lunes, mayo 30, 2011

'Thor. Tales of Asgard', decepcionante animación

Tras el estreno del Thor de Kenneth Branagh, llega este Thor. Tales of Asgard, una película de animación dirigida al mercado de vídeo. Y las expectativas eran altas en ambas. Branagh cumplió de forma notable. Esta cinta de dibujos animados, no. Y no cumple porque no se ha creído en el material. Los diseños no son malos, la historia es sencilla pero podría ser efectiva ante un público no demasiado exigente, al menos a los ojos de los aficionados al personaje de Marvel Comics. Pero es que el resultado es muy pobre técnicamente hablando, peor que bastantes series de televisión de dibujos animados, por debajo de otras películas de Marvel como Iron Man el invencible o Planet Hulk y, sin lugar a dudas, a años luz de la narrativa de los títulos de dibujos animados que ha desarrollado en los últimos años la competencia, DC Comics (a pesar de que estos también tienen ciertas limitaciones en cuanto a su trabajo de animación). Thor. Tales of Asgard se queda como un sencillo quiero y no puedo que sólo servirá a los completistas del género.

Thor es un adolescente arrogante y creído. En la edad del protagonista ya tenemos el primer punto de conflicto con lo que nos gustaría ver. Y es que hay una cierta manía en la ficción popular en convertir a los personajes más populares en adolescentes e incluso niños. No es mal experimento, y puede encajar en un capítulo de una serie de televisión con la misma facilidad que en una serie de cómics, pero chirría si estamos ante un único disparo para hacer llegar una historia al público, como es una película dirigida al mercado de DVD y Blu-Ray. Imagino que la razón de hacer perder años a Thor es para guardar distancias con respecto al filme de Branagh y que el público no piense que es un simple intento de ganar dinero a costa del esfuerzo de aquella película. Pero, al final, es exactamente lo que parece. De hecho, es difícil no ver en Tales of Asgard una especie de precuela de lo que vimos en el cine hace pocas semanas. Aparecen casi los mismos personajes y se hace lo posible para que sus personalidades encajen, aunque aquí parecen más planas que en el largometraje de acción real. Mala señal, porque suele ser al revés.

La simplificación de los personajes es total. Pero hay dos cosas que destacan en esa maraña de convencionalismos, héroes y secundarios cómicos. Por un lado, la primera escena de la dama Sif, que mejora con mucho la presentación del personaje que se vio en la película de Branagh y hace preguntarse por qué parece tan imposible que un personaje femenino encabece una buena película de este género. Por desgracia, su parte buena se queda ahí, en la primera escena. Su participación en el resto del largometraje de animación es pobre y tópica, hasta el punto de aparecer y desaparecer del plano a conveniencia. El otro punto destacable es el final en la película de Loki. Ahí se astisba ya al maquiavélico dios de la mentira que conocemos del cómic. El resto es lo previsto, héroes muy heróicos, secundarios cómicos muy cómicos, diseños muy espectaculares, cameos inevitables y un intento de acción a gran escala que queda frenada, insisto, por la pobreza de la animación, que cercena toda posibilidad de que esta entretenidilla película avance hacia el gran espectáculo que, sin duda, se intuye en las páginas del guión.

Quizá es demasiado castigo a los aficionados del personaje que Thor nunca llegue a empuñar su conocido martillo o portar su casco alado. Sin sus señas de identidad, el personaje de Thor queda en una situación de debilidad que puede hacer que los espectadores marquen distancia. La historia, desde luego, no merece tanto castigo porque cumple con su función de entretener, aunque deje puntos sin explorar que tampoco habían aparecido en la película de acción real como la presencia de la Encantadora (una retorcida mujer que da enseñanzas de magia a Loki). Hasta el clímax final, donde sí es fácil meterse de lleno en la película y disfrutarla, la floja animación distrae bastante (y es una pena que el flashback con la pelea entre Odín y Surtur no sea todo lo espectacular que merecería), pero Thor y su mundo de dioses merecen mucho más que este pequeño, irregular y limitado intento animado. Los completistas la disfrutarán. Los seguidores no demasiado exigentes de Thor, también. Pero para quienes no conozcan esta mitología es mucho mejor puerta de entrada la película de Kenneth Branagh. Indudablemente.

miércoles, mayo 11, 2011

Entrevista con Jaume Collet-Serra, director de 'Sin identidad'

Entrevistar a alguien como Jaume Collet-Serra es un placer. Y lo es porque es un placer hablar con él sobre cine. Se nota que sabe lo que dice, que se ha empapado de cine. Se nota que disfruta con su trabajo. Y deja muy claro que le encanta trabajar con gente que sabe más que él. Sin identidad me gustó mucho y ahora, tras conversar con él durante casi media hora es fácil comprobar el por qué. Collet-Serra sabe que la promoción forma parte de ese trabajo que ha escogido, que su labor no termina cuando la película llega a los cines y por eso cuenta detalles interesantes. Y sabe que en España lo habría tenido prácticamente imposible, y por eso cogió la mochila y se marchó a Estados Unidos con 18 años con el fin de aprender cine, de abrirse camino en Hollywood y de ir acercándose a las películas que le gustaría hacer. Sin identidad confirma que va por el buen camino.

En la conversación que mantuvo con un grupo de periodistas entre los que me incluía, Collet-Serra nos habló del rodaje de Sin identidad, de su trabajo con actores de la talla de Liam Neeson, Frank Langella o Bruno Ganz, de sus futuros proyectos (incluyendo una nueva versión de Dracula), del cine que le hizo adorar el séptimo arte y de cómo ve esta industria en estos momentos. Lástima que sólo fueran 25 minutos, porque queda la sensación de que este hombre tiene mucho que decir. Y si lo sigue diciendo en sus próximas películas con la misma claridad y buen hacer con el que habla en Sin identidad, me tiene garantizado como espectador. La entrevista completa la podéis leer en Suite 101.

lunes, mayo 09, 2011

'Destino oculto', entretenimiento asegurado... y algo más

Decir que Philip K. Dick es un escritor de ciencia ficción con una bibliografía muy apta para dar el salto al cine es algo que ya no puede sorprender a nadie. Destino oculto (lamentable título español, por cierto, de The adjustment bureau traducible como El departamento de ajustes) es la última película basada en uno de sus relatos. Y, como tantas otras, desde Blade Runner a Minority report, pasando por Desafío total (que está a punto de conocer un remake), es un producto que ofrece un entretenimiento seguro, siguiendo unos patrones tan solventes como reconocibles. Pero Destino oculto no es sólo eso. Hay más detrás de su aventura a medio camino entre la fantasía y la ciencia ficción. Y lo que hay es lo que tiene que ofrecer siempre una buena historia de género: motivos para la reflexión y para el debate posterior. No hay respuestas, pero sí preguntas. Y eso, si estamos hablando de una película de Hollywood que muchos verán sólo como un vehículo para comer palomitas, siempre deja un regusto muy dulce.

Destino oculto, aunque parezca mentira por lo que en realidad parece ser, es una fábula. Con una hermosa (y, quizá por eso, casi imposible) historia de amor en el primer plano y con un envoltorio de thriller, pero una fábula al fin y al cabo. Nuestros protagonistas son un político (Matt Damon) que aspira a ser senador por Nueva York (viendo cómo está la política, su personalidad quizá sea lo más inverosímil del filme) y una bailarina clásica (Emily Blunt) que se conocen de la forma más insospechada y que se enamoran a primera vista. A su alrededor, sin que ellos lo vean al principio, se mueven fuerzas que conspiran para que sucedan cosas. O para que no sucedan. Nuevamente, contar más supone alterar el orden en que los responsables de la película quieren que nos llegue la información, pero sí se puede decir que la historia se mueve en torno al libre albedrío, al destino y a lo que estaríamos dispuestos a hacer si supiéramos las consecuencias que pueden tener nuestras acciones. Fascinante debate para después de haber visto la película, por supuesto.

George Nolfi debuta en la dirección con Destino oculto. También se ha hecho cargo del guión, campo en el que tiene algo más de experiencia, aunque no mucha, y siempre en thrillers (El ultimatum de Bourne, Ocean's twelve). Y quizá sea en su labor detrás de la cámara donde se note algo la inexperiencia, donde este relato con muchas posibilidades no alcanza la maestría de Steven Spielberg, Ridley Scott o incluso Paul Verhoeven (quizá sólo reconocida con justicia en el Blade Runner de Scott) en la adaptación de escritos de Philip K. Dick. Pero, aún así, es más que solvente en las dos labores. En la dirección cuenta con un respaldo magnífico, que es el buen trabajo de su reparto, que es capaz de esconder algunas de las carencias del filme. Ni Matt Damon ni Emily Blunt se enfrentan al papel de sus vidas, pero ofrecen una química espléndida y, sobre todo, una verosimilitud, una sencillez y una humanidad que hace despuntar la película. Ellos, junto con la poderosa aparición de Terence Stamp, sostienen con fuerza Destino oculto.

Por supuesto, como en toda buena película de género, hay cuestiones que ponen en duda el universo de naipes levantado para construir la historia. Cuestiones que exigen un salto de fe por parte del espectador y que, si se da (y no es difícil darlo porque la narración engancha desde el principio), permite un disfrute muy amplio de la película. Como ejercicio cinematográfico, Destino oculto destaca por el espléndido uso de las elipsis temporales, conveniente aunque innecesariamente anunciadas en pantalla, pues Nolfi demuestra habilidad para no perder al espectador en la narración incluso sin alertarle del tiempo en que se mueve. Un gran sentido del ritmo en las escenas de persecución (no sería un relato de Philip K. Dick si no hubiera al menos una buena persecución) y en el montaje de la película (las sorpresas y las explicaciones se dosifican muy bien a lo largo del metraje, incluso tardando en aparecer), además de unos adecuados trucajes visuales completan el notable cuadro de Destino oculto.

Es evidente que los aficionados al género y los seguidores de Philip K. Dick esperan mucho cada vez que se anuncia una película basada en uno de sus relatos. Y, obviamente, Destino oculto no llega a las cotas de otros títulos anteriores como la infravalorada Minority report o la inolvidable Blade Runner. Si estamos buscando la obra maestra definitiva, no la encontraremos aquí. Pero si lo que queremos es una honesta y bien rodada aventura de fantasía y ciencia ficción, con actores carismáticos capaces de generar mucha empatía en el espectador (tanto en los momentos buenos -la hermosa y realista escena del autobús- como en los malos -la triste salida del hospital o la representación de danza previa a ese momento-) y un interés creciente en ver cómo se resuelve un misterio, aquí sí tenemos un producto casi perfecto. Da gusto encontrarse con propuestas como ésta en el mundo de la fantasía. No es el colmo de la originalidad, eso no, pero está tan bien hecha y llega tan fácilmente al espectador, que es difícil encontrarle pega alguna.

jueves, mayo 05, 2011

'Sin identidad', modélico y trepidante thirller

Hay cientos de películas con un protagonista que duda de su identidad, que tiene todo en su contra y que encuentra insospechados aliados por el camino para llevar a cabo una misión que no esperaba tener que cumplir. Un esquema que han tocado muy recientemente grandes como Scorsese (Shutter Island) o Polanski (El escritor). Y de vez en cuando hay algunos títulos que sobresalen en este manido género. Sin identidad es uno de ellos. No estamos hablando, obviamente, de Con la muerte en los talones, aunque no van los tiros muy desencaminados si pensamos en un referente temático y narrativo para Sin identidad, la última película del director español afincado en Hollywood Jaume Collet-Serra. Con un ritmo trepidante, un guión correcto y bien cerrado, y un reparto excepcional encabezado por el siempre magnífico Liam Neeson, Collet-Serra ofrece un thriller modélico, que entretiene desde la primera hasta la última escena tanto con lo que ofrece en pantalla como manteniendo ocupado al espectador intentando discernir los secretos que oculta en su trama. Y con una gran escena de persecución de coches.

Se tiende a contar demasiado de este tipo de películas, destripando buena parte del argumento antes de tiempo. Si la película está pensada para ir revelando poco a poco la información, ¿por qué reventarla ya desde el principio con su sinopsis? La trama comienza en Berlín, ciudad a la que llega un matrimonio. Él viene a participar en un congreso científico. De ella no sabemos nada más que está allí acompañando a su marido. Cómo se desencadena la trama es algo que merece la pena descubrir en la gran pantalla. A partir de ahí, lo que Sin identidad plantea es justo lo que indica su título (Unknown es el original), qué puede hacer un hombre para resolver un misterio en torno a su persona en una ciudad que no conoce, sin documentación, sin amigos, sin nadie que pueda confirmar que es quien dice ser, con todo en su contra. La duda entre la realidad por un lado y el sueño y la fantasía por otro se adueña de la película durante buena parte de su metraje, pero no es el verdadero motor de Sin identidad, pues el misterio es, en el fondo, sencillo. No hay nada en la película que haga pensar en trampas. Sólo una historia que se desarrolla. Y muy bien, por cierto.

Esto es así porque el reparto al completo se cree la historia tanto como su guionista (un casi desconocido Oliver Butcher) y su director, por rocambolesca que pueda parecer en algunos momentos y con los típicos pequeños errores que los más puntillosos siempre utilizan para desmerecer los muchos aciertos de una película. Liam Neeson es un gran actor y posee el suficiente carisma como para sostener por sí solo cualquier proyecto que se le antoje. Tiene las cualidades para parecer fuerte y desvalido casi con un simple cambio de plano, y eso le hace perfecto para este papel. Diane Kruger y January Jones le dan la réplica femenina, y si bien la primera parece ir mejorando con el tiempo (su primer papel importante fue Troya, donde estuvo más bien fría y demostrando sólo ser un precioso maniquí), January Jones (a la que pronto veremos en X-Men. Primera generación) se encuentra, quizá, con el aspecto más endeble de Sin identidad. Su personaje es el más deslabazado, en el que se concentran los mayores agujeros del guión y eso le impide destacar. Aidan Quinn y Frank Langella bordan sus breves papeles, más breve todavía en el caso de Langella. El primero es un actorazo que despuntó hace años y que ha pasado demasiado tiempo desaparecido. El segundo es un placer para la vista y para el oído.

Pero si el reparto cuenta con estos grandes nombres de Hollwyood, tampoco hay que desmerecer los actores europeos que forman parte de la película, encabezados por Sebastian Koch (La vida de los otros) y Bruno Ganz (el Hitler de El hundimiento). Todos ellos dan un lustre especial a esta película, que es capaz de mantener el suspense y la emoción durante sus casi dos horas de metraje. Tiene puntos álgidos, como la espléndida persecución en coche por las calles de Berlín (de las mejores que se han visto en el cine comercial de los últimos años; excepcional desde todos los puntos de vista), y el guión sabe moverse con la habilidad suficiente entre los momentos de menor ritmo narrativo, que no cansan, sino que actúan como momentos de paz antes de desatar de nuevo ese frenético avance de la historia que marca la película para bien. Porque no hay confusión, hay oficio y un muy buen trabajo de montaje. Eso es un mérito añadido en este género, que habitualmente hace trampas al espectador o agita demasiado la cámara y los efectos especiales para acabar perdiendo de vista la narración.

Lo cierto es que Sin identidad es toda una sorpresa, una muy agradable sorpresa, porque procede de un director que parecía especializarse, casi encasillarse, en el cine de terror, después de La casa de cera y La huérfana y el más que curioso paréntesis en su filmografía que supone una película como ¡Goool! 2. El nombre de Collet-Serra gana muchos enteros con Sin identidad, porque el thriller es un género que avusa de la repetición y de lo rutinario y ésta película no sufre ninguno de esos dos defectos. Al contrario, es una historia muy entretenida que avanza con naturalidad y lejos de esos fuegos de artificio que suelen ofrecer directores (y productores) con una reputación mucho más consolidada en el mundo del cine. Y si encima ofrece la oportunidad de pegarse el gustazo de ver a un reparto espléndido, Sin identidad se convierte en una de esas películas que merece la pena ver. Un notable gustazo.