Es casi imposible trazar una frontera entre Transformers y su secuela. Forman parte del mismo cuerpo narrativo, cinematográfico y comercial. Tienes más o menos las mismas virtudes y más o menos los mismos defectos. Cambian algunos matices, pero en realidad estamos viendo más de lo mismo. Quien viera la primera entrega, sabe perfectamente lo que se va a encontrar en la segunda, para bien o para mal (me encuentro en el segundo grupo, claro). Quien conozca el cine de Michael Bay, conoce sobradamente lo que puede ofrecer este director (no mucho para mí, como ya ha acreditado en su filmografía). Transformers. La venganza de los caídos (vergonzoso ejercicio de traducción y doblaje, otro más; el título, Revenge of theFallen, hace referencia al nuevo villano, al que en la versión española llaman... The Fallen) es una película palomitera que no está a la altura del universo que aborda y que tanto entretenimiento ha ofrecido a generaciones de chavales, plagado de efectos especiales, de peleas confusas, de líneas de diálogo absurdas y humorísticas en exceso y de personajes humanos planos.
Si alguien busca originalidad en Transformers. La venganza de los caídos, que pierda toda esperanza. El objetivo es ofrecer más, independientemente de su calidad (a veces parece incluso que a costa de ella). La base argumental es vieja (la misma que se utilizó, por ejemplo, en Alien vs. Predator) y el guión tampoco se esfuerza en darle verosimilitud alguna. El problema no está ahí, ya que es evidente que una historia sobre robots gigantes que utilizan la Tierra como campo de batalla no es precisamente un argumento basado en hechos reales que podría servir de punto de partido a una película de autor. Sabemos lo que vamos a ver. Pero el problema es que no hay ni siquiera un esfuerzo de aportar coherencia a lo que se cuenta. Importa sólo el espectáculo, y eso se puede llevar por delante todo lo demás. ¿Que en un segundo sobra un personaje y al siguiente tiene que volver? Hecho. ¿Que un robot necesita un poder específico en un momento dado y después nos olvidamos de él? Hecho. Aceptado eso, quizá esta nueva entrega de Transformers pueda entretener a alguien, de la misma forma que la primera pareció entretener a unos cuantos (si no, es difícil explicar el éxito de taquilla de ambas).
Michael Bay no es precisamente santo de mi devoción y, en cambio, sí me atrae el universo de los Transformers. Con esa paradoja en mente, en la que el temor a un filme insulso vence a la ilusión que uno pueda sentir por los personajes, cuando uno se sienta ante la pantalla para ver este grandilocuente espectáculo la sensación es la misma de hace exactamente dos años: decepción. Y esta vez se ve incluso acentuado porque ahora sí consigue Michael Bay mostrarnos, por un breve instante, lo que podría haber dado de sí una película sobre estos seres. Hay una escena, sólo una, en la que se atisba inteligencia y espectáculo a partes iguales, la única escena en la que lo que se ve en la pantalla está a la altura del inmenso esfuerzo que han hecho los técnicos de efectos especiales, una pelea entre Optimus Prime (líder de los Autobots, los buenos) y varios Decepticons (los malos) en la que no nos perdemos en ángulos imposibles y movimientos confusos. Ahí se ve lo que podrían haber ofrecido estas películas, un filme de acción y fantasía de primera magnitud.
Pero sólo es un espejismo que se rompe en esa misma escena con otro de los defectos de la película, la imposibilidad de descifrar con claridad lo que aparece en pantalla. Los robots, tan fácilmente diferenciables en las series de televisión o las líneas de muñecos, aquí parecen todos iguales (salvo Optimus y Bumblebee). Son amasijos de hierros que nada tienen que ver con los vehículos en los que se transforman, en su modo humanoide es imposible distinguirlos en el marco de una pelea y, para colmo, a muchos de ellos ni siquiera se toman ya la molestia de presentarlos. Salen más, salen algunos mucho más grandes (y otros muchos más pequeños, el caso es sólo sumar) y, sobre todo, salen más graciosos. No es que hagan gracia, pues hay demasiados personajes que caen en lo peor de la tradición del secundario cómico (y cuando digo demasiados, quiero decir casi todos), pero el objetivo de ponerles en pantalla es ese, ser graciosos. O infantiles, que quizá el objetivo es vender muñecos a los pequeños de la casa y no, en el fondo, hacer una buena película. O directamente estúpidos.
A veces uno se pregunta si Michael Bay rueda películas con dos únicos propósitos: visitar lugares exóticos y de una belleza incomparable (cuando aquí llegan a la ciudad perdida de Petra uno recuerda el maravilloso partido que le sacó Spielberg en Indiana Jones y la última cruzada y lo compara inevitablemente con la pobreza que ofrece Bay) y juntar mujeres espectaculares a las que rodar tan sexys como pueda, da igual que sean mecánicas en apuros con pantalones ceñidos o universitarias en celo de mirada penetrante. Megan Fox vuelve a ofrece lo único que parece tener, todo un catálogo de poses sensuales (su primera aparición en la película es toda una declaración de intenciones), y Michael Bay se recrea en ello con planos que parecen directamente inspirados en Los vigilantes de la playa. Mucha carrera y poco que contar. Como toda la película, en realidad. Shia Labeouf completa lo que ya inició hace dos años, más carreras, más saltos, la misma cara continua de preocupación. Y John Turturro se mantiene en la triste línea de Transformers.
Esta Venganza de los caídos es una de esas películas de acción y ciencia ficción que rompen taquillas. Nada que discutirle por ese lado, Michael Bay parece haber dado con la fórmula que lleva a públicos de muy diversas edades a los cines y sólo queda asombrarse por cada dolar y euro que recaude. Pero es también una de esas películas que se conforman con ser un producto fácil, terriblemente infantil y tópico hasta más no poder. Que sean Transformers o cualquier otro tipo de criatura, mundo fantástico o excusa argumental ya es lo de menos. Todas ofrecen lo mismo. Con más o menos explosiones, con más o menos bellezas femeninas, con más o menos chistes fáciles, absurdos o escatológicos (de los que aquí hay un exceso; jamás hubiera creído, ni siquiera en una película de Michael Bay, ni siquiera en un subproducto dirigido a chavales de ocho años sin cerebro, que un personaje, siguiendo a un robot, dijera, "estoy debajo de su escroto", viendo dos bolas de demolición chocando entre las piernas del mismo). Totalmente prescindible. Como la primera. Como la más que previsible tercera entrega que se rodará.
3 comentarios:
¿Porque no la titulan directamente "Megan Fox y sus colegas"?
No la he visto todavía, pero supongo que vista la primera vistas todas..sólo una excusa para el lucimiento de los efectos especiales y la pesada de Megan Fox de la que ya he visto una escena de una pose "supernatural" encima de una moto que es para partirse..
Si la veo ya te cuento..
Reverendo, seguramente porque con ese título no llevan al cine a quienes recordamos con cariño a los Transformers de verdad. Pero no creas, se acerca más tu título a la película que el que le han puesto...
Simone, con el universo tan rico que tienen y que me hagan esta película... Megan Fox es eso. Hay que reconocer que es un producto que venden bien. Por triste que sea. ¡Y gracias otra vez por el premio!
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