
La premisa es sencilla. Tenemos un joven matrimonio, formado por Joanna (Keira Knightley) y Michael (Sam Worthington). Él tiene una atractiva compañera de trabajo, Laura (Eva Mendes), de la que no le ha hablado nunca a su esposa y con la que se va de viaje de negocios. Ella tiene un antiguo amante, Alex (Guillaume Canet), del que su marido no ha escuchado hablar ni antes de casarse ni ahora que, casualmente, se encuentra en Nueva York. Así se desata un juego de seducción, celos y mentiras que se convierte en un elaborado, aunque algo maniqueo, tratado sobre la infidelidad. ¿Qué es infidelidad? ¿Qué la provoca? ¿Es asumible en un matrimonio? Todo son preguntas que plantea Massy Tadjedin en su primera película como directora, basándose en un guión escrito por ella misma. Muchas preguntas y tantas respuestas como espectadores, porque la película no sentencia, no juzga, no dicta una moral establecida o predilecta. Ofrece información y deja que quien quiera acercarse a Sólo una noche (no del todo adecuada traducción para España de Last night) saque sus propias conclusiones.
Y es ahí donde seguramente se producirán las discrepancias a la hora de evaluar la película, condicionado cada uno por el juicio que haga de los personajes. A mí ninguno de los cuatro personajes protagonistas supo generarme empatía. Puedo ver las situaciones a través de su mirada, pero no compartirla hace mucho. Y casi ninguno de los actores me genera la suficiente confianza o comprensión como para meterme tanto en la película. Quizá esté ahí el freno de la película. Lo cierto es que tres de ellos son actores de moda, y de ahí que consigan con facilidad papeles como éstos, seguramente pensando sus responsables que poner su nombre en el cartel pueda dar algo de dinero. Keira Knightley tiene un halo de buena actriz que no termino de comprender, nunca ha conseguido conmoverme ni emocionarme y, por desgracia, Sólo una noche no marca una diferencia en esa percepción. Sam Worthington y Eva Mendes son más maniquíes que actores, y cumplen con ese rol a la perfección. Y, sin duda, el mejor actor de la película es el menos conocido, el francés Guillaume Canet, el que mejor consigue plasmar los matices necesarios para su personaje.
Por eso, por el trabajo de Canet, es rápidamente la relación entre Alex y Joanna la que se convierte en motor de la película, cuando el comienzo apuntaba a todo lo contrario, que sería la de Michael y Laura (o, incluso, y desde una óptica más tradicional, podría haber sido la de Michael y Joanna). Es Canet, y en realidad sólo él, quien destila sinceridad en sus gestos, en sus miradas, en sus sonrisas y lo demás parece orquestado a su alrededor, cuando no tendría que ser así. Lástima, porque había más potencial en el guión. No tanto por una originalidad que esta historia no tiene, pero sí por las preguntas que podría haber dejado sobre la mesa con una mayor sutileza en su escritura y, también y quizá por encima de todo, en la interpretación de los actores. Todo queda meridianamente claro al cuarto de hora de película y, no deja de ser curioso, es ese cuarto de hora inicial lo mejor de Sólo una noche. El esbozo del juego de traiciones atrae más que las traiciones en sí mismas, tanto por el libreto como por la realización de Tadjedin (brillante juego temporal el que establece en el montaje del arranque del filme).
La insistente música a piano de Clint Mansell da fuerza al arranque de la película, pero su calidad se diluye de ahí en adelante en repeticiones de notas y recursos. El buen montaje de la película queda descompensado por el mayor peso dramático y empático de una de las historias (insisto, la de Alex y Joanna, que es la que ofrece las mejores secuencias, y es la única en que se ve la química necesaria, entre actores y entre personajes, para entender la relación entre los dos miembros de la pareja). Y, al final, lo que deja Sólo una noche por encima de todo es un enorme abanico de temas acerca de la infidelidad (¿o es sobre la felicidad en el amor?) para su discusión. ¿Suficiente? Probablemente no, porque la película deja un mayor disfrute después de verla que durante ese visionado. Lo que habría dado yo por ver este mismo filme con otros actores, lo que habría dado porque algunas de las viejas glorias de Hollywood no envejecieran ni murieran nunca.