Hay muchas películas como La entrega, muchas con una trama parecida y muchas que explotan un escenario criminal neoyorquino de este nivel. Eso es una obviedad, una que permite encontrarle referentes y que hace que la cinta entre en el siempre peligroso juego de las comparaciones. Pero esta segunda película de Michaël R. Roskam (tras la muy desconocida Bullhead) destaca por lo más básico del cine de género, un guión inteligente y un reparto formidable. De esta forma, incluso con alguna pequeña laguna en la primera mitad de la película (o al menos con elementos que no encajan con tanta facilidad en la historia que propone), el espectador se siente respetado por una trama hábil, creada a partir de unos personajes construidos con mimo y que convencen desde el primer momento, incluso dentro de los extremos en los que se mueven y la voluntaria ausencia de información. La entrega es así un noir agradecido, lleno de movimientos inteligentes y con un final casi perfecto.
Cuando una película decide arrancar con un prólogo como el de La entrega, no hacen falta sinopsis para convencer al espectador. Baste decir que estamos en un Brooklyn, que el centro de la historia es un bar y que un crimen es el desencadenante de una historia muy turbia y emocionalmente compleja protagonizada por personas con muchas dobleces y un pasado que les ha marcado de formas muy diversas. Sucede así con Bob (Tom Hardy), camarero del mencionado bar; con el Primo Marv (James Gandolfini), antiguo dueño del local y hoy sólo administrador en nombre de la mafia chechena; con Nadia (Noomi Rapace), una mujer que aparece en la vida de Bob por culpa de un perro; y con Eric (Matthias Schoenaerts), un tipo tan peligroso como desequilibrado, del que se dice que diez años atrás asesinó a un hombre que frecuentaba el bar. Los lazos entre todos ellos, hay que insistir en ello, no son especialmente originales. Pero, de alguna manera, todo funciona bastante bien.
A eso contribuye con fuerza no sólo el a ratos más que notable guión de Dennis Lehane (basado en una obra corta suya; se ha publicitado mucho que es el escritor de Mystic River, Shutter Island y Adiós, pequeña, adiós) sino sobre todo las poderosas interpretaciones. Tom Hardy es uno de esos actores que da la impresión de estar siempre en crecimiento, siempre imbuidos por sus personajes por muy diferentes que sean unos de otros. Lo que hace en La entrega es digno de elogio desde el principio por la cantidad de matices que hay en su mirada, en sus palabras y en sus reacciones, pero si algún espectador no le encuentra la genialidad seguramente cambiará de opinión tras el clímax de la película. Y la película, además, es la última que hizo James Gandolfini antes de morir. Puede que no sea la cinta que todo el mundo citee cuando le recuerde, pero tiene en ella un par de escenas memorables, especialmente la que interpreta sentado frente al televisor con el propio Hardy. Sólo esa escena ya vale el precio de una entrada.
Y lo bueno es que la película ofrece mucho más que eso. Originalidad no, elementos especialmente rompedores tampoco, pero sí mucha inteligencia, respeto al espectador y a la trama que va desarrollando el filme, que es lo que se le tiene que pedir al noir. Porque esto es mucho más noir que thriller, centrado como está en los personajes y con el pesimista análisis de la naturaleza humana que sólo ciertos elementos de su tramo final ponen en cuestión. Y con un ritmo espléndido, siempre creciente, cada vez más intenso, trasladando al otro lado de la pantalla toda la tensión que se va acumulando en los personajes principales. Eso es lo que ofrece La entrega, solvencia y solidez, un buen entretenimiento de género y el despliegue de un reparto fantástico. Que esta sea la despedida de Gandolfini no es más que la guinda a una buena película que habría merecido los mismos elogios sin ese componente de homenaje.
2 comentarios:
Película nada típica de festival, lo que convierte su triunfo en San Sebastián en la categoría de guion en todo un logro. Saludos
Juan, la verdad es que sí, es un detalle a tener en cuenta. Para mí, muchas cosas a su favor.
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