Es bastante obvio que Walking on Sunshine se ha concebido con dos elementos en la cabeza. Por un lado, y de forma esencial, la música, una selección de conocidísimas canciones de los años 80 versionadas por los actores del filme en números musicales a la vieja usanza, pero que apelan más a la nostalgia que al gusto por la brillantez con la que puedan estar hechos. Por este afán se explica, por ejemplo, la presencia de Leona Lewis, ganadora de un concurso televisivo británico en el año 2006 y cantante de éxito desde entonces. Por otro lado, el entorno, una postal turística de la región italiana de Apulia que para ser mostrada ni siquiera tiene que mostrar coherencia geográfica. Y ya está. Lo demás, olvidable. Poca historia, personajes pocos carismáticos, todo muy previsible, facilón y a veces rozando lo amateur. Pero sí, la música basta para, aunque sea despertando del letargo cada cierto tiempo, paliar en parte la mala factura de la película.
Se huele desde el principio que Walking on Sunshine es de esas películas que obligan a apagar el cerebro. A los cinco minutos es tan evidente lo que va a suceder en la cinta, que asusta. No hay sorpresas, más allá de la simpatía que derrocha uno de los personajes, el caradura ex novio de una de las dos hermanas protagonistas interpretado por Greg Wise. El resto va de la rutina a lo anodino, pasando por el cliché y, por supuesto, la belleza de la mayoría de sus protagonistas (a excepción de los entrados en kilos Katy Brand y Danny Kirrane, que son la cuota habitual de este tipo de actores, indudablemente como motivo cómico del cine de buen rollo en el que pretende encajar) y del lugar escogido como escenario. En ese sentido, no hay duda de que es una bellísima postal, montada eso sí de una forma completamente arbitraria, llevándose por delante la continuidad de una forma notable.
Obviamente, todo esto forma parte de la desgana de hacer una película en la que sólo quiere venderse con el carisma y el atractivo de la foto fija de sus tres protagonistas (Hannah Arterton, la hermana de Gemma Arterton, Annabel Scholey y Giulio Berruti) su concepto como musical. Y ahí, claro, el trabajo está hecho de antemano. Con canciones ochenteras de Maddona, Bananrama, The Bangles, George Michael o Roxette, resulta casi inevitable que la pierna se mueva al ritmo de la música, al menos para aquellos espectadores que hayan crecido o al menos conozcan esas canciones. Su presencia en la película es más o menos discutible, y la sensación es que el guión se ha ido construyendo en base a los títulos y letras de las canciones cuyos derechos han podido adquirir. Y la ejecución de los números es simplemente correcta. No hay ninguno especialmente memorable, ni tampoco alguno que desemboque en el desastre.
La verdad es que sorprende que un musical con una buena selección de canciones no sea capaz de pasar del nivel que ofrece Walking on Sunshine, pero el resultado es bastante pobre. Pasable si lo único que se pretende es pasar un rato simpático animado por la música seleccionada, pero poco más. Max Giwa y Dania Pasquini, que firman la película simplemente como Max & Dania, no hacen valer su experiencia en el mundo del musical para hacer algo verdaderamente atractivo, fallando sobre todo por la parte más cinematográfica y menos vinculada al género que exploran. Y eso que tienen un reparto mínimamente solvente que sabe llenar los zapatos de su personaje seguramente muy por encima de lo que los dos directores han sabido sacarles. Pero la película no tiene emoción, no conmueve ni en los momentos más felices ni en los más tristes y la implicación con la historia es tan mínima que ni siquiera permanece en la memoria. Lástima.
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