Puede que Rob Reiner no se encuentre entre los directores más venerados actualmente, pero en los años 80 y 90 demostró una categoría y una versatilidad que hacen que todavía haya interés por ver una película nueva suya. Y como es un director correcto, es difícil encontrarle fisuras. Pero Así nos va se queda ahí, en lo correcto, en lo inofensivo, en la presencia de su nombre y el de sus dos actores protagonistas, Michael Douglas y Diane Keaton, sin ganas de ir más lejos. Es verdad que hay muchas películas que no llegan a ese nivel de corrección, y ahí es donde se nota la mano de un tipo experto como Reiner y de dos actores ya veteranos y carismáticos, pero no hay mucho más. La película es previsible y por tanto blandita. Es exactamente lo que se intuye en ella, sin ganas de molestar ni tampoco de ser mucho más que un ligero entretenimiento, un telefilme engordado con el prestigio de su director y sus actores principales con el que los aficionados de Douglas y Keaton disfrutarán.
Vaya por delante que Así nos va es una película que cumple con su cometido, por sencillo que sea, y que lo hace en unos ajustados 94 minutos que impiden que la historia se complique más allá de lo necesario. ¿Que recuerda a otras tantas películas del mismo corte? Eso está claro. ¿Que el personaje malencarado de Michael Douglas casi parece una reblandecida evolución del Jack Nicholson en Mejor... imposible? Lógico, si tenemos en cuenta que ambas películas comparten guionista, Mark Andrus. Pero la sensación que deja es la de una cierta desgana y una notoria indefinición. No es una comedia clara, porque en realidad no llega a provocar carcajadas (ni es tan salvaje como quiere aparentar con ese primer chiste de Douglas con el perro), incluso pocas risas (y casi todas de las cínicas frases que hay en los diálogos de Douglas). Tampoco es un drama familiar, por mucho que haya situaciones que linden con esa temática en diferentes momentos de la película.
El guión, de hecho, es bastante más flojo de lo que parece una vez que se le dan dos o tres pensamientos detenidos. Durante la proyección, el carisma de Douglas y Keaton (más el de él que el de ella, quizá porque Keaton lleva ya unos cuantos años instalada en este género, en este papel y casi en este mismo aspecto) basta para que la historia fluya. Encajan bien, sus escenas juntos son de lo mejor de la película. Pero la resolución de las tramas es tan simple que Así nos va no da en realidad para mucho más. Algunos de estos segmentos del relato, de hecho, se cierran de una forma bastante torpe. Y aunque se juega la habitual baza infantil con la belleza y la simpatía de la joven Sterling Jerins, lo cierto es que lo más emocionante de la película no sale de su relación con los personajes de Douglas y Keaton, como sería lo lógico, sino de una pequeña subtrama con un matrimonio hispano que juega un papel bastante accesorio en la cinta.
Hollywood suele ofrecer muchas películas como ésta todos los años, comedias románticas, historias familiares, vehículos más o menos simpáticos en los que encuentra acomodo para sus grandes estrellas de ayer que hoy ya no tienen o ya no quieren tener un hueco en la primera fila. Y es ese carisma lo que hace que estas películas se reciban con cierto agrado, salvo notables excepciones que merecen una mejor consideración y que están hechas con mucho más tiento y talento. Así nos va es de las rutinarias, una que ofrece sus nombres y poco más, una con la que no se pasa mal rato pero que no aspira a nada más que eso, a mostrar a un Michael Douglas cínico y a una Diane Keaton incluso cantando para deleite de sus aficionados. Pero para ellos dos y para Reiner, por mucho que hace apenas cuatro años firmara una magnífica y desconocida película titulada Flipped, se puede decir que cualquier tiempo pasado fue mejor. Salvo que nos desmientan en el futuro.
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