Cada día que pasa y cada película con la que tropiezo tengo mucho más respeto a la comedia. Sigue siendo, de largo, el género más difícil en el que triunfar. Sacar una risa o una carcajada en un momento concreto no es complicado, pero que esa sensación se repita de forma continuada durante toda una película es algo sumamente complejo. Un plan perfecto lo corrobora. Porque, sí, hay momentos en los que divierte, sobre todo cuando se decanta por el enredo más episódico y sincero, pero es una comedia fallida que algutina casi todo lo bueno en una escena muy concreta del filme y en el carisma que desprenden sus actores, aunque parece evidente que el personaje de Alan Rickman se apodera de la función cada vez que se asoma a la pantalla y el de Stanley Tucci sabe a muy poco. Falla fundamentalmente porque la historia es muy, muy débil, porque presenta agujeros, situaciones que no dicen mucho e incluso personajes absolutamente prescindibles, dando la sensación de que hay escenas que se han quedado en la sala de montaje para ajustar la duración a sus 89 minutos.
Un plan perfecto es un remake al parecer bastante libre de Ladrona por amor, película de 1966 dirigida por Ronald Leame y protagonizada por Michael Caine y Shirley MacLaine. Digo al parecer porque no he visto la película original, por lo que no habrá aquí una comparación entre ambas. Probablemente, eso será positivo para esta nueva versión porque aquella tiene buenas puntuaciones en las webs sobre cine y ésta, por sí sola, plantea poca defensa. Harry Deane (Colinf Firth) es un experto en arte que quiere vengarse de su jefe (Rickman) colocándole un falso Monet a cambio de una cuantiosa suma de dinero. Para ello, embauca a P. J. Puznowski (Cameron Diaz), la nieta del soldado norteamericano que, al parecer, pudo encontrar el cuadro durante la Segunda Guerra Mundial. La premisa no es mala, pero el desarrollo que hacen los antaño ingeniosos hermanos Coen es casi siempre torpe y simplón, con un desarrollo de los personajes tan forzado como previsible, por mucho que quieran arrancar y finalizar la película con sendos giros sorprendentes.
Lo cierto es que el guión lleva más de una década sin haber entrado en producción, lo que quizá explica que el humor que los Coen vuelcan en él se acerque tanto a Crueldad intolerable o Ladykillers, ambos de los años de arranque de un declive hasta ahora imparable desde que hicieran en 1998 esa pequeña joya del humor absurdo que es El gran Lebowski. Y sólo cuando la película cae en los recursos más clásicos de la comedia de enredo es cuando arranca risas. Casi todos los elementos positivos de Un plan perfecto se reúnen en torno a la secuencia del hotel, en la que Colin Firth saca lo mejor de sí mismo y en la que todos los secundarios, especialmente los menos conocidos, se suman a la fiesta con admirable entrega. Antes y después de ese momento, la película fluctúa entre lo intrascendente y lo aburrido, con un argumento que no termina de arrancar y demasiados ingredientes que parecen incluidos únicamente para dar una explicación satisfactoria al final pero que no encajan en el desarrollo de la película.
Este es uno de esos filmes en los que parece que sus actores se lo han pasado mucho mejor de lo que se lo hacen pasar después a los espectadores. Para Colin Firth una película así es una alivio sencillo con el que compensar dramas como El discurso del rey o El topo. Uno de los aspectos en los que no puede decir que haya triunfado es en la química con Cameron Diaz, una actriz que no dice mucho más allá de empeñarse en demostrar que sigue teniendo físico para disputar tronos a las veinteañeras que inventa Hollywood año tras año, y que va suavizando su caricaturesco acento texano según avanza el filme. Ambos se ven ensombrecidos por un Alan Rickman siempre divertido, de largo el mejor papel de la película. Stanley Tucci, como casi siempre a gran nivel, tiene una aparición demasiado breve para las posibilidades que daba su personaje y que, de hecho, se llegan a apuntar en una escena. Eso sucede con frecuencia en el filme, que se desaprovechen buenas oportunidades para generar secuencias divertidas, para hacer que la trama avance con mucha más naturalidad de lo que lo hace o para desarrollar los personajes.
Michael Hoffman, director de la película, intenta de una forma tan evidente generar el tono de comedia clásica que no se da cuenta que no parece ser el director más adecuado para ello (ya le pasó en la sosa El sueño de una noche de verano). Y sí, Firth consigue hacer reír con su periplo por el hotel de habitación en habitación, y el carisma de los actores convencerá a los ya convencidos de antemano, porque si al espectador le gusta Firth, Diaz, Rickman o Tucci sin duda disfrutará con sus actuaciones. Pero como comedia se queda sumamente corta y como historia no llega a ningún lado. Al final, uno se pregunta cuál era el objetivo real de la película, qué quería contar exactamente, y no es nada fácil dar una respuesta coherente. Incluso parece un error que dure menos de hora y media (no es fácil encontrar remakes más cortos que la película original) aunque, dado el poco éxito de muchas de sus escenas en el objetivo de provocar risas, casi es lo mejor que le podría haber pasado. Eso sí, uno de los mejores chistes es el último, así que uno no sale tan mal de la sala como podría haber pensado en algún momento. Pero eso no atenúa el juicio de considerarla una comedia fallida.
2 comentarios:
No me gusta Colin Firth y Camero Díaz ni fu ni fa. Alan Rickman sí, pero incluso resignándose a ser un secundario de lujo creo que ha desaprovechado su carrera en este tipo de pelis sin pena ni gloria.
Doctora, comparto opinión sobre Cameron Díaz, Colin Firth me gusta haciendo drama. Y, sí, a veces da esa impresión sobre Alan Rickman... Esta película alguna risa sí saca, pero no muchas.
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