David Fincher es un director sorprendente. Debutó con Alien 3, mucho mejor película de lo que muchos creen (y que habría sido mejor de ver la luz en cines su montaje, disponible en DVD). Con Seven cambió por completo todo un género, y eso es mucho decir. The game fue una peliculita que no hizo demasiado por su carrera, ni para bien ni para mal. El club de la lucha le convirtió en director de culto (aunque yo nunca he llegado a entender el fervor por esta película, que me parece, de largo, lo peor que ha hecho). La habitación del pánico gustó más a quienes disfrutamos de sus primeras películas que de la anterior, pero en todo caso disparó las alarmas. ¿Estaba David Fincher estancado? Y entonces, con cinco años de separación, hizo Zodiac. Y volvió a reinventar un género. Después de una gran película como Zodiac, las expectativas pueden despertar las iras contra un director. El curioso caso de Benjamin Button demuestra que David Fincher es uno de los grandes. Se ha hecho adulto. Y su público con él.
Desde fuera y a priori, El curioso caso de Benjamin Button no parece una película para David Fincher. ¿Una historia de amor contada a través de toda una vida? No encaja con lo que ha hecho hasta ahora. En los años 90, se relacionó este proyecto con Steven Spielberg como director y Tom Cruise de protagonista, y quizá al Rey Midas de Hollywood le hubiera venido como anillo al dedo esta historia. Pero esta ficción no oculta el triunfo de Fincher con este título. No es que salga airoso de un proyecto difícil, es que le da un estilo propio. Si buscamos referentes para esta película, es obligado pensar en Forrest Gump, por la sucesión de acontecimientos históricos que rodean esa historia de amor. En lo formal, El paciente inglés y el relato de amor en el lecho de dolor y muerte. El curioso caso de Benjamin Button supera a ambas en todo. Es más drama que comedia, pero no esquiva los momentos más divertidos de una historia singular. Es más intimista que épica, pero, como en toda vida, tiene momentos álgidos.
Benjamin Button es un hombre que vivirá un crecimiento distinto al de todos los demás. Nace viejo y morirá joven. Sus arrugas irán desapareciendo, su artritis o sus cataratas las dejará atrás a los veinte años, su mente infantil crecerá en el cuerpo de un anciano. Su vida en ningún caso podrá ser como la de los demás. Y eso se aplica a todos los terrenos de su vida, también y sobre todo en el amoroso. Porque ésta es, por encima de cualquier otra consideración, una historia de amor, tierna, preciosa, dura en ocasiones, pero que deja un regusto de emoción y de ilusión muy difícil de conseguir en el cine actual. Y David Fincher lo consigue, además de con un espléndido guión, con sutiles artificios. Coloca la historia (la narración de la historia más concretamente) en medio de lo que aconteció en Nueva Orleans cuando el Katrina arrasó la ciudad. Esperanza por encima de todo. Como con el mensaje final de su primer amor. Y, sobre todo, con la pincelada de humor del hombre al que alcanzaron siete rayos. Es la lección más hermosa que deja la película, una de las muchas que ofrece, todas ellas optimistas y vitalistas sin caer en la sensiblería más fácil y evidente.
Brad Pitt no es un actor que me apasione. Funciona como estrella (y como estrella que es incluso le da un cameo en esta película Shiloh, hija del actor y de Angelina Jolie, cuando apenas tenía diez meses de vida), en las revistas, en las premieres, pero casi nunca me ha gustado como actor. Disfruté con él muchísimo con su breve papel en Thelma y Louise, pero desde entonces no me había entusiasmado, nunca le había visto perfecto para un papel. Hasta hoy. Es muy difícil decir cuánto hace el actor por la película y cuánto hace el trabajo de efectos especiales (hermoso y natural), es una frontera muy delicada e imposible de trazar. Pero lo que está claro es que Brad Pitt se convierte en Benjamin Button desde el primer momento en que aparece en pantalla, sin importar la edad (real y aparente), la altura o la parte de la historia que esté viviendo. Es un trabajo notable y digno de elogio, a la altura del resto del reparto, en el que destacan como nombres más conocidos los de Cate Blanchett y Julia Ormond.
Abarcar toda una vida en una película tiene sus aparentes desventajas. La más notable, la duración, que en este caso llega hasta las dos horas y tres cuartos (quítenle cinco minutos todos aquellos que se levantan de sus asientos antes de que acaben los títulos de crédito; lo siento por ellos, se perderán la última pieza de una extraordinaria partitura compuesta por el cada vez más interesante Alexandre Desplat). Quizá alguien hubiera metido la tijera en la sala de montaje, sobre todo en la primera media hora, pero todo en la película merece la pena. Notable es la labor de Fincher a la hora de utilizar la elipsis como un recurso narrativo más, un recurso que pocos director saben emplear ya con acierto. La poesía y la belleza que contiene toda la película, recibe además un epílogo tan hermoso como el comienzo. El agua y el destino por un lado, el tiempo hacia atrás por el otro. Poesía.
El curioso caso de Benjamin Button es una película magnífica y hermosa, la consolidación de David Fincher como un director serio y maduro, el que apuntó en Seven, el que se desarrolló en Zodiac. Chapeau.
1 comentario:
Gran película (no puedo decir lo mismo de la compañía).
He de confesar que me apetecía verla, aunque en el último momento también pensé en Walkiria... tras la duda inicial, una voz lamentable dijo:
-"es que Walkiria es un remake"...
-¿has visto la original? -respondióle el narrador.
-no...
-¿entonces qué mierda te importa?
-es que... Walkiria empieza 20 minutos más tarde, y me espera mi mamá.
-ignorante el narrador de que "El curioso caso de..." es más larga y acabaría más tarde.
...vericuetos de la vida, que a unos nos lleva a conversaciones absurdas, y a otros a que le caigan 7 rayos en una misma vida.
Y no puedo dejar de decir que me encanta Kate Blanchet. Muy creíble y muy... interesante. En cuanto al amigo Bradio, bastante correcto.
El argumento y la línea narrativa es original y no deja indiferente. La historia de amor y de las edades, eterno debate.
Quicir. ¿Nos podemos ir?
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