Cuando se estrena un remake, uno ya no sabe si echarse a temblar o alegrarse de volver a universos conocidos. Normalmente soy de los segundos, no creo en las películas intocables y no me asusta que algún cineasta medianamente desconocido se lance a crear una nueva versión de una película con cierta calidad y fama o un número de seguidores considerables. Lo que necesita un remake es algo nuevo que añadir a la mitología ya existente. Si lo hace, entonces el remake vale la pena. Si no, es una pérdida de tiempo. ¿Y qué es la nueva Pesadilla en Elm Street? Pues seguramente ni una cosa ni la otra, porque algo de nuevo si tiene, no tanto como cabría esperar, pero tampoco añade demasiado. Ofrece un guión que suena a conocido, pero al mismo tiempo juega con habilidad con el ritmo. Y tiene un buen protagonista que eleva el nivel de un conjunto irregular. Entremos en detalle.
Pesadilla en Elm Street es un remake puro. Es decir, no intenta cambiar más de lo necesario. La historia es la misma, el villano es el mismo, el desarrollo es casi el mismo. Aunque se corre el riesgo de pensar que, gracias a eso, la labor del director Samuel Bayer (director de videoclips, debutante en cine) y de los guionistas Wesley Strick y Eric Heisserer ha sido acertada, lo cierto es que este detalle hace el efecto contrario al deseado y convierte la nueva Pesadilla en un filme algo rutinario. Como todo el cine de terror moderno, esconde los habituales sustos (muy mal subrayados por la música de Steve Jablonsky; ¿por qué esa manía del género de acompañar el susto con un punteo musical estridente?), pero no aterroriza. Quizá eso sea más responsabilidad de la rutinaria dirección que de un guión que esconde apuntes interesantes y giros argumentales que sí sorprenden, a pesar de los diálogos planos de costumbre.
Lo mejor de la labor de todos ellos radica en que han optado por el único camino posible que requiere un personaje como Freddy Krueger: la violencia más descarnada. Nada de ocultar la sangre, los asesinatos o las mutilaciones, nada de llevar el plano lejos de la violencia, nada de dejar las cosas a la imaginación. Se tiene que ver en pantalla, porque de lo contrario no tendría ningún sentido tener un personaje central con garras en las manos (y, sí, me acuerdo de ese Lobezno que prescinde del color rojo en su paleta cromática, sí). Pesadilla en Elm Street es muy violenta. Más que la película original. En pantalla y en su planteamiento, puesto que endurece la trama original con aspectos que hace 26 años, cuando Wes Craven hizo su película, eran imposibles de añadir. Es obvio que no todos los públicos llevan bien la violencia en pantalla, pero es igualmente cristalino que es la única forma de hacer una película sobre un monstruo que asesina a sus víctimas en sus sueños con una garra. Elegir ese camino dignifica el intento de la película de actualizar el mito de Freddy.
En esos añadidos en esta versión destaca el nuevo aspecto de Freddy. Nada cambia de su atuendo (hubiera sido equivocado querer reinventar algo tan icónico del cine de terror de los años 80), pero su rostro presenta cicatrices y quemaduras mucho más realistas que en el filme original. Jackie Earle Haley, que con su Rorschach ya fue de lo mejor de Watchmen, crea un más que correcto Freddy, a la altura de su leyenda. Enrtar en comparaciones con el de Robert Englund sería algo baldío y bastante injusto, pues el primero tuvo seis películas y éste, de momento, sólo lleva una. El reparto se ajusta a lo que uno espera de una película así, un grupo de adolescentes (que, eso sí, pasan de la veintena, a pesar de que los chavales van al instituto en la película) más o menos desconocidos (Thomas Dekker, el más reconocible, protagonizó la serie Terminator: Las crónicas de Sarah Connor) y un grupo de adultos, los padres, que llevan muchos papeles de secundario a sus espaldas. En este apartado, corrección, sin más.
Quizá la clave para analizar Pesadilla en Elm Street esté no tanto en lo que se nos cuenta y cómo se nos cuenta, sino en lo que es: un remake de un título clave del cine de terror de los años 80, insisto. Pero que sea clave no quiere decir que sea insuperable. Ni siquiera bueno. No soy un gran fan de la Pesadilla de Wes Craven, pero, como decía, es innegable su carácter de icono. Lo que está claro es que aquella no era una gran superproducción de Hollywood. Tampoco ésta lo es, pero se nota que tiene más dinero detrás. Y por eso quizá se echa en falta algo más de imaginación donde podía notarse el dinero: en las escenas de los sueños. Escenas, por cierto, en las que Bayer parece hacer trampa. Y digo parece porque el epílogo de la película, el imprescindible epílogo cuando la intención es montar una franquicia, parece desmontar muchas de las bases del funcionamiento del personaje. ¿Intencionadamente? Yo no sería muy optimista sobre ello.
Y como es un remake, el recuerdo de la película original es lo que determinará la valoración de cada espectador. Vista de la forma más aséptica posible, esta nueva Pesadilla en Elm Street es una película de su tiempo, tan violenta como es necesario que sea, irregular en su guión, poco eficaz en su dirección (una pena que el género ya no atraiga a nombres notables... aunque lo más probable es que muchos hicieran un cine de terror que no encajaría con los gustos del público actual por excelencia: los adolescentes) y en conjunto entretenida pero en absoluto original. Se justifica en que un personaje conocido siempre ayuda a lanzar una franquicia, pero se echa en falta cine de terror nuevo, sin necesidad de recurrir a la oleada de remakes que tenemos desde hace tiempo en el género. Pero es Freddy, y Freddy, la verdad, tiene un punto de fascinación que engancha desde hace casi tres décadas. Al fin y al cabo, ataca cuando estás soñando.
3 comentarios:
Pues la crítica que se ha llevado por tu parte no es tan mala, así que supongo que la veré en casa... lo que me falta es la base de haber visto las otras, porque creo que no las vi, pero bueno, así tampoco puedo comparar, y a mí con poner a ese protagonista ya me tienen medio ganada (por Watchmen ;D).
¡Me alegro de leerte de nuevo por el blog! Un beso!
Como siempre, parto de la base de que no he visto la película. Aclarado esto, en mi caso, cuando oigo hablar de un remake o de una secuela o de una precuela o de la madre que los parió, me enfado (como se puede ver). ¿Es que nadie tiene ideas nuevas? ¿Es que son tan pocas las ganas de arriesgar que hay que ir siempre a lo seguro? ¿No es mejor intentar dejar tu propia huella en el cine, en lugar de recoger lo sembrado por otros?
Ya sabes que no soy asiduo del cine, pero sí escucho programas sobre actualidad cinematográfica y cuando repasan la cartelera se me cae el alma al suelo. Sólo pido un poco de originalidad y valentía, por favor. Pero no: dentro de poco estrenan el remake de "Karate kid" con Jackie Chan...
Sonix, igual si no has visto ya las originales merece la pena que veas ésta antes, no sé qué decirte...
C.C.Baxter, yo acepto los remakes, me gusta que se hagan, pero lo malo es que se hacen en lugar de películas originales y no como complemento. Lo de Karate Kid me parecía una broma directamente desde que oi hablar del proyecto...
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