Qué lejos quedan los tiempos en los que Lawrence Kasdan era un cineasta brillante y diferente, capaz de dotar a la saga de Star Wars de un vigor impensable para muchos con su portentoso guión de El Imperio contraataca, de calentar una sala de cine como pocas veces se había hecho con Fuego en el cuerpo o de hacer crónica social de altura con Grand Canyon. ¡Por fin solos! es una comedieta simple, demasiado simple viniendo de quien viene, con algunos momentos divertidos como no podía ser de otra manera, pero en conjunto una muestra de que este director, que sólo ha hecho dos películas en lo que llevamos de siglo, está en clara decadencia y muy lejos de su interesante filmografía de los años 80 y 90. Se intenta, porque es Lawrence Kasdan, porque son Kevin Kline y Diane Keaton, pero cuesta encontrar elementos para pensar que este filme es verdaderamente rescatable. Es simpático, sí. Pero nada más. Y de alguien como Kasdan hay que esperar mucho más.
Es difícil encontrar una línea maestra que guíe el cine de Lawrence Kasdan, desde que allá por 1980 escribiera el guión de la segunda entrega de Star Wars y sólo un año después debutara como director con Fuego en el cuerpo. Si la hay, estaba en su maestría para crear personajes, dotarles de una psicología y de una historia y así convertir seres de papel en hombres y mujeres de carne y hueso. Y le daba igual que el entorno en el que se movieran esos personajes fuera de ciencia ficción o de realismo puro y duro. Quizá la última gota de genialidad hay que buscarla en la muy desconocida Mumford, que se estrenó nada menos que en 1999. Desde entonces, sólo había dirigido y escrito una película, Los cazadores de sueños, en 2003. Sin ser un tiempo excesivamente alarmante, que ¡Por fin solos! se rodara en 2010 y haya visto pospuesto su estreno a casi el verano de 2012 es ya un indicativo de que no estamos precisamente ante el resurgir de la genialidad de Kasdan en décadas anteriores. Por desgracia.
Y es algo a reprochar, porque el reparto es como para sacar partido de cualquier historia, por endeble que fuera. A ratos parece funcionar, todo hay que decirlo. Lo mejor de la película, de hecho, está en los sorprendentemente escasísimos momentos de interacción entre Kevin Kline (otro al que se echa en falta haciendo personajes protagonistas más a menudo) y Diane Keaton, o cuando el primero da rienda suelta al genio cómico que lleva dentro, quizá más cínico que de costumbre pero igualmente divertido. No obstante, siendo justos, la genialidad y la efectiva comicidad sólo aparece muy de vez en cuando en esta película. Algún momento de Richard Jenkins, algún otro de Dianne Wiest, algún que otro toque exótico de Ayelet Zurer... Aún así, todo queda demasiado escaso. Quizá el problema, insisto, sea el baremo que se le quiera aplicar a la película. A mí Kasdan me ha dado grandes momentos (ese resurgir del western en los años 80 con Silverado, esa nostalgia de Reencuentro) y le exijo acorde a su capacidad. Quizá otros vean en ¡Por fin solos! una comedia agradable sin más pretensiones.
En el fondo, lo es. Pero muy en el fondo. Lo dicho, esos momentos de diversión puntual puede que salven la película. Pero lo que cuenta es demasiado episódico, trivial e intrascendente. No termina de haber una historia equilibrada (sorprende una secuencia de animación, totalmente ajena al tono y al ritmo de la película), no es fácil saber si Kasdan (ayudado en el guión por su esposa, Meg) pretende contar lo que supone ser una mujer con el síndrome del nido vacío, porque las hijas apenas tienen un rol en el engranaje de la película. Tampoco si quiere hacer el retrato de un matrimonio en crisis, porque la historia del perro se lleva buena parte del protagonismo. Es difícil definir de qué va ¡Por fin solos!, incluso su argumento no daría demasiadas pistas y, en cambio, estropearía de contarlo aquí algunas de las sorpresas de la película. Quizá no sea más que una reunión de viejos amigos (sobre todo Kasdan y Kline) para pasar un buen rato rodando. A mí desde luego, se me antoja tan escaso... Echo de menos al Lawrence Kasdan de hace dos décadas. Y empiezo a pensar que ese ya no va a volver.
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