American gangster es una película espléndida. Lo dejo sentenciado desde el principio como grito de respaldo a un director que suele ser ninguneado por la crítica. Gusta darle palos a Ridley Scott. Yo no soy capaz de hablar tan a la ligera como suele hacerse de un tipo que ha hecho películas como Alien, Blade Runner o Thelma & Louise y que en los últimos años ha dejado títulos tan notables como Gladiator, Hannibal o El reino de los cielos (sobre todo su montaje para DVD). De su última película en concreto he leído críticas que le censuran su larga duración (de acuerdo; ¿realmente sobra algo del montaje), su frialdad (las imágenes de drogadictos mientras el protagonista celebra el día de acción de gracias me parecen de todo menos frías), su simpatía y empatía por los personajes criminales (el magnífico final da otra lectura totalmente diferente), las invenciones que presenta un guión basado en hechos reales (como debe hacer todo cineasta para realizar una obra de ficción) o la falta de pulso narrativo (discutible ante el montaje paralelo de algunas secuencias que no voy a detallar).
Y no porque American gangster sea una película perfecta, ni mucho menos. En la primera parte de la película se echan en falta algunos episodios, algunas escenas que podrían resultar claves para entender el ascenso de Frank Lucas (Denzel Washington) o de la caída entre los suyos de Richie Roberts (Russell Crowe). Y en la segunda parte se puede ver una falta de síntesis que alarga la película hasta los 160 minutos (duración, por otra parte, nada excesiva para la historia que se nos cuenta). A Ridley Scott también le pesarán las comparaciones con Infiltrados, de Martin Scorsese, triunfadora del año pasado, a pesar de las enormes diferencias que hay entre ambas obras.
Más allá de esto, American gangster es un épico y prodigioso relato sobre la miseria humana (sentimiento que se agudiaza con las pinceladas sobre Vietnam que ofrece el relato, ambientado entre finales de los años 60 y comienzos de los 90), un espléndido ejercicio visual de un director magnífico como es Ridley Scott, una de esas historias más grandes que la vida, como suelen decir los americanos. American gangster sigue las vidas de dos hombres imperfectos, con sus puntos fuertes y sus debilidades, con sus ansias y sus problemas, con sus deseos y también sus miserias. Dos hombres que no se conocen pero que acaban situados cada uno en un extremo totalmente alejado del otro, pero que en el fondo no son tan diferentes. Uno es un negro de Harlem que, tras años trabajando para el hombre que controlaba la mafia de est barrio neoyorquino, establece su propio imperio al margen de los demás, enfrentado con los demás. El otro, un policía honrado en su trabajo pero no en su vida.
Ambos se convierten en antagonistas invisibles durante buena parte de la película, enemigos que se abren camino sin saber en realidad de la existencia del otro. Hasta que la historia confluye en uno de esos momentos mágicos que el cine nos da de vez en cuando, un primer encuentro breve, evocador, emotivo y brillantemente rodado y montado. Apenas un instante pero que vale por todo el trabajo cinematográfico de directores con mucha mejor fama que Ridley Scott. Un instante que dos monstruos del cine como son Russell Crowe y Denzel Washington engrandecen como si fuera fácil hacerlo. Un momento de esos que das gracias por estar viendo en una sala de cine. Pura magia cinematográfica.
Siempre me ha gustado Russell Crowe. Es un actor capaz de interpretar a cualquier personaje. Deslumbra en El dilema, en Cinderella man, incluso en Gladiator. Es un actor de los que no quedan muchos. Lástima que muchos aprovechen los escándalos de su vida privada para menospreciar el trabajo de este inmenso actor. Denzel Washington es otro intérprete sencillamente genial. Le descubrí en los lejanos años 80, con su secundario en Tiempos de gloria. Le suelo echar en cara que haga muchas veces el mismo papel. Pero de vez en cuando saca toda su maestría. American gangster es una de esas veces. Tiene un puñado de escenas memorables, desde el sermón que recibe de su madre hasta la escena del abrigo de chinchilla, tan vital para entender el carácter de este Frank Lucas que interpreta. Y el cara a cara que mantienen Crowe y Washington en el filme, con unos diálogos memorables, forma ya parte de la historia del cine.
Ridley Scott es un creador de imágenes único. Sabe amoldarse a cada género, sabe crear el plano que necesita cada escena. Es un narrador tremendamente visual y le van las historias épicas e inmensas (por eso la simple pero entretenida Un buen año no parece una película suya). Pero a veces, como en ésta, se encuentra con un gran guión (escrito por Steven Zailian, el mismo que escribió La lista de Schindler) y alcanza cumbres muy altas. Si a eso le sumas un equipo técnico de primera (espléndida fotografía de Harris Savides, formidable banda sonora con canciones de la época y música de Marc Streitenfeld, un compositor a seguir) y un reparto sobresaliente, desde el primer al último actor, desde los conocidos hasta los desconocidos (y ojo a ese brillante policía corrupto al que da vida Josh Brolin), el resultado sólo puede ser una película apasionante, una interesantísima mirada al mundo de la mafia, un género que genios como Francis Ford Coppola o Martin Scorsese han engrandecido durante años. Y Ridley Scott forma parte, indudablemente, de ese panteón de grandes directores.
(Ayer se celebró en Madrid el preestreno de American gangster. La película se estrena el próximo día 28)
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