En Chef no hay nada que no nos hayan contado mil y una veces, y que nos lo cuenten en 114 minutos puede ser algo excesivo e intrascendente. Pero, aquí viene lo bueno, hasta ahí llegan los aspectos negativos de Chef, una de esas películas que explotan con inteligencia y categoría el buenrrollismo que todo el mundo necesita de vez en cuando. En ese sentido, es una película deliciosa de ver, y el adjetivo tiene un doble uso en esa frase puesto que el tema de la película se enfoca en la gastronomía, concretamente en la vida de un chef que quiere ser especial en su trabajo y al mismo tiempo feliz en su vida. Como sin conflicto no habría película, al final la trama deriva en una muy clásica pero desenfadada y alegra historia de superación en la que todo el mundo es bueno, todo es divertido y todo acaba saliendo bien. Lo dicho, buen rollo. Pero buen rollo bien hecho.
De una manera o de otra, Jon Favreau es uno de esos tipos que se nota que se lo pasa bien. Lo hace cuando actúa porque transmite carisma y buen rollo, y lo hace cuando dirige. Hasta ahora había destacado más por grandes espectáculos de acción y efectos especiales, como sus dos entregas de Iron Man (la primera y la segunda) o ese bizarro entretenimiento que era Cowboys y aliens, pero con Chef demuestra que también sabe disfrutar con una historia de corte más realista e intrascendente. ¿De qué otra forma se puede interpretar si no es como diversión el reparto que reúne y el resultado que le da? Él mismo al frente, con John Leguizamo... básicamente haciendo de lo que casi siempre hace John Leguizamo. Lo mismo se puede decir de Sofía Vergara. Scarlett Johansson casi agradece este tipo de películas asentadas en la realidad, por pequeño que sea su papel. A Dustin Hoffman siempre es un placer verle. ¿Y Robert Downey Jr.? Nadie se lo ha pasado mejor que él haciendo esta película.
¿Pero de qué va Chef? Muy sencillo. Favreau interpreta a un jefe de cocina de un buen restaurante al que las cosas le van aparentemente bien, pero que se topa con cuatro problemas. El primero, un blogero gastronómico (Oliver Platt) que acude a su restaurante dispuesto a evaluarle sin piedad. El segundo, un jefe (Hoffman) que le recuerda quién paga las facturas. El tercero, su escasa experiencia en el mundo de las redes sociales que le lleva a meterse en algún que otro lío gracias a su recién estrenada cuenta de Twitter. Y el cuarto, un hijo de diez años (Emjay Anthony) para el que apenas tiene tiempo y que tuvo con su ex mujer (Vergara). Por el camino, Favreau abre el apetito con una delicadeza gastronómica que encandila, con una buena música con la que es fácil conectar (sonidos latinos incluidos), juguetea con las propiedades eróticas de la cocina pero sobre todo convierte el trabajo en los fogones como un aprendizaje vital de buenas intenciones.
Chef funciona así como comedia (ojo al diálogo en español de John Leguizamo, que seguramente perderá gracia en la versión doblada) y como relato costumbrista, pero sobre todo es esa bocanada de buen rollo que el cine sabe insuflar mejor que ningún otro arte. Es fácil encontrar en la película momentos divertidos, tiernos y agradecidos, es muy sencillo dejarse arrastrar por la historia, por mucho que en el último tercio dé la sensación de estar siendo alargada en exceso. ¿Y su intrascendencia? Pues es grande, claro, porque ni es una historia rompedora ni es la mejor que se ha rodado nunca, como tampoco va a cambiar la vida de nadie porque ni siquiera lo pretende. Pero dentro de esa categoría de películas intrascendentes, todos sabemos que las hay de dos clases. Por un lado esas de las que nos hemos olvidado antes incluso de que se terminen. Por otro, las que dejan una sonrisa al acabar la proyección y por eso las acabamos recomendando a quien quiera distraerse durante un par de horas. Chef es, indudablemente, de las segundas. Y por eso en estas líneas lo que se está haciendo es recomendarla.
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