Este pasado fin de semana fui al cine a ver la última película de Clint Eastwood, Banderas de nuestros padres. Voy mucho al cine, pero hacía mucho tiempo que no veía a más de la mitad de la sala permanecer en sus asientos durante los títulos de crédito de una película. Durante esos minutos finales, Eastwood ilustra los créditos con fotografías de los auténticos protagonistas de la historia que cuenta la película, la batalla de Iwo Jima y los soldados que colocaron la bandera que se hizo tan popular gracias a una de las fotografías más conocidas del siglo XX, hasta finalizar, precisamente, con esa instantánea. Ese respeto durante los créditos no lo consiguen otros muchos directores por mucho que pongan imágenes e incluso diálogos en esos minutos que parece que sólo unos pocos somos capaces de aguantar.
El actor que dio vida a Harry el sucio, el director que me emocionó con películas como Sin perdón, Mystic River o Million dollar baby tiene asegurada mi entrada para todos sus cintas desde hace ya muchos años. Su último trabajo, además, me apetecía mucho verlo, porque supone un pequeño cambio en su carrera al ser una película de guerra, con grandes escenas de batalla, alejada del intimismo de su cine más reciente. No es Salvar al soldado Ryan (Steven Spielberg, curiosamente, produce la película de Eastwood), pero deja un gran relato de guerra, los mejores planos generales de una batalla de la Segunda Guerra Mundial y una historia personal y familiar de lo más conmovedora enfocada desde el bando americano. Eso sí, no sé por qué pero estoy seguro de que me va a gustar la segunda parte del díptico que ha realizado Eastwood, Cartas desde Iwo Jima, esta vez desde el punto de vista japonés. Todavía tendremos que esperar un poco para verla en España.
1 comentario:
Clint, el más grande...
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