viernes, febrero 27, 2009

Recuperando 2008

En apenas un par de meses, he recuperado buena parte del cine que se me escapó en 2008, con alguna sorpresa gratísima y alguna que otra decepción esperada.

· 4 MESES, 3 SEMANAS, 2 DÍAS
Durísimo filme rumano sobre el aborto, un puñetazo directo al estómago, que pretende ser parte de un proyecto más amplio que retrate la Rumanía comunista centrándose en las leyendas urbanas y la vida cotidiana por encima de la política. Como película se me queda algo corta, para mí tiene demasiada fama para lo que después ofrece. Pero como documento social es impagable. El gran acierto que tiene es su falta de conclusiones. No juzga a los personajes, los muestra al espectador para que éste sea quien decida. Al presentar secuencias muy largas y una ausencia casi total de montaje, la sensación de documental es absoluta. Lo mejor, el patetismo de la escena de cumpleaños y del plano final. Lo peor, que el cine como arte puede ofrecer más. Pero necesaria en cualquier caso.

· ANTES QUE EL DIABLO SEPA QUE HAS MUERTO
Una maravilla de Sydney Lumet que desgraciadamente ha pasado desapercibida para muchos. Una interesantísima historia negra de casualidades, traiciones y deslealtades familiares, magníficamente dirigida por Lumet (¡quién diría que tiene 84 años viendo el vigor de su cine!) y gloriosamente interpretada por Philip Seymour Hoffman, Ethan Hawke, Albert Finney y Marisa Tomei. No me termina de convencer el final, veo demasiadas historias sin cerrar, pero el desarrollo es tan espectacular que convierte esa sensación en un detalle sin demasiada importancia. Lo que habría sido una película notable crece hasta extremos insospechados con un calculado y preciosista montaje, que va desvelando información poco a poco y con una precisión asombrosa. Imprescindible, ya es un clásico.

· ASESINATO JUSTO
El único interés que tiene la película es ver juntos a Al Pacino y Robert de Niro, pero los pocos minutos que coinciden en pantalla en Heat valen mucho más que toda esta cinta. Ninguno de los dos está para ser especialmente recordado en esta película, pero hay que aprovechar las migajas que nos dejan en estos años oscuros de sus carreras, en los que participan en títulos olvidables incapaces de mostrar su talento en pantalla. Por lo demás, un rutinario thriller policial con la habitual sorpresita final que se ve venir casi desde el principio. Nada nuevo, nada especialmente interesante y todo muy olvidable. Por lo menos dura poco. Sólo perdura el placer de ver en pantalla a Brian Dennehy, un actor muy conocido en los 80 por sus papeles secundarios en películas como Cocoon o Silverado y que llevaba años desaparecido en la televisión.

· BOLT
Peliculita de animación, más entretenida y entrañable de lo esperado. Un digno producto Disney, lejos de las maravillas que nos dejó el mítico estudio en los años 90 y también lejos de la excelencia contemporánea de Pixar. La historia es tan interesante como rocambolesca (un perro, protagonista de una serie de televisión que él cree real, se pierde y poco a poco va descubriendo lo que es la vida real y no tener poderes fantásticos), y aunque en algunos momentos se acabe perdiendo en los mismos derroteros del blando cine de animación moderno con animales como protagonistas, tiene algunos hallazgos interesantes. Lo mejor, sin duda, el comienzo y la magnífica banda sonora de John Powell.

· CHE. EL ARGENTINO
Aburrido, lento y algo farragoso retrato del Che Guevara (un Benicio del Toro correcto que no termina de enamorar con un personaje tan goloso), primera parte de un díptico dirigido por Steven Soderbergh y que se nota demasiado que se ha cortado de forma abrupta paraque su estreno atrajera a más público (porque casi nadie está ya disputado a pagar por ver una cinta de cuatro horas de duración). La película se queda como una colección de escenas brevísimas (que a veces no llegan ni al medio minuto), lo que en ocasiones es hasta molesto, sin demasiadas explicaciones coherentes de lo que estamos viendo y sin demasiado interés salvo para un historiador. Lo mejor podría haber sido el discurso del Che en Naciones Unidas, pero el director lo segrega a lo largo del metraje, quitándole mucha fuerza. Una decepción más o menos esperada. Y todavía queda la segunda parte...

· LA NIEBLA
Lástima que casi nadie tome en serio a Frank Darabont (director que casi siempre busca obras de Stephen King para sus películas) cuando se asoma a mundos fantásticos, y sí cuando hace películas como Cadena perpétua (y eso que también es una adaptación de una novela de King). La niebla es una de las mejores películas fantásticas y de terror de la década, rodada con una precisión exquisita y con unas interpretaciones tan notables como la puesta en escena. Como toda gran película de horror, la historia esconde mucho más, muchas metáforas de la vida real, de la condición del ser humano, del miedo, de la desesperación, del fanatismo religioso y, por qué no decirlo, hasta de la política norteamericana contemporánea. Ojo al papel de Marcia Gay Harden. El final es demoledor... pero se ve venir. Eso sí, el gusto con el que está rodado se merece el más sincero de los aplausos. Como toda la película.

· QUEMAR DESPUÉS DE LEER
La confirmación de que desde hace ya algún tiempo los Coen ruedan más para su propio divertimento que por el gusto de hacer buen cine. Algo les ha pasado a estos hermanos, rompedores en los 80 y parte de los 90 y hoy rutinarios y poco divertidos. Quemar después de leer es una absurdez desde su propio planteamiento y sólo quienes le encuentren el punto desde el principio serán capaces de entender cómo es posible que se haga una película así. Quienes no lo hagan, verán asombrados todo su metraje, como me ha pasado a mí. Los Coen desaparecieron tras hacer El gran Lebowsky. Lo de después me sobra todo. No me creo a George Clooney, Brad Pitt o Tilda Swinton... ni a Frances McDormand, casualmente esposa de uno de los Coen, porque ya la he visto demasiadas veces en ese mismo papel.

· VICKY CRISTINA BARCELONA
Tres cuartos de lo mismo que con los Coen, Woody Allen se me antoja único cuando hace una película sin que se sepa muy bien qué quiere contar. Vicky Cristina Barcelona comienza con un planteamiento ya visto pero más o menos curioso (a pesar de una molestísima voz en off que parece tomar al espectador por idiota) y va derivando en un galimatías sin ningún sentido, con un forzadísimo viaje a Oviedo (¿peaje por el Príncipe de Asturias?). No me entusiasma lo más mínimo el personaje de Penélope Cruz, Scarlett Johansson cada día y cada película que pasa me parece menos interesante como actriz y Javier Bardem se pasea por la pantalla sin ningún cometido concreto. La película parece más un deseo de rodar con dos actrices atractivas que un intento de hacer cine. Aburrida, sobre todo aburrida. Pero, como todo, os fans de Woody sí le encuentran detalles positivos. No es mi caso. Sólo Match Point me saca de la rutina en la que ha caído en la última década.

lunes, febrero 23, 2009

Oscars 2008: una noche de pocas alegrías

Habida cuenta del fervor que ha encontrado Slumdog millonaire, seré de los pocos que no está pegando saltos para celebrar su aplastante victoria en los Oscars. Ganó en ocho de las nueve categorías en las que competía, sólo perdió en Sonido. El triunfo de esta película supone el fracaso del modelo que el propio Hollywood vende, un fracaso que ellos mismos han reconocido con estos premios, por paradójico que parezca. ¿Grandes presupuestos? A El curioso caso de Benjamin Button sólo le han dado tres trofeos menores. ¿Grandes actores? Ninguneadas La duda y El desafío. Frost contra Nixon, a las que no les dieron ni una sólo estatuilla de compensación. ¿Películas americanas? Gana una británica, presenta un australiano, una española se lleva una estatuilla y hasta un corto de animación japonés vence a Pixar... ¿Apuestas claras por una película? En Slumdog millonaire sólo creían quienes estaban trabajando directamente en ella, ya que sus productores pensaron incluso lanzarla directamente en DVD. Algo falla en todo el modelo.

Fue un aplastamiento al que no termino de encontrarle sentido, pero ya se sabe que esto de los premios es lo más subjetivo que tiene el subjetivo mundo del cine. Parece que había ganas de que una película modesta (sólo en comparación con otros títulos, claro, porque tachar de modesta una producción de quince millones de dólares podría ser discutible en muchos foros...) arrasara y para lograrlo se le dieron premios que pueden discutir incluso los más entusiastas seguidores de Slumdog millonaire. El ejemplo más claro, el de montaje. Atropellado, a veces confuso y muy videoclipero sobre todo en su primera mitad. Pero gana el Oscar. Cuando logró uno de los primeros premios, el de guión adaptado, ya se veía que la noche iba a ser de esta cinta. La ceremonia estaba planteada como un duelo entre Benjamin Button y Slumdog millonaire, y está claro quién ganó y quién perdió. ¿Declaración de inteción de Hollywood? Pese a todo, lo dudo. El primero que haga una superproducción, gana el año que viene.

Al margen de ese duelo, la gala pareció pensada y hecha para y por actores. Lo más elaborado fue la entrega de los galardones a los intérpretes y, curiosamente, lo que generó las ovaciones más cerradas y sinceras del auditorio. Cinco ganadores del pasado lanzaron elogios a los nominados de la mejor forma que supieron (y entre ellos destaco a unRobert de Niro que estuvo mejor que en la mayoría de las películas que ha hecho en la última década). A algunos seguro que les supo a poco lo que escucharon de sí mismos teniendo en cuenta lo que decían de sus colegas. Sorpresas, sólo una y relativa: Sean Penn. Todo el mundo apostaba por Mickey Rourke y fue una alegría que ganara Sean Penn (aunque sólo fuera por ver la mirada de felicidad de esta espléndida mujer y actriz que es Robin Whright). Su discurso de agradecimiento fue el más sincero, divertido y natural de la noche y compensó la decepción de no ver en el escenario al mejor actor del año, Clint Eastwood, ni al mejor de los nominados, Frank Langella.

El Oscar a Kate Winslet me dejó algo indiferente, pero fue todo un triunfo (esperado, eso sí) el de Heath Ledger. Es el primer actor que gana un Oscar por un personaje creado en las viñetas de un cómic y eso nos llena de satisfacción a todos los que llevamos años predicando la madurez del noveno arte y del género trasladado al cine. ¿Hubiera ganado de no haber muerto? Me apena pensar que no. El premio a Penélope Cruz estaba también cantado. No me gusta Penélope como actriz, Vicky Cristina Barcelona me parece una película bastante olvidable (por ser suaves) de Woody Allen y el personaje de la actriz española me parece del montón. Pero ya sabemos lo mucho que gusta en Hollywood un personaje que no está bien de la cabeza. Hacer de loco funciona por allí. Y esta vez ha funcionado. A mí no me alegra especialmente el premio precisamente por la competencia que tenía. Sin haber visto a Marisa Tomei en El luchador, las otras tres me entusiasmaron mucho más que Penélope.

Bien pensado, la gala me dejó muy poquitas satisfacciones. Además del homenaje póstumo a Ledger, premios que me encantaran sólo hubo tres: el de mejor película de animación para Wall·E (a pesar de lamentar la inmensa cobardía de no incluír a esta cinta en las categorías grandes o de no darle el Oscar al mejor guión) y los de Efectos especiales y Maquillaje para Benjamin Button. Lo malo es el mensaje que dejaron estos dos últimos. Cuando se estrenó la película de David Fincher, alabé el personaje de Brad Pitt, preguntándome cuánto de actor y cuánto de trabajo técnico había en él. La Academia, en una cita en la que quiso precisamente reivindicar el papel del actor en general, le dio un varapalo serio a una de las estrellas de su firmamento. Y no tenía la excusa del triunfo de Slumdog Millonaire para no premiar a Brad Pitt (ya que estamos, ¿por qué ningún actor de la película de Danny Boyle estaba nominado...? ¿Aquí sí pesó el carácter independiente y los nombres desconocidos del filme?)

Ni siquiera me gustó el otro Oscar que ganó El Caballero Oscuro (¡cómo la eché de menos en las categorías importantes!), sonido, puesto que supuso otro menosprecio de Hollywood a un tipo al que debieran hacer un monumento: Ben Burtt. Buena parte de lo que es Wall·E se debe al trabajo de este tipo, que revolucionó el mundo del sonido en el cine norteamericano hace ya tres décadas y sigue construyendo cine como si fuera el primer día. Pero el ninguneo a Burtt no es una sorpresa, viene de lejos. Es lo malo de trabajar para George Lucas y ayudarle a construir su criticado mundo de Star Wars. El que sí me apenó que perdiera la secuela de Batman begins fue el de Dirección artística, que fue el que compelto el trío compensatorio a Benjamin Button. Fue un reparto extraño de compensaciones y menosprecios.

Y si hablamos de compensaciones, Benjamin Button sale malparada pero al menos con tres premios. Los responsables de Mi nombre es Harvey Milk seguro que no esperaban que este título fuera el ganador de la noche, por lo que los premios al mejor guión adaptado y al mejor actor supusieron para ellos un triunfo descomunal. Los agraviados son La duda y El desafío. En el caso de la primera, ya estaban advertidos con las nominaciones. Ni a la mejor película, ni al mejor directory el guión adaptado tenía todas las de perder con Benjamin Button y Slumdog millonaire como competidores. Pese a todo, una lástima que no ganara la espléndida Meryl Streep. Pero a El desafío el ninguneo ha sido total. A Ron Howard era difícil que le premiaran después de hacerlo cuando no lo merecía, con Una mente maravillosa, pero se fueron de vacío todos los nominados por esta película que, insisto, para mí era a mejor de las cinco seleccionadas.

En el apartado musical, otra sorpresa negativa pero esperada. Slumdog millonaire arrasó. Un compositor indio pone música india a una película que se desarrolla en la India. Nada nuevo en el horizonte, pero sí algo exótico. La categoría de banda sonora siempre ha sido escenario de una colección de decisiones controvertidas. El premio suele ser para composiciones que son fácilmente olvidables y, al menos por mi parte, el de este año entra en esa categoría. Perdurará para siempre en mi cabeza la olvidada música de Hans Zimmer y James Newton Howard para El Caballero Oscuro, y entre las nominadas el Benjamin Button de Desplat. Se habla del buen rollo que deja la canción ganadora del Oscar. Totalmente de acuerdo, pero creo que es una canción ajena a la película y que, además, rompe con el espíritu de la cinta. Se premia con demasiada facilidad a canciones que adornan títulos de crédito (y hubiera sucedido lo mismo de haber ganado la de Wall·E). Las que nadie escucha en las salas porque se marcha en cuanto se acaban las imágenes, las que no sirven como vehículo narrativo sino comercial. Una pena.

Aunque se anunció que la gala iba a ser más corta de lo habitual, al final alcanzamos las tres horas y media acostumbradas. Pero la ceremonia fue amena gracias a un sorprendente Hugh Jackman. Una ovación con el auditorio puesto en pie puso fin a su introducción a la gala, la más brillante que se ha vivido desde que Billy Crystal dejó de presentar la ceremonia. Y después con su magnífico número musical (con una deslumbrante Beyoncé). Y con sus bromas con Brad Pitt por haber sido nombrado como el hombre más sexy del mundo. Estuvo magnífico y despejó todas las dudas que había despertado su elección, por ser el primer actor no cómico desde hacía dos décades que ejercía de anfitrión de los premios de la Academia. Impagable también fue el momento de un cómico por el que no siento demasiado cariño, Ben Stiller, imitando la reciente aparición televisiva de Joaquim Phoenix, junto a una Natalie Portman que me recordó por qué estoy enamorado de ella.

Y puestos a hablar de la alfombra roja y de los vestidos de las damas (entre ellos, el único que dio la nota, para bien o para mal según gustos, fue Mickey Rourke, metido en su personaje real hasta el final), la verdad es que hubo mucho y muy bueno. Marisa Tomei o Amy Adams estaban deslumbrantes, mucho más que correcta (y eso que no me apasiona) Penélope Cruz. Elegante como casi siempre Meryl Streep. Entre lo peor, Tilda Swinton. Pero en conjunto muy poco negativo, a pesar de que se vieron menos estrellas que de costumbre, dicen, por el secretismo que se guardó hasta el último momento en los presentadores de la gala. ¿Crisis? Con los vestidos y joyas que llevaban era imposible pensar que estábamos en un escenario de crisis. Menos mal que luego apareció Hugh Jackman con su decorado de cartón piedra para recordárnoslo. Y para hacernos sonreír, que con la que está cayendo no es poco en absoluto. Lo mismo que con el in memorian y ese final con el gran Paul Newman. Una lágrima tan merecida como el aplauso.

martes, febrero 17, 2009

Porra para los Oscar

Un año más, llega la noche de los Oscar, y como el Reverendo Pohr me ha pedido que aproveche este blog especializado para organizar una porra, pues aquí va. No incluyo todas las categorías, sólo las once principales, y mi elección va a ser una mezcla de apuesta y preferencia. Aviso que casi todos los años me suelo equivocar bastante, pero ahí quedan, en negrita, mis apuestas. Y más abajo, las razono y cuento alguna cosa más... No puedo ofrecer premio para quien acierta más categorías, pero si os apetece participar, podéis poner vuestras elecciones en los comentarios.
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· PELÍCULA
El curioso caso de Benjamin Button
El desafío: Frost contra Nixon
El lector
Mi nombre es Harvey Milk
Slumdog Millionaire
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· DIRECTOR
David Fincher (El curioso caso de Benjamin Button)
Ron Howard (El desafío. Frost contra Nixon)
Gus Van Sant (Mi nombre es Harvey Milk)
Stephen Daldry (El lector)
Danny Boyle (Slumdog Millionaire)
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· ACTOR
Mickey Rourke (El luchador)
Brad Pitt (El curioso caso de Benjamin Button)
Sean Penn (Mi nombre es Harvey Milk)
Richard Jenkins (The Visitor)
Frank Langella (El desafío. Frost contra Nixon)
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· ACTRIZ
Kate Winslet (El lector)
Anne Hathaway (La boda de Rachel)
Melissa Leo (Frozen River)
Angelina Jolie (El intercambio)
Meryl Streep (La duda)
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· ACTOR DE REPARTO
Josh Brolin (Mi nombre es Harvey Milk)
Heath Ledger (El Caballero Oscuro)
Robert Downey Jr. (Tropic Thunder)
Phillip Seymour Hoffman (La duda)
Michael Shannon (Revolutionary Road)
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· ACTRIZ DE REPARTO
Marisa Tomei (El luchador)
Penélope Cruz (Vicky Cristina Barcelona)
Taraji P. Henson (El curioso caso de Benjamin Button)
Viola Davis (La duda)
Amy Adams (La duda)
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· GUIÓN ORIGINAL
Courtney Hunt (Frozen River)
Mike Leigh (Happy. Un cuento sobre la felicidad)
Martin McDonagh (Escondidos en Brujas)
Dustin Lance Black (Mi nombre es Harvey Milk)
Andrew Stanton, Jim Reardon y Pete Docter (Wall·E)
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· GUIÓN ADAPTADO
Eric Roth (El curioso caso de Benjamin Button)
John Patrick Shanley (La duda)
Peter Morgan (El desafío. Frost contra Nixon)
David Hare (El lector)
Simon Beaufoy (Slumdog Millionaire)
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· PELÍCULA DE ANIMACIÓN
Wall·E
Kung Fu Panda
Bolt
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· PELÍCULA EXTRANJERA
The Baader Meinhof Complex (Alemania)
La clase (Francia)
Departures (Japón)
Revanche (Austria)
Vals con Bashir (Israel)
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· BANDA SONORA
Alexandre Desplet (El curioso caso de Benjamin Button)
James Newton Howard (Resistencia)
Danny Elfman (Mi nombre es Harvey Milk)
A. R. Rahman (Slumdog Millionaire)
Thomas Newman (Wall·E)
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Ha sido un año extraño. Resulta que cuando más se ha hablado de la crisis de ideas de Hollywood, más películas interesantes se han estrenado. Se han quedado fuera de las principales nominaciones títulos que yo habría incluído con los ojos cerrados. El Caballero Oscuro (no ha habido valor para apostar por una cinta fantástica, privilegio que ya logró El retorno del Rey y que seguro que tardaremos en volver a ver unos cuantos años...), Wall·E (confinada, como suele suceder con las obras maestras animadas, al Oscar del género... y al guión), El intercambio, Gran Torino (increíble el ninguneo a Clint Eastwood de este año), Antes que el diablo sepa que has muerto (la película de Sydney Lumet ha sido olvidada por completo) o La duda (que logra nominaciones a los actores y al guión, pero no película ni director). Revolutionary Road, que ha ganado premios en otros galardones, no la he visto, así que no la incluyo.
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Yo le habría dado un hueco en las principales categorías a cualquiera de esas películas por encima de dos de las cinco elegidas que me dejaron algo frío: Slumdog Millonaire y Mi nombre es Harvey Milk. Y sin embargo, la primera de ellas parte con opciones según la crítica y las encuestas. Mi favorito de este año tiene que ser por muchos motivos El desafío. Frost contra Nixon, pero tengo la sensación de que la ganadora va a ser El curioso caso de Benjamin Button. Tampoco me disgustaría, la verdad. El lector es la única de las cinco elegidas que todavía no he podido ver, pero me extrañaría mucho que fuera la ganadora. Con las nominaciones muy repartidas, y teniendo en cuenta el previsible reparto de los Oscar técnicos entre El curioso caso de Benjamin Button y El Caballero Oscuro, quizá se use el premio al mejor director y los guiones para reconocer los méritos de alguna otra de las cinco nominadas. Nunca entenderé que la mejor película no tenga al mejor director, pero la Academia hollywoodiense suele dar estas sorpresas...
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No se esperan muchas sorpresas en el apartado interpretativo (aunque cuando uno dice eso ya sabe que está tentando a la suerte y seguro que todo sale al revés...). Sería una gran sorpresa que Mickey Rourke y Kate Winslet no ganaran las estatuillas a los mejores actores principales, y lo mismo con Heath Ledger y Penélope Cruz en lo que se refiere a los secundarios. No son mis favoritos en casi ninguna de esas categorías, pero eso es lo que apuntan galardones previos. Para mí, la mejor actuación del año ha sido sin duda la de Clint Eastwood en Gran Torino, pero entre los nominados me quedo con Frank Langella y soy un incondicional de la actuación de Meryl Streep en La duda. Heath Ledger será el justo ganador con su Joker de El Caballero Oscuro (¿le habrían nominado de no haber muerto? Me da que no...) y, aunque no veo nada de nada en Penélope Cruz (ni en Vicky Cristina Barcelona), lo más normal es que la española gane.
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En cuanto a la película de animación, no considero otra posibilidad que no sea Wall·E. Si gana cualquiera de las otras dos, será el momento de plantearse la cordura de los académicos norteamericanos. En la categoría de película de habla no inglesa la cosa está muy abierta, pero yo aspotaría por la película israelí (¿influirá la política aquí...?) o la francesa. Y en cuanto a la banda sonora, asombrado todavía por la ausencia de la música de El Caballero Oscuro (bueno, en realidad no, porque anunciaron que quedaba excluída por una norma que fija el porcentaje de la música de la película que tiene que estar firmada por sus autores, y después la Academia dio marcha atrás), compuesta por Hans Zimmer y James Newton Howard, mi apuesta es para el cada día más interesante Alexandre Desplat. Me gustó su Benjamin Button.
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La ceremonia será en la madrugada del domingo. Hasta que empiece, tenéis tiempo de sobra para poner vuestros favoritos y, quien quiera, argumentar sus elecciones. Suerte a todos.

lunes, febrero 16, 2009

Dos genialidades más de Clint Eastwood

Clint Eastwood siempre ha sido una de mis debilidades. Como actor, siempre me gustó. Tenía un carisma especial, aunque muchos dijeron que lo suyo era una especie de no-actuación. Era el Hombre sin Nombre. Después fue Harry el Sucio. Y después se lanzó a dirigir. Con un clasicismo no exento de fuerza, me conquistó desde el principio. Y acumula ya un puñado de obras maestras que hacen que siga viendo sus películas como director con el mismo fervor con el que acudí a una sala de cine por primera vez para verla, en un lejano 1992 y con una película titulada Sin perdón. Con los años he recuperado el resto, pero aquella fue la primera. "Vamos a ver qué tal le ha quedado su ópera prima", decía irónicamente un compañero en el pase de prensa de Gran Torino. Y es que el muchacho tiene ya 78 añitos, pero parece que cada nueva película que estrena, y en pocos meses nos ha ofrecido dos, es la de su debut. Que nos dure muchos años porque hay gente que no se va a dar cuenta de lo grande que es hasta que no se nos vaya.

El intercambio es una pelícual que, a priori, engaña. A simple vista, parece el típico vehículo para el lucimiento de una actriz. Angelina Jolie lleva años intercalando proyectos de lo más comercial con otros que le den status de intérprete seria, y el papel de una madre que denuncia que el niño que le han devuelto tras ser secuestrado no es su hijo (una historia real, lo que sobrecoge aún más) encaja a la perfección en esta categoría. Pero si alguien cree que El intercambio es sólo la interpretación (bastante correcta, todo hay que decirlo, aunque yo siga sin ver nada extraordinario en esta actriz) de Angelina Jolie, se equivoca. Y como muestra, hay que decir que en las tres escenas más impactantes y logradas de la cinta, (el interrogatorio a un niño, clave para desentrañar el misterio; la vista contra el capitán de policía que se resiste a creer a la protagonista; y la ejecución... sin más) el protagonismo no descansa en la actriz, que incluso no aparece en la primera de esas escenas.

Al margen de la valoración que pueda merecer Jolie, El intercambio es una apasionante historia sobre el reto humano que supone vivir el secuestro de un hijo, pero también es un hábil retrato sobre la brutalidad policial (que abarca mucho más que salir a las calles con las porras y las pistolas). La mezcla de ambas tramas enriquece la película hasta convertirla en una apasionante historia cruzada, magníficamente rodada y, sobre todo, magistralmente montada. Además de la interpretación simple sobre el protagonismo de Jolie, también se corre cierto peligro de pensar que la película es demasiado larga. Un ritmo (premeditadamente) pausado y muchos posibles finales pueden acentuar esa sensación. Pero Clint Eastwood se mueve con maestría en ese terreno. Cuando uno piensa que la película va a acabar, el director añade una nueva escena llena de fuerza, siempre necesaria para comprender toda la dimensión del relato.

Eastwood trata aquí de reinventarse a sí mismo en cierta medida en su forma de rodar. Y lo consigue con el magnífico uso que hace del montaje. No cuenta la historia de forma lineal. Primero abre una segunda trama cuando la película parece abocada a quedarse instalada en el seguimiento de una madre coraje. No terminan de tener una cohesión absoluta ambas líneas (al menos hasta el tramo final), pero sí suficiente para que la película funcione de maravilla. Y después con el uso de los flashbacks. Duros y violentos, magníficamente narrados y fotografiados. Si a esto añadimos una dirección clásica y eficaz y un gran trabajo de los actores secundarios, sólo se puede decir que estamos ante una muy buena película. Quizá no de las mejores de Clint Eastwood como director (el listón está alto con peliculones como Bird, Sin Perdón, Mystic River o Million dollar baby), pero muy buena al fin y al cabo. Mejor de lo esperado.

Y sólo un par de meses después de El intercambio llega Gran Torino. Me he pasado meses pensando que ésta iba a ser, de entre las dos, la obra maestra de Clint Eastwood. Y no me equivoqué. Quizás menosprecie lo que iba a ser El intercambio, pero con Gran Torino las expectativas se cumplen. Eastwood ha asegurado que ésta será la última vez que aparezca en la pantalla, la última vez que actuará en una de sus películas. Y no se me ocurre mejor forma de despedirse que con un personaje ya mítico como este Walter Kowalski, un veterano de la guerra de Corea que, como dice en la película uno de sus hijos, sigue viviendo en los años 50, sin entender los muchos cambios generacionales y culturales que se han producido a su alrededor en las últimas décadas, carcomido por la culpa y solitario, muy solitario. Es, probablemente, la mejor interpretación que ha hecho nunca Clint Eastwood. Sobrio, humano y a la vez muy emocionante.
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Gran Torino (título que hace referencia al coche de 1972 que el personaje de Eastwood mima con tanto cariño, más que el que demuestra para con las personas durante buena parte del metraje) deja un puñado de escenas memorables, que se mueven entre la sonrisa y el drama, entre la tensión y casi la comedia. No oculta en ningún momento que estamos ante una película, dura, trágica incluso, pero real como la vida misma. Es curioso que Clint Eastwood, todo un mito americano y un personaje que en los 70 algunos confundieron con un neofascista, sea uno de los directores que mejor ha sabido interpretar en el cine moderno la multiculturalidad en los Estados Unidos de hoy en día (terreno que se preparó, aunque pueda no parecerlo por ser una cinta ambientada en la Segunda Guerra Mundial, con la magistral Cartas desde Iwo Jima). Porque ese es uno de los temas de esta película. Sólo uno de ellos, pues es tan rica que abarca muchos debates, desde las relaciones familiares hasta el conocimiento de uno mismo, pasando por lo que sabemos de la vida y la muerte.
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Espléndidamente filmada y narrada, Gran Torino quizá sea una película más propia de unas décadas atrás que del moderno cine que nos acecha, y por eso tiene tanto valor. Un clásico como Eastwood que rueda como lo hacían sus maestros y que sigue enganchando a las audiencias contemporáneas. Y que, además, es capaz de rodar sus películas en un espacio de tiempo muy reducido. Porque sabe lo que quiere y cómo lo quiere, y por eso, cuando su personaje llora en la pantalla (en una de las mejores escenas que ha rodado nunca Eastwood), el espectador se siente arrastrado a llorar con él. Quizá aquí tenga alguna laguna en el guión más acentuada que en El intercambio y quizá la sencillez con la que rueda este genio haga pensar a algunos que se trata de un filme demasiado simple. Quizá. Para mí, Gran Torino es una joya. Una más de Clint Eastwood. Larga vida para él...

sábado, febrero 14, 2009

'Slumdog millonaire', mejor documento social que película

La sorpresa del año no me parece que lo sea tanto. Slumdog millonaire llega precedida por un torrente de premios y nominaciones y del aplauso crítico prácticamente unánime. Por la forma en la que está construída y por los defectos que tiene, me quedo con la sensación de que tiene mucho más valor como documento social que como película. Interesa mucho más descubrir y describir muchas cosas sobre la India que el común de los mortales (y de los turistas) no suele conocer, que la epopeya de un joven que, por amor, acaba concursando en el Quiero ser millonario de ese país. Interesa mucho más ver la mendicidad de los niños, la violencia que se ejerce sobre ellos, las bandas organizadas o la actuación policial, que el cuento de hadas en el que se quiere convertir Slumdog millonaire (sensación que no termino de tener por un detalle que no puedo revelar sin reventar la película).

La historia de la gestación de Slumdog millonaire casi merecería una película. La filial de cine independiente de Warner pasó a mejor vida y uno de los proyectos a los que afectó fue éste. Durante un tiempo se pensó en estrenarla directamente en DVD, y al final se acabó distribuyendo en colaboración con la filial para este tipo de cine de 20th Century Fox. El director de la película es Danny Boyle. Su título más representativo sigue siendo el que le lanzó a la fama, Trainspotting, todo un fenómeno cultural en su momento (mucho más que estrictamente cinematográfico). Rompedor hasta la médula (aunque seguro que menos de lo que él pretende), lleva eso hasta el extremo en esta película, en sus encuadres imposibles, en su montaje acelerado y en un escenario muy difícil de retratar (para que India quedara realmente reflejada, contó con la colaboración de una codirectora, Loveleen Tandan) pero que capta muy bien.

Decía que pretende ser un cuento de hadas. Pero se le escapan ciertas cosas para serlo. El final es demasiado previsible como para lograr la emoción que espera (y merecería) despertar. La historia, de partida, es preciosa. Slumdog millonaire relata como un chaval sin recusos de Bombay acaba poniendo a todo el país delante de la televisión para ver si consigue ganar el gran premio de Quieres ser millonario. El guión, narrado durante tres cuartas partes de la película con flashbacks intercalados, deja muchos agujeros, no juega con las elipsis tan bien como podía haberlo hecho. Falta información y, sin embargo, alguno de los episodios se antoja demasiado largo. Otros, en cambio, son impresionantes, dramáticos o divertidos, como por ejemplo cuando el joven protagonista decide lanzarse a un pozo de heces (tiene una obsesión Danny Boyle con los retretes...) con tal de llegar a tiempo de que su estrella de cine le firme una foto. Por eso tiene la película un ritmo algo irregular.

Uno de los detalles que se pierde con el doblaje es uno de los aspectos que contribuyen decisivamente a que la atmósfera de la India esté adecuadamente captada en la película. Boyle la rodó en un 20 por ciento en hindú, proyectándose con subtítulos en inglés. Pero en España la vemos íntegramente doblada. Los actores en su conjunto hacen un trabajo muy interesante, en especial Amil Kapoor (como el presentador del concurso) y los dos protagonistas, Dev Patel y Freida Pinto. Y teniendo en cuenta que es un programa que ha tenido notable éxito en España es inevitable pensar cómo habrían sido las escenas del concurso con el presentador que tuvo en España, Carlos Sobera.

Otra cosa que no termina de convencer de Slumdog Millonaire es que tiene muchas cosas ya vistas. Y su trasfondo televisivo encuentra dos claros referentes, dos excelentes películas como son Quiz Show y El show de Truman (no profundizo más en los paralelismos para no destripar a nadie ésta película, pero sí quiero decir que desde mi punto de vista sale perdiendo la cinta de Danny Boyle con respecto a las otras dos). La Academia (y otros muchos premios) se ha volcado con esta película y le ha dado nada menos que diez nominaciones a los Oscar. Para mí, excesivas, y más teniendo en cuenta lo que se ha quedado por el camino. Además, la comparación con las dos películas anteriores, a las que ignoró, es un punto más en su contra. Parte en buena posición en las apuestas, pero para mí queda como la apuesta exótica de Hollywood (esta vez, y esa es la novedad, con una película británica), como lo fue Juno el año pasado o Pequeña Miss Shunshine hace dos.

Aunque parece que he hablado más de lo negativo que de lo positivo, Slumdog Millonaire es una buena película. Entretiene mucho y está correctamente construida hasta un tramo final que busca el cuento de hadas y se queda en cierta inverosimilitud. Pero no acabo de ver tanta genialidad como había leído antes de entrar en la sala.

jueves, febrero 12, 2009

'El desafío. Frost contra Nixon', indispensable

Richard Nixon, tras dimitir como presidente de Estados Unidos, se sube a un helicóptero para abandonar la Casa Blanca por última vez. Antes de introducirse en el aparato, saluda a los presentes con ambas manos y justo antes de darse la vuelta, lanza una mirada penetrante y desafiante para quien la quiera entender. Al otro lado del mundo, en Australia y después de presentar su programa de variedades, David Frost está viendo ese momento por televisión. Y ese momento preciso le llama la atención. Arquea una ceja en señal de sorpresa. Le ha mirado a él. Le ha retado a él. Y entonces lo tiene claro: su misión será entrevistar a Nixon, a cualquier precio personal o profesional. Desde ese instante, probablemente una de las licencias ficticias que se toma la película, El desafío. Frost contra Nixon atrapa al espectador para no soltarlo en las dos horas siguientes. Dos horas de cine indispensable, de perfección casi absoluta en todos los terrenos.

El desafío narra los pormenores de la entrevista que Frost le hizo a Nixon tres años después de que éste abandonara la Casa Blanca, acuciado por el caso Watergate. Sólo por su valor histórico y político, esta película ya tendría una razón de ser. Pero va mucho más allá. Es un mensaje maravilloso sobre por qué muchos hemos soñado durante tanto tiempo con ser periodistas, es un ataque directo a la corrupción política, es un retrato de personajes brillante, es una lección magistral sobre cómo adaptar al cine una obra de teatro (con todo lo que eso debe suponer de expansión de escenarios, recursos narrativos e incluso personajes) es un prodigio de puesta en escena y es una maravilla en muchos de los terrenos que intervienen en la creación de una película, desde la magnífica partitura de Hans Zimmer o a la siempre adecuada fotografía de Salvatore Totino, pasando por un montaje brillante.

Hablaba de ese primer instante en el que Frost decide entrevistasr a Nixon, pero no es, ni mucho menos, el único que perdurará de esta película. La llamada telefónica de madrugada (un momento ficticio), el momento en el que un Nixon acorralado confiesa sus pecados (el escalofrío que me recorre la espalda durante el segundo que todo se queda en silencio sólo puede significar que ahí está la magia del periodismo... y del cine) la última visita de Frost a la villa de Nixon, la conversación en la que Frost invita a celebrar su cumpleaños a pesar de estar siendo vapuleado por el ex presidente... Y qué difícil es rematar una película y qué bien acaba El desafío. Porque, como dicen tanto Frost como Nixon, un duelo tiene siempre un ganador. Ambos saben quién ha sido pero uno no acaba de tener claro por qué perdió, cómo llegó a esa situación de soledad que tan bien describe el filme con un en apariencia simple plano final.

Ron Howard plantea casi un combate de boxeo. Los dos contedientes lanzándose sus mejores golpes, las dos esquinas en las que preparar el siguiente asalto, con sus respectivos preparadores (enorme el cruce de miradas entre ellos antes de la cuarta y última sesión de la entrevista) y cuatro rounds de una intensidad maravillosa. Sin artificios baratos, sólo con la puesta en escena, con una planificación de planos brillante y con unos actores que bordan sus papeles. Frank Langella intimida, emociona, enfada y asombra a partes iguales. Es la cumbre de su carrera, sin duda. Michael Sheen, que hace no mucho dio vida a Tony Blair en La reina (del mismo guionista que El desafío), está igualmente brillante. Ante una interpretación tan soberbia, quizá sea injusto decir que está un peldaño por debajo de Langella, pero lo que está claro es que su cara a cara en esta película forma ya parte de la leyenda. Las preguntas que se cruzan antes de iniciar la entrevista, el momento en el que Frost paga a Nixon el anticipo por la entrevista o la conversación telefónica a la que me he referido antes son sólo unas muestras.

Al director le facilita mucho la tarea el hecho de que Frank Langella y Michael Sheen ya dieran vida a los personajes en la obra de teatro en que se basa la película. Pero sería injusto no darle crédito a Ron Howard, un director que no parece suscitar demasiado fervor crítico. Supongo que no ayuda el hecho de que una de sus películas recientes más aburridas, Una mente maravillosa (brillantísimas actuaciones y poco más), fuera la escogida por la Academia para darle el reconocimiento en forma de estatuillas. Salvando un tufillo comercial en su forma de rodar (que no se ve demasiado en El desafío, y eso, por desgracia, probablemente le restará espectadores), es un tipo valiente, capaz de abordar todos los géneros con solvencia. Desde hace muchos años le cogí cierto cariño por esa maravilla de la fantasía que es Willow, y Cinderella Man me descubrió a un cineasta mucho más grande. Y El desafío le confirma definitivamente. Volverá al cine familiar (El Grinch), el de acción (Rescate, Llamaradas) o el más puramente comercial (El código Da Vinci) pero si cada pocos años nos deja una película de este calibre, merecerá la pena.

El desafío. Frost contra Nixon es una película para todos los que creemos que el periodismo sirve para algo, para todos los que nos metimos en esta profesión soñando con descubrir la verdad de las cosas, para todos los que tengan algún interés (por mínimo que sea) en la política (norteamericana o no), para todos los que sepan saborear una película llena de gestos, miradas y detalles que construyen una historia tanto como unos diálogos brillantes. Qué demonios, es una película que todo el mundo tendría que ver. Tan fascinante como indispensable.

miércoles, febrero 11, 2009

'Mi nombre es Harvey Milk': Sean Penn por encima de todo

No es fácil evaluar una película como Mi nombre es Harvey Milk. Con una temática comprometida, una historia que es necesario contar (y extrapolar a otros hechos de la historia más reciente, y no sólo de Estados Unidos) y un actor impresionante encabezando el reparto, es fácil caer en la tentación de pensar que estamos ante una película de esas que perduran en el tiempo. Pero a mí se me queda coja por muchos sitios. Si este filme permanecerá en la memoria es casi exclusivamente por Sean Penn y por el espléndido reparto que tiene. Lo demás, y a pesar del reconocimiento que ha obtenido esta película en las nominaciones a los Oscar, queda muy por debajo de las posibilidades que ofrecía el material y, por desgracia, se queda en un biopic más.

Mi nombre es Harvey Milk narra la historia del primer político norteamericano que hizo pública su condición homosexual antes de ser elegido. Una historia sin duda fascinante, por todos los matices políticos y sociales que tiene. Existe un documental titulado The times of Harvey Milk que, según dicen (no lo he podido ver), es ujna auténtica joya. La adaptación cinematográfica de este hecho real lleva muchos años, pasando por las manos de directores muy diferentes entre sí. El propio Van Sant pudo hacerla hace más de quince años (con Robin Williams como protagonista) y después estuvieron cerca de dirigirla Oliver Stone (¿cómo hubiera sido esta película en manos de un polemista como Stone?) y Bryan Singer.

Sean Penn por encima de todo, decía. Y es verdad. Es un actor inmenso y lo demuestra película tras película. Aquí crea un personaje formidable. La limitación de dar vida a un personaje real es para Penn una oportunidad de ir evolucionando un personaje. En cada escena se ven cambios, poco tiene que ver el Harvey Milk inicial que no sabe qué hacer con su vida con el que acaba ocupando un puesto político de relevancia, en sus gestos, en sus palabras y hasta en sus miradas. Está sencillamente fantástico. Y el resto del reparto no se queda atrás. Desde un formidable Josh Brolin (otra vez demostrando una capacidad camaleónica envidiable; ¿cómo es posible que este mismo actor sea el que viene de dar vida a George Bush?), hasta un muy creíble James Franco, pasando por Diego Luna o Emile Hirsch. Todos formidables, convincentes y convirtiéndose en el pilar fundamental de la película.

Pero el resto falla. Van Sant no termina de darle un aire propio a la película. Las elipsis son confusas y en algunas cosas inexplicables, el director no acaba de decidir si le interesa un Harvey Milk narrador (al que introduce en algunos momentos) o simplemente protagonista de la historia, no termina de saber si quiere contar una odisea personal (la de Milk, con su pareja, con su carrera, con su vida) o la de un colectivo (el de homosexuales y la lucha por el reconocimiento de sus derechos), si quiere una historia cinematográfica o una casi documental. Y, así, se mueve entre un tono de cine independiente y de gran producción hollywoodiense sin concretar demasiado. Y con tanto interés en mostrar cómo es la comunidad gay de San Francisco, queda la sensación de que no forma parte del mundo real. En el lado positivo, además del reparto, hay que colocar la interesantísima banda sonora de Danny Elfman, que demuestra que se mueve bien en la realidad, alejado de los mundos fantásticos que ya ha conquistado de la mano de Tim Burton.

Mi nombre es Harvey Milk es una de esas películas necesarias, pero que no llegarán a todo el público que podría haber alcanzado de la mano de otro director. Una película fundamentalmente de actores y, en especial, de su protagonista, de un Sean Penn magnífico como casi siempre. Pero una película que, probablemente, se olvidará con rapidez, sobre todo si no es la ganadora en la noche de los Oscars. Quedará más como lección de historia moderna que como película. Y sigo dándole vueltas a los títulos de las películas en España. ¿Por qué Milk se traduce aquí como Mi nombre es Harvey Milk? Algún día habría que investigar quiénes deciden estos cambios y en base a qué criterios...