Sin pensar en adaptaciones previas o en la novela en la que se basa, Lejos del mundanal ruido invita rápidamente a fijarse en dos cuestiones fundamentales. La primera es su reparto, probablemente lo mejor de una película que se mueve muy correctamente por la historia, resultando difícil no centrarse en la siempre llamativa Carey Mulligan, muy bien acompañada por un trío masculino, el que forman Matthias Schoenaerts, Michael Sheen y Tom Sturridge. La segunda es su manejo del tiempo, que es quizá lo que menos convence de la película de Thomas Vinterverg. No convence porque, a pesar de que se introducen escenas de cosecha para mostrar el paso del tiempo y a que hay algunas alusiones a ese mismo aspecto, incluyendo una fiesta navideña, es imposible decir cuánto ha transcurrido entre el comienzo y el final o cuánto pasa entre escenas que resultan clave, ya que los personajes no parecen cambiar y porque las elipsis no están controladas y se echa en falta algo más de información para rellenarlas.
Y eso que no es una película excesivamente corta y se queda a un solo minuto de las dos horas, pero aún así el montaje se convierte en su mayor debilidad. Thomas Vinterberg, que salta al cine anglosajón después de la portentosa La caza con esta nueva adaptación de la novela de Thomas Hardy (la quinta, siendo la más conocida la que en 1968 dirigió John Schlesinger con Julie Christie y Terence Stamp encabezando su reparto), no domina el ritmo con tanto acierto como en aquella, aunque el gusto por las elipsis y por dejar que sea el espectador el que ate cabos sigue muy presente en su forma de entender el cine. No obstante, lo cierto es que aquí eso es más un demérito que un acierto (no hay más que ver la forma en la que la joven Fanny Robin regresa a la historia en el último tercio). Quizá no sea un defecto trascendental y no afecta tanto a la película como para dejarla en mal lugar, pero con algo más de acierto en este terreno sí podría haber conseguido que fuera algo más redonda.
Con ese defecto, hay que reconocer que los dos puntales obvios en una película de estas características los tiene. Por un lado, es una película de factura impecable, bien rodada porque todo lo que aparece en el encuadre encaja a la perfección en esta historia de época, trajes y escenarios, pero sobre todo actitudes y comportamientos de los personajes. Todo está perfectamente medido, quizá incluso demasiado, lo que resta algo de espontaneidad a la historia pero no en lo visual. E hilando con eso último, sobresale el reparto. Carey Mulligan es una actriz que fascina con cierta facilidad, y encuentra un tono comedido que encaja bastante bien con el de Matthias Schoenaerts. Eso sí, del trío masculino, y quitando algún momento magnífico de Tom Sturridge (cuyo personaje es claramente el peor perfilado de los tres, cayendo en la descripción fácil y no demasiado elaborada), es imposible no adorar la sutileza de Michael Sheen, un actor formidable que probablemente no tiene el reconocimiento que merece y que posee una exquisita versatilidad.
De hecho, si hay que buscar las mejores escenas de la película es difícil no incluir en ellas dos de las del propio Sheen, una conversación con Mulligan y otra con Schoenaerts en las que este intérprete muestra una sensibilidad sobresaliente. Ambas dan la mejor medida de la película y muestran que su funcionamiento es bastante correcto. Y es que, en general, o hay grandes sobresaltos, ni siquiera las escenas pensadas para quedarse en la retina (las habilidades de esgrima de uno de los tres personajes masculinos) sobrepasan lo correcto, pero tampoco hay más obstáculos para disfrutar la película que el mencionado manejo del tiempo. Lejos del mundanal ruido se convierte así en una cinta que se deja ver con bastante facilidad, en la que sus actores logran que la película adquiere un tono muy adecuado y donde el cuarteto amoroso, aún siendo previsible, se construye con bastante naturalidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario