Me gusta el cine de Julio Medem. Me perdió con su documental La pelota vasca y me asustó la durísima crítica con la que fue recibida su última película, Caótica Ana. Por eso y por otras circunstancias, es una de esas películas que no pude ver cuando se estrenó. Ahora la he visto. Y, como me recomendaron, la he dejado reposar unos días antes de lanzarme a escribir sobre ella. Pero el reposo no ha cambiado ninguna de las sensaciones que me dejó al y tras verla. Es una película de Julio Medem, sin duda. Pero es Julio Medem, también guionista del filme, quien destroza todos los logros de la película en sus diez minutos finales, asombrosamente absurdos, que dejan una perplejidad enorme y una sensación de pena por no haber sabido cerrar una buena película. Más aún, por haber destrozado lo que había visto hasta entonces.
Medem suele ser un cineasta incomprendido, pero nunca había sido imcomprensible. Caótica Ana, hasta ese final, encaja a la perfección en el cine de Médem. Es la historia de un alma y una psique torturada, una mujer joven es la protagonista (siempre ha tenido el director buena mano para los personajes femeninos) y vive en un universo muy lejano de la realidad. El cine de Medem no se puede ver preguntándose cómo se ganan la vida los personajes, de qué comen, dónde están la familia y los amigos o porque el mundo real no les afecta. El cine de Medem siempre se ha movido en un universo muy personal, muy imaginativo, muy irreal, y Caótica Ana no es una excepción. La hipnosis y la reencarnación son temas nuevos, pero no están muy lejanos de la poesía de Los amantes del círculo polar el surrealismo de Tierra o la amnesia de La ardilla roja. Lo dicho, encaja. Por ahí no está el problema de la película.
Pero llega el final y rompe con todo lo anterior. En esos diez minutos finales, Medem se carga todas las bases del personaje que tanto esfuerzo ha gastado en construir. De esa Ana que sólo busca la libertad y su propia vida pasamos a una Ana en posiciones sumisas y en una vida que la anterior jamás tendría. De una Ana empática, pasamos a una Ana antipática. De un mundo de ensoñaciones e ilusiones, pasamos a otro escatológico y absurdo. No he conseguido encontrar ninguna explicación de Medem a ese final en las declaraciones que hizo para promocionar la película. Sólo he llegado a leer su confesión de que Caótica Ana es, en realidad, "una película política". Si esa es la explicación para ese final, sólo se puede decir que produce estupor por lo ingenuo y vacío que resulta.
Ana es una joven pintora (los cuadros que se ven en la película son los que pintó la hermana de Julio Medem, auténtico germen de la película, que murió hace algunos años en un accidente de tráfico) que vive en Ibiza con su padre, en una cueva y a la que una mecenas (Charlotte Rampling) se lleva a Madrid para lanzar su educación artística. Medem escogió a una actriz sin experiencia, Manuela Vellés, para darle todo el peso de la película. Y aprueba, aunque en algunas escenas se nota demasiado esa falta de pasado interpretativo. Como aprueba en general el reparto al completo (aunque Bebe no me termine de convencer como actriz), gracias a un muy buen director de actores como es Medem.
El director y guionista juega sobre el alambre con la concepción de lo masculino y lo femenino ("ellos, todos violadores; nosotras, todas putas", se llega a decir) que plasma en la película, pero no llega a ser irritante y encaja con el aspecto visual como lo temático encaja en la filmografía del realizador. Quizá sea por el juego entre diosa y bruja que plasma a través de los recuerdos de vidas pasadas que Ana ofrece a través de la hipnosis, quizá sea por el vaivén optimista y pesimista sobre las relaciones entre el hombre y la mujer que van plasmando las relaciones de los personajes de Manuel Vellés y Bebe a través de la película.
Si Medem tiene algo, es su capacidad para crear imágenes hipnóticas. Y eso lo tiene también en Caótica Ana. Es espléndida la secuencia en la que Ana se descubre en Madrid, en sus calles, rodeada de extraños (parafraseada más adelante en Nueva York, aunque con un efecto menos impactante) o el regreso de Ana para ver a su padre enfermo. Esa fuerza la mantiene Medem. El control sobre la película, no. El final acaba con toda la ilusión, con todo el magnetismo, con todo el interés (con esa cuenta atrás que engancha a lo largo de la película) que genera durante casi todo su metraje Caótica Ana. Todo eso se pierde con un final sencillamente horrendo.
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