viernes, febrero 15, 2013

'La Jungla. Un buen día para morir', McLane llevado al exceso

Esta nueva entrega de La jungla, la quinta de una saga iniciada allá por el año 1988, es de esas que dividirá sin remedio a los espectadores. Unos pensarán que La jungla. Un buen día para morir es un divertimento que ha perdido la vergüenza y entretiene con una historia loca, de ritmo trepidante y escenas espectaculares. Otros creerán es una película vergonzosa, que su argumento es imposible, que se desarrollo es absurdo y que la espectacularidad de sus piezas de acción es inverosímil. Lo curioso del caso es que los dos grupos de espectadores llevarán parte de razón. ¿Y qué pienso yo? Que John McLane ha sido llevado al exceso, que hay tantos momentos que recuerdan al policía de la entrega original como otros que no pegan con él, que estamos ante una película que se acerca más al bodrio que al arte, pero que, al mismo tiempo, es capaz de generar una diversión bastante satisfactoria. Eso sí, siempre y cuando se vea con la actitud y el humor adecuados. Es La jungla, es McClane. Pero no es aquella Jungla ni aquel McClane de 1988. Lo dicen en la película, ya no estamos en esos años y "Ronald Reagan ha muerto". Pues eso.

La excusa en esta caso es reunir a McClane con su hijo (Jai Courtney), preso en una cárcel rusa. En el fondo, da igual. Sacar a McClane del entorno urbano norteamericano que ha caracterizado siempre a la saga deja de ser una apuesta arriesgada en cuanto Bruce Willis toma el control de la función. Y es que hay una fusión tan absoluta entre actor y personaje que da lo mismo lo que haga y dónde lo haga, porque siempre y cuando se arme un lío monumental en el que se disparen armas de todo tipo, todo va a parecer verosímil, sobre todo después del exceso final con el avión de la más correcta La jungla 4.0. Mejor centrarse en él, en sus alusiones a la edad y al paso del tiempo (en cierta medida, lo mismo que hizo Arnold Schwarzenegger en El último desafío o Sylvester Stallone en Los mercenarios), porque si se atiende a la relación con su hijo, más fría que divertida, o a la trama, tan simple que da miedo, nos estaremos dando cuenta con suma facilidad de  lo endeble que es el invento que ha montado John Moore (cinco años después de su anterior película, Max Payne).

Entre todo eso, tiros. Muchos tiros. Y cosas que explotan. Fundamentalmente coches, en una de las secuencias de persecución automovilística más salvaje que se recuerdan, y eso, a pesar de que hay momentos que funciona con un alocado frenesí, no es necesariamente un halago. Porque en demasiados momentos una ametralladora o una explosión vienen a ser la tabla de salvación de un director que se agarra a ella cuando no sabe que hacer después de continuos zooms que no tienen mucho sentido o las más que habituales cámaras lentas, que culminan en un plano en el clímax final absolutamente memorable (y, de nuevo, ese "memorable" no tiene por qué ser necesariamente un halago). El otro argumento con el que quiere sostenerse esta Jungla es con un puñado de frases trilladas que, si no las pronunciara Bruce Willis, no tendrían ni pizca de gracia. Pero es Bruce Willis. Y, sí, en el fondo es John McClane y con eso basta para que, al menos de vez en cuando, la nostalgia se convierta en un gran aliado para disfrutar de la película.

Pero explotan tantas cosas alrededor de McClane que al final el espectador pierde por completo el hilo de la película. Y lo más curioso es que ni se nota. No importa quien es el bueno y quién el malo, si hay algún sentido en la trama política que envuelve al preso Yuri Komarov (Sebastian Koch, probablemente lo mejor de la película) y Chagarin (Sergei Kolesnikov), si la hija del primero, Irina (Yuliya Snigir) es una damisela en apuros, una heroína, un cebo o a saber qué, si McClane hijo quiere darle un abrazo a McClane padre o prefiere pegarle una paliza. Nada de eso cobra la suficiente importancia, y se pierde lo que estaba más que presente en las anteriores entregas, la implicación personal de McClane en la historia. Eso estaba incluso en la cuarta, que era la más floja, en ese sentido, con la introducción de su hija (Mary Elizabeth Winstead, que repite aquí en una breve intervención). Usar ahora al hijo viene a ser la siguiente vuelta de tuerca que dejará al aficionado pensando qué podrían usar para la sexta película. ¿Quizá recuperar a su ex exposa? ¿O pasamos ya a la siguiente generación y le damos un nieto a McClane?

La Jungla. Un buen día para morir es una de esas películas malas que en el fondo divierten. Pocos lo reconocerán y preferirán centrarse en el devastador ataque que, es cierto, merece en buena medida la película. Pero asumido todo lo nefasto que tiene, sus 97 minutos son más agradecidos de lo que cabría suponer. Sus responsables se pasan tres pueblos (ojo a las hélices del helicóptero o los saltos al vacío, que hay más de uno, de McClane y su hijo) y convierten la película en una fantasmada que no termina de pegar con aquel policía de Nueva York que solventó hace un cuarto de siglo el secuestro en el Nakatomi Plaza de Los Ángeles, pero quizá por eso mismo se puede disfrutar, más incluso que cualquier otra película de acción. ¿Y por qué? Porque Bruce Willis es Bruce Willis. Y, aunque pueda parecer mentira, eso casi es suficiente para olvidar todos los contundentes agujeros de todo tipo (de lo narrativo a lo visual, pasando por lo emocional) que tiene la película.

5 comentarios:

Meg dijo...

Todavía no la he visto, pero ésta es de las que me gusta pese a lo exagerada que sea, soy una friki de narices, jeje. Un beso!

Juan Rodríguez Millán dijo...

Meg, como friki que también soy, y en este caso admirador de la vieja escuela de John McClane, yo creo que se han pasado... Pero ya me dirás...

Montse dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Celia dijo...

Me va a tocar ir a verla si o si.
Tengo un fan de la saga y del protagonista en casa y no me escapo y me viene de perlas tu critica porque aunque ya me esperaba ese disparate del que hablas, como tu bien, la sensación final que te deja un película depende mucho de la actitud con la que te sientes a verla.
Si esperas mucho, o si pretendes como es mi caso que lo que veas sea lógico y creíble... te desesperas.

Iré a verla como el que va a ver scary movie o versión acción.

Besotes!

Juan Rodríguez Millán dijo...

Celia, pues con mucho humor y alegrándote por ese fan si él la disfruta, no hay otra forma de verla si no tienes a McClane entre tus preferidos... Ya me contarás qué tal la experiencia...