Ridley Scott está en forma. Acumula en los últimos años un puñado de películas notables y su último trabajo, Red de mentiras, es claramente uno de ellos, a pesar de los defectos que presenta. La maestría a la hora de rodar del realizador está presente. El dominio del montaje, también. Actuaciones notables, como en casi cualquier película de Scott. Pero algo no termina de funcionar. Red de mentiras sufre de un problema que no tenía el Scott de las últimas películas. No lo es, pero se hace demasiado larga. Hasta ahora, casi todos sus últimos títulos pedían a gritos más metraje, el que siempre acabábamos viendo en las ediciones en DVD. A Red de mentiras le sobran algunos de sus 128 minutos, algunas vueltas, algunos desvíos. Pero eso no impide que estemos ante un magnífico ejercicio de estilo, un apasionante thriller con trasfondo político. Una buena película, en definitiva, que convence aunque no supere títulos precedentes de su director.
Quizá el principal problema de Red de mentiras es que ofrece muchas cosas que ya habíamos visto en el cine reciente de Ridley Scott. Un escenario problemático como el de Black Hawk derribado. Un choque de culturas como en El reino de los cielos. Una relación entre dos personajes como la de American Gangster (aunque aquí trabajan aparentemente juntos y no son rivales). Un mundo violento como el de Hannibal (a niveles muy diferentes, pero la violencia no deja de ser un instinto primario que puede tener reflejo en pantalla en películas de muy distinta temática). Y quizá haber visto todo eso antes haga de Red de mentiras una película imperfecta. Pero por muy imperfecta que sea, es imposible despegarse de la sensación de que hoy pocos directores saben rodar (la persecución en el desierto de tres coches y dos helicópteros, sencillamente impresionante) o montar (la primera escena en la que aparece Russell Crowe o las conversaciones telefónicas entre éste y Leonardo DiCaprio) como Ridley Scott. Eso le convierte en un genio y cada una de sus películas, al margen de otras consideraciones, en un más que apreciable entretenimiento.
Scott entra en el complejo mundo del terrorismo de origen islamista, ese que el cine parece haber descubierto tras el 11-S y que debe estar dando trabajo en Hollywood a todos los actores de rasgos musulmanes que haya en las agendas de los representantes. No es fácil porque implica muchos riesgos. El principal siempre es el de crear la imagen del bueno y el malo, pero no el único. El reflejo de la sociedad y la cultura que se ve en pantalla depende de mucho más que el uso de un escenario o una lengua. Scott triunfa en ese terreno gracias, a partes iguales, al hábil guión de William Monahan y a su magnífico reparto. No hay una recreación excesiva en la violencia, pero no se esconde. De otro modo, la historia quedaría coja. No se puede hablar de terrorismo sin mostrar atentados. Y la perspectiva de los personajes es la adecuada. Esto no es una clásica película del oeste. Aquí todos mienten. Todos menosprecian en algún momento la vida de los demás. Todos tienen ese lado oscuro que les lleva a replantearse sus vidas en algún momento.
Ese aspecto de la película lo engrandecen los actores. Cada vez me parece menos exagerado decir que Russell Crowe es el mejor actor del momento. No importa el papel que le pongas delante, siempre te ofrece una interpretación nueva, fresca, única. Es sencillamente espectacular el uso que hace en esta película de una mirada por encima de las gafas que impresiona por igual al personaje al que da réplica y al espectador. A pesar de no ser el personaje principal, suyas son las mejores escenas. Y Scott, que ya ha trabajado cuatro veces con él (además de ésta y American Gangster, Un buen año y Gladiator), sabe aprovecharlo de una forma ejemplar. Quedan para siempre en la memoria las escenas de Crowe en su entorno familiar y hablando por teléfono con otros espías. "Estoy salvando a la humanidad, cariño", le llega a decir a su mujer.
DiCaprio se nota que ha aprendido mucho de sus películas con Martin Scorsese (no en vano es el hombre que colocó a Robert De Niro en el firmamento), pero todavía adolece de una falta de recursos que le lleva a mostrar gestos demasiado cercanos en películas muy diferentes. A veces da la sensación de que sigue en Infiltrados, a veces en Diamante de sangre. Pero a veces está sólo en Red de mentiras, y por eso vale la pena también su trabajo. Una sorpresa aún mayor es la de Mark Strong (al que se pudo ver en Syriana), que cierra el triángulo dando vida al jefe de los servicios secretos jordanos con una fuerza inusitada. "Los americanos son incapaces de guardar un secreto. Son una democracia", dice en una de sus escenas con DiCaprio. Su mejor momento, sin embargo, es el encuentro en el desierto con el hombre que quiere insertar en la célula terrorista. Una secuencia impresionante.
No es, ni mucho menos, la película definitiva sobre el terrorismo islamista, aunque sí una interesante reflexión sobre el mundo en el que vivimos y al que hemos desembocado tras una cruenta espiral de odio de la que, por desgracia, todavía no habremos visto los últimos capítulos. Le sobra metraje y le falta trascedencia. Pero es una película notable. Como las que casi siempre hace Ridley Scott.
Red de mentiras se estrena el próximo 7 de noviembre.
3 comentarios:
Bueno Juan, antes de nada, te pido disculpas por un comentario que nada tiene que ver con esta entrada (salvo que es de cine), pero me gustaría conocer tu opinión, ya que, además de Ridley Scott, sé que uno de tus directores preferidos es M. Night Shyamalan.
En fin, ayer vi en Cuatro su película "El bosque", de la que reconozco que no tenía referencias, y me dejó con un sabor agridulce. Tiene los ingredientes propios de su cine (mezcla entre realidad y fábula, giros argumentales, un lenguaje espiritualista -única palabra que se me ocurre para definirlo), pero sin embargo me quedé con la sensación de que podía haber dado más de sí por un motivo: para mi gusto, el final es demasiado abierto, y casi daría para hacer una segunda película.
Supongo que la habrás visto, así que, ¿qué te pareció?
C.C.Buxter, no te preocupes, no hace falta disculparse, je, je... Te contesto con mucho gusto. Como bien dices, Shyamalan es uno de mis favoritos. Creo que ha dirigido dos obras maestras (El sexto sentido, El protegido), dos magníficas fábulas (El bosque, la joven del agua), una película más interesante de lo que muchos creen (Señales) y un pequeño patinazo (El incidente). Eso es mucho más de lo que tienen otros directores quizá con más fama.
En cuanto a El Bosque, ya te he adelantado que me parece una gran fábula. No comparto tu sabor agridulce, creo que todo lo que Shyamalan podía decir está en la película. Creo que el mensaje es la comparación entre el mundo de fábula y el mundo real, y más explicaciones o nuevas situaciones habrían hecho que perdiera fuerza. Obviamente, la explicación que uno tiene al final parte de una premisa bastante inverosímil, pero forma parte del juego fantástico en el que el director nos pide que entremos.
Yo creo que funciona a casi todos los niveles: la historia de terror, la historia de amor, la parábola social, el ambiente de fábula... Entiendo que el final pueda parecer un poco brusco, pero en realidad, creo que no había mucho más que contar en esa historia.
Para mí es una película magnífica, a pesar de su fracaso en taquilla (debido a que Disney la promocionó como una película de terror, algo que no es) y que, además, permite debate.
Gracias, Juan. Yo también creo que es una buena película, sobre todo teniendo en cuenta el nivel medio de hoy en día, pero le encuentro el "pero" del final.
Por lo demás, me interesa mucho en lo que tiene de recreación de los mitos fundacionales de toda comunidad política: la protección frente a un peligro exterior no siempre claro y la voluntad de crear un espacio de prosperidad y supervivencia.
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