No hay muchos directores que se hayan ganado que siempre pague una entrada de cine para ver sus películas, hagan lo que hagan. Tim Burton es uno de ellos. A lo largo de los años, este realizador ha ido creando un universo de fantasía único, brillante, excepcional. Me gusta su visión de Batman, me emociona su acercamiento al mito de la bella y la bestia a través de un muchacho con tijeras en lugar de manos, me gusta el toque siniestro de su animación, me siento muy identificado con su amor por el cine, incluso a través de la vida del peor director de la historia, me maravilla su forma de contar fábulas de cualquier tipo.
Y llega ahora Sweeney Todd. Un musical. ¿Puede Tim Burton hacer un musical, por mucho que sea una historia macabra como la de este barbero diabólico? Claro que puede. Es Tim Burton y es uno de esos pocos directores que disfruta tanto con lo que hace que siempre ofrece algo interesante. Y a veces que lo que ofrece es tan interesante que se acerca a la perfección absoluta. Sweeney Todd es una de esas ocasiones, y con ella nos regala unas cuantas escenas memorables, algún que otro personaje irrepetible, dos horas de puro cine personal. Se acerca a la perfección, digo, porque no acaba de ser redonda, pero no le falta mucho. Es lo que tiene, por un lado, ser un genio y, por otro, estar atado a un material espléndido, en este caso un musical de éxito.
Sweeney Todd es la adaptación al cine, como decía, de un exitoso y sangriento musical. En el Londres del siglo XIX, un barbero que es feliz con su preciosa mujer y su pequeña niña. Pero un poderoso juez sin escrúpulos se encapricha de esa mujer y hace apresar al barbero. Éste permanece preso quince años, pero logra escapar y regresa a Londres dispuesto a clamar venganza. La historia está repleta de canciones (lo cual hace absurdo que se hayan doblado los escasos diálogos que hay sin música, incluso frases entre las propias canciones; una absurdez más de este sistema que tenemos en España), que nadie espere un respiro musical porque no lo hay. Y eso que se han suprimido algunas canciones del musical para adaptar un montaje que dura tres horas a una película casi redonda de 120 minutos.
Tim Burton ofrece pura magia desplegada en un Londres lóbrego, oscuro y decadente. Ofrece humor negro. Ofrece unas dosis de romanticismo que para sí quisieran películas que presumen de ello. Ofrece números musicales inolvidables, un montaje precioso. Y ofrece un plano final de esos que ponen la piel de gallina. Casi todo en la película funciona a la perfección y visualmente es un espectáculo que muchos realizadores pueden ofrecer en el cine actual. El imprescindible apartado musical se complementa deliciosamente con una cuidadísima fotografía, con una dirección artística envolvente y con unas actuaciones absolutamente de lujo. Y aquí hay que detenerse en algunos nombres.
Sobra decir que el alma de la película es Johnny Depp. Estoy convencido de que su Sweeney Todd es el mejor personaje que ha creado nunca. Contenido cuando debe serlo, desatado y algo histriónico cuando corresponde. Cantando sus propias canciones. Y dejando magia pura en muchos momentos. Y aunque todo el mundo se haya deshecho en elogios hacia Depp (algo, por otra parte, habitual con este actor), no desmerece en absoluto Helena Bonham-Carter (pareja sentimental de Tim Burton, por cierto), que realiza una actuación portentosa, tan divertida como emocionante. Y podríamos seguir, porque Alan Rickman es un espléndido villano de la función y Sacha Baron Cohen firma una gran actuación de barbero italiano. Con lo difícil que es conseguir una buena actuación de un niño, y Burton también la ofrece con Edward Sanders.
¿Qué falla en Sweeney Todd? Un pequeño detalle de guión. A ratos, a Tim Burton parece sobrarle la historia de amor, más allá de su necesario papel de motor de la venganza de Todd. Esto se ve especialmente al final. No es un final precipitado, pero sí prescinde de los dos jóvenes enamorados en la medida de lo posible. Porque, en el fondo, esta tiene que ser la historia de Sweeny Todd. Pero a Tim Burton se le puede perdonar ese pequeño detalle después de dejarnos dos horas gloriosas, con un vigor tremendo (quien siga diciendo que el musical ha muerto, que vea esta película...), muy sangrientas (el color de la sangre le da un toque de irrealidad, pero hay mucha, mucha, sangre...) y, sobre todo, muy emocionante y entretenida. Un lujo.
Aunque mucha gente prefiere Ed Wood o Big Fish, incluso quizá ahora haya quien prefiera Sweeney Todd de entre su formidable filmografía, yo me sigo quedando con Eduardo Manostijeras. Pero Sweeney Todd es de lo mejor que se ha podido ver en el cine en mucho tiempo. ¡Que viva muchos años Tim Burton y nos siga ofreciendo esos maravillosos pedazos de su portentosa imaginación!
1 comentario:
Lujo, lujo, bravo por Tim, bravo por Johnny y bravo por Helena.
Los Óscars para premiar, el tiempo y los aplausos para engrandecer, o sino que se lo pregunten a tantos y tantos maestros no galardonados (vaya Juan... otro tema interesante para que investigues y postees).
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