sábado, octubre 31, 2009

Esto es Halloween

Todo lo que encierra Halloween está en una película: Pesadilla antes de Navidad. Todavía recuerdo mi asombro al ver por primera vez cómo Jack, rey de la ciudad de Halloween, descubría lo que era la Navidad, intentaba perfeccionarla y sólo al final se daba cuenta de que lo suyo era Halloween. Todavía recuerdo como el primer día la fascinación que me provocó ver esa animación de muñecos, que cobraban vida delante de mis ojos y colmaban todos los sueños que puede tener una mente imaginativa delante de una pantalla de cine, sin importar la edad que se tenga. Éste fue el primer largometraje que se hizo íntegramente con la técnica de animación stop-motion y, aunque es un musical, fue una ruptura completa con el tono del cine de dibujos animados dominante en la época (en pleno resurgir de Disney con La sirenita o La bella y la bestia).

Pesadilla antes de Navidad de Tim Burton, rezaban los carteles. Y, sí, el gran fabulista Tim Burton estaba detrás del invento, de los diseños y de la historia. Pero no dirigió la película (se metería en este mundo de marionetas él mismo años después, con La novia cadáver), eso lo dejó en manos de Henry Selick, autor de la también deliciosa Los mundos de Coraline (basada en una novela de Neil Gaiman, el asombroso creador de Sandman o Stardust). Si a ese cóctel le añades la banda sonora, canciones y voz (en el original, la de Jack) de Danny Elfman, el compositor fetiche de Tim Burton y un genio musical que trajo un torrente de original a la música cinematográfica sobre todo de los 90, Pesadilla antes de Navidad se convierte en una experiencia inolvidable y, sobre todo, muy recomendable.

La película es sobre la Navidad, sí, pero también es una fábula sobre Halloween. Al fin y al cabo, el filme comienza así, explicándonos lo que es Halloween.



Pero tengo que reconocer que prefiero la versión original. La introducción, a cargo de Patrick Stewart, tenía que haberla hecho el gran Vincent Price, pero murió antes de poder ser el narrador de la película.



Lo celebréis o no, feliz Halloween a todos.

lunes, octubre 26, 2009

El nuevo 'Equipo A'

Juntemos los conceptos "serie de éxito" y "años 80" y tendremos uno de los argumentos preferidos de los estadios de Hollywood. Quienes crecimos en esa década, tenemos muchas series que ahora recordamos con nostalgia (la mayoría ya han sido objeto de remake, sea en cine o en televisión) y, obviamente, somos casi seguros compradores del producto que nos ofrezca hoy el cine para satisfacer ese recuerdo. Que llegara una película sobre El Equipo A, no era más que cuestión de tiempo. Y Hollywood ya está en ello, ya está rodando una adaptación cinematográfica de la serie en la que más disparos se realizaban y, proporcionalmente, menos muertos había (¿llegó a morir alguien en la serie...?).

La foto que encabeza esta entrada es la primera imagen oficial de El Equipo A que llegará a los cines en junio de 2010 (en Estados Unidos, claro; en España ya veremos si no nos ocurre lo de otros estrenos de cada verano, que se retrasan dos o tres meses). Y si bien el nombre del director, Joe Carnahan, no me supone una garantía de nada (sólo un par de películas como director, ninguna demasiado conocida), lo cierto es que el reparto y la nostalgia me atraen lo suficiente como para decir que sí, que yo será uno de esos treintañeros nostálgicos que pagarán una entrada por ver la película.

Liam Neeson puede ser el perfecto Hannibal Smith (sólo espero que le incluyan en el guión esa frase de "me encanta que los planes salgan bien), aunque sustituir a George Peppard tiene lo suyo. Sharlto Copley, el protagonista de Distric 9 del que se decía que no tenía interés en seguir actuando, parece que ha cambiado de opinión. De momento, pega como el loco Murdock. Bradley Cooper, uno de los protagonistas de Resacón en Las Vegas, lo tiene más que complicado para mejorar el Templeton Peck de Dirk Benedict. Y Quinton Rampage Jackson sabe que sólo tiene que imitar a Mr. T para hacer un perfecto M.A. (lo que tardé en descubrir lo que significaban esas siglas: Mala Actitud).

De la protagonista femenina (inevitable, por mucho que se trate de una historia sobre cuatro ex jmilitares perseguidos por la Ley por crimen que no cometieron) también hay foto, aunque no oficial. Jessica Biel es una actriz que casi todo el mundo conoce, pero de la que apenas se recuerdan películas memorables. No se sabe nada de su papel, pero parece por lo que ha trascendido que no será el de Amy, el que la actriz Melinda Culea interpretó en la serie de televisión. Habrá que esperar para confirmarlo.

Como en casi todas las adaptaciones, lo mínimo que se pide es que se respete aquello que todavía hoy nos hace recordar el original. Yo me conformaré con que Hannibal pronuncie su frase, con ver alguna bronca entre M.A. y Murdock y con que suene en algún momento la sintonía de la serie. Porque la inolvidable e inimitable furgoneta, por lo visto, sí la están utilizando...

sábado, octubre 17, 2009

'District 9', imprescindible metáfora social

La ciencia ficción es un género que provoca reacciones encontradas. Hay mucha gente que lo rechaza. Entiende que los marcianitos o las naves espaciales no van con ellos. Por otro lado, están los que adoran el género, y desatan fenómenos frikis, a veces desmesurados, que han encontrado en Internet el mejor terreno para propagarse. Puede que District 9 sea un producto perfecto para explicar la existencia de estos dos grupos. Que ha generado pasiones entre los aficionados al género es algo que está fuera de toda duda, no hay más que darse una vuelta por el ciberespacio (en IMDB ha recibido una puntuación de 8,4). Y habrá quien no sienta interés en verla porque nos habla de una peculiar invasión extraterrestre. A estos últimos hay que animarles a que la vean y salgan de su error de base. Sí, salen seres alienígenas. Y les podrá gustar o no, pero no por eso. Porque la película no va sobre eso. District 9 es una magnífica reflexión sobre la intolerancia, la inmigración y la naturaleza humana.

Se tiende a minusvalorar el poder de la ciencia ficción para hablar de la realidad, pero la Historia está llena de ejemplos de sentido contrario. Es imposible no acordarse de Ultimátum a la Tierra cuando uno piensa en las mejores películas sobre la guerra fría. O pensar en La invasión de los ladrones de cuerpos si se trata de la caza de brujas del mccarthismo. O rememorar La guerra de las galaxias para entender la respuesta optimista de Hollywood a la depresión en que quedó sumida la sociedad americana tras la guerra de Vietnam. Ahora, District 9 se suma a esta ilustre lista por ser una de las películas de los últimos tiempos que mejor nos habla sobre la intolerancia, sin necesidad de tomar como punto de partida una situación real (con lo que, además, se eliminan los prejuicios que se puedan tener sobre ese hecho).

Llega una nave extraterrestre a la Tierra, y se coloca sobre Sudáfrica, sobre Johannesburgo. En la nave no hay invasores, sino refugiados, millones de seres de los que sabemos poca cosa y que han llegado a nuestro planeta en lo que en el mar habríamos tachado de patera, sólo que mucho más grande. Las autoridades crean un gueto para alojar a estas criaturas mientras se piensa qué hacer con ellas. Ha nacido el distrito 9, una zona de miseria, crimen y corrupción en la que malviven los extraterrestres. Sólo por elegir África como escenario, esta película ya tiene un inmenso valor. Porque rompe con esa tan extendida costumbre en el cine de que las invasiones sólo se produzcan en Washington o Nueva York. Y, aunque sea indirectamente, quizá consiga que alguna mirada se detenga en el país sudafricano y en lo que sucedió allí durante algunas décadas.

Y es que ahí está el origen de la película, en el Apartheid. Su director, Neill Blomkamp, nació y creció en Johannesburgo y trasladó sus vivencias a este escenario de ciencia ficción. Que nadie se rompa la cabeza pensando quién demonios es Blomkamp, pues éste es su primer largometraje. Pero no su primer trabajo. De hecho, District 9 está basada en un cortometraje, Alive in Joburg, que él mismo dirigió en 2005. Este llamó la atención de Peter Jackson, el responsable de la saga de El Señor de los Anillos, y le escogió para que dirigiera la adaptación al cine del videojuego Halo. Como ésta película no vio finalmente la luz, Jackson le ofreció a Blomkamp treinta millones de dólares para hacer la película que quisiera. Y fue ésta. Igual que no sonorá el nombre del director, tampoco lo hará el de su protagonista, Sharlto Coopley, ya que es su primer papel y al parecer no tiene ningún interés en seguir trabajando como actor.

La película captura desde el principio, rodado como un falso documental. Poco a poco, la ficción evidente se va introduciendo en la trama, con planos que ese documental no podría de ningún modo conseguir, y va evolucionando hacia la historia que se quiere contar, aunque sin renunciar a magníficos insertos de la televisión o de cámaras de vigilancia. Poco a poco, con una naturalidad ejemplar, con un estilo formidable y con una manera de rodar magnífica, quizá impropia de un debutante. Quizá lo más convencional de District 9 esté en su climax final, donde se producen las concesiones más evidentes y abundantes a la ciencia ficción menos reflexiva y más de acción, pero estas concesiones son también necesarias para satisfacer al aficionado a los buenos efectos especiales (elemento que, en cualquier caso, es indispensable en el género). Se llegaron a rodar seis finales, que sin duda veremos en el DVD.

District 9 funciona a todos los niveles. No importa que no tenga grandes nombres o un presupuesto desorbitado. Ni el desconocimiento de los actores ni el nivel de los efectos especiales (muy buenos en los primeros planos, flojean algo más en los planos abiertos) suponen lastre alguno al filme. La ciencia ficción sí que está en plena forma, y esta película es una muestra evidente porque prima la imaginación, el talento y la metáfora social. Chapeau.

lunes, octubre 12, 2009

'Ágora': hermoso envoltorio, lagunas narrativas

La trayectoria de Alejandro Amenábar cubre con buena nota una nueva estación más. Ágora es una película notable, a partir de la cual se podrán mantener muchos debates sobre la capacidad real de este cineasta español, una rara avis en una industria como la nuestra, que tiene los pies en ella pero la mente lejos, realmente lejos. Su formación, a nivel de aficionado, procede de Hollywood. Admira a Hitchcock, a Kubrick, a Spielberg (la herencia de éste último es especialmente notable en esta su última película). Y por eso domina el cine de género. Eso lo supimos desde su debut, en Tesis. Ahora también sabemos también que domina el cine espectáculo con un talento innato y preciso, con un dominio absoluto de lo que sucede delante de la cámara y fuera de su enfoque, tanto de la imagen como del sonido, que desemboca en un envoltorio hermoso.

Lo que hace de Ágora una película especial es que se trata de una rareza en nuestro cine que, además, abre caminos nuevos. Muchos siguieron las diferentes sendas abiertas por Tesis, Abre los ojos y Los otros. Mar adentro fue para Amenábar la posibilidad de demostrar que no sólo sabía moverse en el cine de golpes de efecto. Pero también llegamos así a la debilidad de Amenábar: la historia. En Ágora, como le sucedió también en sus anteriores películas (aunque las sorpresas escondieran en parte esas lagunas), no termina de aclarar qué nos está contando. No sabemos si es la historia de una filósofa aficionada a la astronomía que vive en una época de fanatismos religiosos o la historia de los fanatismos religiosos alrededor de una filósofa aficionado a la astronomía. No sabemos si es una historia más grande que la vida o una historia de amor intimista.

En esa indefinición temática en la que se mueve Ágora, a Amenábar se le escapan bastantes cosas, sobre todo el ritmo de la película. El relato, dividido en dos partes, sufre muchos altibajos, y sólo cabe preguntarse cómo le ha afectado el recorte final de quince minutos tras el pase de la película en el Festival de Cannes. Quizás le haya beneficiado, y eso dice poco del guión (obra del propio Amenábar y de su inseparable Mateo Gil) y de las pretensiones del director. Amenábar es un espléndido espectador, sabe lo que quiere ver y con la cámara lo captura con maestría, pero le cuesta articularlo como guionista. Como le pasa también en su faceta de músico. Para esta película ha aprendido que otro punto de vista puede enriquecer el producto final. Por primera vez no es él quien compone la música y deja esa labor en manos de Dario Marianelli, cada vez más interesante, quien compone una potente y muy adecuada banda sonora que ayuda a la película. Puede que el mejor paso ahora para Amenábar sea dirigir una película escrita por otro.

Porque dirigir, lo que se circunscribe a la tarea de dirigir, Amenábar lo hace de fábula. En Ágora da un paso de gigante con respecto a sus anteriores películas, y lo evidencia en los planos más cargados de simbolismo (todo está en las formas elípticas), en los experimentos formales que se permite (un plano del revés) y, sobre todo, en los espléndidos dos climax de la película (bien podría decirse que es lo mejor que ha rodado hasta hoy), el asalto a la biblioteca de Alejandría (es sencillamente magistral la forma que tiene de sugerir el avance de los cristianos mostrando únicamente cómo van cediendo los cerrojos de la puerta) y la resolución final de la historia. La segunda parte, de hecho, gana en intensidad porque las piezas que en la primera mitad quedaban deslabazadas empiezan a cobrar sentido. Incluso algunos actores, como es el caso de Max Minghella (hijo del fallecido director Anthony Minguella), crecen en este segundo y último acto.

Rachel Weisz es una actriz de importante prestigio, pero que a mí no termina de convencerme. No consigue dar a Hipatia el carácter que emana de la figura histórica, aunque uno no puede dejar de preguntarse si es por ella o por el entorno que le rodea, principalmente esos altibajos en el guión. A veces Amenábar parece prestar más atención a sus secundarios, y con ellos sí transmite lo que busca. Borda su papel de Amonio, un cristiano vehemente, el actor israelí Ashraf Barhom (al que se pudo ver en La sombra del reino), y con él sí se van entendiendo a la perfección los cambios de punto de vista que pretende ofrecer la película. Al final, Alejandría se convierte en el mejor personaje de la película. Amenábar consigue meterse y meternos en la ciudad antigua y sentir que estamos allí, en la Historia, aunque en esta historia no logre meternos tanto.

Ágora es una película notable, producto de un realizador capaz de plasmar en la pantalla la realidad que quiera con clase y categoría, pero también evidencia algunas conocidas lagunas narrativas que lastran su cine (lo que le crea a Amenábar ciertos detractores entre la crítica). Pero es, insisto, un intento noble y notable que deja un regusto dulce, crítico pero dulce, al salir del cine. Por lo que muestra, por cómo lo muestra, por las vías que abre en la industria cinematográfica al mostrarlo y porque es la obra de un director que no tiene miedo a saltar al vacío, con o sin red. A veces le sale mejor, a veces le sale peor. Pero Amenábar crece en cada película, ofrece algo nuevo de sí mismo y de su capacidad para rodar. Y eso, hoy en día, vale su peso en oro.

jueves, octubre 01, 2009

Enemigos públicos, héroes eternos

Cuando uno escribe historias de superhéroes, es difícil resistir a unir a Superman y Batman. Se hizo en la serie de animación del Hombre de Acero de los años 90 (la primera historia se llegó a comercializar en DVD con el título de Superman / Batman La Película; fantástica, por cierto) y la del Caballero Oscuro de la presente década. El cine todavía espera ver a los dos héroes juntos (lo intentó hace años Wolfgang Petersen). En el cómic, ambos personajes han caminado juntos casi desde su existencia, a finales de los años 30 del siglo pasado, en la serie World's Finest Comics primero, en las colecciones regulares de ambos personajes, en números especiales y, más recientemente, en la serie Superman & Batman. El primer arco argumental de este cómic mensual es el que ha servido de referencia a Warner Animation para su última película basada en héroes de DC Comics: Superman / Batman: Public enemies. Una película cuya principal razón de ser es agrandar la ya de por sí inagotable leyenda de dos héroes eternos.

Dada su breve duración (66 minutos), es fácil entender la gran simplificación a la que se ve sometida la historia original, que abarcó seis números de 24 páginas. El cómic no era precisamente una obra de arte irrepetible ni un sesudo análisis de los personajes, sino un simpático entretenimiento que tenía su principal atractivo en la ingente cantidad de héroes y villanos que desfilaban por sus páginas. Como gancho, el guionista Jeph Loeb (muy recomendable la lectura de sus dos grandes trabajos para Batman, El largo Halloween y Dark Victory) ofrecía también alguna que otra pincelada sobre los orígenes y el futuro de Batman y Superman. La película prescinde de todas esas subtramas y se centra, además de en las numerosas escenas de acción (motor principal de la película, que nadie espera una historia existencial), en la relación de amistad entre ambos superhéroes. Bromas, chistes privados y mucha confianza. Interesante de ver, sin duda, por atípico.

Atípico es también el comienzo de la película, ya que plantea un mundo en crisis, más o menos como la que se está viviendo en la actualidad, pero en un escenario aún más desesperado, con revueltas sociales incluídas. Una pena que sólo sea el prólogo de la película, el gancho con el que justificar que Lex Luthor, el mayor enemigo de Superman, haya llegado a convertirse en presidente de Estados Unidos (para así, y tras varios acontecimientos, declarar a Superman enemigo público y ofrecer una recompensa por su cabeza), y no el motor argumental de la cinta. Bien distinta (y tremendamente atractiva y novedosa) podría haber sido la película de haber seguido esos derroteros, pero la acción manda y es la pieza esencial de esta cinta. De hecho, hay una traslación casi literal del cómic a la pantalla de casi todas las luchas (y sus diálogos). Con la misma y sencilla ambición, no demasiado elevada, de ver en acción a cuantos más personajes del universo DC como sea posible.

Paradójicamente, lo mejor de la película no está en las escenas de acción (sencillas, bien resueltas, pero no muy originales para quien conozca las aventuras de Superman y Batman; prima más el deseo de satisfacer al fan, de hacer una lectura casi directa del cómic, que el de hacer algo diferente), sino en las pequeñas conversaciones entre los dos héroes. Las alusiones de Superman a Lois Lane y su vida conyugal; los detalles que evidencian que, pese a aser como la noche y el día, Superman y Batman se conocen como lo que son, dos viejos y grandes amigos. Es decir, la perspectiva más novedosa, sobre todo para quienes estén acostumbrados a ver a los paladines de Metropolis y Gotham sólo en el cine y por separado. Visualmente, Public enemies es tan atractiva como cabría esperar, con el destacable detalle de respetar los diseños de los personajes que el dibujante Ed McGuinness hizo para la versión original en las viñetas.

No es una película imprescindible en la mitología de ambos héroes, pero sí un buen entretenimiento, como casi todas las recientes películas animadas que está produciendo sobre héroes DC (Justice League: The new frontier, Green Lantern: First Flight, La muerte de Superman y Wonder Woman -estas dos últimas ya editadas en DVD en España-). La película se acaba de estrenar en DVD en Estados Unidos, ya veremos cuándo llega a nuestro país... si es que llega. En todo caso, siempre es un placer escuchar en la versión original la voz de Kevin Conroy, el mejor Batman animado posible.