miércoles, abril 21, 2010

'Un ciudadano ejemplar', un cóctel muy logrado con un gran... ¿villano?

Lo primero que cualquier podría pensar antes de ver Un ciudadano ejemplar es que es no es una película demasiado original. Juega con dos planteamientos ya vistos en incontables ocasiones. Por un lado, la venganza por el asesinato de un familiar querido como motor de una película. Por el otro, el duelo entre dos personajes aparentemente antagónicos, que chocarán en varios momentos de la película y que, inevitablemente, se verán en el climax final. Son innumerables los filmes que se podrían citar como influencia de Un ciudadano ejemplar. Y, sin embargo, no suena a ya vista, es algo nuevo, original y sumamente entretenido. Es un cóctel de ingredientes más o menos comunes, sí, pero un cóctel muy logrado que, además, presenta un personaje magnífico. ¿Un villano? Ese es otro de los puntos fuertes de la película, el debate que puede generar el hombre interpretado por Gerard Butler.

Un ciudadano ejemplar es una de esas películas de las que no conviene saber mucho antes de entrar a verla (por eso sorprende encontrar en Internet, con suma facilidad, fotografías ¡nada menos que del desenlace del filme!). Basta saber que se trata de un thriller inteligente, con mucho ritmo, violento (crudo en algunas de sus imágenes) y sorprendente. Conseguir esto último acaba siendo la mejor baza de la película, puesto que es imposible disimular la cantidad de influencias de las que bebe. Desde Harry el sucio a El silencio de los corderos, pasando por Heat o El Caballero Oscuro. En realidad, casi cualquier película notable que haya dado el género en las tres últimas décadas podría conectarse con Un ciudadano ejemplar. Y, a pesar de tantas referencias más o menos explícitas, la mezcla funciona a la perfección y mantiene al espectador concentrado en la pantalla y no en su memoria cinematográfica.

Mucho tiene que decir en esto Gerard Butler, un actor al que hay que aplaudir que no haya querido encasillarse en personajes cercanos al Leónidas de 300, el que le dio a conocer. El suyo es un papel que fascina desde la brutal escena inicial hasta el enfrentamiento final, pasando por su magnífica aparición en el juzgado. Y es el que genera todo el debate que surge de esta película. Daría para mucho, pero por desgracia habría que destripar la película para entablarlo. En cualquier caso, no deja de ser curioso que Butler iba a interpretar en principio al otro personaje principal, el que recayó finalmente en Jamie Foxx. No es un actor tan capacitado como algunos le vendieron hace muy poco tiempo (cuando ganó el Oscar por Ray, fue nominado por Collateral o participó en películas como Dreamgirls o Jarhead), pero se mueve como pez en el agua en su papel de ambicioso fiscal.

El resto del reparto es notable y muy adecuado, pero merece la pena destacar la presencia femenina, en un tipo de cine en el que no suelen destacar y en papeles muy diferentes entre sí. Sobresalen Leslie Bibb, ayudante del fiscal, que da a la película una intriga necesaria, una ambigüedad en algunas escenas que enriquece el guión, y Viola Davis (nominada al Oscar por La duda), como la alcadesa de Filadelfia, que aporta presencia y empaque con un papel que pide a gritos más minutos (de las menos de dos horas que dura el filme) en pantalla. Tan notable es su trabajo como el del director, F. Gary Gray, un realizador que sorprendió hace más de una década con la más que interesante Negociador, con Kevin Spacey y Samuel L. Jackson, y que es también responsable del remake de The italian job, que protagonizaron Mark Walhberg y Charlize Theron.

No es fácil creer la evolución que sufre el personaje de Butler y lo que es capaz de hacer para lograr su objetivo, eso es sin duda lo más endeble del planteamiento de Un ciudadano ejemplar. Pero si se aceptan las premisas de la película, si se le da esa pequeña concesión, el resto es un trabajo notable, un thriller atrayente y complejo, muy superior a la media de un género que cada vez está más cerca de ofrecer fotocopias con distintas caras, que hace de la violencia descarnada uno de sus pilares (hay escenas no muy aptas para estómagos o miradas sensibles) pero que encierra muchos más elementos de interés, como por ejemplo el maravilloso montaje paralelo entre una ejecución y un concierto (magníficamente acompañado con la música de Brian Tyler) o los muchos cara a cara que protagonizan Butler y Foxx.

Un ciudadano ejemplar se estrena el próximo 7 de mayo.

lunes, abril 19, 2010

'Alicia en el País de las Maravillas':...Y Tim Burton decepcionó

Esperada era la versión de Tim Burton del cuento de Alicia en el País de las Maravillas y ésta, como a menudo sucede cuando hay expectación, ha acabado por decepcionar. Quizá sea la película menos completa de Burton, la que menos deja en el recuerdo, la que apenas cuenta con elementos sobresalientes (que están presentes incluso en los títulos menos apreciables de este genial director). El exceso digital no le ha sentado bien a la película, que parece mucho más pendiente de eso que del guión. Y los efectos visuales tan masivos como aquí ya no sorprenden tanto como hace algunos años, ahora la creación de mundos virtuales es algo al alcance de cualquiera, y no pueden enmascarar ya la falta de ritmo o la endeblez de la amplia mayoría de los personajes que desfilan por la pantalla, por muy bien que se lo hayan podido pasar sus intérpretes en el rodaje. Tim Burton decepciona. Una lástima, porque el material ofrecía muchos puntos de interés.

El primer fallo de Burton está en no haber sabido contraponer con imaginación y acierto, como en él es habitual (no hay más que recordar, por ejemplo, Big fish, o incluso, retrocediendo aún más en su filmografía, Bitelchús), el mundo real con el mundo de fantasía. Lo más flojo de esta película, gracias a este detalle, está en el prólogo y en la conclusión, ambas ancladas en nuestra realidad, ambas frías, sin alma, irreales, carentes de interés y en buena medida culpables de que el espectador tarde en entrar en el filme y salga de la sala con un sabor de boca extraño. Y eso que es precisamente ahí donde Alicia podría haber cobrado una fuerza que habría podido sustentar todo el esqueleto de la película, ahí, en esa escena de la pequeña Alicia con su padre, hablando del País de las Maravillas como un sueño de la niña. Pero su anclaje en la realidad es torpe, escaso, desdibujado. Por eso no actúa como catalizador del personaje central, una Alicia de 19 años, sino como una breve molestia antes de llegar a lo que verdaderamente parece importar a su director: el País de las Maravillas.

Ahí es donde Burton da lo mejor de sí mismo, y aunque hay momentos en que parece que sí, que la cosa arranca y convence, que su universo de fantasía puede contar con un apreciable título más, la cosa se desinfla poco a poco, hasta llegar a un clímax muy suave y muy poco épico para lo que prometía. Da la sensación de que Burton no se siente cómodo en un universo tan digital como éste, que echa de menos los trucos de toda la vida que disparen la imaginación del cineasta por encima de la del dibujante. Da la sensación de que el ordenador se ha llevado la magia. Una cosa es introducir elementos fantásticos con elaborados programas informáticos, cosa que sí sabe hacer muy bien, y otra muy distinta que todo parezca irreal en la pantalla a excepción de un actor. Eso es lo que ofrece Alicia. No hay que confundir eso con que los efectos no sean los adecuados, no. Es que no desprenden magia. Algo de eso sí hay en el Gato de Cheshire, el mejor personaje digital del filme, pero la balanza entre lo real y lo ficticio, también en los efectos especiales, no estaba demasiado bien equilibrada.

Puede que ese exceso digital sea lo que resta interés a algunas de las interpretaciones. Quizá el Sombrerero Loco de Johnny Depp hubiera sido mejor que se creara también en el ordenador, o al menos que se retocara como la Reina Roja de Helena Bonham Carter. Los dos parecen disfrutar como niños pequeños con sus actuaciones, pero mientras el primero hace ya tiempo que dejó de sorprender con sus poses histriónicas (que, eso sí, le han convertido en un actor taquillero e incluso nominado al Oscar gracias a Piratas del Caribe) la segunda sí ofrece algo de interés. Le falta algo de humor negro, algo de la crueldad que uno espera de la villana de la función, pero funciona mejor que la mayoría de los personajes. Alicia está interpretada por Mia Wasikowska, una joven actriz que parece ir a contracorriente en la película: cuanto menos emociona el filme, más adecuada parece para el papel, y viceversa. Anne Hatthaway compone una extraña Reina Blanca, y quizá el más completo es Crispin Glover como Stayne, el fiel caballero de la Reina Roja.

No es esta Alicia una adaptación fiel de las novelas de Lewis Carroll, ni tampoco un remake de las versiones ya conocidas (sobre todo, la de dibujos animados de Disney, que también produce ésta). Es, más bien, un intento de imaginar que habría sucedido trece años después de los cuentos de Carroll. Y la idea no es mala, ofrece posibilidades, pero se diluyen en casi todos sus aspectos y se queda en una excusa para contar con una actriz joven en lugar de infantil. La película, decía, decepciona, porque se convierte en un conjunto de episodios más o menos logrados, no del todo bien hilvanados y que esconden por completo el desarrollo de unos personajes planos y perdidos en un exceso digital, plagado de colorismo pero carente del espíritu que ha hecho grande a Tim Burton.

Hay quien ha querido ver en este filme un declive de su realizador, pero no es verdad. Es una película irregular, carente de chispa, de humor, de ingenio y de genialidad. Pero no forma parte de una tendencia. De hecho, Tim Burton siempre ha sido irregular, ha enlazado grandes películas con otras bastante menos memorables. Lo que pasa es que siempre dejaba algo notable y aquí se echa en falta. En Mars attacks! estaba el sentido del humor. En El planeta de los simios, un ritmo trepidante. Aquí no queda mucho. Se ve y se olvida con demasiada facilidad. No sorprende, no engancha, no emociona. Y por eso no encaja en la filmografía de Burton. Una decepción, pero también porque venía de una maravilla como Sweeney Todd. ¿Pero no fue Charlie y la fabrica de chocolate un bajón tras la inolvidable Big fish? ¿No lo fue Mars attacks! tras la espléndida Ed Wood? Tim Burton es irregular, pero aquí no ha puesto su toque mágico. Lo recuperará con Frankenweenie, adaptación de uno de sus muy recomendables cortos. Y, si no, lo hará en su siguiente filme. No tengo dudas.

lunes, abril 05, 2010

Un gran Jeff Bridges para un pequeño 'Corazón rebelde'

Corazón rebelde es Jeff Bridges. Algo más, muy poco, hay en este melodrama con música de country de fondo, pero la verdad es que, si no fuera por la maravillosa actuación de Bridges, este filme no pasaría de tener una emisión en la sobremesa de cualquier canal de televisión. La historia es tópica, el guión falla en diversos momentos y los secundarios aparecen y desaparecen de una forma un tanto artificial. Pero todo eso se olvida cuando él aparece en pantalla. Cuando habla. Cuando canta. Cuando fascina con la mirada, con los gestos. No es fácil que un actor se apodere de una película con tanta facilidad como lo hace él aquí, ni siquiera aunque el foco de la misma esté siempre sobre él. A veces, cuando la película es buena, eso convierte la actuación en superlativa. La de Jeff Bridges lo es aunque el filme no esté a su altura. Quizá por eso, y aunque le haya reportado un Oscar, en unos años muchos habrán olvidado hasta el título. A Jeff Bridges no, eso es imposible.

Bridges interpreta a Bad Blake, un cantante de country que pasa por una mala época, personal, profesional, económica e incluso de salud, debido a las altas cantidades de alcohol y nocotina que introduce en su cuerpo cada día. Es un hombre cansado de la vida pero que sigue caminando por ella. Tiene que recorrer Estados Unidos en su furgoneta para cantar en los sistios más insospechados, desde pequeños clubes hasta boleras. Y en esto que le cambia la vida cuando se cruzan dos personas en su devenir. Por un lado, una periodista mucho más joven que él (Maggie Gyllenhaal), sobrina de uno de sus ocasionales músicos. Se acabará enamorando de ella, y ella de él, claro, aunque la historia no será siempre feliz. Por otro lado, un exitoso cantante (Colin Farrell) al que Blake le enseñó a moverse en el negocio y para el que ahora tendría que actuar para conseguir algo de dinero. Nada nuevo en el horizonte, una historia mil veces vista y que, como tantas otras veces en el cine norteamericano, juega con géneros musicales autóctonos.

El principal problema de Corazón rebelde reside en el guión, escrito por el también director de la película, el debutante tras la cámara Scott Cooper. Le falta ritmo, le falta tensión y no escoge demasiado bien qué aspectos de la vida de Bad Blake podrían haberle dado más fuerza dramática al conjunto. Escamotear con media escena la faceta de la rehabilitación del alcoholismo del protagonista es una lástima. Obviar demasiado al personaje de Maggie Gyllenhaal durante largos tramos de la película, también. Y si el filme no se hunde en el aburrimiento y la rutina es, precisamente, por la magnética presencia de Bridges, quien además interpreta las canciones de su protagonista (con un deja vu incluído, un homenaje seguramente no buscado al Nota, el personaje de Bridges en El gran Lebowski, al verle entrar con su sombrero tejano en una bolera). El Oscar es merecido, muy merecido, porque, como decía, el actor es la película, con todo lo bueno (para él) y lo malo (para el resto del filme) que eso supone.

Tal es el influjo de Jeff Bridges, que todos los demás personajes quedan difuminados, incluso el de Gyllenhaal, brillante por momentos y oscurecida en otros, y a pesar de que la actriz también fue nominada a la estatuilla dorada. O el de Robert Duvall, al que siempre da gusto recuperar para el cine. Quizá lo mejor que quede en el horizonte (además de las pegadizas canciones de country que, guste o no el género, acaban por hacer que el espectador se mueva) sea el final de la película, a pesar de que eso incide en la falta de definición de la misma. Uno no sabe si es un grito para la redención de las almas perdidas, una tragedia de alguien a quien no se puede recuperar o, simplemente, el seguimiento de las andanzas de un personaje pintoresco cuya vida está llena de altibajos. Si hay que decantarse por una de estas tres opciones, me quedo con la última. Y es una pena, porque su aceptación implica rebajar mucho las miras de la película. Con el magnífico trabajo de Jeff Bridges, se podría haber montado un circo mucho más interesante a su alrededor, pero, exceptuándole a él, se queda un biopic musical más.