Hay mucho y muy interesante en A cambio de nada, y sin embargo queda la sensación de que demasiado se ha quedado a medias. Daniel Guzmán, guionista y director del filme, crea un universo muy intenso, emocionante y bien construido, con unos personajes atractivos y un espléndido retrato urbano a través de los ojos de una adolescencia conflictiva. Pero, al mismo tiempo, da la impresión de que algunos temas quedan demasiado sueltos, que algunos personajes no llegan a alcanzar su verdadero potencial y que la misma película se pierde ligeramente en el intento de presentar con un positivismo excesivo lo que podría haber derivado en un mosaico mucho más turbio y pesimista, quizá siendo así más verosímil de lo que acaba siendo. Guzmán consigue una buena película, pero se conforma con mostrar sin conducir, la suya es una mirada muy limpia, muy propia casi del documental pero no la termina de llevar a la historia a un terreno más personal y carismático.
Es obligado insistir en los aciertos que tiene el filme porque son bastantes. El esencial es que consigue que el entorno en el que se mueve Darío (Miguel Herrán), el adolescente protagonista, sea terriblemente interesante y esté cargado de vida, desde su vida como estudiantes a cómo le afectan los problemas de sus padres, pasando por sus ambiciones de ganar dinero rápido o su despertar sexual. El empleo de las localizaciones es igualmente espectacular, y su mirada hacia el Madrid menos turístico esquiva todos los maniqueísmos en los que podría haber caído para convertirse en un entorno creíble y muy adecuado. Y, por supuesto, es interesante destacar que Guzmán ha sido capaz de ensamblar un reparto formidable, mezclando rostros nuevos y veteranos, chavales jóvenes a los que es muy fácil creer y veteranos que dan algo más de caché al resultado final, destacando sobre todo las apariciones de Luis Tosar y María Miguel, interpretando a los padres de Darío.
Pero de alguna manera la película no termina de romper y ser algo más, porque el guión es escaso y sin objetivo claro. El resultado es bueno, interesante, realista y socialmente interesante. Pero a Guzmán le falta un sello más definido, algo que lleve a pensar que esta es una película suya, no una derivación de Barrio con un protagonista algo más adulto, no un cajón desastre de temas bien presentados pero no aprovechados en su conjunto (la separación de los padres se diluye tras la primera media hora, la relación con la vecina deja entrever que hay mucho más que se acaba perdiendo, la presencia del abogado podría haber dado más juego...), e incluso una película de mensaje debatible, porque en el fondo no deja de ser el retrato de un joven delincuente que queda algo glorificado. Esto, no obstante, es soñar por soñar. Es lo que A cambio de nada podría haber alcanzado desde una base bastante atractiva que si tiene.
Y lo mejor es quedarse con eso, con los muchos detalles positivos que le sirven de aval, aún pensando que la película podría haber mejorado con algún retoque más y puede que con algo más de ambición cinematográfica. Guzmán tiene frescura y sinceridad, aunque no toda la garra que le habría permitido una descripción más intensa y menos lineal. Con todo, por momentos juega admirablemente bien con personajes muy distintos entre sí y los hace encajar, algo que no es nada fácil, para que la historia mantenga el interés hasta el final, incluso asumiendo que la resolución es el punto menos creíble de toda la trama. A pesar de sus defectos, A cambio de nada es una notable historia sobre la amistad y la lealtad, hacia los demás y también hacia uno mismo, que sabe colocar tramas secundarias en el relato aunque sea más irregular a la hora de resolverlas.
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