miércoles, septiembre 29, 2010

Robert Rodríguez, cine decadente

Nunca he sentido simpatía por Robert Rodríguez. El apadrinado de Quentin Tarantino (por el que, vaya, tampoco siento simpatía) no ha conseguido convencerme con ninguna de sus películas. Casi coinciden en la cartelera su último trabajo como director, Machete, y un título en el que ha ejercido de productor, Predators. Ninguno de los dos merece grandes elogios y sí dejar claro el pesar que producen por el aire decadente que desprenden ambas, especialmente la primera.


Todo en Machete suena a decandente. No en el sentido que podría haber dado más juego artístico, sino en el de la sensación de estar viendo un producto caducado, viejo, ajado y baldío, pasajero como él solo y olvidable en el más benevolento de los juicios que me atrevo a hacerle. Violento como sólo Robert Rodríguez puede ofrecerlo (en realidad no, forma parte de una escuela muy extendida en el moderno cine norteamericano de acción), pero decadente, muy decandente. Lo asombroso es que se sigan buscando excusas argumentales (en este caso, la inmigración ilegal desde México a Estados Unidos) para completar productos idénticos, clónicos y repetitivos. Porque Machete no es otra cosa que gente matando y gente muriendo, por motivos que no importan lo más mínimo (no ya al espectador, que también, sino al propio director o eso parece), con sangre y miembros volando de un sitio a otro.

Para narrar esta sucesión de asesinatos (puede que la única forma entretenida que hubiera tenido de ver esta película fuera contarlos, pero no lo hice), Rodríguez encuentra un reparto también decadente. Danny Trejo, protagonista de la función, hace de sí mismo pero más serio y pétreo. Es un tipo querido por los fans de este tipo de cine, y en realidad es lo más decente de la película. Luego da miedo ver a Robert De Niro arrastrándose una vez más por la pantalla. Hollywood no está siendo consecuente ni responsable con su genialidad, como tampoco lo está siendo él mismo. Por eso hace más de una década que no se ve al gran De Niro en el cine. Sólo se ve a alguien que toma prestados su cara y su voz. O eso prefiero pensar. Steven Seagal no es que se arrastre. Es que es Steven Seagal, pero con unos años y kilos más que los que acostumbraba a tener en las películas que le lanzaron a la fama. Decadante, sí.

Decadente es también que Robert Rodríguez se repita/imite/homenajee, porque llega un momento en que ya no importa si estás viendo Desperado, El mariachi, Sin City, Planet Terror o The faculty. Con las mismas explosiones, asesinatos, irreverencias y desmanes, lo único que cambia son algunas caras. Y cuerpos, porque cuando se trata de sumar actrices a estos proyectos eso es lo único que parece contar. Veinteañeras que hacen carrera en Hollywood sólo por la belleza hay muchas y siempre las habrá. Jessica Alba proclamó hace años que jamás se desnudaría en una película. Lo hace aquí, de la forma más absurda, en una escena intrascendente. Y decadante, como la carrera de esta actriz. Lindsay Lohan también aparece sin ropa ante la cámara, y de forma más explícita. No hará falta que insista en el adjetivo para que quede claro lo que opino de ella, pero igual la presencia de ambas sin ropa es motivo para que alguien vea la película. Michelle Rodríguez no llega a tanto, pero casi. Da lo mismo.

El caso es que hay seguidores para esta película, para este tipo de cine, para estos actores e incluso para este director. Yo, desde luego, no soy uno de ellos.

Depredador es un pequeño clásico de ciencia ficción y acción de los años 80 y una de las más notables películas de Arnold Schwarzenegger delante de la cámara y del director John McTiernan detrás de ella. Con los años, la franquicia no ha hecho sino vivir una decadencia en la que se acaba de cruzar Robert Rodríguez como productor Durante mucho tiempo, de hecho, se asociaba el proyecto a su nombre más que al del director. Flaco favor le hicieron al personaje las películas de Alien vs. Predator y muy flaco favor le hace este Predators que dirige Nimrod Antal, un realizador que apenas tiene un par de películas no demasiado destacables entre las que está Habitación sin salida. Con esos mimbres, cabía temer lo peor. Y lo peor es lo que ha salido, una especie de remake alocado y bastante vergonzoso del Depredador original, con una horrible puesta en escena, con un guión delirante y plagado de imposibles giros y sin un solo momento memorable que perdure, ni siquiera para el más acérrimo seguidor de la franquicia.

Sorprende de partida el planteamiento de la película, que va en contra de la esencia del personaje que se vio en los buenos títulos (tanto el original como su infravalorada secuela) como en los malos (las dos entregas de ese horrible cruce con los aliens). Tenemos una raza de criaturas que caza por disfrute, pero que lo que busca son presas en sus propios ambientes. Esa es la gracia. Pero aquí no. Aquí tenemos una especie de reserva para que estos depredadores den rienda suelta a su afición. El sentido del honor que caracteriza a estos seres no está aquí por ningún lado. Tampoco hay interés por ver quién gana el combate (y más cuando llega la delirante escena en la que un yakuza japonés se dedica a pelear, espada samurai en mano, con uno de los depredadores). Todo se mueve entre el absurdo y el tópico. Porque tópico es que entre los protagonistas tenga que haber por decreto un negro, un hispano, un asiático, un ruso y una mujer (sólo una, no nos pasemos).

La película es un torpe ejercicio de rutinario cine de acción (ciencia ficción se ve poca a pesar de todo), en el que la única baza nueva radica en el plural del título (sin alardes, salen cuatro depredadores; ¡qué lejos queda la referencia del Aliens de James Cameron, donde el plural sí significa algo). Torpe porque introduce elementos (los perros o esa especie de ave extraterrestres) que luego no vuelve a sacar. Rutinario porque hasta copia algunos pasajes del Depredador original. Y absurdo porque quiere establecer una conexión argumental con la película de McTiernan y se olvida de casi todos los hallazgos de aquella. Con redecorar los cascos de los depredadores parece que tiene suficiente en el pretendido afán de actualización de la saga. Y todo esto con un Adrien Brody también en absoluta decadencia protagonizando la función. Qué poco queda ya de aquel actor que maravilló en El pianista. Y para recordarnos que, sí, Robert Rodríguez está detrás del invento, uno de los actores, aunque se le ve mucho menos de lo que seguro que esperan sus seguidores, es Danny Trejo.

Una perfecta muestra de cómo enterrar para siempre una franquicia que en su nacimiento alcanzó cierto prestigio y de cómo Hollywood, de vez en cuando, intenta con todo el descaro del mundo sacar dinero al espectador con productos de ínfima calidad. Y sin rubor alguno.

lunes, septiembre 27, 2010

'Buried (Enterrado)', una claustrofóbica y angustiosa genialidad

Se dice de vez en cuando que en el mundo del cine está todo inventado. En realidad, se dice de casi cualquier disciplina, pero no suele ser verdad. En el cine desde luego no lo es. De vez en cuando uno se encuentra con propuestas nuevas, arriesgadas, originales y llenas de talento. Buried (Enterrado) es una de ellas. Y una de las más notables de los últimos tiempos, me atrevería a decir, porque se lanza a caminos inexplorados de los que sale con una solvencia portentosa. El viaje emocional que plantea el director español Rodrigo Cortés en su segunda película, la primera en inglés, es una genialidad claustrofóbica y angustiosa. Pero también una gran lección sobre cine, sobre montaje (tarea de la que se encarga el propio Cortés) y sobre puesta en escena. Un filme así no puede dejar indiferente. Por lo que cuenta y por cómo lo cuenta. Y sea cual sea la valoración de cada espectador, ya que el arte relfja sensaciones muy diversas y hay muy pocos absolutos (por no decir ninguno), la película tiene un enorme mérito.

Y es que estamos ante una película de 95 minutos rodada íntegramente en el interior de un ataud. Eso, visto fríamente, sólo puede ser obra de un loco o de un genio. Pero como el cine es algo que hay que ver pasionalmente, con el corazón en la mano, puede que Rodrigo Cortés tenga algo de ambos. Sólo así se puede entender que el director consiga que la película, además, se ruede en inglés y con un actor conocido Ryan Reynolds (visto en Lobezno, será el protagonista de Green Lantern). No hay precedentes para definir a un filme así. Ninguno. Hay alguna película que se puede aproximar por su concepto, alguna incluso con escenas que pueden servirle de referente. Pero nunca se había hecho algo así. El valor pionero que tiene Buried no es el único, ni siquiera el mejor. Y es que estamos hablando de una puesta es escena que invita a la monotonía y, sin embargo, se trata de un filme que mantiene una tensión admirable en todo momento, una tensión humana y una tensión cinematográfica.

La humana es todo un reto. ¿Qué puede pasarle a un hombre durante hora y media en el interior de un ataud para mantener atenta a una audiencia numerosa? Cortés, con un guión de Chris Sparling, encuentra múltiples respuestas a esa pregunta. Aunque algunas escenas bordean la frontera de la caricatura (y siempre hay alguien en una sala capaz de recordártelo con sonoras carcajadas que no todo el mundo entiende ni comparte), nunca pierde de vista el contenido dramático de la situación y de los diálogos. Y aún más. Es capaz de filmar un crescendo emocional en toda regla, pasando por un amplísimo espectro de sensaciones, hasta llegar a un final emocionante y perfecto, que descoloca y al mismo tiempo representa la mejor culminación posible para la historia. Como suele ser habitual con películas que buscan sorpresas y emociones continuas, las sinopsis de Buried desvelan demasiado. Todo lo que dicen lo desgrana Cortés en los primeros 25 minutos de película, una preparación del escenario apabullante y compleja a pesar de la sencillez obligada por el escenario.

Si la tensión humana siempre es complicado conseguirla, y aquí la empatía con el protagonista es total (ayuda y mucho la fantástica labor de Reynolds, muy metido en el papel), la cinematográfica es un constante caminar por el alambre. Hora y media de película y Cortés sale más que airoso del reto. Visualmente, el director no aburre en ningún momento, no abusa de un plano concreto, juega con numerosas posibilidades y arriesga bastante en algunos momentos, hasta el punto de adaptar las leyes de la realidad a lo que desea transmitir. La película ya comienza con un largo plano en negro que pone a prueba la curiosidad del espectador. El silencio es el mejor aliado de Cortés en muchos momentos, pero la música de Víctor Reyes complementa acertadamente algunos momentos (y mete de lleno al espectador en la película en unos títulos de créditos que, salvando las distancias buscando el mismo objetivo que los que Saul Bass y el compositor Bernard Herrmann crearon para algunas películas de Alfred Hitchcock). Y la fotografía de Eduard Grau, con las inmensas limitaciones de partida que tiene por el propio concepto de la película, es magnífica.

Hay quien le ha buscado lecturas políticas a la película. No las tiene. El escenario más allá del ataud (¿por qué revelarlo de antemano?) no condiciona para nada la petensión del director, que lo que maneja es, sencillamente, una situación límite, que empuja a un hombre normal a vivir una historia tan extraordinaria como realista. Buried es una película angustiosa, no apta para gente con fobia a los espacios cerrados. Pero sobre todo es una historia humana que tiene lugar en un escenario inusual, un filme que juega con elementos muy difíciles de controlar y que ofrece hora y media de pura tensión. Y, qué demonios, también es una pequeña gran joya que coloca a su director entre los nombres de los que apetece volver a saber en un futuro muy cercano.

jueves, septiembre 23, 2010

'Apocalipsis', otra gran película animada de Superman y Batman

Las películas producidas por Warner sobre los superhéroes de DC Comics son el último reducto de la animación seria. Sólo ahí se pueden encontrar historias que, realizadas con dibujos animados tradicionales pero de corte realista, carezcan de canciones, secundarios cómicos o la intención de estar destinadas a un público infantil aunque puedan verlas también adultos. Sólo por eso, ya tendrían mérito. Pero es que además son endiabladamente entretenidas, están razonablemente bien producidas (aunque es obvio que al ser lanzamientos en DVD no tienen el dinero que requiere una largometraje destinado a las salas de cine) y cubren un hueco que, hoy por hoy, nadie más parece querer en el mundo del entretenimiento. No es descabellado decir que con Superman & Batman: Apocalipsis, la última aventura animada de la casa, se han superado y han logrado la mejor de las películas realizadas, que hasta ahora han tenido todas un nivel bastante notable.

En el título se incluye el nombre de los dos grandes superhéroes de DC porque la película estaba basada en uno de los arcos argumentales de la colección que lleva el mismo nombre, Superman & Batman. Pero no es del todo correcto ni justo limitar el protagonismo de la película a estos dos personajes, empezando por el gran protagonismo que tiene en el filme Wonder Woman, el tercer eje de la gran trinidad de DC. La saga en el cómic llevó por título La superchica de Krypton, ya que fue la reintroducción de Supergirl en el nuevo Universo DC. La película, en cambio, coloca en el título una referencia al villano de la función, Darkseid, y su mundo natal, Apokolyps. Diferentes enfoques de partida para una historia que sigue casi al pie de la letra los seis números originales de 24 páginas escritos por Jeph Loeb y dibujados por Michael Turner. Y digo casi al pie de la letra porque lo que la película expande es justo aquello en lo que destaca. Me explico.

Decía antes que a esta película le falta dinero. Y es verdad. Se nota mucho en la limitadísima animación de los fondos o los planos generales. Pero, a cambio, ofrece una animación de primer nivel en las escenas de pelea. No en las más multitudinarias (como en la de Superman, Batman, Wonder Woman y las amazonas contra un ejércido de réplicas de Doomsday, el personaje que mató a Superman), sino en las de cuerpo a cuerpo. Es ahí donde Superman & Batman: Apocalipsis expande la narración de las viñetas y la eleva a unos níveles prodigiosos. Ya quisieran las supuestamente espectaculares películas de acción de hoy en día contar con unas coreografías tan realistas y deliciosamente ejecutadas como las de, por ejemplo, las dos peleas que protagonizan las Furias en Apokolyps (la segunda de ellas, ya con Wonder Woman en pantalla, es una delicia). Esta es la gran novedad de la película porque en el cómic son sólo unas pocas viñetas, en la película piezas de acción magníficamente ejecutadas y montadas.

También decía que esta película y sus compañeras de línea llenan un hueco que nadie más quiere en el mercado actual. Y es cierto. Apocalipsis está sembrada de momentos de gran violencia. El rojo sangre está limitado, casi ausente, porque de lo contrario su calificación habría sido muy severa, pero no merma en absoluto el poder de los personajes que tiene en pantalla para dulcificar lo que no puede ser dulficiado. Si hay una pelea entre Superman y Darkseid, tiene que ser tal y como se muestra: salvaje, primaria y violenta. Rebajarla habría sido una burla, habría supuesto restarle valor a la leyenda que esconden estos personajes y sería una traición a la historia original en la que está basada la película, historia que, sin ser una obra maestra del cómic, sí es un producto que cumple con el cometido de ser una entretenidísima pieza de aventuras y ciencia ficción. En esos géneros se puede englobar la película, generos que la animación no toca con un tono adulto similar a este seguramente desde el estreno de la injustamente menospreciada Titán A.E.

Es curioso que Warner estuviera a punto de acabar con Batman gracias a las absurdas películas de Joel Schumacher, que Superman estuviera tantos años enterrado y que ahora no les gustara a sus directivos la resurrección que dirigió Bryan Singer, y que Wonder Woman todavía no tenga película a pesar de haber protagonizado algunos intentos frustrados. Digo que es curioso porque aquí, en esta película, están los mejores elementos para abordar esos proyectos. Estos son los personajes, ésta es su esencia. Y esa sensación se acentúa si hablamos de los personajes femeninos. Las heroínas de acción son uno de los terrenos en los que Hollywood naufraga con mucha frecuencia cuando quiere darles el protagonismo de una película. El tratamiento que la vertiente de animación de DC ha dado a Wonder Woman en su propia película o en ésta y la versión que aquí se presenta de Supergirl debieran ser modelos para venideras películas de imagen real. Si los siguen, tendrán por fin éxito con una heroína de acción como protagonista.

No es la ciencia ficción el mejor escenario para ver a Batman, pero aún así el personaje brilla (y mucho tiene que decir en ello el actor que le pone la voz, Kevin Conroy, quien cogió el personaje por primera vez hace casi veinte años, en la serie animada de los 90; otra voz que destaca es la de Summer Glau, una de las protagonistas de la serie Firefly su secuela cinematográfica Serenity y la terminator de la serie Las crónicas de Sarah Connor, como Kara/Supergirl). Sí es el mejor terreno para Superman y Wonder Woman. También para un villano de las proporciones de Darkseid. El cóctel es sencillamente genial y recuerda a los mejores episodios de la espléndida serie animada Justice League Unlimited. Con los defectos que presenta en la animación, irresolubles sin más presupuesto, la película se presenta como un gran festín visual, como un homenaje cariñoso a los personajes de DC que puede disfrutarse tanto si se conoce su historia como si se es totalmente ajeno (el placer es casi mayor si no se sabe mucho), y como una magnífica historia que pueden disfrutar por igual jóvenes y adultos de espíritu aventurero. Una delicia.

martes, septiembre 21, 2010

'The disappearence of Alice Creed', una pequeña sorpresa

No es fácil hacer una película con sólo tres personajes y dos escenarios. No es fácil mantener la tensión inicial de una película que busca precisamente eso, atrapar al espectador en una situación constante de tensión durante hora y media. Eso lo consigue The disappearence of Alice Creed, una pequeña sorpresa procedente del Reino Unido, un intensísimo thriller que se mueve con bastante acierto entre la delgada línea que separa la tolerable crudeza de lo insoportable y desagradable, para narrar un secuestro. Que sea el de una mujer a manos de dos hombres (ojo en todo caso a la sutileza del título una vez vista toda la película) no hace más que añadir, al principio, un peligro enorme de caer en el morbo facilón, pero el guión traza con habilidad un desarrollo a veces previsible (sobre todo en su resolución final), a veces inesperado (sobre todo a la hora de aportar información sobre los tres personajes de la función), pero siempre interesante.

La película no tiene fecha de estreno en España a pesar de que se proyectó en el Festival de Toronto en septiembre de 2009, se estrenó en Estados Unidos en abril y en casi toda Europa ya lo ha hecho también. Comienza con una formidable secuencia muda de cinco minutos. Muda de palabras. Los sonidos, la música, la brillante puesta en escena del debutante director J. Blakeson y las intensas interpretaciones del escocés Martin Compston (se le vio en The Damned United) y Eddie Marsan (Lestrade en el Sherlock Holmes de Guy Ritchie) bastan para hacernos una idea de lo que está sucediendo. Son cinco minutos formidables de puro cine, de esos que sientan las bases de una película obligando al espectador a querer más. Funcionan casi por sí solos, pero sobre todo como nexo de unión con la siguiente escena. Con ese ritmo acaban enlazándose todas las secuencias de la película, una especie de huida hacia adelante que, a pesar del riesgo de fractura, convence porque ningún eslabón falla, al menos no hasta el final.

En la segunda escena es donde entra en juego el tercer vértice de la película, Gemma Arterton. Viéndola como efímera chica Bond en Quantum of solace y como heroína de acción en Furia de Titanes o Prince of Persia, cabía preguntarse si había algo más detrás de una firme mirada y de un rostro atractivo. Lo hay. De hecho, es ella quien hace más hace por remontar el tono la película cuando se supera la sorpresa inicial y se empieza a acercar peligrosamente a los pantanosos terrenos de una historia ya vista. En parte puede serlo, pero The disappearence of Alice Creed acaba por lograr una personalidad propia durante buena parte de la hora y media que dura. Su mejor baza, en todo caso, es la más perecedera: los giros argumentales que va presentando. Por este motivo es posible que el segundo visionado de la película sea más anodino, y eso es un defecto seguramente de director novel, pero el primer acercamiento a esta historia conserva todo el interés de principio a fin. O casi hasta el fin, pues la resolución es sin duda lo más convencional que ofrece esta película.

Da gusto ver cómo evoluciona la película sin necesidad de tener toda la información posible. Da gusto que de vez en cuando el cine no lo da todo masticado y permita así al espectador rellenar mentalmente los huecos, ir desentrañando cómo se conocieron los dos secuestradores, por qué eligieron a su víctima, cuáles son sus planes, qué esconden los tres personajes. Ese ejercicio permite al espectador meterse de lleno en la película. Pero de lleno. Porque no sólo se trata de ir averiguando los porqués de lo que vemos, sino también preguntarnos qué haríamos en el lugar de cada uno de ellos. Eso es lo que propone el filme, ahí radica su fuerza y que sea sorprendente. Y en eso sale victorioso porque evita el juicio moral a lo que vamos viendo. La película no sentencia qué está bien o qué está mal, sino que plantea un mundo de tonalidades grises en el que no es fácil moverse.

Quizá su apariencia simple, su escasez de grandes piezas de acción (no las busquéis, no las hay, de hecho el momento del secuestro es una elipsis en la película) o la falta de conocidas estrellas en su reparto son las razones que se esconden detrás del no estreno de esta película en España, al menos por el momento. Y no es que sea la quintaesencia del género ni una película imprescindible. Pero tras esa fachada se esconde una espléndida tarjeta de presentación tanto para su director como para sus actores y un entretenidísimo thriller, rodado con buen gusto a pesar del truculento material que aborda y con un magnífico sentido cinematográfico. Bastante recomendable, más aún por el hecho de ser una película, por ahora, prácticamente desconocida en España.

viernes, septiembre 17, 2010

'Madres e hijas', algo me falta en este cine

Desde hace ya algunos años, se ha impuesto un cine coral sobre problemas reales. Es un cine que, al margen de la opinión que pueda tener cada espectador después de verlo, se vende con la vitola de gran cine. Suelen destacar sus repartos, formados por grandes actores y/o grandes estrellas. Se suelen destacar, sobre todo de forma previa, sus guiones, pensandos para entrelazar a los personajes más dispares para llegar a un gran pico dramático hacia el final de la cinta. Madres e hijas forma parte de esta corriente que alcanzó su cumbre en 2004, cuando Crash logró los Oscars a mejor película y mejor director. Y para mí es un cine engañoso. Porque encierra virtudes, pero también defectos. Y poca gente se detiene en los defectos, mientras que las virtudes se ensalzan, lo que me deja siempre la sensación de estar viendo un cine, además de engañoso, sobrevalorado y relativamente fácil de hacer.

Madres e hijas está dirigida por Rodrigo García, hijo de Gabriel García Márquez (detalle totalmente superfluo a la hora de evaluar su cine, pero que también se indica siempre para ahondar en esa vitola previa de gran cine). Dicen los que conocen su obra como guionista y director (tanto de cine como de televisión), que la película sigue muchas de las constantes de sus anteriores trabajos. Me encuentro en su filmografía con una película para televisión que se titula Fathers and sons, con lo que esa idea se refuerza en mi mente. Y descubro que entre los productores ejecutivos de esta película está Alejandro González Iñárritu, director que se hizo famoso con historias que forman parte de este tipo de cine al que me refería al principio, de historias cruzadas, reparto coral y dramas personales (Amores perros, 21 gramos, Babel). Y releo los dos párrafos anteriores y compruebo que en realidad todavía no he dicho nada sobre la película de Rodrigo García.

La sensación que me deja es, nuevamente, que es un cine fácil de hacer, un cine que esconde tras las emociones los valores cinematográficos que le faltan. Y lo mejor que puedo decir de ella es que tiene un reparto impresionante. A su cabeza, una maravillosa Annette Bening. Su papel está lleno de matices, repleto de luces, y cargado de momentos memorables. Supera con creces el retrato de su personaje que aparece en el guión (que más que bien evolucionado me parece algo confuso en ocasiones), lo engrandece, lo lleva a lo más alto. No importa el estado emocional de la escena, la actriz lo borda. Ella es el núcleo, el corazón y el alma de Madres e hijas. Con ella en pantalla, la película funciona. Sin ella, la cosa decae algunos puntos, a pesar de que Naomi Watts también aporta mucho al filme. Es Watts una actriz que me resulta muy peculiar. A veces da la impresión de que pasa por las películas y a veces se las come. Aquí une escenas de las dos categorías, pero la sensación con la que uno termina es de grandeza, paralela al crecimiento piscológico de su personaje según pasan los minutos de película. Ese sí es el gran acierdo del guión.

Y es que para muchos el guión es perfecto, pero para mí tiene agujeros. Los tiene precisamente en la dirección en la que apunta el título. La película va sobre madres e hijas, dice ese título, pero no termina de ser cierto. Más correctamente, habría que decir que va sobre mujeres, aunque quiera arrastrar al espectador a las relaciones entre madres e hijas, algo que nunca termina de hacer completamente porque se deja llevar por otros muchos asuntos. Y por el camino se quedan los retratos masculinos, algo pisoteados (quizá ahí se salve el personaje de Samuel L. Jackson a pesar que su actuación está por debajo de sus compañeras de reparto) en la pretensión de crear un universo femenino singular. Si en algo se nota es en la nula credibilidad emocional de quien actúa como marido de Kerry Washington (la actriz menos sólida de la película, que simplemente cumple con el papel). Todo lo contrario desprenden dos actrices más desconocidas y jóvenes, de las que ojalá se hubiera visto más en la película, Brittany Robertson (la vecina ciega de Watts) y Tatyana Ali (la hija de Jackson).

Llega el final de la película y es cierto que queda una historia hermosa y emotiva. Es cierto que hemos visto grandes actuaciones, sobre todo, insisto, la de Annette Bening. Y es también cierto que algunas escenas dejan el corazón en un puño y la lágrima a punto de brotar. Pero falta algo. Quizá la sensación de ver algo nuevo, que no se tiene en toda la película. Quizá un ritmo cinematográfico más constante, porque no todas las historias interesan de la misma manera durante todo su desarrollo. Quizá una mayor definición de los personajes masculinos, no para quitarle sentido al título de la película, sino para potenciarlo. Pero falta, sí, falta algo en Madres e hijas, que no tiene nada que ver con la percepción en femenino o en masculino que tenga el espectador y sí mucho en lo que significa y transmite todo este tipo de cine.

miércoles, septiembre 08, 2010

Breve repaso a películas variadas

· Miedos
Joe Dante se convirtió en los años 80 en un director muy querido gracias a títulos como Gremlins, Exploradores o El chip prodigioso. Quizá el siglo XXI no está aún preparado para entender que hoy se haga cine como en aquellos años. Eso es Miedos, una película de terror familiar (sí, es posible). Es un producto correcto, con algunos hallazgos más que interesantes (notable es el climax final, visual y narrativamente), pero con algunos defectos de forma, sobre todo a cargo de un guión con algún destacado agujero, que lastra demasiado el conjunto final. Con sus defectos, Miedos demuestra que es posible recuperar el espíritu del cine juvenil de los años 80, pero le falta superar el mayor obstáculo de todos: encontrar actores infantiles y adolescentes que tengan el carisma de aquellos que, sin necesidad de ser después tan conocidos o de desarrollar una gran carrera cinematográfica, tanto nos divertieron en los 80. En todo caso, Joe Dante se merece 90 minutos de nuestro tiempo para ver a dos hermanos y a su vecina descubrir un misterioso agujero sin fondo en su sótano.

· Salt
Cómo le gusta a Hollywood hacer películas de acción con heroínas y qué difícil parece que sepan hacer algo con un personaje protagonista femenino. Salt es una de espías, contraespías, persecuciones y explosiones. Una más. Tan olvidable como otras muchas. Phillip Noyce, que alcanzó cierta relevancia dirigiendo las dos entregas de Jack Ryan que protagonizó Harrison Ford, sucumbe a todos los pecados del cine moderno de acción. Es decir, personajes planos (y mira que podrían dar juego estos espías durmientes como producto de la guerra fría), tópicos a mansalva (incluyendo los giros finales sin los que ya parece imposible hacer una película de este estilo) y piezas de persecución inverosímiles y con tantos movimientos de cámara que casi es mejor esperar al final para saber qué pasa antes que seguir el desarrollo de la secuencia. Además, es cargante ver en cada película, de forma insistente, a Angelina Jolie interpretarse a sí misma. No es que sea mala película, pero no deja absolutamente nada en la memoria. Para qué pensar ya en el alma.

· The secret of Kells
Una propuesta diferente y de mucho mérito. Hoy en día parece que la animación, ya sea tradicional o digital, tiene que ser perfecta y a veces nos olvidamos de que el dibujo es sólo la herramienta para contar una historia. The secret of Kells es, sobre todo, una historia. Irregular en algunos momentos, pero muy bonita. Es una leyenda, una fábula, un cuento hermoso que con un poco más de ambición podría haberse convertido en una de las mejores películas de animación de la última década. Tiene momentos absolutamente fascinantes, como la incursión del niño protagonista en el bosque y en la cueva, pero otras más bien decepcionantes como el climax en la abadía. Estuvo nominada al Oscar a la mejor película de animación y, aunque no era rival para Up, sí que es una película hermosa con la que enseñar a los más pequeños el valor del dibujo y de la literatura mientras disfrutan con un universo de magia con sonoridades celtas y una hermosa banda sonora de Bruno Coulais.

· Noche y día
James Mangold, después de la estupenda El tren de las 3.10, baja bastante el nivel con esta entretenidilla película de acción y comedia, aunque seguramente es el precio que un director tiene que pagar para hacerse un sitio en la industria. Porque Noche y día es sólo eso: acción y comedia. Bueno, y ver a dos estrellas de Hollywood, Tom Cruise y Cameron Díaz. Noche y día (horrenda traducción de un original juego de palabras algo imposible de trasladar al castellano, Knight and day) no engaña. Es exactamente lo que ofrece y por eso merece la pena, aunque sea una película con demasiados elementos que ya hemos visto en decenas de filmes similares y que lo mejor que ofrece es el tinte autoparódico que Cruise da a su interpretación, gracias a tantos papeles de agente o espía que ha hecho en su carrera. Pero lo que no tiene precio es ese delirante climax en una Sevilla disfrazada de Pamplona en San Fermín con Cruise y Díaz corriendo un encierro en motocicleta huyendo de los malos (y que sólo puede ser el gag más delirante de la historia del cine o una broma privada por aquella barrabasada semanasantera de Misión imposible 2).

· Prince of Persia. Las arenas del tiempo
Parece imposible que Hollywood consiga hacer una película basada en un videojuego que sea algo más que un producto más de merchandising con el que sacar el dinero a los aficionados. Porque eso es lo que es Prince of Persia. Eso y un típico producto de Jerry Bruckheimer. Da igual que sólo sea el productor y que como director aparezca Mike Newell. Como todas las películas que salen del mismo patrón, es una típica aventura con tintes de comedia, actores más o menos conocidos y respetados (empezando por el protagonista, un esforzado y soso Jake Gyllenhaal, y pasando por un algo desubicado Ben Kingsley), un personaje femenino de armas tomar (me pregunto si la deslumbrante presencia de Gemma Arterton tiene algo más de lo que ha enseñado aquí o en Furia de titanes) y muchos, muchos, muchos efectos especiales de esos que ya empiezan a cansar por repetitivos. Para pasar el rato y nada más. O quizá también para lamentar que ya no se haga cine de aventuras como antes.

· The killer inside me
Un poso de decepción es lo que deja esta película de Michael Winterbottom. Antes de verla tiene trazas de thirller intenso y con personajes para recordar y después de verla la sensación que deja es la de un American psycho rural y contenido con mucha menos alma de lo que pueda parecer con sus introspectivas interpretaciones o su voz en off de cine negro. Casey Affleck es un actor interesante (me gustó más en Adiós, pequeña, adiós que en la tan lenta como alabada El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford), aunque tiende a repetir gestos de sus diferentes papeles y su personaje aquí se queda a mitad de camino de lo que puede llegar a ser. Kate Hudson y Jessica Alba directamente defraudan, sobre todo la segunda. Todavía espera fecha de estreno en España, y como se vio en Estados Unidos en enero no es descabellado pensar que su futuro comercial aquí pase por el DVD. No sé si mucha gente la echará de menos en los cines, a pesar de su conocido reparto.

· Tekken
Lo que decía de Prince of Persia se queda corto al hablar de Tekken. Este galimatías plagado de testosterona y un amago de ciencia ficción apocalíptica que en realidad nada importa a sus autores sólo ofrece lo que se ve en la foto, cuerpos atléticos y atractivos. Peleas, a pesar de que es la base del videojuego del que procede, más bien pocas, erráticas y no especialmente interesantes (por muy inevitable que sea incluir una entre dos de las mujeres del reparto). El guión (¿guión?) es lo que cabe esperar, un conjunto de situaciones mil veces vistas protagonizadas por los personajes de siempre con otros nombres, rostros y cuerpos (que, insisto, aquí lo del cuerpo parece que cuenta mucho). Un aburrimiento como cualquier otro que probablemente ni los fans más fans del videojuego admirarán.