Aquellos espectadores que tengan un bagaje en el género, que estén acostumbrados a ver thrillers, que conozcan al detalle la trayectoria más reciente de Liam Neeson o incluso los que hayan visto y disfrutado los últimos filmes de Jaume Collet-Serra (que además cuentan con Neeson como protagonista, tanto Sin identidad como Non-Stop), encontrarán en Una noche para sobrevivir más de lo mismo. Pero es un más de lo mismo correcto, entretenido, bien llevado y que proporciona el entretenimiento para el que está pensando el producto. Si bien los primeros espectadores mencionados podrán pensar que la ausencia de originalidad y la repetición de arquetipos y modelos es un punto en contra de la película, el espectador casual sí podrá disfrutar de la historia sin problemas porque tiene las suficientes dosis de emoción y carisma como para pasar el corte sin demasiados problemas. No será consuelo para algunos, pero si los clichés se emplean con tanto oficio como aquí, no importa tanto que no haya una mayor originalidad.
Y es que Neeson ha encontrado desde hace ya muchos años un espacio en el que se mueve como pez en el agua. En Una noche para sobrevivir da la impresión de que su personaje va a ser distinto al de tantas y tantas películas como ha hecho en los últimos tiempos, se le presenta con una fragilidad mucho mayor, con un pasado turbio que afecta a su presente, con problemas con la bebida y de dinero, no muy lejos de ser un hombre derrotado. Pero en el momento que coge una pistola por primera vez se transforma, casi por arte de magia, en el Neeson al que estamos acostumbrados. Eso, en realidad, es un error en el filme, porque no deja reposar la historia lo suficiente (apenas transcurren 16 horas entre la primera escena, que da una información que en realidad no termina de funcionar, con el arranque de la historia) como para que esa metamorfosis sea del todo creíble, por mucho que el carisma de Neeson sea tan grande que pronto se olvida cualquier malestar y la inmersión en el ritmo trepidante que propone Collet-Serra es total.
Carisma y oficio son las dos grandes bazas de la película. Collet-Serra ha reunido un reparto con el que se disfruta en todo momento. Además de Neeson, es imposible no apreciar lo que Ed Harris es capaz de hacer, lo que ha hecho siempre aunque sea uno de esos actores infravalorados que nunca ha dado el salto al estrellato (impresionante la conversación que mantiene con Neeson en el bar), y en general todo el reparto funciona muy bien, desde Joel Kinnaman, interpretando al hijo de Neeson, hasta Vincent D'Onofrio. Y Collet-Serra rueda generalmente tan bien que aporta el nervio que necesita la película. El ejemplo perfecto es la espléndida persecución automovilística que introduce, continuación natural de la que ya incluyó en Sin identidad. Lo que no encaja tan bien en la historia, y que en realidad resulta un innecesario empleo de recursos, es la digital forma en la que realiza las transiciones entre escenas (o la del prólogo), que no consigue dar a la ciudad el protagonismo que busca y que sí se consigue con planos más tradicionales.
Una noche para sobrevivir, en realidad como casi todas las películas de Collet-Serra, roza los caminos de lo inverosímil pero acaba encarrilándose para entretener sin complejos hablando de lo que tantas veces ha hablado el cine, las consecuencias del lado más oscuro de los negocios mafiosos en la familia y en viejos amigos. La película mezcla tópicos y momentos más que interesantes, destacando entre estos últimos la conscientemente no demasiado explicada relación entre el protagonista y el policía que interpreta D'Onofrio. Quizá haya un intento de llevar la espectacularidad de la película demasiado lejos (en la escena del bloque de viviendas y la introducción de un temible asesino a sueldo), cuando Collet-Serra se muestra siempre acertado en entornos algo más controlados (los de cualquier tiroteo que se ve en la película, meticulosamente planificados, o la ya mencionada persecución por las calles de Nueva York), pero en general es muy fácil pasarlo bien con el filme, por mucho que nos recuerde a cientos de historias parecidas.
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