Cuando me enteré que se iba a hacer una sexta entrega de Rocky lo primero que pensé es que tenía que ir a verla al cine aunque sólo fuera por escuchar en una sala de cine el tema musical que Bill Conti creó allá por 1976 (el mismo pensamiento que tuve con Superman returns, el mismo que tendré con Indiana Jones IV). Y lo he hecho. He visto Rocky Balboa en el cine. Me imagino que muchos pondrán a parir la película incluso sin verla amparándose en que es una sexta (¡¡¡sexta!!!) entrega, en que no aporta nada nuevo, en que las anteriores ya eran muy malas (nunca entendí esa manía de meter la primera en ese grupo, ya que es una buena película que incluso ganó el Oscar en su año; no lo merecía, se lo arrebató a Scorsese, pero lo ganó), en que Hollywood ya no tiene ideas, en que Stallone está ya mayor para hacer estos papeles, y en otras dos docenas de razones parecidas...
Pues qué queréis que os diga, me ha entretenido. De crío vi las cinco películas anteriores. Hace poco volví a ver la primera y me reafirmo en que es una gran película. He crecido con Rocky (y con otros muchos personajes) y, aunque las películas sean malas, se le acaba cogiendo cariño al personaje. Rocky Balboa aumenta ese cariño, porque añade la sensación, la certeza, de que ya no volveremos a ver al personaje. La saga se ha acabado y yo he visto su final en el cine. Eso me ha alegrado el día, porque durante el combate final, la enésima pelea que Rocky no va a poder ganar pero que acaba disputando como si fuera la última de su vida (y en este caso lo es), me di cuenta de que estaba ansioso por conocer el desenlace, por saber si Rocky gana o no, la misma emoción que sentí viendo Rocky por primera vez.
Los títulos de crédito están acompañados por imágenes de personas anónimas emulando al boxeador, subiendo las famosas escaleras de Filadelfia que hemos visto una y otra vez con la música de Bill Conti. Eso añade más nostalgia todavía y demuestra lo grande que es la leyenda de Rocky, un personaje al que todo el mundo conoce.
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