James Bond está más vivo que nunca. Lo demostró Casino Royale, el relanzamiento de la saga con un nuevo 007, Daniel Craig, y sus espectaculares resultados en taquilla (de largo, la entrega que más dinero recaudó). Y lo confirma Quantum of solace, continuación directa de aquella (algo que no había sucedido hasta el momento en la trayectoria de Bond). Ése, aunque parezca una tontería, es uno de los elementos que hacen de Quantum of solace una película notable. Bond necesita una saga. Necesita que sus historias tengan continuidad. El error en el que cayeron los productores y guionistas de las últimas entregas, sobre todo las de Pierce Brosnan, fue el de crear un villano definitivo y una conspiración mundial única para cada película. Ya no será así. Bond tendrá una historia continuada de la que ya hemos visto dos entregas y seguro veremos unas cuantas más.
El otro gran acierto de este relanzamiento es el propio Bond. ¿Cómo reinventar un personaje que conocimos en el cine hace cinco décadas y que ya ha tenido cinco encarnaciones anteriores? Tan fácil como difícil: acercándolo a su tiempo. Y eso, en el cine actual, nos lleva a convertir lo inverosímil en creíble, lo fantástico en contidiano, lo humano en protagonista. James Bond, de la mano de un espléndido Daniel Craig, se está convirtiendo en un icono por si sólo, sin necesidad de acordarnos de los anteriores actores que tuvieron licencia para matar. Costó mucho que calara la idea de que un actor rubio encarnara a Bond, pero, con sólo dos películas en su haber, creo que ya ha conseguido que muchos no seamos capaces de pensar en otro actor para el papel en estos momentos. Y eso es mucho decir.
La diferencia entre Casino Royale y Quantum of solace hay que buscarla en el ritmo. La primera fue más pausada y discursiva, a pesar de tener grandes secuencias de acción. La segunda es mucho más frenética, multiplica las piezas de acción pero, al mismo tiempo, las simplifica, las hace más breves y directas. Más reales, en definitiva, y a contracorriente de buena parte del cine actual del género. No hay piruetas innecesarias (aunque hay alguna que roza la credibilidad de lo increíble, sobre todo en las dos primeras secuencias de este tipo, la persecución automovilísitca por carreteras italianas y la persecución a pie por los tejados de Siena), no se busca el más difícil todavía por encima de lo que requiere la historia. Quizá ese sea el gran mérito de Marc Forster, el director incorporado a la saga y que alcanzó fama por películas como Monster's ball o Descubriendo nunca jamás.
Este Bond deja momentos memorables, no sólo para la saga de 007 sino para el cine de acción contemporáneo en general. Sencillamente magistral es la escena en la ópera, magnífico es el sentido del humor (más bien del sarcasmo o del cinismo) que incorpora Cragia a Bond (y que alcanza su cima con la explicación que da el agente más famoso del cine en el hotel de Bolivia en el que pretende ocultarse) y que, ahora sí (superado ya el pesar por el desenlace de la historia de amor que vivió en Casino Royale), se convierte de nuevo en el Bond mujeriego que hemos conocido desde siempre. A eso contribuye la, una vez más, magnífica secuencia de los créditos iniciales, que recupera la iconografía más clásica de 007, acompañada por una sorprendente (y que cada vez me gusta más) canción de Jack White, cantada a dúo (otra novedad en la saga) con Alicia Keys.
Quantum of solace tiene todos los elementos que hacen de James Bond un icono del cine de entretenimiento: una acción frenética, multitud de paisajes exóticos, un villano a la altura, una chica Bond más que interesante y que se convierte en el reflejo realista de la Hale Berry de Muere otro día (Olga Kurlyenko se ha llevado muchas críticas por su acento español, y el doblaje tampoco contribuye a que mejore esa impresión; el personaje, en cualquier caso, es más interesante que el de la mayoría de las chicas Bond anteriores... y mucho más creíble), una banda sonora llena de adrenalina (a cargo del magnífico David Arnold, adueñado de la música de la saga desde la segunda entrega que protagonizó Pierce Brosnan) y un entretenimiento sincero y honesto.
Casino Royale me dejó con muchas ganas de ver la siguiente aventura de 007. Quantum of solace, sin ser una obra maestra que pueda gustar a todos los aficionados del agente o a todos los espectadores en general, aumenta esa sensación. Bond progresa. Y eso es una magnífica noticia.
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