Cuando uno coge un material que tiene más de cuatro décadas de vida, tiene que ser respetuoso con la historia y con los personajes. Cuando uno se acerca a una de las sagas más populares de la ciencia ficción del siglo XX, tiene que saber que hay unas expectativas que se deben cumplir. Cuando J. J. Abrams optó por recuperar Star Trek para el siglo XXI, los trekkies (que así se conocen a los fans de Star Trek) se echaron a temblar porque, entre otras cosas, él mismo admitió que no era un gran seguidor de la saga. Una vez echa la película, los prejuicios no sirven de nada. Yo me quito el sombrero ante esta nueva Star Trek, una hermosa, emocionante, entretenida y respetuosa película que supone un maravilloso regreso por la puerta grande de uno de los universos con los que he crecido y de unos personajes a los que adoro. Y, salvo sorpresa mayúscula, el mejor título de entretenimiento que dará Hollywood en este 2009.
Cualquiera que pretenda hablar de esta revisión de Star Trek parece que tendrá que someterse al paso obligatorio de dejar bien claro el nivel de adhesión que tiene por un lado a la saga, y por otro a J. J. Abrams. En el fondo siempre he sido un trekkie, pero admito que de baja categoría. He visto y disfrutado con todas las películas que se han hecho, las seis de la tripulación clásica del Enterprise (La película, La ira de Khan, En busca de Spock, Misión salvar la Tierra, La última frontera y Aquel país desconocido) y las cuatro de la nueva (La próxima generación, Primer contacto, Insurección y Némesis), pero ninguna de las series de televisión. En cuanto a J. J. Abrams, debo ser uno de los pocos que todavía no ha caído en las redes de Perdidos, serie de la que todavía no he visto un solo episodio, como tampoco de su anterior trabajo televisivo, Alias. En cine, me entretuvo muchísimo más de lo esperado su tercera entrega de Misión imposible y me aburrió tanto o más Monstruoso. Así que creo que se puede decir que me encuentro en una posición en la que algo sé del universo trekkie pero no tengo ataduras afectivas demasiado grandes con su creador.
Con ese planteamiento, como decía un poco más arriba, lo único que puedo hacer es aplaudir esta película y reconocer todos sus abundantes méritos. Son dos horas de un entretenimiento sublime, perfectamente realizado y pensado para todos los públicos, una aventura de las de antes, una space opera como hacía años que no llegaba a la gran pantalla, una muestra de ciencia ficción que conjuga lo más grande del pasado del género y las posibilidades que ofrece su futuro. Me he reído con los guiños al Star Trek más clásico, me han dejado con la boca abierta las imágenes más hermosas de esos genios de los efectos especiales que siempre han sido y serán los de Industrial Light and Magic, me he emocionado, me he comprometido emocionalmente con los personajes en cada una de sus decisiones. Es la película con mayúsculas del cada vez más largo verano hollywoodiense y el mejor antídoto para la decepción que supuso Lobezno. Abrams plantea un universo nuevo, pero a la vez conocido. Una realidad paralela que puede que no guste a los trekkies más fundamentalistas, pero que supone un relanzamiento espléndido de la saga.
La película arranca con un ritmo trepidante, con un espléndido prólogo que, como toda la película explora realidades visuales, sonoras y narrativas a las que el cine no se había atrevido a llegar (y que recuerdan mucho más a series como Firefly o Battlestar Galactica), y nos presenta a un villano que merece un sitio de honor entre los más memorables de Star Trek: un magnífico Eric Bana. A partir de ahí, vamos conociendo a toda la tripulación clásica del Enterprise en sus días de academia o en sus primeros pasos dentro de la Flota Estelar. En esas primeras escenas uno va reconociendo a esos personajes que recuerda de su niñez (la última película de la vieja tripulación data de 1991, ¡¡¡hace nada menos que 19 años!!!), pero también va viendo matices distintos. Insisto, estamos desde el principio, y se deja claro en la película, en una realidad alternativa, distinta a la que conocimos en las historias clásicas. Son los mismos personajes, pero no están viviendo los hechos que desembocaron en lo que vimos en las seis películas originales.
Y aquí se produce el único aspecto que pueda hablar en contra de la película, sobre todo para los conocedores de la saga: los actores no son tan carismáticos como los que conocemos desde hace cuatro décadas. No es que hagan un mal trabajo, nada de eso, más bien al contrario, pero con una sola película su misión de acercarse a los originales es sencillamente imposible. Quien más sufre con la comparativa es Zachary Quinto (Sylar en Heroes), porque es el único que tiene que confrontarse con el actor original, un Leonard Nimoy que hace un papel que excede con mucho (y afortunadamente; es imposible no emocionarse al verle hacer el saludo vulcano y desearnos "larga vida y prosperidad") el cameo que esperaba y que se convierte en un personaje crucial en la trama. De los nuevos, cabe destacar a Zoe Saldana (vista en La terminal de Spielberg, magnífica como Uhura) y Karl Urban (Eomer en El Señor de los Anillos, un actor que aporta nuevos matices a Bones). Una lástima que Williams Shatner, el clásico Capitán James Tiberius Kirk, no accediera al final a participar en esta película. También hubiera sido una gozada verle.
Ese trekkie light que decía que soy ha sentido el consquilleo en la espalda al ver de nuevo y por primera vez el Enterprise, ha disfrutado con el eterno optimismo del universo creado por Gene Rodenberry y se ha deleitado con una aventura espacial como las de antes pero con la tecnología de mañana. Y sólo hay un reproche visual que hacerle a la película. Los efectos especiales del teletransporte han cambiado, no los han adaptado del hermoso efecto original sino que los han modificado. Eso es todo. Nada más. Porque otro reproche iba a ser lamentar la ausencia del clásico tema musical de Star Trek, el único lunar que le pongo durante la película al magnífico trabajo del compositor Michael Giacchino (de largo uno de los más interesantes del panorama músico-cinematográfico actual; me ha tenido horas tarareando el tema que ha creado para este nuevo Star Trek), pero los créditos finales nos enlazan con esas notas. La historia, tan bonita y de personajes como las de siempre de esta saga. Se han cuidado todos los detalles y, salvo alguna pequeña y discutible licencia, es puro Star Trek.
Sé que hay gente que recibirá esta película con muchos prejuicios, ya que Star Trek nunca ha gozado de enorme popularidad en España. A estos prejuicios habrá que sumarles los de quienes denostan las historias más humanas por ser "de ciencia ficción", "de navecitas" o "de monstruitos". Yo no comparto estos prejuicios, que suponen restar valor a la trascedencia que tienen estas historias. Star Trek o Star Wars son una parte esencial del cine americano de los últimos 40 años, derecho que hace poco se ganó El Señor de los Anillos para sumarlo a su tradición literaria o sagas cinematográficas como las de Spider-Man o Batman con respecto a su origen en las viñetas. Son iconos perfectamente reconocibles y queridos, transmitidos de generación en generación y que definen una buena parte del entretenimiento actual. Este Star Trek con el que nos ha sorprendido J. J. Abrams es una gozada. Desde que he salido de la sala ya me estoy preguntando cuándo estrenan la próxima. Los viajes del Enterprise son inagotables. ¡Larga vida y prosperidad!
2 comentarios:
A mi me ha encantado, y creo que es un acierto reiniciar la serie y librarse de la continuidad ya establecida durante tantos años. Lo fácil hubiera sido crear nuevos personajes y añadir a Star Trek un subtítulo y seguir para adelante.
En vez de eso se ha optado por la más arriesgada opción de recuperar los personajes originales, que al menos para mí, resultan más carismáticos y reconocibles para mucha gente, sean seguidores o no de Star Trek. Y desde mi punto de vista ha quedado una peli bastante resultona y entretenida.
Ojalá las siguientes mantengan el nivel o lo mejoren.
Pablo, yo también creo que es un acierto abrir una nueva continuidad, pero por la forma en que se ha hecho. En realidad, no es ni bueno ni malo, ni traiciona lo anterior ni es especialmente positivo. Pero lo han hecho condenadamente bien. Y, como dices, han optado por el riesgo. Eso también cuenta en el aplauso final.
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