viernes, abril 29, 2016

'Capitán América. Civil War', simplemente impresionante

Por Sonia Rodríguez Fernández

Podemos decir que esta Capitán América: Civil War es una de las mejores películas hasta el momento de Marvel. Como inicio de la futura Fase 3 de Marvel, Civil War consigue su objetivo, engancharnos desde el principio. Anthony y Joe Russo logran darle a la cinta dinamismo y unas escenas de acción que no dejan indiferentes a nadie, en especial a los amantes de estos personajes de cómic. Aunque el título de la cinta, Capitán América: Civil War, nos da a entender que se trata de una posible tercera película sobre las aventuras del Capitán, tras El primer Vengador y El Soldado de Invierno, es mucho más que eso. Entre otras cosas, una presentación de futuros pesos pesados dentro del universo Marvel, como son Spiderman, interpretado por un refrescante Tom Holland, y Pantera Negra, con un Chadwick Boseman simplemente brillante.

Al resto de los integrantes del equipo ya los conocemos. Por un lado, el bando del Capitán (Chris Evans): Halcón (Anthony Mackie), Ojo de Halcón (Jeremy Renner), Ant-Man (Paul Rudd), el Soldado de Invierno (Sebastian Stan), Sharon Carter (Emily VanCamp) y la Bruja Escarlata (Elisabeth Olsen). Enfrente, el bando de Iron Man (Robert Downey Jr.): Viuda Negra (Scarlett Johansson), Visión (Paul Bettany), Máquina de Guerra (Don Cheadle) y los ya mencionados Pantera Negra y Spider-Man. Como telón de fondo e inicio de la disputa, los Acuerdos de Sokovia, responsables de la ruptura de los Vengadores. En estos, los gobiernos quieren ejercer un control sobre los superhéroes, sometiendo sus acciones a decisión de las Naciones Unidas (más si cabe, tras una desafortunada misión en África con numerosas bajas civiles).

Iron Man, afectado tras una conversación con una madre de una víctima de los sucesos ocurridos en Sokovia, considera que es mejor ceder ante la supervisión de los organismos internacionales para evitar estas desafortunadas situaciones. Por el contrario, surge la férrea oposición del Capitán, que defiende la importancia de la libertad de actuación para lograr realmente un mundo mejor. La aparición, por otra parte, del Soldado de Invierno complica aún más la trama, emponzoñando la situación. Como villanos encontramos a Crossobones (Calavera), interpretado por Frank Grillo, y Zemo, por Daniel Bhrül. Aquí tal vez podemos encontrar los únicos peros de la película: el primero, pese a su peso en los cómics, desaparece con relativa facilidad. Bhrül, por su parte, tiene una motivación que bien puede también atribuirse a la madre que sermonea a Iron Man, y que ya se ha usado mucho en otras ocasiones. Eso si, podemos atribuirle la hazaña de, siendo un simple mortal, consigue ni lo que un Dios como Loki logró: separa al grupo de héroes más poderoso del universo.

Los Russo han sabido adaptar de manera impecable el cómic al cine, creando una película casi perfecta, impresionante. Por su también reciente estreno, no podemos olvidarnos de Batman v Superman. El origen dela justicia y cabe hacer una comparación a pesar de ser universos distintos. Aunque la película de DC Comics tiene muchas cosas buenas, como un sorprendente Ben Affleck que calló a los más escépticos y una increíble Gal Gadot cómo Wonder Woman, nada tiene que ver con esta Civil War de Marvel, que demuestra una vez más que Marvel tiene las pilas mucho más cargadas que DC hasta la fecha. Quedan por ver algunos estrenos de ambas editoriales este año, como X-Men: Apocalipsis y Escuadrón Suicida. ¿Superarán a este Capitán América? Y un último apunte: no moverse al finalizar la película, ya que no una sino dos escenas adicionales nos esperan…

viernes, abril 22, 2016

'Toro', una oportunidad fallida

Eva fue una espléndida carta de presentación para Kike Maíllo. No era una película perfecta, pero sí una tremendamente llamativa, que confirmaba a su director como un espléndido emprendedor de género patrio. Por eso había bastantes expectativas puestas en este su segundo filme, Toro, pero el resultado final queda como una oportunidad fallida para que Maíllo se confirme en una primera línea. No es una mala película, ojo, no es un patinazo sin remedio, pero sí es por desgracia una cinta que deja mucho que desear en algunos aspectos que acaban resultando claves para que sus 103 minutos dejen algo frío y, sobre todo, con algo de perplejidad por la forma en que se han resultado algunas cuestiones que lastran bastante el filme. Toro tiene grandes ideas y podría haber sido un título más que notable, pero se queda en uno simplemente entretenido y con algunos defectos bastante palpables.

El principal hay que buscarlo en el guión. No precisamente por su apuesta por arquetipos y situaciones más o menos previsibles, porque de eso hay abundancia en el cine actual y tampoco es demasiado grave, sino porque hay momentos en los que Rafael Cobos (coautor del mucho más lúcido libreto de La isla mínima) y Fernando Navarro (uno de los nombres detrás de Anacleto, agente secreto) no se parecen haber tomado demasiadas molestias. Hay tantos elementos irreales en el filme (¿un arma de fuego en toda la película, y sobre todo en el clímax, una que además provoca más sorderas que sangre, cuando estamos hablando de una organización criminal supuestamente tan peligrosa?) y tantos comportamientos que no encajan en los personajes (el plano final de la primera secuencia y la misma resolución de la cinta) que siempre se tiene la sensación de que algo falla.

Y es una pena, porque hay un intento sincero de crear un thriller local con elementos muy interesantes. Maíllo le saca mucho partido, por ejemplo, a su reparto, destacando como casi siempre un Luis Tosar fantástico, también un José Sacristán calmado y complejo, e incluso aceptando el papel de Mario Casas como ¿héroe? granítico, pero también a una estética reconocible, que pasa por la llamativa desviación de unos créditos que se inspiran en los de los filmes de James Bond para encontrar una personalidad propia, la misma que Maíllo busca con el aspecto visual del filme. Para ello, no sólo no esconde sus escenarios, sino que presume de ellos. Hay valentía en esa decisión y Toro se beneficia mucho de ella. Pero la película se va derrumbando poco a poco por su inconsistencia y por su irregularidad, no sólo en el apartado cinematográfico sino también en el técnico, con escenas muy logradas y otras que no parecen de la misma cinta.

Maíllo sí demuestra que sabe moverse con cierta soltura, pero firma un segundo filme que está claramente por debajo del primero. No termina de encontrarle el punto perfecto para contar esta historia de venganzas y redenciones fallidas en la que demasiados elementos están por estar (la niña interpretada por Claudia Canal, hija del personaje de Tosar y sobrina del de Casas no tiene en realidad un papel definido) y en la que acaban sucediendo demasiadas cosas completamente inverosímiles que no encajan con los mismos personajes. Muy buenas intenciones, pero una ejecución muy por debajo hacen que Toro sea un filme un tanto extraño, que no termina de sacar todo el jugo de su dramático aunque manido poso ni del más que aceptable planteamiento con el que nace, y que el propio Toro echa por tierra cuando se le quiere convertir en el mayor de los antihéroes, un ángel de la venganza ensangrentado e imbatible, cuando en realidad, viendo lo que implica su comportamiento, es un simple ladrón de lo más torpe y descuidado. Lástima.

viernes, abril 15, 2016

'El libro de la selva', salto correcto

Disney se ha lanzado a adaptar en imagen real sus películas animadas más populares. El libro de la selva, la última de ellas, es un producto correcto, un salto adecuado, que sabe respetar los puntos más admirados de la cinta de animación y que, al mismo tiempo, se convierte en una versión actual para que el público actual descubra la disneyzación de los libros de Rudyard Kipling. Pero, al mismo tiempo, es poco más que eso, y se abre así una vía de decepción también bastante peligrosa. Es verdad que la tecnología le ha permitido a Jon Favreau rodar una de las películas más verosímiles con animales digitales, pero si eso es todo a lo que podía esperar es normal que la visión más optimista del filme se quede en esa corrección, la que permite pasar un rato entretenido aún a sabiendas de que no hay más expectativas que esas.

En ese aspecto, Favreau demuestra un enorme dominio en el terreno de los efectos visuales, algo que no es nada nuevo para quien disfrutara de sus dos primeras entregas de Iron Man. Si bien es más asequible crear cosas que son imposibles o propias del terreno de la fantasía mediante el trabajo por ordenador, no es fácil evitar el riesgo de que los animales sean artificiales, y el primer gran mérito que hay que admitirle a El libro de la selva es precisamente ese, que Baloo, Bagheera, Shere Khan, Kaa o incluso el sobredimensionado Rey Louie parecen reales en comparación con el único actor humano de la película, el joven debutante Neel Sheti, quien tampoco es que componga un Mowgli excesivamente memorable. Cumple, como casi todo en la película, pero hasta el clímax de la película no hay demasiado en su trabajo que invite a pensar en una carrera extraordinaria.

Revisado y admirado el trabajo digital, El libro de la selva se convierte en una de esas películas que invita a debatir largo y tendido sobre el doblaje. Con Bill Murray, Ben Kingsley, Scarlett Johansson, Idris Elba o Christopher Walken dando vida a los principales animales de la cinta, ¿tiene mucho sentido verla en versión original? ¿Se entiende así la personalidad que han dado estos actores a todos estos personajes animados? Desde luego, la versión original aporta un plus que la doblada se reconoce incapaz de alcanzar, y es una pena perderse el trabajo de semejante reparto. Pero en España el doblaje sigue mandando, y por eso la versión que muchos verán de El libro de la selva tendrá una tara esencial, independientemente de que el trabajo de los dobladores sea bueno y malo. El debate es más importante de lo que parece porque, hablando de una película con un único actor humano, se está suprimiendo el 100 por 100 de lo que hace buena parte del reparto original.

Puede ser injusto, pero quizá ese sea uno de los motivos por los que El libro de la selva no tenga la capacidad de enamorar que siempre se le puede atribuir a esta versión, la de Disney, del relato de Kipling. A pesar de algunos momentos interesantes, en los que un Shere Khan que quizá aparece demasiado poco se convierte en lo mejor del filme (junto con Baloo, aunque este desde una perspectiva mucho más humorística), la película de Favreau sufre de una falta de consistencia real en su mensaje (¿debe Mowgli actuar como un lobo o como un humano?). Como aventura para todos los públicos sí se entiende esa corrección en el resultado final, también como adaptación más del propio filme del estudio del ratón que de la novela original, terrenos en los que Favreau sí se mueve con bastante comodidad, pero sin riesgo, incluso replicando casi por sorpresa los números musicales de la cinta animada.

viernes, abril 01, 2016

'Hitchcock / Truffaut', ¡qué grande es el cine!

Hay pocos libros más importantes en la historia del cine que Hitchcock / Truffaut, una apasionante e imprescindible conversación que sostuvieron los dos cineastas a petición del francés para analizar en profundidad el cine del británico y que se publicó en 1966. Ese es el referente de Hitchcock / Truffaut, el documental que ha realizado Kent Jones. Y aunque no es exactamente un relato sobre cómo se fraguó ese libro y la posterior amistad entre Alfred Hitchcock y François Truffaut, que es lo que se podría pensar viendo el título y el cartel del documental, es uno de esos filmes que hay que ver. Podría tener el montaje más torpe, el guión más deslabazado y la narración más inconexa, que aún así este Hitchcock / Truffaut sería una maravilla. ¿Cómo no serlo si ahonda en lo grande que es el cine como medio, como entretenimiento y como arte, de la mano de un genio asombrosamente discutido en su momento como es Alfred Hitchcock?

El documental se mueve, en realidad, en dos escenarios diferentes. Por un lado, es, efectivamente, un relato de aquella entrevista, de cómo se cruzaron los caminos de dos directores tan diferentes. Jones, director del Festival de Nueva York, utiliza bastantes cortes de audio de aquella entrevista, las fotos con las que se documentó y muchísimo material del cine sobre todo de Hitchcock para explicar algunos de los pasajes de este imprescindible volumen. Por otro lado, es un análisis en toda regla de diversos elementos con los que el mago del suspense se ganó ese apelativo y se mereció, aunque hasta este libro no lo obtuviera en realidad, el calificativo de cineasta. El análisis, para añadir aún más peso al documental, no lo hace Jones sino una gran colección de autores a los que entrevista, entre los que están Martin Scorsese, David Fincher, Paul Schrader o Peter Bogdanovich, a quienes escuchar es siempre una absoluta delicia.

Todo en el documental, de hecho, es una delicia. Es verdad que no termina de satisfacer el objetivo de saber muchas más cosas sobre la entrevista, que no es una biografía de estos dos genios aunque atisbe algunos elementos biográficos de ambos, ni tampoco un estudio en profundidad sobre su cine, aunque sí de algunos de sus elementos. Pero cada momento, cada frase, cada plano que se ve en la pantalla sirve para aprender cine. Para ver cine. Para sentir el cine. Y eso, en realidad, no tiene precio. O si lo tiene es uno que nadie puede pagar. Por eso es una auténtica maravilla recibir clases magistrales de este calibre contenidas en un formato documental de apenas 80 minutos. Ese es el principal acierto de Jones, saber cómo ir fascinando poco a poco, por mucho que siempre dé la impresión de que apenas está rascando la superficie de lo que el libro ya había asentado como una biblia de lectura necesaria.

Por extraño que suene en un documental, también se puede decir que Hitchcock / Truffaut, el libro, es mejor que Hitchcock / Truffaut, la película. Pero dado que Hitchcock era un cineasta eminentemente visual, es también imprescindible que la lectura del libro se haga en paralelo a las imágenes. Para entender qué pretende Hitchcock con un plano concreto, ¿qué puede haber mejor que verlo? Esa es la tarea que emprende Jones como director de esta pieza. Y siempre queda la sensación de que, si se llegara a hacer una serie documental que abarcara todo el libro, el cinéfilo lo devoraría y lo adoraría con la misma intensidad. Son sólo 80 minutos, y aún así en cuanto termina la cinta y se encienden las luces de la sala es imposible no notar la enorme sonrisa que queda en la cara. La sonrisa que siempre produce la sensación de haber aprendido, una vez más, lo grande que es el cine. Y lo grande que fueron Hitchcock y Truffaut, genios de otra época a los que este filme rinde un sincero tributo.