Vamos a obviar por un momento ese manido argumento de que una película realizada con escasez de medios tiene más valor que una realizada con muchos millones de dólares. Incluso así, Coherence destaca por lo que es, una película que da un enorme valor a la inteligencia como motor de una historia. Es, efectivamente, una cinta de bajísimo presupuesto, realizada con apenas ocho actores y dos escenarios, una casa por dentro y por fuera. Coherence es una historia de ciencia ficción, pero anclada en lo más realista de las vidas de esas ocho personas. El toque fantástico lo aporta el paso de un cometa sobre la Tierra y los efectos que produce. Y es mejor no saber absolutamente nada más para no arruinar los giros de guión, notables y casi siempre precisos e inteligentes. Efectivamente, no hay efectos digitales. No hay dinero. No hay medios. Pero sí talento. Pero es que si Coherence se hubiera hecho con un presupuesto mayor y un reparto estelar podría haber sido igualmente una película espléndida, porque su corazón está en la historia.
No se puede negar, no obstante, que parte del encanto de la película de James Ward Byrkit, primera que dirige el también guionista de Coherence, está en su escala. Es pequeña y no necesita ser más grande. Es intimista y minimalista porque es en ese escenario y con esas sensaciones como se construye la historia con ingenio y acierto. Es igualmente cierto que hay un aspecto derivado del carácter modesto del filme que genera ciertas dudas, y es que ésta no es una película que necesite del nervioso momento continuo de la cámara en mano. Sí en algunas escenas, donde la confusión se convierte en el noveno personaje, pero no siempre. Aparte de eso, y de algún que otro intento de dotar de un innecesario poso filosofíco a ciertos momentos de la película, todo lo demás es ingenioso e inteligente y está conectado con brillantez y con un exquisito dominio del ritmo. La película acelera cuando debe hacerlo, para cuando procede y siempre se basa en un magnífico dominio de los personajes, que son quienes dominan por completo la propuesta.
Esa mezcla de realismo y ciencia ficción es lo que hace de Coherence una espléndida experiencia. Por supuesto, el componente de puzzle fantástico es lo que más engancha desde el principio. El espectador necesita saber qué es lo que está pasando, cuáles son las reglas de esta vivencia (que Byrkit va desgranando con brillantez, de forma nada forzada), ir encontrando explicaciones a cada uno de los sorprendentes pero siempre verosímiles giros argumentales. Esto, no obstante, habría sido poco más que un original pero efectista envoltorio si no hubiera sabido construir también personajes realistas que lo llenen. Y eso lo hace con brillantez. Así, esta reunión de amigos, con sus miedos, con sus secretos, con sus pasados y con sus particularidades cobra tanta fuerza como la excusa que les hace interaccionar. Coherence es una historia básica sobre personas ordinarias viviendo una situación extraordinaria. Y por eso se aprecia un detalle experimental a la hora de hacer la película, y es que el director suministró a sus actores información limitada y les dio libertad para improvisar.
La frescura y la originalidad que hay en la cinta se sienten sin conocer ese detalle, pero conociéndolo se entiende aún mejor el alcance de Coherence. Puede que haya algún elemento forzado, ¿pero quien puede resistirse a una de esas películas en la que un un juego mental y psicológico llega a un final abierto tras muchas vueltas anteriores que permiten debatir con intensidad sobre lo que se acaba de ver? Esa es la fuerza del cine, que no entiende de presupuestos o de limitaciones cuando se hacen películas con inteligencia y talento. El de James Ward Byrkit es un nombre a apuntar, más gracias a su dominio de los personajes y de la historia (que deja en 89 minutos y que no necesita en absoluto alargarse más) que el de la cámara, pero también sería bueno tener en cuenta el de más de uno de los actores de un cásting en el que quizá el único relativamente conocido sea Nicholas Brendon (Xander en la serie televisiva Buffy, cazavampiros). Así, Coherence es una de esas pequeñas grandes delicias que la ciencia ficción ha venido dejando en los últimos años.
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