Pocos géneros me despiertan más dudas a priori que el de la comedia romántica. Pocos, muy pocos, me suelen dejar la sensación a posteriori de que ya he visto decenas de veces las mismas situaciones, a los mismos actores, las mismas historias. El deja vú que me deja habitualmente la comedia romántica es el peor enemigo posible para una película. Pero de vez en cuando uno se lleva sorpresas incluso en este género que tan poco me llama la atención. Y eso suele suceder cuando uno rebusca entre los clásicos, claro. Ver Tú y yo ha sido una delicia incomparable, porque es una película auténtica e inolvidable, divertida e ingeniosa, dirigida con buen pulso y, sobre todo, magníficamente interpretada.
Y ante tanta genialidad en la pantalla, uno no deja de preguntarse cómo serán las otras versiones. Porque este Tú y yo de 1957 es en realidad un remake que Leo McCarey hizo de una película de 1938 que él mismo dirigió, también titulada en España Tú y yo (el título original de ésta es Love affair y de su remake An affair to remember), protagonizada por Charles Boyer e Irene Dunne. Ambas películas se rodaron prácticamente con el mismo guión. Y en 1999, la industria de Bollywood hizo su propia versión de esta historia de amor, titulada Mann. También está inspirada en ella (en realidad, en la cita en el Empire State Building de la que hablo luego) Algo para recordar, de 1993, con Tom Hanks y Meg Ryan. Los guiños a Tú y yo en esta película refrescaron la memoria de los norteamericanos, que compraron nada menos que dos millones de copia de aquella en VHS.
Pero la que he visto y me ha entusiasmado es, sin duda, la más conocida de las tres, la protagonizada por el gran Cary Grant y Deborah Kerr. Lo que ya no cabe preguntarse es qué habría pasado si el papel femenino hubiera sido, como pretendieron los cineastas, para Ingrid Bergman, puesto que ya formó pareja con Grant en Encadenados. McCarey creía que entre sus dos versiones "no hay verdaderamente mucha diferencia". "No es otra que la que hay entre Charles Boyer y Cary Grant. Cary Grant jamás ha podido ocultar del todo ese maravilloso sentido del humor que tiene, a pesar de todos sus esfuerzos no puede desembarazarse de él y en esta ocasión tampoco lo logró. Esta es la principal razón por la que la segunda versión, incluso en las más emocionantes escenas de amor, es divertida", añade.
Y es totalmente cierto. Cary Grant es el alma indiscutible de Tú y yo. Él la hace funcionar a un nivel exquisito e inesperado, como hizo funcionar tantas y tantas comedias en su carrera, desde Arsénico por compasión a Historias de Filadelfia. La clase, la gracia, la magia que desprendía este actor no la tenía ni la tiene prácticamente nadie. Y aquí no es la brillante comedia de diálogo que tan bien maneja en películas de Howard Hawks o incluso en los momentos más cómicos de Alfred Hitchcock. En Tú y yo hace un manejo de los silencios envidiable. Aunque todo el mundo piense en Cary Grant al recordar este filme, lo cierto es que no se puede hacer una buena película romántica sin que haya una química envidiable entre la pareja protagonista. Deborah Kerr está igualmente espléndida, simpática en los momentos divertidos, seria en los más dramáticos. Nunca antes habían trabajado juntos. ¡Quién lo diría!
¿Y qué sería de una comedia romántica que no tuviera una canción para recordar? An affair to remember no la cantó Deborah Kerr, sino Marni Nixon, la misma cantante que ya dobló a Kerr en El rey y yo. La canción, por cierto, estuvo nominada al Oscar, pero no ganó. La estatuilla se la llevó la canción de la película La máscara del dolor. Éste fue una de las cuatro nominaciones que logró, sin éxito, Tú y yo: música, vestuario y fotografía. Éste fue el año de El puente sobre el Río Kwai, así que no hubo espacio siquiera para pensar en que Tú y yo pudiera tener nominaciones más importantes. Pero el premio de la memoria del público no hay quien se lo quite.
El punto de partida de la película ya es brillante. Los protagonistas son dos personas sencillas que nunca han tenido verdadera suerte en el terreno amoroso, pero que están comprometidos con sendas parejas que han permitido que el lujo sea ya parte de sus vidas. Él es un galán seductor que se va a casar con una heredera millonaria, caprichosa y superficial. Ella es una cantante retirada que se va a casar con millonario magnate del petróleo, del que quizá está enamorada pero al que respeta por el cariño que le demuestra. Y ambos coinciden en un crucero de lujo antes de que sus compromisos se hagan realidad. Y se enamoran. Casi sin querer. Casi sin darse cuenta. Con una hermosa visita a la abuela de él (qué escenas tan magníficas, de verdad). De la forma más tonta. Conociéndose poco a poco y, en realidad, haciendo lo imposible por no enamorarse.
Y por el camino quedan secuencias memorables. Ese primer beso fuera de cámara (sólo vemos las piernas de la pareja en una escalera), ese alejamiento autoimpuesto para no comprometer su futuro (sobre todo cuando se sientan a cenar espalda contra espalda o en esa conversación que tienen con él dando vueltas a una escalera) o la cita en el Empire State Building, que para cualquier apasionado de Nueva York es otro hermoso detalle. Es una genialidad plantear una cita seis meses después, tiempo más que suficiente para saber si realmente se quieren y si pueden vivir sus vidas sin el lujo que les rodea. Y es una genialidad ver cómo se desenvuelven ambos protagonistas en la vida real, con un trabajo y con un objetivo inigualable: el amor verdadero. Y es una secuencia sencillamente magnífica la espera de Cary Grant en lo alto de la torre neoyorquina bajo una tormenta. O el emotivo reencuentro entre los enamorados. O la resolución de la película. ¡Qué película tan bonita, de verdad!
1 comentario:
y q ganas de verla despues de leerte! pq a mi me pasa lo mismo con las comedias jejeje me haré con ella!
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