Cuando se ve que el currículum de Dan Mazer como director arranca con esta Les doy un año pero que es el coguionista de Borat y Bruno, esos dos vehículos para el ¿lucimiento? del Sacha Baron Cohen más desatado, cabe espera que esta comedia romántica sea más gamberra de lo habitual. Lo es en algún momento, pero al final acaba en los mismos territorios habituales del género Acaba siendo resultona, medianamente entretenida, gracias también a que entiende que superar sus 97 minutos para una historia en el fondo tan sencilla sería un suicidio, pero no hay muchos elementos que destaquen por encima de la media o ese gamberrismo desaforado que podría esperarse. Más bien al contrario, y quitando cuatro o cinco puntos más gruesos de lo habitual, es una comedia romántica bastante tradicional. Por eso, los aficionados al género seguramente la disfrutarán y los que no lo sean al menos no la considerarán una pérdida de tiempo.
De hecho, lo mejor de Les doy un año está en su comienzo y en su final, en la descripción de la idílica historia del enamoramiento que termina en boda con un buen uso del tiempo y en la forma en la que se resuelve el desamor labrado durante esos doce meses del título y el juego de parejas cruzadas que se establece durante el filme con cierta ingenuidad. Entre medias de ambas escenas, y pensando incluso que el final no termina de encajar con el tono de lo que se había visto hasta ese momento, Mazer trufa el relato de gags, de anécdotas, de chistes y de situaciones pretendidamente rocambolescas con menos éxito y transgresión de lo esperado. Es difícil que aburra una escena de un trío sexual y sin embargo lo hace. Pero al mismo tiempo es muy divertido el uso de animales (en este caso unas palomas). Mucho altibajo en la parte central de la película como para que termine de despegar.
Más o menos se hace llevadera la película porque los actores convencen. El matrimonio protagonista lo forman Rose Byrne y Rafe Spall, la ex novia de él es Anna Faris y el millonario que intenta ligar con ella es Simon Baker. Pero hay un personaje que demuestra el nivel de la película, el mejor amigo del novio y padrino en su boda interpretado por Stepehen Merchant. ¿Divertido en sus discursos plagados de alusiones sexuales? Puede ser. ¿Pero ayuda a que la película avance o a que los personajes protagonistas sean mejores? En absoluto. Es una evidente desconexión, un intento de introducir chistes que, en realidad, no añaden nada al relato. El gag por el gag buscando a uno de esos personajes de los que la gente hable y que habitualmente se usan para tapar las carencias de una película cuando ellos mismos, por divertidos que sean, suelen formar parte de esas carencias.
Les doy un año no es más que lo que pretende ser, un divertimento pasajero. El nivel de entretenimiento dependerá de lo que cada espectador se meta en la propuesta, pero no es nada del otro mundo. Algún que otro chiste divertido, las inevitables alusiones sexuales que invitan a colocar a la protagonista en ropa interior (exigencia obligada, al parecer), algún secundario cómico tópico que busca la risa fácil y una historia sencilla. Esto último es probablemente lo más decepcionante porque es evidente que la película busca un enfoque nuevo, el de una pareja con problemas y que pelea para llegar como sea al año de casados, asumiendo que esos primeros doce meses son los más difíciles de la aventura del matrimonio. Y, por supuesto, con el clásico cuarteto amoroso que sólo es tan divertido como pretende en los detalles de la escena del billar. El resto, resultón y pasable pero nada más.
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