lunes, junio 25, 2012

'Juego de tronos' crece en su segunda temporada

Después de una primera temporada atractiva y preciosista, plagada de buenos diálogos y grandes interpretaciones pero insatisfactoria desde algunos puntos de vista, Juego de tronos se encontraba frente a la disyuntiva de crecer o decepcionar. Y crece. Desde luego que crece. Hay que reconocer que, pese a todo lo bueno que tiene, bordea en algunos momentos la decepción porque tarda en explotar definitivamente, pero la valoración global de la segunda temporada es necesariamente mejor que la de la primera, porque ha sido capaz de mantener los elementos más positivos del arranque y, al mismo tiempo, solucionar algunos de los problemas y expandir con acierto el rico mundo de las novelas de Canción de hielo y fuego de George R. R. Martin. El título de la novela en que se basa, Choque de reyes, ya invitaba a pensar en ese crecimiento, temático y visual, y el resultado final hace honor a las expectativas.

Es evidente que lo mejor de la temporada es el noveno episodio. Blackwater (Aguasnegras) es una ruptura de todo tipo en el devenir de la serie. Sobre todo es una ruptura narrativa, porque es el primer episodio que se centra en un único escenario. La secuencia lo merecía, sin duda. Y aunque no alcanza las cotas de espectacularidad que ofrecía Martin en la novela (quizá ni Peter Jackson, con todo lo que plasmó en El Señor de los Anillos, podría haber hecho justicia a lo descrito en el papel) sí que es una más que digna traslación televisiva de estos eventos descritos en papel. Pero también es una ruptura en cuanto al devenir de la serie. Si algo se hecha en falta en la primera temporada son las batallas. Hay violencia, pero puntual, limitada. No se ve la guerra que amenaza a los Siete Reinos. En la segunda temporada sucede lo mismo. Hasta este noveno episodio. Brutal, genial, violento y épico. Una joya televisiva, escrita por el propio George R. R. Martin, que se olvida en buena medida de todas las restricciones que el formato televisivo puede ofrecer a una historia como ésta.

La ausencia de batallas no sólo restó la esperada espectacularidad durante buena parte de la temporada, sino que ha minimizado por completo el papel en esta segunda temporada de un personaje que estaba llamado a mayores gestas, el de Robb Stark, al que hacen avanzar en la parcela romántica porque en la de guerrero no se le muestra apenas. El cambio no termina de funcionar. Tampoco enganchan tanto como cabría suponer las historias de Daenerys Targaryen o Jon Nieve, siempre a la espera de despegar con largos intermedios en los que apenas avanzan, y al menos hasta el décimo episodio, donde sí se ve algo de lo que se podía esperar. Y es que aunque Blackwater acapare toda la atención no hay que menospreciar el espléndido cierre de la temporada, con un episodio que dura diez minutos más de lo normal y que, por primera vez en esta temporada, hace justicia a todas y cada una de las tramas planteadas en la serie. Sobresaliente es la escena de la Casa de los Eternos de Qarth, en la que se adentra Daenerys y que muestra, como Blackwater pero en sentidos más amplios y sugerentes, la necesaria espectacularidad de este universo.

Esa visiónm más ambiciosam es la que había permitido ver los mejores momentos de la temporada, que obligan a pensar en el final del cuarto episodio y el comienzo del quinto. La tan comentada y esperada escena del parto de Melisandre es sobrecogedora, y el perfecto colofón al seguramente más violento episodio de esta temporada, Garden of Bones. También entre lo mejor se mantienen los diálogos, brillantes, cínicos, cortantes, y las interpretaciones. Tiene mérito que una serie que se vendió como la de Sean Bean haya sobrevivido con semejante vigor a su ausencia. El cásting se confirma como sobresaliente. Crecen algunos nombres que en la primera temporada habían quedado más difuminados como los de Emilia Clarke (Daenerys) o Sophie Turner (Sansa Stark), pero hay pocas dudas de que el actor que se lleva todas las miradas es Peter Dinklage. Su Tyrion es sencillamente memorable y se lleva, sin duda, las mejores escenas actorales de la segunda temporada. Charles Dance como Tywin Lannister, Lena Headey como Cersei o Liam Cunningham como Davos son otros de los nombres que sobresalen por encima del resto.

La segunda temporada de la serie es más valiente en muchos sentidos. En el visual desde luego, aunque eso también es cierto que depende de un mayor presupuesto que aquí sí ha tenido (no siempre hace falta para progresar, ojo; los escenarios naturales aquí son mucho más imponentes que en buena parte de la primera temporada y aspectos técnicos como la música, con mucha más personalidad ahora, ayudan en ese crecimiento). Pero también en lo narrativo. La adaptación televisiva se aleja en bastantes aspectos de la literalidad de Choque de reyes, algo que no sucedía tanto en Juego de tronos. Conociendo el original literario, muchos de los cambios merecen aplausos, como la espléndida interactuación en Harrenhall de Tywin y Arya Stark. La temporada empieza bien, decae ligeramente en su tramo intermedio y acaba con un auténtico terremoto visual y narrativo que hace albergar todavía mayores esperanzas de cara a la reanudación de la serie. Por desgracia, habrá que tener paciencia para ver esa continuación, que no llegará hasta abril de 2013.

Para quien desee leer más sobre esta segunda temporada de Juego de tronos, éstas son las reseñas de cada uno de los diez episodios de los que consta:

Episodio 1, The North Remembers
Episodio 2, The Night Lands
Episodio 3, What Is Dead May Never Die
Epidosio 4, Garden of Bones
Episodio 5, The Ghost of Harrenhall
Episodio 6, The Old Gods and the New
Episodio 7, A Man Withour Honor
Episodio 8, The Prince of Winterfell
Episodio 9, Blackwater
Episodio 10, Valar Morghulis

viernes, junio 15, 2012

'Sácame del paraíso', la realidad es más divertida que el disparate

Sácame del paraíso es una comedia que explica muchas cosas sobre la realidad del género. Se tiende a pensar que el disparate, el exceso, lo extraño e incluso lo grotesco es más divertido que lo real. Los diez primeros minutos de Sácame del paraíso, con las modificaciones asumibles que exige una comedia, están anclados en la realidad; los 88 restantes son presa de ese disparate. Y los diez primeros minutos son lo mejor de la película, lo que en el fondo deja una sensación de cierta insatisfacción. No es que el resto esté mal, aunque hay demasiados momentos que no producen el efecto deseado, sobre todo cuando el filme deriva en la habitual y cansina acumulación de chistes sobre sexo sin los que ninguna comedia de hoy en día parece capaz de sobrevivir, pero hay una notable diferencia entre el arranque y el resto, entre la realidad y el disparate. La otra sensación que deja la película es que la comedia tampoco parece dar pasos hacia adelante, sólo sale del paso a la espera de algún renovador.

Saltémonos el argumento de la película para no dar pistas. Sólo hay que decir que Sácame del paraíso va sobre una pareja que cree saber hacia dónde conduce su vida y, de repente, se da cuenta de que no tiene ni idea y por eso, aunque por accidente, coge un camino que jamás hubiera escogido. La pareja la forman Paul Rudd y Jennifer Anniston. Para los que estuvieron diez años enganchados a Friends será todo un shock ver un cambio de parejas tan radical con respecto a la serie, pues el personaje de Rudd se casó con Phoebe y el de Anniston fue el amor eterno de Ross. Quizá sólo sea por los actores, pero da la sensación de que, de alguna manera, hay un deliberado propósito de recuperar parte del humor de Friends. O quizá sea algo intencionado por parte de David Wain, director del filme y de títulos no muy recordados como Mal ejemplo o Los diez locos mandamientos. El caso es que no termina de conseguir esa sensación a lo Friends, por mucho que se atisbe.

La verdad es que tanto Rudd como Anniston se meten de lleno en el cliché que suponen ellos mismos. Son el personaje que uno espera ver. No hay, en realidad, sorpresa alguna en sus actuaciones o en sus papeles. Y son cómicos decentes que conocen su oficio, pero el encasillamiento es un peligro real a la hora de ver y valorar esta película. Quizá por eso hay que buscar más allá de la pareja protagonista. No tanto en el histrionismo de Justin Theroux (Mulholland Drive) o en la belleza tópica de Malin Akerman (Watchmen), sino en el divertido personaje de Alan Alda (fundador de la extraña comuna en la que se desarrolla la película), en el simpático hallazgo de Joe Lo Truglio (un escritor nudista que adora hacer su propia vendimia) o en el cameo final de un conocido actor, quizá lo mejor del resto de la película junto con la hilarante secuencia del sueño que tiene uno de los protagonistas.

Los diez primeros minutos sí parecen marcar una diferencia. Quizá no haya en ellos una película que haber explotado, pero el tono sí parecía el adecuado para ofrecer algo diferente, el gag funcionaba, las actuaciones también y las situaciones, más que cotidianas, eran divertidas. Pero a partir de ahí llega el desenfreno, la locura y lo extravagante. Y, por supuesto, todo acaba desencadenando en el sexo, tema principal de la casi totalidad de los chistes de la comedia moderna, y que culmina en un monólogo ante el espejo de Rudd al que, la verdad, no consigo verle la gracia. Hay algún atisbo de originalidad (como el mencionado sueño o los efectos de las drogas en otro de las protagonistas) y bastantes momentos divertidos, pero en el fondo Sácame del paraíso es otra comedia más. Una entretenida, desde luego, pero poco más. ¿Suficiente? Puede que sí, porque en el fondo se trata de pasar un buen rato con un argumento inverosímil. Pero me hubiera gustado ver una comedia que recorriera los caminos de la realidad que se apuntan en los primeros diez minutos...

martes, junio 12, 2012

'Superman vs. la Élite', el mejor Superman animado hasta la fecha

Aunque no consiga la misma difusión, ni arranque el mismo interés entre espectadores y medios de comunicación, lo cierto es que la animación lleva años explotando lo que el cine comercial sólo consigue de vez en cuando. El cómic de superhéroes tiene en los dibujos animados el vehículo perfecto para hacer realidad no sólo los sueños de los aficionados sino también un buen cine sin complejos. Superman vs. la Élite, la última película de animación protagonizada por el Hombre de Acero, es probablemente la mejor que se haya hecho con el protector de Metropolis como protagonista y con esta técnica. No sólo es un gran vehículo de acción y ciencia ficción, uno que la acción real todavía no es capaz de mostrar con tanta verosimilitud salvo en contadas ocasiones, sino también una más que interesante reflexión sobre el papel del superhéroe en el siglo XXI, en un mundo en el que la violencia se ha abierto camino como medio para solucionar los problemas y el altruismo desinteresado parece estar pasado de moda.

Superman vs. la Élite pone sobre la mesa de debate los métodos de Superman para detener a los criminales. ¿Basta con encarcelarlos? ¿O hay que ir más lejos para evitar que se escapen y vuelvan a delinquir a sus anchas? La Élite es un grupo de cuatro personajes con poderes dispuestos a imponer sus propias vías. Sus caminos no han sido tan luminosos como el de Superman, no han crecido con una educación llena de valores e ilusiones y no tienen la intención de ser tan altruistas y misericordiosos como lo es Superman. Para ellos, el mejor villano es el villano muerto. El desarrollo en imágenes es a veces tan duro como la propia premisa, bordeando los límites que se antojan como tradicionales en una producción de dibujos animados. Ahí sí se nota el paso del tiempo y, manteniendo el buen gusto narrativo, ahora se pueden ver en pantalla cosas que hace no tantos años parecían imposibles.

Es difícil resistirse a comparar esta película de Superman con los filmes de acción real. Es, obviamente, mucho más espectacular ver escenas de acción con un héroe de carne y hueso. La animación siempre estará un peldaño por debajo por el aura de irrealidad que desprende una línea trazada. Pero, al mismo tiempo, esa técnica permite ir mucho más lejos. Las grandes piezas de acción de Superman vs. la Élite son formidables. Se siente el poder de Superman y de sus oponentes. "Creerás que un hombre puede volar", decía el eslógan del primer Superman, el que Richard Donner hizo en 1978. La animación permite mostrar mucho más que eso. Igual Zach Snyder lo desmiente cuando el próximo año estrene The Man of Steel, el reboot que ha cocinado Christopher Nolan, hasta ahora el único capaz de mostrar en la pantalla, con su imprescindible trilogía de Batman, el lado más oscuro del superhéroe.

También es importante Superman vs. la Élite porque muestra algo que aún no hemos visto en pantalla: a Lois Lane y Clark Kent casados. La película, de hecho, potencia la presencia de la reportera del Daily Planet con respecto al cómic de apenas 39 páginas en que está basado el filme. Es un gran acierto por muchas razones. La principal, que da un contrapeso emocional a la parte más espectacular de la película. Los diálogos entre Lois y Superman/Clark son espléndidos, ágiles, ácidos incluso. Hacen de Superman el personaje de carne y hueso que sus poderes muchas veces impiden que se vea. La presencia de esas escenas sirven para entender al clásico boy scout que Superman siempre ha sido, pero también su evolución en el espectacular clímax final de la película.

El cómic en el que se basa la película, publicado en el número 775 de Action Comics en 2001, es uno de esos títulos controvertidos que unos sitúan entre las grandes historias de Superman y otros entre las más sobrevaloradas. El filme consigue explotar lo mejor de aquel cómic, que es la idea subyacente, y le da un envoltorio psicológicamente más completo. Los cuatro personajes que forman la Élite, en especial su líder, Manchester Black, también se hace más humanos. Es más fácil entenderles en la película que en el cómic, donde su papel se limita a ser de refuerzo del debate que plantea el guión y de villano a combatir. Aquí hay incluso otros villanos, un fantasma realista anclado en la política internacional o un extravagante ser atómico. Ambas dimensiones funcionan muy bien en la película. Por ello, Superman vs. la Élite es el mejor filme de dibujos animados que se ha hecho hasta la fecha con el personaje. Y el personaje es una leyenda de la ficción del siglo XX. Igual con eso basta para dar a entender que son 76 minutos que valen la pena.

viernes, junio 08, 2012

'Las chicas de la 6ª planta', divertida pero conformista

Las chicas de la 6ª planta no es Criadas y señoras. No intenta serlo, no tiene los mismos objetivos ni consigue los mismos resultados, ni se acerca en realidad, pero parece necesaria la separación entre ambos títulos desde el principio por las ciertas coincidencias que hay en sus temáticas. Esta película francesa, que a pesar de tener un reparto y un enfoque eminentemente español llega a nuestro país con año y medio de retraso, es una comedia romántica. Lo es con todas sus virtudes y defectos. Esto es, consigue ser divertida y simpática durante la mayor parte del metraje, pero contiene un mensaje conformista, buenista y en ocasiones hasta demasiado agradable, más teniendo en cuenta que pretende reflejar una lucha de clases. La falta de aspiraciones impide que hablemos de un título para recordar, pero no molesta durante el visionado de un título correcto y que lleva por buen camino su ingenuidad. Eso sí, también hace pensar que podría haber sido una película más grande. Como, por ejemplo, Criadas y señoras.

Rodada en 2010 y estrenada en Francia en febrero de 2011, el retraso en llegar a España tiene que ser un motivo para la reflexión. La película cuenta la historia de un grupo de mujeres españolas que, en los años 60, en pleno franquismo, se trasladan a Francia para trabajar como criadas. Tema propio y lenguaje casi propio, pues la película tiene tantos momentos en español como en francés, en una conjunción bien llevada y que no saca en ningún momento de la película. Y tiene actrices españolas, ya que Las chicas de la 6ª planta reúne a un grupo de intérpretes femeninas de prestigio, fama y presencia habitual en el cine de nuestro país. Sin embargo, ni por temática ni por nombres ha conseguido esta cinta evitar un estreno año y medio más tardío en España que en Francia. Lo entiendo como un claro síntoma de que en España no interesa demasiado el cine español o, como este caso, que huela a español.

Es más sangrante la situación si tenemos en cuenta que la película, por sí sola, se sostiene bastante bien. Insisto, dentro de sus pretensiones. Aunque una de las criadas es comunista, que nadie espere una reflexión sobre el régimen franquista. Lo hay en alguna escena suelta, permitiendo cierto y efímero lucimiento a Lola Dueñas, pero no es el tema de la película. El tema es una historia de amor con tintes de comicidad. La historia de amor, clasista, es entre el señor y la criada, por supuesto. Tópico a la vista, pero un tópico tratado con cierto buen gusto. Hay que hacer muchas concesiones para creerse algunas partes de la historia, pero hay mucha naturalidad en el aprendizaje de Jean-Louis (un divertido Fabrice Luchini) sobre las diferencias entre su vida y la de las criadas que viven juntas en la sexta planta de su edificio y las que hay entre la buena vida en Francia y las penurias en España. Natalia Verbeke da un buen contrapunto a Luchini y, salvando el buenismo en ocasiones un tanto inverosímil que desprende la película, hay una apreciable química entre ellos.

Para Carmen Maura queda el personaje, digamos, de prestigio, ese secundario de autoridad que parece una obligación en una película de este estilo. Maura es una buena actriz y consiguió el César por este papel. La verdad es que no da tanto juego como para que el personaje se coma la película, por lo que no es descabellado entender el premio, como tantos otros, como un recominiento a su carrera. En todo caso, su Concepción da cierta solidez al conjunto. No hay genialidad en su metraje, pero con esa solidez actoral, el contraste entre el lujo de la aristocracia parisina y la precariedad del mundo de las criadas, el folkore español (que se incrusta incluso en la banda sonora con un repetitivo uso de la guitarra española) y algunos momentos divertidos, Philippe Le Guay consigue material más que suficiente para lograr una comedia agradable sin demasiadas pretensiones, tópica y excesivamente edulcorada, pero adecuada en su duración (106 minutos) y en su tono. Para pasar un buen rato sin demasiadas expectativas.

lunes, junio 04, 2012

'Blancanieves y la leyenda del cazador', otro cuento fallido

No anda muy fino Hollywood a la hora de plantear revisiones de cuentos clásicos. Blancanieves ha tenido dos adaptaciones y las dos han sido fallidas. Esta segunda, Blancanieves y la leyenda del cazador, es bastante mejor que Blancanieves (Mirror, Mirror), pero está tan llena de inconsistencias e incoherencias que es bastante complicado terminar la película y creerse que se ha pasado por una experiencia gratificante. Es igualmente complejo entender el empeño en colocar un título de un cuento clásico a una historia que, en realidad, quiere distanciarse tanto del original (adaptar Blancanieves no es colocar una manzana, una reina, una princesa y siete enanitos a lo largo del relato, como parece que creen los autores de ambos filmes), por loable que sea el intento de ofrecer una versión tétrica y oscura de esa historia. Y es que da la sensación, y es una sensación que ofrecen docenas de adaptaciones contemporáneas de relatos clásicos, de que hay un guión que guarda ciertas similitudes con algo ya conocido y se le pone el título intentando que alguna ley del márketing que conocerán los entendidos atraiga al público a las salas de cine.

Blancanieves y la leyenda del cazador parte de un error conceptual en el que se ha venido insistiendo desde que se conoce el reparto de la película, desde que se vieron las primeras fotos, y que la película corrobora por completo: Charlize Theron es una mujer mucho más guapa, atractiva y carismática que Kristen Stewart. Ya le puede poner la protagonista de Crepúsculo todo el empeño que quiera, que su rival femenina gana por goleada a lo largo de toda la película. Se nota en cada fotograma en que aparecen las dos, juntas o por separado. Y eso, cuando el peso de la historia se pone precisamente en la belleza, es una cojera irresoluble para la película ya desde su planteamiento. En todo caso, es una cuestión más de carisma que de atractivo físico. Quizá por eso el márketing, de nuevo el márketing, ha hecho hincapié en las imágenes de una Blancanieves guerrera (que sólo aparece en los últimos veinte minutos) y no en la hermosa princesa que todos recordamos del cuento. Charlize Theron, de hecho, es lo más destacado del filme, lo más sincero, lo más concordante con los objetivos de fábula oscura que asume el director, el debutante Rupert Sanders.

No se puede negar que esa deseada atmósfera se consigue, al menos parcialmente y a pesar de escenas tan extrañas como la de ese bosque mágico tan difícil de encajar en la película. Y es de agradecer esa aproximación oscura a un cuento para niños, que en el fondo siempre esconde elementos aterradores. Pero se derrumba por la mencionada inconsistencia del filme. Hay tantas escenas, tantas situaciones y tantas soluciones que provocan perplejidad o que obligan a formular preguntas absurdas que, tomadas en serio, arruinan por completo el visionado del filme. Desde las ingentes habilidades de supervivencia (¡y combate!) que tiene una Blancanieves que se ha pasado años encerrada en una celda de mínmo espacio a los absolutamente inverosímiles sentimientos de amor que inundan la película, pasando por el papel intrascendente y anecdótico que juegan aquí los enanos, de nuevo ninguneados en la historia como ya pasó en Mirror, Mirror. Analizar escena por escena, insisto, destroza todo lo que plantea el filme, incluyendo el clímax de la película, y es una pena porque visualmente sí hay bastantes logros notables.

Blancanieves y la leyenda del cazador es una película de ritmo mucho más lento de lo que requería, a la que le sobran algunos minutos y que no termina de aprovechar los aciertos que tiene para nivelar la balanza a su favor. Quizá es que no termina de tener claro si quiere ser un relato épico, que no lo es tanto, o uno fantástico, que tampoco termina de serlo en algunos momentos. Y así transcurren dos horas que no es que sean abiertamente malas (sí lo eran en el caso de Mirror, Mirror) pero que incurren en numerosos errores y no saben aprovechar las bazas que podría haber jugado la película. Poco importa la Blancanieves de Kristen Stewart y casi menos el cazador de un Chris Hemsworth todavía muy encasillado en su papel de héroe extraído de Thor. No es una película romántica, no es un relato fantástico, no es un cuento épico. ¿Y entonces qué es? No termino de tenerlo claro. O al menos no termin de ver qué quiere ser. Pero uno ve a Charlize Theron y se le olvidan todos los problemas durante un instante... Sólo un instante, eso sí, porque lo que queda al final es otra adaptación fallida de un cuento clásico. ¿Será que sólo Disney sabe acometer esta tarea sin caer en problemas tan evidentes?

viernes, junio 01, 2012

'¡Por fin solos!', se confirma la decadencia de Lawrence Kasdan

Qué lejos quedan los tiempos en los que Lawrence Kasdan era un cineasta brillante y diferente, capaz de dotar a la saga de Star Wars de un vigor impensable para muchos con su portentoso guión de El Imperio contraataca, de calentar una sala de cine como pocas veces se había hecho con Fuego en el cuerpo o de hacer crónica social de altura con Grand Canyon. ¡Por fin solos! es una comedieta simple, demasiado simple viniendo de quien viene, con algunos momentos divertidos como no podía ser de otra manera, pero en conjunto una muestra de que este director, que sólo ha hecho dos películas en lo que llevamos de siglo, está en clara decadencia y muy lejos de su interesante filmografía de los años 80 y 90. Se intenta, porque es Lawrence Kasdan, porque son Kevin Kline y Diane Keaton, pero cuesta encontrar elementos para pensar que este filme es verdaderamente rescatable. Es simpático, sí. Pero nada más. Y de alguien como Kasdan hay que esperar mucho más.

Es difícil encontrar una línea maestra que guíe el cine de Lawrence Kasdan, desde que allá por 1980 escribiera el guión de la segunda entrega de Star Wars y sólo un año después debutara como director con Fuego en el cuerpo. Si la hay, estaba en su maestría para crear personajes, dotarles de una psicología y de una historia y así convertir seres de papel en hombres y mujeres de carne y hueso. Y le daba igual que el entorno en el que se movieran esos personajes fuera de ciencia ficción o de realismo puro y duro. Quizá la última gota de genialidad hay que buscarla en la muy desconocida Mumford, que se estrenó nada menos que en 1999. Desde entonces, sólo había dirigido y escrito una película, Los cazadores de sueños, en 2003. Sin ser un tiempo excesivamente alarmante, que ¡Por fin solos! se rodara en 2010 y haya visto pospuesto su estreno a casi el verano de 2012 es ya un indicativo de que no estamos precisamente ante el resurgir de la genialidad de Kasdan en décadas anteriores. Por desgracia.

Y es algo a reprochar, porque el reparto es como para sacar partido de cualquier historia, por endeble que fuera. A ratos parece funcionar, todo hay que decirlo. Lo mejor de la película, de hecho, está en los sorprendentemente escasísimos momentos de interacción entre Kevin Kline (otro al que se echa en falta haciendo personajes protagonistas más a menudo) y Diane Keaton, o cuando el primero da rienda suelta al genio cómico que lleva dentro, quizá más cínico que de costumbre pero igualmente divertido. No obstante, siendo justos, la genialidad y la efectiva comicidad sólo aparece muy de vez en cuando en esta película. Algún momento de Richard Jenkins, algún otro de Dianne Wiest, algún que otro toque exótico de Ayelet Zurer... Aún así, todo queda demasiado escaso. Quizá el problema, insisto, sea el baremo que se le quiera aplicar a la película. A mí Kasdan me ha dado grandes momentos (ese resurgir del western en los años 80 con Silverado, esa nostalgia de Reencuentro) y le exijo acorde a su capacidad. Quizá otros vean en ¡Por fin solos! una comedia agradable sin más pretensiones.

En el fondo, lo es. Pero muy en el fondo. Lo dicho, esos momentos de diversión puntual puede que salven la película. Pero lo que cuenta es demasiado episódico, trivial e intrascendente. No termina de haber una historia equilibrada (sorprende una secuencia de animación, totalmente ajena al tono y al ritmo de la película), no es fácil saber si Kasdan (ayudado en el guión por su esposa, Meg) pretende contar lo que supone ser una mujer con el síndrome del nido vacío, porque las hijas apenas tienen un rol en el engranaje de la película. Tampoco si quiere hacer el retrato de un matrimonio en crisis, porque la historia del perro se lleva buena parte del protagonismo. Es difícil definir de qué va ¡Por fin solos!, incluso su argumento no daría demasiadas pistas y, en cambio, estropearía de contarlo aquí algunas de las sorpresas de la película. Quizá no sea más que una reunión de viejos amigos (sobre todo Kasdan y Kline) para pasar un buen rato rodando. A mí desde luego, se me antoja tan escaso... Echo de menos al Lawrence Kasdan de hace dos décadas. Y empiezo a pensar que ese ya no va a volver.