Negocios con resaca es la historia de un ejecutivo que se cansa de la empresa en la que trabaja y de su jefa y decide montar una nueva empresa por su cuenta para tratar de hacerle la competencia, y necesita desesperadamente un contrato con el que poder sobrevivir. Así en un primer vistazo, con esta sinopsis básica, surgen dos formas de hacer la película. La primera habría sido una comedia sutil sobre el mundo de los negocios, que podría haber derivado en los siempre agradables vericuetos de la lucha de sexos y mostrando las diferencias culturales más evidentes con el cambio de escenario, de Estados Unidos a Alemania. Pero Ken Scott, siguiendo el guión de Steve Conrad, no opta por este camino sino por la posibilidad desmadrada, la de los chistes sexuales a granel y la del completo descontrol narrativo, cómico y actoral. El caso es que se atisba un público para una película de este tipo, pero es difícil entender qué hace ahí un actor como Tom Wilkinson.
En el fondo, como el cine ya no es lo que era, se entiende el camino adoptado por Scott y Conrad, por mucho que disguste con facilidad a cualquiera que aprecie el talento desperdiciado de Wilkinson o incluso el de Sienna Miller, cuyo personaje es la clave para entender qué película se podría haber hecho y cuál se ha escogido finalmente. Miller interpreta a la ex jefa y rival del protagonista, a quien da vida un anodino Vince Vaughn. La primera escena de la película es, de hecho, la más intensa y mejor planificada de todo el filme, el enfrenamiento entre ambos, el desencadenante de la historia y la presentación perfecta de dos personajes llamados a ser antagonistas. Interesante, ¿verdad? Lo parece en estos tres primeros minutos. Pues hay que olvidarse de esa posibilidad, porque el personaje de Miller queda enterrado entre lo secundario con escasas apariciones en favor de las correrías sexuales y juerguistas del trío protagonista, los tres tipos que forman esa nueva empresa llamada a hacer grandes cosas por razones personales de lo más variopintas e incluso discutibles.
Lo malo es que, salvo contadas excepciones, no es una película que busque un humor que satisfaga más que a un público dispuesto a desvariar al mismo ritmo que el trío protagonista mete la pata, bebe alcohol, busca sexo y toma drogas mientras hace como que trabaja, uno que encuentre graciosa una conversación entre el protagonista y tres homosexuales con el miembro viril colgando de unos agujeros en la puerta dentro de un gran festival gay en Berlín, uno que acepte con facilidad chistes gráficos sobre la postura de la carretilla o uno que encuentre comicidad en el simple uso de la palabra "tetas" en una sauna repleta de personajes desnudos. Incluso dentro de ese planteamiento no termina de ser una película especialmente hilarante, no llega a estar bien escrita ni rodada, las interpretaciones van casi con el piloto automático puesto y ni siquiera se saca partido del escenario exótico desde el punto de vista americano que supone la ciudad alemana. Eso es lo que propone Negocios con resaca, aunque sorprendentemente lo quiera mezclar con una moralina familiar realmente curiosa.
Desaprovechada Miller, quizá lo más simpático de la película haya que encontrarlo en la forma en la que Dave Franco interpreta a su poco despierto personaje, los atisbos de una película mejor que hay en el de James Marsden o el mínimo aprovechamiento psicológico que hay en el de Nick Frost. Porque, por lo demás, realmente es muy difícil entablar empatía con un vendedor de virutas de metal, tema por el que la película no siente ningún interés y que hace que al final dé un poco igual quién cierra el trato y quién gana esta absurda carrera. Mientras se desarrolla esta posibilidad desmadrada, que al menos tiene la decencia de quedarse en 91 minutos, uno no deja de preguntarse qué clase de película se podría haber obtenido siguiendo la otra alternativa. Y qué podrían haber hecho Wilkinson y Miller con esos papeles mejor escritos. Y qué clase de comedia podría haber sido si se olvidara del facilón recursos del sexo como arma del 90 por ciento de sus chistes.
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