Un buen western. Eso es Appaloosa por encima de todo. Es una película que, hablando en general, no habría destacado entre las grandes del género de haberse rodado hace 50 años, pero que habría gustado, habría sido bien recibida y seguramente habría ganado cierto valor con el paso de los años. Hoy es, en cambio, una muy apreciable muestra de un género que se resiste a morir y que produce pocos títulos. La sensación es similar a la que dejó hace algunos meses El tren de las 3.10, una satisfacción de seguir viendo películas de vaqueros como aquellas con las que casi todos los que llegamos o superamos la treintena hemos crecido (porque las nuevas generaciones no saben, en general, lo que es el western). No se acerca al nivel de Sin perdón (el mejor intento de revitalizar el género en las dos últimas décadas... y eso que fue el primero) y es inferior a El tren de las 3.10 pero Appaloosa es un buen filme, algo frío en su puesta en escena, pero que tiene una enorme baza para llegar al espectador: un trío protagonista sublime.
Ed Harris siempre ha sido uno de mis actores favoritos. Nunca he entendido porque su nombre no está junto al de los más grandes. Es un intérprete prodigioso que, además, ha ganado mucho con los años. Uno de los Oscars que más he llorado ha sido el que no consiguió por El show de Truman. Un placer seguir viéndole en forma. Viggo Mortensen también ha crecido, y en muy poco tiempo. Llego a El Señor de los Anillos sin ser nadie especial y salió de la Tierra Media convertido en un tipo interesantísimo. En Appaloosa he visto su mejor escena como actor, la última de la película. ¿Exagero? Quizás. Pero con esa sensación salgo del cine. Y qué decir de Jeremy Irons. Qué pedazo de actor cuando quiere o cuando no se vende a películas mediocres por un sueldo millonario. Brillante villano el suyo. Falla Renée Zellweger, una actriz a la que nunca le he visto nada interesante a pesar de su buena reputación y que tiene, sin duda, el personaje más flojo de la película, el que más agujeros provoca en el guión.
Los tres, sobre todo los dos primeros, aprovechan unos diálogos espléndidos (muy por encima del conjunto del guión), tan inteligentes en unas ocasiones como sarcásticos en otras. La película gana en esas situaciones concretras por encima de la historia general que cuenta, y eso queda en evidencia por el lento (necesario, pero lento) ritmo de la película en buena parte de su metraje, en comparación con el rápido final. Esa es una hermosísima secuencia que rezuma toda la belleza del western, que no necesita palabras en su parte final (y que seguramente tampoco necesitaba voz en off) y que coloca a Viggo Mortensen en lo más alto. Esa es su secuencia. Donde muestra que puede ser un actorazo, por encima incluso del buen trabajo que hace en el conjunto de Appaloosa.
Harris ejerce también de director (se pone detrás de las cámaras por segunda vez, tras Pollock, una película que tristemente ni siquiera llegó a estrenarse en cines en España). Compensa su frialdad en la puesta en escena con un hábil manejo de la cámara y un espléndido aprovechamiento de los actores. Quizá pesa más la intención de Ed Harris de afrontar un género querido (y que le lleva a ser coautor del guión e incluso a participar en las canciones) que hacer una película redonda. No lo es, pero sí es un entretenimiento de primer orden, con muchos detalles que recordar y un homenaje en toda regla al western más clásico y a muchos de sus títulos míticos. No es vano vemos vaqueros, indios, trenes, duelos y pistoleros. La esencia del western. Y eso, en esta época, tiene que emocionar por fuerza a quien recuerda Solo ante el peligro, La diligencia, Fort Apache o Centauros del desierto.
Yo no sé si el western se muere. Lo que sí sé es que el público le da la espalda y es difícil saber los motivos. Sobre todo cuando lo que produce son películas tan interesantes y entretenidas como Appaloosa. Ojalá este género no muera nunca y siga dándonos tan buenos momentos como nos ha dado en este 2008.
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