
Porque puede ser tentador relacionar Origen con Matrix (y algún día habrá que decir que Matrix no era en realidad para tanto -y si lo era, sus secuelas se encargaron de arruinarla- y que la película que se merecía toda la fama es una pequeña joya semiolvidada que se titula Dark City), pero no van por ahí los tiros. Lo que Nolan hace en Origen es construir un universo creíble, un guión completo en sí mismo y que pone el énfasis en las relaciones entre los personajes, en la psicología de los mismos, en sus sueños, miedos y anhelos. Y, sin embargo y al mismo tiempo, es un espectáculo visual de primer nivel, lleno de imágenes inolvidables (atención a la pelea en los pasillos del hotel, deslumbrante e imaginativa, que se mantendrá durante años como una referencia visual) y con un climax final muy extenso que hace gala de un montaje paralelo, de dos y tres escenarios simultáneos, que sólo se puede calificar de perfecto, tan perfecto como los flashbacks que incluye (sólo es discutible el primero, el arranque del filme, que es más efectista que efectivo). Si Nolan ya rueda bien, lo que hace en la sala de montaje es para provocar el aplauso más sincero.
No sería bueno desvelar mucho sobre el contenido de Origen. No porque sea una película que viva de su final o de alguna sorpresa tramposa (todo lo contrario, pues es una película coherente y precisa en todo lo que cuenta... ¿o no?, cabría preguntarse al final), sino porque tiene una asombrosa capacidad de enganchar al espectador en cada secuencia, en cada paso, en cada nivel, con cada imagen y con cada nota de su prodigiosa banda sonora (Hans Zimmer es ya, por derecho propio, el mejor compositor del Hollywood contemporáneo, capaz de mostrarse perfectamente reconocible y, al mismo tiempo, de dotar de una personalidad única a cada una de sus películas). Casi llega a las dos horas y media, pero todo se pasa en un suspiro. Y pide a gritos un segundo visionado. Y un tercero. No porque no se haya entendido, no. Nolan hace un cine inteligente y apela al debate, pero da todo lo que tiene, no se guarda nada. La lectura sólo depende del espectador, que tendrá que decidir qué piensa cuando la pantalla se quede en negro después de un tan inquietante como magnífico plano final.
Y lo bueno es que no hace falta ni siquiera tomar una decisión sobre el sueño o la resolución. La duda también puede enamorar al espectador de Origen. Tanto como el magnífico trabajo de todo su reparto. Leonardo DiCaprio mantiene ticks que asemejan demasiado todos sus papeles, pero su esfuerzo por hacer personajes intrigantes y diferentes es notable. Ken Watanabe aporta la misma sobriedad de siempre, igual que Michael Caine en su reducidísimo papel. Como Cillian Murphy, de nuevo brillante, Caine lleva camino de convertirse en un fijo en el cine de Nolan. Ellen Page cautiva, y lo hace porque ha sabido alejarse aquí de Juno. Marion Cotillard, casi sin quererlo (o eso es lo que hay que creer), se convierte en el centro psicológico de la película. Joseph Gordon-Lewitt es la revelación de la película (aunque tiene ya una larga carrera, se le vio en G.I.Joe o 500 días juntos). Y se agradece que Nolan siga rescatando rostros conocidos de los años 80, en esta ocasión con un papel para Tom Berenger (del mismo modo que hizo con Rutger Hauer en Batman begins). Todos componen un reparto brillante, creíble y muy acertado.
Origen se convierte en una película única porque es imposible clasificarla. Se mueve de maravilla en todos los terrenos y escenarios. Nada resulta artificial, nada se ve inverosímil. Salta con una precisión envidiable de Mombasa a París, de una persecución en el asfalto a una escena romántica, del más puro cine de acción a la mejor intriga psicológica, de una imagen a cámara lenta a un plano tan veloz como imposible sobre el papel. Christopher Nolan demuesrta que es un genio, sí. Y Origen que todavía es posible hacer un cine diferente, rebosante de imaginación y talento, que perdurará en el tiempo por lo que es, por lo que cuenta y por lo que representa y no por una moda pasajera. Es maravilloso entrar en una sala de cine y encontrarse con un prodigio así. Si Nolan ya había hecho que me preguntara qué demonios va a ser capaz de hacer para superar El Caballero Oscuro, y sin por ello dejar de esperar con ansia su tercera película sobre Batman, ahora ya me pregunto dónde está el límite de este director. Veré cada una de sus próximas películas con esa pregunta en la mente. Y ojalá tardemos mucho en ver ese límite.
Origen se estrena el 6 de agosto.