
Quizá el principal problema de Red de mentiras es que ofrece muchas cosas que ya habíamos visto en el cine reciente de Ridley Scott. Un escenario problemático como el de Black Hawk derribado. Un choque de culturas como en El reino de los cielos. Una relación entre dos personajes como la de American Gangster (aunque aquí trabajan aparentemente juntos y no son rivales). Un mundo violento como el de Hannibal (a niveles muy diferentes, pero la violencia no deja de ser un instinto primario que puede tener reflejo en pantalla en películas de muy distinta temática). Y quizá haber visto todo eso antes haga de Red de mentiras una película imperfecta. Pero por muy imperfecta que sea, es imposible despegarse de la sensación de que hoy pocos directores saben rodar (la persecución en el desierto de tres coches y dos helicópteros, sencillamente impresionante) o montar (la primera escena en la que aparece Russell Crowe o las conversaciones telefónicas entre éste y Leonardo DiCaprio) como Ridley Scott. Eso le convierte en un genio y cada una de sus películas, al margen de otras consideraciones, en un más que apreciable entretenimiento.
Scott entra en el complejo mundo del terrorismo de origen islamista, ese que el cine parece haber descubierto tras el 11-S y que debe estar dando trabajo en Hollywood a todos los actores de rasgos musulmanes que haya en las agendas de los representantes. No es fácil porque implica muchos riesgos. El principal siempre es el de crear la imagen del bueno y el malo, pero no el único. El reflejo de la sociedad y la cultura que se ve en pantalla depende de mucho más que el uso de un escenario o una lengua. Scott triunfa en ese terreno gracias, a partes iguales, al hábil guión de William Monahan y a su magnífico reparto. No hay una recreación excesiva en la violencia, pero no se esconde. De otro modo, la historia quedaría coja. No se puede hablar de terrorismo sin mostrar atentados. Y la perspectiva de los personajes es la adecuada. Esto no es una clásica película del oeste. Aquí todos mienten. Todos menosprecian en algún momento la vida de los demás. Todos tienen ese lado oscuro que les lleva a replantearse sus vidas en algún momento.
Ese aspecto de la película lo engrandecen los actores. Cada vez me parece menos exagerado decir que Russell Crowe es el mejor actor del momento. No importa el papel que le pongas delante, siempre te ofrece una interpretación nueva, fresca, única. Es sencillamente espectacular el uso que hace en esta película de una mirada por encima de las gafas que impresiona por igual al personaje al que da réplica y al espectador. A pesar de no ser el personaje principal, suyas son las mejores escenas. Y Scott, que ya ha trabajado cuatro veces con él (además de ésta y American Gangster, Un buen año y Gladiator), sabe aprovecharlo de una forma ejemplar. Quedan para siempre en la memoria las escenas de Crowe en su entorno familiar y hablando por teléfono con otros espías. "Estoy salvando a la humanidad, cariño", le llega a decir a su mujer.
DiCaprio se nota que ha aprendido mucho de sus películas con Martin Scorsese (no en vano es el hombre que colocó a Robert De Niro en el firmamento), pero todavía adolece de una falta de recursos que le lleva a mostrar gestos demasiado cercanos en películas muy diferentes. A veces da la sensación de que sigue en Infiltrados, a veces en Diamante de sangre. Pero a veces está sólo en Red de mentiras, y por eso vale la pena también su trabajo. Una sorpresa aún mayor es la de Mark Strong (al que se pudo ver en Syriana), que cierra el triángulo dando vida al jefe de los servicios secretos jordanos con una fuerza inusitada. "Los americanos son incapaces de guardar un secreto. Son una democracia", dice en una de sus escenas con DiCaprio. Su mejor momento, sin embargo, es el encuentro en el desierto con el hombre que quiere insertar en la célula terrorista. Una secuencia impresionante.
No es, ni mucho menos, la película definitiva sobre el terrorismo islamista, aunque sí una interesante reflexión sobre el mundo en el que vivimos y al que hemos desembocado tras una cruenta espiral de odio de la que, por desgracia, todavía no habremos visto los últimos capítulos. Le sobra metraje y le falta trascedencia. Pero es una película notable. Como las que casi siempre hace Ridley Scott.
Red de mentiras se estrena el próximo 7 de noviembre.