en pequeñas dosis, lentamente, con un ritmo pausado pero nunca cansino. Con leves pinceladas de ciencia ficción (algún escenario, algún vehículo, algún diálogo) y mucho de desarrollo de personajes. Todo para ir comprendiendo poco a poco un cuadro mucho mayor del que parece que se va a mostrar al principio.

Y es que Looper no se detiene en la acción o en algún momento espectacular (que los tiene, ojo a la irrupción del pistolero Jesse y cómo se resuelve la escena), sino que plantea reflexiones sobre las consecuencias de los actos, incluso sobre el sentido de la vida (¿no aborda esto de alguna manera todo título de ciencia ficción?), a través de personajes sensacionalmente escritos, humanos incluso dentro de la frialdad de algunos y creíbles siempre. Se parte de la ciencia ficción y el thriller de acción para llegar al western en cuanto entran en juego Sara (Emily Blunt) y su hijo, Cid (un tan joven como sorprendente Pierce Gagnon), y más adelante todo se mezcla para cerrar un escenario formidable y sin apenas fisuras, en el que Bruce Willis vuelve a destacar, porque siempre habrá cosas en pantalla que estarán bien hechas siempre que las haga él, y en el que Jeff Daniels demuestra que incluso los diálogos más absurdos pueden funcionar en una película de ciencia ficción si el actor cree en ellos tanto como el guionista que los ha escrito.

Looper es mucho más que una película de viajes en el tiempo, mucho más que una cinta de ciencia ficción. Otra vez hay que insistir en que el género no hace al público, sino que es la historia lo que puede hacer que merezca la pena. Seguro que habrá quien lea lo de esta sociedad del futuro y la máquina para retroceder al pasado (cuyos efectos, por cierto, se plasman en la pantalla con una sencillez que, por eso mismo, parece rompedora) y piense "esa película no es para mí". Sería una pena, porque Looper es uno de los mejores títulos del año, de los más sólidos, de los mejor construidos y de los que mejores debates deja para después de la proyección. La película está compuesta con inteligencia, gran sentido del ritmo y del espectáculo, creando un mundo extraordinario con personajes formidables. Con un poco más de precisión en la introducción, sería insuperable, pero tal y como está es sencillamente una gozada. Sí, la ciencia ficción sigue de enhorabuena.

jueves, octubre 18, 2012

'Batman. El regreso del Caballero Oscuro', formidable adaptación animada

Es una apuesta arriesgada adaptar una obra literaria unánimemente aclamada. Trasladada esa valoración al mundo del cómic, hay que ser muy valiente para llevar al cine Batman. El regreso del Caballero Oscuro. Jay Oliva dirige en dos partes la adaptación de la novela gráfica de Frank Miller, fundamental para entender la transformación del cómic en los años 80, su paso de un entretenimiento para niños a un vehículo para contar auténticas historias, adultas o no. Y vista la primera parte (que acaba de salir a la venta en DVD y blu-ray), se puede decir que sale más que airoso. El regreso del Caballero Oscuro es una película intensa, poderosa, quizá demasiada atrapada (o superada) en algunos momentos por los hallazgos visuales que tenía la historia en su plasmación en papel, pero formidable en todo momento, en las viñetas que decide llevar de forma casi literal a la pantalla y en los momentos en que improvisa nuevas formas de rellenar los huecos que dejaba Frank Miller. En todo caso, una película de dibujos animados de Batman moderadamente violenta, al menos entre lo mejor que se ha hecho con el personaje y muy recomendable.

Esta primera entrega cinematográfica de El regreso del Caballero Oscuro adapta, los dos primeros volúmenes de la novela gráfica de Frank Miller sin apenas omisiones (quizá las viñeta más recordada que se han quedado fuera son las del militar suicidado envuelto en la bandera norteamericana y la de la joven Robin, Carrie Kelly, abrazando a un semidesnudo Bruce Wayne, y no es difícil entender el porqué dado el carácter de la película y el del público local). Si hay un pero que ponerle a la película, dejémoslo establecido ya desde el principio, es que no termina de funcionar esa narración social a través de la televisión que ideó Miller. Sí consigue su objetivo la primera vez que se utiliza el recurso en la pantalla, pero a partir de ahí suena mucho más artificial que sobre el papel. Y quizá hubiera hecho falta una introducción a este mundo en el que Batman ha desaparecido. Al aficionado no le hace falta, primero porque conoce los códigos de esta narración y segundo porque adora el cómic en que se basa, pero al espectador ocasional podría tardar en engancharle precisamente por esa ausencia de explicaciones.

En realidad, ahí acaban todas las pegas que se le pueden poner a la película a cualquier nivel, lo que evidencia que es un espléndido trabajo el que han hecho los productores, con Bruce Timm a la cabeza, y el director, Jay Oliva. Siempre puede surgir el debate sobre si es la mejor película de dibujos animados que se ha hecho de Batman. Mi respuesta sería un sí rotundo, y más teniendo en cuenta el cierto sabor de decepción que dejó la adaptación del otro Batman de Frank Miller, Año uno. En El regreso del Caballero Oscuro se demuestra que han aprendido la lección. Es una adaptación fiel, pero en absoluto una fotocopia. Sigue la narración de Miller paso a paso, pero potencia las escenas más cinematográficas añadiendo diálogos, elementos narrativos y sobre todo visuales (como en la conversación entre Jim Gordon y Bruce Wayne o las dos peleas entre Batman y el líder mutante). Y asume, como evidencia en muchos momentos la música de Chistopher Drake, que el mejor tono para contar esta historia es el que estableció Christopher Nolan para su trilogía sobre Batman.

El regreso del Caballero Oscuro es una novela gráfica violenta. Explícita e implícitamente. En sus acciones y por el mundo en el que sitúa la historia Las producciones animadas de DC suelen cuidar mucho el respeto a lo que no se ve en la pantalla, pero pocas veces como aquí se ha mostrado tanto. Hay rojo sangre cuando lo necesita la historia (espléndidos, aunque algo vistos, flashbacks). Hay violencia física cuando se requiere para avanzar. Y hay temas sórdidos debajo de un primer plano de análisis. Es una novela gráfica de Frank Miller y no podía ser de otro modo. La advertencia procede para quienes siguen pensando que una película de dibujos animados es únicamente un divertimento para niños. El regreso del Caballero Oscuro pide un espectador más maduro (como pedía un lector de la misma condición). Justo eso es lo que hace de esta una película formidable en su terreno y una forma espléndida de demostrar que los superhéroes no son cosa solo de los más pequeños y permiten muchas posibilidades narrativas y psicológicas (impresionante, aunque tan escaso como en el libro, el retrato de Dos Caras).

Peter Weller, el actor que dio vida por primera vez a Robocop, pone voz a Batman en la versión original, y lo hace con categoría. Está lejos de la maestría de Kevin Conroy, el Batman animado por excelencia, pero se encuentra cómodo. El reparto de voces, dirigido como siempre en las producciones animadas de DC por Andrea Romano, es formidable y uno de los aciertos del filme que, por desgracia, quedará más oculto por la preferencia masiva del doblaje en España. Pero si las voces son buenas, si los diseños respetan el original pero no se quedan en un mero testimonio ochentero y nostálgico, si la acción es impactante y visualmente atractiva, si la animación es bastante mejor que la media en este tipo de productos, si las apariciones de Batman como criatura de las sombras (en especial la primera, en la noche de tormenta, o en el ataque de Dos Caras) son sencillamente deslumbrantes... ¿cómo no pensar que estamos ante la mejor película de dibujos animados del personaje? Y con un formidable final abierto, que juguetea con la estructura de la novela gráfica, ¿cómo no esperar con ansia la segunda parte del filme en la que Batman se las verá con el Joker... y Superman?

martes, octubre 16, 2012

'Cosmópolis', frío ejercicio de estilo de Cronenberg

Me costó mucho encontrar el sentido al cine de David Cronenberg. Salvo algún pico puntual (su valiente actualización de La mosca, aunque es una película que no sé si ha envejecido demasiado bien), creo que eso no sucedió hasta Una historia de violencia. El díptico que formaba con Promesas del Este revelaba un director maduro, atrevido e intenso. Pero tengo la impresión de que se lo ha creído, se ha situado en un estadio que él considera superior al de su público y ha perdido el lazo que permitía una conexión especial y empática con sus películas. Un método peligroso me aburrió y Cosmópolis sigue el mismo sendero. Todavía no sé de qué va exactamente, más allá de seguir a un multimillonario en busca de no se sabe muy bien qué. Y lo que queda es un frío ejercicio de estilo, un desfile agotador de personajes sin más propósito que el de ir cubriendo etapas hasta llegar a un final que parece ser todo lo que pretende la película. No importa el proceso, sólo la conclusión. ¿Y cuál es esa conclusión? La verdad, ni idea. Y por eso me ha aburrido.

Una sinopsis más o menos correcta que no reviente nada de la película podría decir que Cosmópolis narra un día en la vida de Eric Packer, un millonario que se desplaza en una limusina extremadamente lujosa a través de Manhattan con el fin de llegar a una peluquería en la que le corten el pelo. A lo largo de ese día, va subiéndose gente a su limusina, que hace las veces de despacho, y él va entrando en otros sitios para cambiar un poco de escenario. Es gente bastante inclasificable y variopinta con la que tiene conversaciones, y lo que no son conversaciones, de esas que tienen un envoltorio de profundidad que puede llegar a convertirse en insufrible si el espectador no se ha metido de cabeza y sin pedir explicaciones en el entorno de la película. Y es que cada vez parece más sencillo introducir diálogos que no se sabe si hablan de algo como pose de intelectualidad. A mí estos no me han llegado.

Sí es verdad que me ha resultado particularmente decepcionante ver que durante todas las escenas de la limusina me parecía más fascinante el mundo a su alrededor que apenas se veía a través de las ventanillas y que cuando Cronenberg lo muestra me resulta igualmente decepcionante e inexplorado. Pero puede que el gran problema que me cause Cosmópolis no esté en el envoltorio, sino en el protagonista. No veo a Robert Pattinson en el personaje. No entro en la mentalidad del protagonista porque emocionalmente no dice nada. Como actor, y eso se ve en cuanto se opone a alguien más solvente, Pattinson es limitado. O al menos hasta ahora le hemos visto muy limitado, porque el esfuerzo que requiere protagonizar la saga Crepúsculo no es comparable al de aparecer en todas las escenas de una película de autor como pretende ser ésta. La frialdad que transmite puede ser buscada en la primera mitad del filme, pero no en el descenso a los infiernos que narra en la segunda.

Y el caso es que Cronenberg suele ser buen director de actores, pero en Cosmópolis, por aquello de que todos son personajes epísódicos, picas en un camino que no se desanda y que no se sabe hasta donde va a llegar ni cuál es su significado cuando se ha recorrido, ninguno adquiere trascendencia. Todos los personajes entran y salen salvo Pattinson, una más fría todavía, aunque lo de ella sí parece buscado y adecuado, Sarah Gadon, la actriz que interpreta a su esposa, una poetisa que no quier mantener sexo con él porque priva de energía a su creatividad artística, y un simpático Kevin Durand, guardaespaldas del protagonista. Juliette Binoche es la que menos minutos saca de este desfile y, por muy sexual que sea, el personaje menos trascendente y agradecido. Samantha Morton hace el mejor trabajo de la película porque tiene la mejor escena de Cosmópolis. Y Paul Giamatti es muy, muy bueno. Con muy poco, logra durante muchos minuutos una tensión que la película no había alcanzado hasta su entrada. ¿Suficiente para sostener la película? No.

Cosmópolis es un filme de pretendida intelectualidad que no sé si esconde algún mensaje en realidad o es simplemente lo que parece, un ejercicio de estilo en el que Cronenberg experimenta planos y perspectivas con un marco frío, las más que habituales y cada vez más rutinarias escenas de sexo (que aparecen simplemente porque sí) y un final que, por muy perturbador que quiera ser, no le llega ni a la suela de las zapatos a la sublime perfección que consiguió en el remate de Una historia de violencia. No conozco el original literario en el que se basa. Quizá ahí haya más claves para entender de qué va realmente Cosmópolis. En lo que se refiere a David Cronenberg, y después de haberme hecho ilusiones muy sinceras, le vuelvo a poner en el grupo de directores que algún día puedan dar otra gran película pero de los que no puedo esperar siempre algo interesante.

domingo, octubre 14, 2012

'Lo imposible', la sensibilidad por encima del cine

Es bastante difícil evaluar Lo imposible como película. No está pensada como un producto cinematográfico más, sino como un torrente de sensaciones y sentimientos que apela directamente a la entrañas y al corazón. Es, por encima de todo, una película para llorar y emocionarse, un viaje de casi dos horas asistiendo a la dura lucha por la vida y por el reencuentro de una familia española (que hay que convertir en anglosajona por necesidades de la comercialidad) que fue víctima del tsunami que arrasó la costa tailandesa en 2004. Claramente, la sensibilidad está aquí por encima del cine, mero vehículo de las emociones que asaltan la pantalla. Y como el objetivo es emocional, insisto, se hace difícil pensar en Lo imposible simplemente como una película. Juan Antonio Bayona crea un entorno más que verosímil para esta historia basada en hechos reales, pero que nadie se engañe: la película no busca sostenerse en su impecable factura, sino que pivota en torno al momento en el que cada espectador se derrumbe emocionalmente con alguno de los personajes.

Juan Antonio Bayona debuto en el mundo del largometraje con El orfanato, una película de lograda atmósfera pero de cuantiosas trampas narrativas que acababan por arruinar, al menos parcialmente, sus méritos. Con las primeras noticias sobre Lo imposible cabía la sorpresa: un reparto internacional, un producto destinado a venderse masivamente en todo el mundo y un drama de temática universal para un director español que apuntaba maneras de realizador de género y que solo tenía una película a sus espaldas. Casi nada. Visto el resultado, Bayona sigue cayendo en algunas de las trampas que usaba en su primera película, solo que aquí cambia el escenario de las mismas. Son, en este caso, trampas emocionales, afectivas y casuales, pero trampas al fin y al cabo. Lo que sucede es que las trampas funcionan a la perfección y conducen la película exactamente por el camino por el que puede triunfar y de hecho triunfa.

Lo imposible conmueve. Muchísimo. Hace sufrir al espectador con la epopeya de este matrimonio y sus tres hijos. Eso lo consiguen Bayona con sus planos, mezclando con acierto los momentos más intimistas con vistas generales de la tragedia; Naomi Watts, Ewan McGregor y tres críos excepcionales (Tom Holland, Samuel Joslin y Oaklee Pendergast) con sus interpretaciones, cargadas de humanidad y sin fisuras; y la música de Fernando Vélazquez, que usa los instrumentos de cuerda con una precisión inequívoca para encontrar la lágrima. Pero volvamos a las trampas. No importa cuánto haya de real en la historia si el espectador duda de lo que está viendo. Y hay momentos que rozan la carambola hasta tal punto que se pisa la delgada línea de la credibilidad, combinados con golpes emocionales tan intensos y probablemente sinceros como, en el fondo, maniqueos y manipuladores. No tienen por qué ser términos negativos estos dos últimos, pero es evidente que la película conduce al espectador a un terreno prefijado.

Hay que agradecer a Bayona que no ofrezca una larga introducción y entienda que Lo imposible tenía una historia muy concreta que contar. No hace falta intimar demasiado con la familia protagonista antes de ver en pantalla el momento que todo el mundo está esperando, el tsunami, porque lo que viene a continuación da sobrados elementos de empatía. Si no lo hubiera hecho, su película habría clamado por más tijera en la sala de montaje. El tsunami es un momento espeluznante. Se ve de varias formas, pero la primera, breve e intensa, es memorable. Impacta aunque sean imágenes que, de una manera algo distinta, colocó Clint Eastwood al comienzo de la infravalorada Más allá de la vida (referencia que parece indispensable para entender la planificación de Bayona). Y si un mérito destaca en Lo imposible es que ese momento llamado a permanecer en la retina, colocado al comienzo del filme, no devora el resto sino que ofrece el complemento perfecto. Se ha visto lo que es, y lo que sigue es la vivencia de lo que supone sufrirlo.

Lo imposible es tan dura como humana, tan realista como sensible, tan tramposa como correcta. Es, en cierto sentido, una contradicción, porque lo que en condiciones normales podría suponer un descenso a la sensiblería más descarada está rodado sin tacha y es difícil encontrarle un defecto visual al trabajo de Bayona. Sí que hay ciertos desequilibrios en el guión y explicaciones que se omiten dando protagonismo a una parte de la familia por encima de otra, lo que obliga a poner algún que otro pero a ese libreto. Pero el envoltorio es lujoso, Bayona mete de cabeza al espectador en esta odisea y apenas le deja respirar. Y como el objetivo de la película está en que quien vea la película lo pase mal, emocionalmente mal, no cabe duda de que Lo imposible, con todos los matices que se le quieran poner, triunfa. Sin llegar a los extremos, casi siempre con fines publicitarios, que hablan de gente que no pudo resistir la proyección en el Festival de Cine de San Sebastián, sí es cierto que la película remueve muchas cosas. Y es ahí donde funciona a la perfección.

jueves, octubre 11, 2012

'Frankenweenie', la genialidad de Tim Burton ha vuelto

Son pocos los directores que, con los años, se han ganado que espere sus nuevas películas con impaciencia y con la absoluta certeza de que quiero verlas en una sala de cine sin esperar ni un solo día más allá de su estreno. Tim Burton es uno de ellos. Por eso era preocupante que un autor tan imaginativo, genial y diferente como él hubiera pinchado en dos películas consecutivas, la fría y aburrida Alicia en el País de las Maravillas y la insulsa Sombras tenebrosas. Se acabaron las dudas: Tim Burton ha vuelto. Frankenweenie tiene la culpa. Es un regreso a los orígenes, y no sólo por tratarse del remake de un cortometraje que el propio Burton dirigió en 1984, sino porque es la quintaesencia del cine burtoniano. Tiene la fantasía salvaje, la imaginación desbordante, el humor macabro, la estética singular, el homenaje a sus sueños y miedos infantiles y una historia alocadamente entretenida en todo momento, cálida casi siempre y emotiva casi siempre que debe serlo.

Remake es un término que asusta. Pues bien, Frankenweenie es una de esas obras llamadas a perderle el miedo a las nuevas versiones. El corto que dirigió Tim Burton en los años 80 es una pequeña delicia, pero también la obra de un director primerizo, con defectos visibles y medios limitados. Han pasado casi 30 años y Burton sabe que había genialidad en aquella idea (por eso hay en su remake, por mucho que sea una cinta de animación, planos calcados), pero también que la historia podía dar mucho más de sí. Lo da porque el autor no se queda en lo fácil, en repetir el mismo argumento, sino que lo expande en todas las direcciones. Sigue siendo la historia de un niño, Victor Frankenstein (con ese nombre queda claro desde el principio que es un homenaje a la novela de Mary Shelley y a la película de 1931 de James Whale con el gran Boris Karloff), que decide revivir a su perro, atropellado por un coche, utilizando una tormenta eléctrica. Pero le da vueltas, retuerce la historia y la convierte en algo mucho más burtoniano y completo.

La expansión con respecto al cortometraje original es maravillosa en todos sus planteamientos. Temáticamente, Victor es aquí un personaje diferente al del corto. Aquí es un niño solitario que adora a su perro, su único amigo, y por eso la película encuentra una mejor explicación sentimental. Es difícil, conociendo algo la biografía de Tim Burton, no pensar en este chico como un reflejo del hoy gran director de cine. Crece también la película en su universo, digamos, normal. En sus compañeros de colegio (aunque su clase parece un auténtico freak show con el que parece imposible no disfrutar), en su entorno, en su pueblo, en sus vecinos. Y crece en lo que esconde para los más cinéfilos, un hermosísimo homenaje al cine de terror. Si el corto original era un reconocimiento a los logros de Frankenstein, aquí el repaso es mucho más extenso, desde el terror clásico al de la Hammer de los años 60, pasando por el cine de monstruos que ha cubierto más de una década. E incluso a Disney. Ojo al precioso arranque con el logo y su transformación o a la película que están poniendo en el cine que se ve al fondo durante el climax final.

Es precisamente en ese clímax y en los momentos previos cuando Tim Burton se desata por completo y convierte lo que podría haber sido un remake más o menos rutinario (no lo es en ningún momento) en una explosión de creatividad, todo hay que decirlo bastante inesperada pero genial, porque lleva la película a niveles completamente tan diferentes como complementarios con la historia original. Y el desfile de personajes es todo momento puramente burtoniano. La chica rara y su gato, Elsa Van Helsing (no hay que decir cuántos homenajes esconde su nombre, ¿verdad?), el propio perro protagonista, Sparky, el alcalde de New Holland y, por supuesto, el inquietante profesor de ciencias. El diseño, tan hermoso como en Pesadilla antes de Navidad o La novia cadáver. Incluso más bonito con ese precioso blanco y negro que evoca a otras épocas y que tan bien queda en según qué películas actuales. La historia encuentra también resonancias en la filmografía de Tim Burton. ¿Mejor que aquellas dos primeras películas en stop motion (hay que recordar de nuevo que Pesadilla no la dirigió Burton, sino Henry Selick)? Probablemente.

Aún siendo sobresaliente, Frankenweenie no es una película tan perfecta en su contenido como lo es un su irreprochable continente de animación, porque en algún momento le falta un poco de emoción humana, la que quizá sólo se puede conseguir con personajes reales y a la animación (sobre todo a la stop motion) todavía le falta un pequeño paso para conseguir. Pero es una gozada. Es un viaje maravilloso al interior de la imaginación de un genio alocado, que tiene en la cabeza ideas tan descabelladas como divertidas y que las sabe plasmar en películas gozosas y geniales. Como Frankenweenie, como tantas otras en su filmografía antes de sembrar las dudas más recientes. Y por cierto. En versión original. Siempre. No ver al profesor de ciencias que tanto se asemeja a Vincent Price con la voz de Martin Landau tendría que ser delito.

Aquí, otra crítica de la película en Suite 101.
Aquí, fotos de la exposición sobre la película que se ha podido ver estos días en Madrid.

martes, octubre 09, 2012

'Magic Mike', strippers aburridos

La única explicación que encuentro a las últimas películas de Steven Soderbegh es que se ha propuesto rodar las películas más contrapuestas que se encuentre sobre su mesa con tal de convertirse en el director más inclasificable del cine moderno. Magic Mike, como parte de esa aparente estrategia, confirma ese camino. Es una película que carece de todo gancho emocional y que apenas cuenta con dos armas, un reparto solvente y los números de baile de los strippers protagonistas, aunque llega un momento en el que parecen repetitivos y, en realidad, no aportan demasiado al desarrollo de la historia. Bien pensado, es que no hay una gran historia que contar, solo unos cuantos detalles levemente basados al parecer en las experiencias del propio Channing Tatum cuando tenía 19 años, detalles que se van acumulando en la pantalla sin necesidad de que tengan explicaciones coherentes o un hilo conductor. Strippers aburridos que hacen que Magic Mike parezca una versión masculina de El bar Coyote.

El gran atractivo del filme está a la vista: es una película sobre strippers. Verla es asumir esa premisa, que se sitúa por encima de cualquier otra consideración, interés o historia. Es su mundo, es su música, son sus números y es su ambiente. Todo lo demás que llega hasta el resultado final es un relleno para convertir Magic Mike en algo más que una sucesión de canciones con las que los protagonistas se van quitando la ropa ante un público femenino. Se quiere colocar una historia de fondo, la del tipo experto en estas lides (Channing Tatum) que introduce a uno más joven (Alex Pettyfer) al que pretende cuidar del lado más oscuro de este mundo (que no lo consiga del todo es lo que introduce un conflicto tan mínimo que parece realmente irrelevante) y que a la vez se va enamorando de la responsable hermana de este (Cody Horn), que por supuesto no ve con buenos ojos la profesión que ha escogido su hermano para ganar dinero.

De los números musicales se puede extraer la conclusión de que Channing Tatum, al menos, tiene una flexibilidad corporal impactante. Como actor, el protagonista de G. I. Joe está lejos de impresionar, pero al menos la parte física le hace entrar en el papel con solvencia. Lo más interesante, en ese sentido, puede ser un Matthew McConaughey más desatado y sobreactuado que de costumbre, pero su personaje está cargado de tópicos y algún giro difícil de asumir. Solvente, pero poco más, parece el resto de elementos que forman la película. Es evidente que hay buenos bailarines sobre el escenario, aunque eso hace también del todo inverosímil la súbita transformación del segundo personaje protagonista, el de Alex Pettyfer (protagonista de aquel intento de nueva saga juvenil llamado Soy el número cuatro). Y hay solvencia en los secundarios, pero tampoco se les deja demasiado espacio para el desarrollo.

A Magic Mike le falta alma y el interés de la historia es prácticamente inexistente a nivel narrativo. Las motivaciones de los personajes parecen tan vacías como el entorno realista con el que quiere iniciarse la película (el estilo de vida del chico joven o el trabajo de su hermana) y al que renuncia en cuanto ha entrado en materia. Los números erótico-musicales no pueden sostener por si solos una película de 105 minutos. Soderbergh, que parece ser consciente de ello en cuanto recurre al montaje para aligerarlos, se está especializando en los últimos años en crear películas muy distintas las unas de las otras, sí, pero con un elemento en común: el aburrimiento que produce atender a una serie de secuencias sobre un mismo tema que se olvidan con tanta facilidad como la de la película anterior. Y así sucedió con Indomable, Contagio, Che... Sigue siendo un director con muy buena reputación y sus cintas suelen tener críticas muy buenas. Con Magic Mike ha sido así. Obviamente, no comparto ese juicio.

lunes, octubre 08, 2012

'El fraude', insulso intento de thriller

Lo más negativo de una película es que no sepa qué quiere contar. Da la sensación de que ese es el gran problema de El fraude, que se queda en un vehículo para el lucimiento (personal, que no interpretativo) de Richard Gere. No le alcanza para ser la historia de una pesadilla sobre el hundimiento de un hombre porque dicho hombre no genera empatía de ningún tipo en el espectador. Tampoco para ser una crítica a la situación económica actual porque es un tema que toca tan brevemente, aunque en los mejores momentos de la película, que no adquiere la entidad necesaria. Y no es una reflexión sobre nada de lo que cuenta porque da la sensación de que la película acaba sin tener claro el mensaje que quiere transmitir. O, simplemente acaba porque sus responsables no saben cómo continuarla. Al final, parece un intento fallido e insulso de conseguir un thriller que ni emociona ni preocupa.

Nuevamente sin revelar nada del argumento porque las sorpresas hacen que el filme cambie tras la introducción, El fraude sigue los pasos de Robert Miller, un billonario que va a luchar para evitar que su vida personal y profesional se venga a pique. Todo esto arranca el día en el que cumple 60 años. Lo curioso de El fraude es que arranca con un impersonal retrato familiar para, de golpe y porrazo, cambiar por completo la imagen de su protagonista. Infiel en su matrimonio y fraudulento en su trabajo. ¿Cómo sentir empatía por un personaje así? Complicado. Y el caso es que el cine moderno nos empuja en muchas ocasiones a tener que respaldar, de alguna forma, a quien ha caído en este lado oscuro de la vida. Aquí es prácticamente imposible sucumbir a los intentos del filme porque no hay nada que conecte emocionalmente al espectador con el protagonista.

Ese es el gran problema de partida de El fraude. Da igual que al protagonista le salgan las cosas bien o mal. El único interés que tiene esa parte de la película es saber, más por rutina que por otra cosa, si consigue sus objetivos. Lo malo es que Nicholas Jarecki, director debutante y guionista del filme, no parece tener claro qué hacer con su protagonista, como evidencia en el intrascendente final del filme. Tampoco ayuda en realidad que el papel principal recaiga en un actor tan inexpresivo como Richard Gere. El conflicto no se intuye, no se palpa, no se vive, sino que se ve solo en la sobreactuación, en los gritos y en los empujones, además de en los extremadamente convenientes giros de guión, que se van sucediendo de forma artificial, siempre uno detrás del otro y cuando el anterior ha terminado. Hay cierta torpeza en la evolución de la trama, hasta el punto de que se acaba haciendo bastante inverosímil.

Miller no cae simpático y no queda claro si la película pretende conseguir ese efecto, el contrario o ninguno en absoluto. Tampoco es fácil empatizar con su amante (una bellísima Laetitia Casta pero poco más), apenas lo consigue con el personaje de su mujer (Susan Sarandon, más impersonal que de costumbre). Ni siquiera se siente simpatía por el policía que interpreta Tim Roth. Quizá el personaje más agradecido, aunque mal rematado, sea el de la hija de Miller (Brit Marling), que al menos se beneficia de las escenas más interesantes de El fraude, aquellas en las que se habla los tejemanejes económicos que tanto interesan estos días. Pecan también estas secuencias de falta de irrealidad, por los escenarios y por los diálogos, pero al menos se acercan a lo que podría haber sido esta película de contar con una dirección más hábil que la de Jarecki.

El fraude es una película mínimamente correcta para pasar un rato y disfrutar sus fans con las poses y el elegante vestuario de Richard Gere. Poco más debido a que no es una cinta que tenga las ideas claras. No llega a ser un buen thriller porque no se siente emoción ni tensión, solo es una acumulación de fuegos que el protagonista intenta ir apagando en busca de un objetivo de dudosa moralidad, pero que tampoco explora el debate ético que parece proponer en algunos momentos. La verdad es que el argumento podría haber dado para una película muy diferente a la que finalmente se ha hecho, pero el resultado final es bastante rutinario e insulso. No necesariamente malo, pero sí insuficiente.

viernes, octubre 05, 2012

'Baztan', un puzzle llamativo

Más que una película, en el sentido más tradicional que podamos darle al término, Baztan es un puzzle. Son dos películas en una, sin que en realidad ninguna de las dos lleguen a completarse. Iñaki Elizalde, director y coguionista, ofrece partes de ambas, a veces con una clara conexión entre unas y otras, a veces de forma tan aislada que no es fácil encontrar una justificación en la historia que quiere mostrar. Y llama la atención precisamente por eso, porque no es un filme fácil de ver (ya desde su propia concepción, rodada alternando el euskera y el español) ni tampoco de asimilar, a pesar de la universalidad de su planteamiento. Hay en su historias elementos que merecen ser contados, pero a los que les falta alguna explicación que sitúe a los espectadores más desinformados. Y hay una espléndida ambientación en toda la película, especialmente en la mitad que se sitúa en el siglo XVII. Despierta simpatía ver a actores como Carmelo Gómez haciendo de sí mismos, pero falta una conexión más allá de la emotividad. Baztan es llamativa, desde luego que lo es.

Empecemos por contar de qué va la película, porque Baztan se juega la arriesgada carta de dejar en la confusión a quienes entren en una sala a ver la película sin demasiada información. Baztan habla de la situación de los agotes en el valle navarro del mismo nombre. ¿Qué son los agotes? Lo cierto es que la película evita dar una respuesta directa y juego con ello, quedando esta definición como telón de fondo, como excusa argumental para plantear uno de los temas más clásicos de la narración universal, la discriminación de una minoría a manos de una mayoría. Quizá, para conseguir la empatía del espectador ignorante de esta historia, hubiera sido conveniente contar algo más de lo que ofrece la película, pero la opción de Elizalde, debutante en el mundo del largometraje, es ésta. Funciona en el misterio inicial, pero pasan los minutos y disgusta la ausencia de justificaciones, siendo como pretende ser Baztan un fresco de una situación tan concreta.

Baztan ofrece dos narraciones paralelas. Una, en la actualidad. Otra, en el siglo XVII. En un bonito ejercicio de metaficción que acaba por resultar muy simpático (parcialmente sobre la base de la existencia de otra película anterior, Vacas, de Julio Médem), Elizalde opta por mezclar ambas dando a los actores una doble participación. Da importancia a los vecinos reales del valle, pero no siempre termina de encontrar un enganche emocional que justifique la relación entre esa narración contemporánea y la pasada. Cuando la acción se traslada por primera vez al siglo XVII, da la impresión de que la película crece. La ambientación es extraordinaria, el pulso de Elizalde para rodar las escenas más espectaculares de la cinta es notable ¿Cómo habría sido Baztan de ser una película de época? Le faltaría el homenaje consciente que la misma película quiere hacer a la realidad, pero probablemente estaría más cerca de asegurarse una recepción más cálida entre la audiencia.

Lo cierto es que Batzan sortea muchas trampas y limitaciones autoimpuestas (el arte no deja de ser una elección del artista), y eso, al final, hace que el juicio tenga que ser positivo. Acaba el filme y, aunque el conjunto pueda dejar cierta perplejidad en un primer análisis, se pueden recordar bastantes elementos satisfactorios. Hay escenas que emocionan (la del bautizo), hay momentos que impactan (el interrogatorio del agote interpretado por Unax Ugalde a manos del personaje al que da vida Carmelo Gómez), hay instantes que enriquecen al cinéfilo (la conversación real en la que Gómez y otros actores recuerdan el rodaje de Vacas). También es verdad que hay otros que desconciertan y que no son nada fáciles de ubicar en el desarrollo de una historia fluida (la explicación escolar sobre las lamias, la escena de la discoteca), pero no dejan de profundizar en un cierto tono experimental que la película adopta no como defecto sino por decisión propia, y que encuentra una fuerza notable en el trabajo del reparto (aunque en ese sentido pesa en su contra la bonita pero descarada presencia de actores no profesionales).

Baztan es lo que es, y lo que más en su contra puede jugar es que el espectador se siente a verla sin tener una idea sobre ella. Baztan es una película que quiere mostrar más que contar un episodio de la historia del valle. Es un filme rodado en euskera con toques de español, lo que obliga a la lectura de subtítulos durante buena parte de su metraje (ese esfuerzo que tan costoso le resulta al común de los espectadores). Es, en sí mismo, un homenaje a una cultura y a unas tradiciones, a pequeñas historias cotidianas y a gentes anónimas, a pesar de tener el envoltorio de un argumento universal y extrapolable a tantas situaciones. Es un puzzle, del que Elizalde ni siquiera se acerca, insisto, por elección propia, a ofrecer todas las piezas que permitan su comprensión completa. Pero es, también, un relato visualmente hermoso y narrativamente llamativo, que cumple con creces con lo que quiere ser.

martes, octubre 02, 2012

Concurso 'Sombras tenebrosas', gana un blu-ray de la película

Gracias a Warner Brothers y Partners Hub, podéis ganar un blu-ray de la película Sombras Tenebrosas, dirigida por Tim Burton. Para participar en este concurso, el primero que acoge La Sala de Cine, sólo tenéis que seguir las siguientes instrucciones:

1. Entrar en el cuestionario ¿Eres lo bastante escalofriante? de la aplicación que hay más abajo.


2. Dejar un comentario en esta entrada (si es un comentario anónimo, indicando un nombre al que poder asignar un número para el sorteo) contando el resultado del cuestionario.

3. Tenéis de plazo hasta la medianoche del próximo domingo día 7 de octubre de 2012. Todos los comentarios que lleguen después de esa hora, no entrarán en el concurso.

4. El ganador se comunicará en los comentarios de esta misma entrada a lo largo del día 8. En ese mismo momento se solicitará a dicho ganador que escriba un correo electrónico a la dirección que aparece en el perfil para comunicar su dirección postal y así recibir el blu-ray.

5. El ganador podrá reclamar su premio, bien con ese correo electrónico o bien con un posterior comentario en esta entrada durante los días 8 y 9 de octubre. A partir de ahí, el premio pasará a manos de un primer reserva.

¡Mucha suerte a todos los que decidáis participar! Esta es la nota oficial de la película:

"Warner Bros. Pictures tiene el placer de anunciar el lanzamiento de Sombras Tenebrosas en DVD y Blu-Ray el 2 de octubre de 2012, ¡junto con la aplicación blog de Sombras Tenebrosas!

De la imaginación de Tim Burton surge la exitosa película Sombras Tenebrosas, basada en el clásico de televisión. Barnabas Collins ha permanecido atrapado durante dos siglos por una malvada bruja (Eva Green) quien resulta ser una antigua amante. Barnabas tiene que lidiar con la vertiginosa década de los 70 y salvar el negocio de su familia. Con un reparto lleno de estrellas, entre las que se incluyen Michelle Pfeiffer, Helena Bonham Carter, Chloe Grace Moretz, Jonny Lee Miller y muchas más, Sombras Tenebrosas te abrirá el apetito por la diversión seguro."

lunes, octubre 01, 2012

'Si de verdad quieres...', dos monstruos a los que no les hace falta guión

Cuando uno junta en pantalla a Meryl Streep y Tommy Lee Jones, tanto da que les de un guión o no. Si de verdad quieres... es una película de apariencia normalita que trata de la crisis de un matrimonio maduro, con un desarrollo normalito y pocas aspiraciones más allá de la que hacer un retrato medianamente atractivo de la pareja. Pero están Meryl Streep y Tommy Lee Jones. Palabras mayores. No hay una sola escena de la película en la que al menos uno de los dos esté presente y eso hace que la película sea gozosa y divertida. Los dos bordan sus papeles, las partes más divertidas (aquí gana él porque es imposible no reírse con sus expresiones de viejo malencarado) y en los más dramáticos (¿de verdad hace falta decir que ella borda ese tipo de escenas...?). Y la película es de consumo fácil, porque seguramente se olvida tan rápidamente como han pasado los 100 minutos que dura. Pero son Meryl Streep y Tommy Lee Jones. Dos monstruos.

Arnold (Tommy Lee Jones) y Kay (Meryl Streep) son un matrimonio que tiene una vida basada en la fría costumbre. Duermen en habitaciones separadas, ella siempre le prepara el mismo desayuno a él para que se lo tome leyendo el periódico, apenas hay interacción verbal ni contacto físico entre ellos, ambos se van a trabajar y cuando vuelven ella hace la cena y friega los platos mientras él se queda dormido viendo un programa sobre golf. Así todos los días. Tienen dos hijos que ya no viven con ellos y 31 años de matrimonio a cuestas. Pero mientras para él no hay ningún problema, o al menos no aparenta que los haya, ella le da vueltas a la cabeza y se pregunta si el matrimonio que tiene es el que quiere o el que tendría que tener. Y, así, ella decide recurrir a un particular consultor matrimonial (Steve Carell).

Descrita de esta manera, Si de verdad quieres... se asemeja a una docena de películas que se estrena cada año, esas que cuentan preferentemente con actores de prestigio para evitar el tono de telefilme inevitable. Y todas esas películas presentan una condición indispensable para superar el aprobado: que su pareja protagonista evidencia química, que conecten en la pantalla, que parezcan reales. Si ese es el mejor baremo posible para medir este tipo de cine, obviamente Si de verdad quieres... es una de los mejores títulos al alcance del espectador. Ya desde la primera escena, memorable por melancólica, Meryl Streep y Tommy Lee Jones se comen la pantalla, se meten en la piel de sus protagonistas para convertirlos en personas de carne y hueso. Y de esta forma, experimentar un viaje con ellos no sólo no cansa, sino que divierte. Con ellos en el plano, hasta Steve Carell funciona, y hay que reconocerle un gran esfuerzo de contención para dejar el tono cómico en manos de Tommy Lee Jones y del guión.

El gran acierto de la película es que, hablando mucho de sexo (y es un tema recurrente en las bromas más fáciles de películas protagonizadas por actores de más de 60 años), de lo que está hablando en realidad es del amor. Y el sexo ofrece algunos de los momentos más divertidos del filme (Arnold y Kay hablando de sus fantasías sexuales o la escena del cine), pero adquieren sentido más allá del gag porque el amor es el tema de la película. Ahí destaca el guión, en que retrata una realidad en su conjunto, mostrando un presente pero con un pasado. Y ahí destaca la dirección de David Frankel (El diablo viste de Prada, El gran año o Miami, que también escribió), en que no intenta recargar la película con añadidos superfluos, lo que le lleva a usar a un rostro conocido como el de Elisabeth Shue en un papel que casi es un cameo. Sabe que lo mejor que puede hacer es no desviarse del tema y deja que sus dos actores se comen la pantalla. Y lo hacen.

Si de verdad quieres... es una película más que agradable para pasar el rato. No es una profunda reflexión sobre la vida o la muerte, ni siquiera una película a tener en cuenta para analizar el amor en la madurez o la perdurabilidad del matrimonio, porque no son esos sus objetivos, mucho menos elevados. Pero, insisto, son Meryl Streep y Tommy Lee Jones. Ellos son las dos razones para sentarse de la pantalla y disfrutar. Lo menos disfrutable está en los títulos de crédito, con el desarrollo de una escena más que superflua y que se come el gran efecto que tiene la escena final de la película, de largo una de las más divertidas y un cierre perfecto que Frankel se carga con esa manía, agradable en algunos casos y difícil de explicar en otros como éste, de tener que rellenar los títulos de crédito con algo más que los nombres de las personas que han hecho el filme. Pero aún así se sale satisfecho del cine cuando se ve a dos monstruos disfrutando tanto con lo que mejor saben hacer.