Los toques de originalidad, clase y corrección con los que se va desarrollando Viajo sola son el puno fuerte de este drama italiano, la última película de la realizadora Maria Sole Tognazzi. Pero aunque tiene un planteamiento sugerente (¿por qué todavía tenemos que felicitarnos de que haya papeles como éste para mujeres que pasen de los 25 años?) y un desarrollo atractivo, el destino de ese viaje en que se acaba convirtiendo la película es bastante más flojo. La cinta, en realidad, acaba donde empieza después de algunos giros que esconden mensajes mucho más tradicionalistas que los que cabía esperar por sus ideas iniciales. Y como el final no está a la altura, se corre cierto peligro de que sus virtudes en el relato queden algo escondidas detrás de la postal hotelera que también es, ya que la protagonista es una inspectora de hoteles de lujo, que realiza sus evaluaciones siendo un visitante misterioso y sin revelar su identidad a los responsables de los establecimientos hasta que ha de exponerles su juicio sobre ellos.
El aspecto que deja más frío en Viajo sola es que dedica prácticamente una hora a mostrar el retrato de una mujer fuerte, independiente, firme, segura de sí misma, y las dudas que surgen en su vida, para después acabar en un punto prácticamente idéntico al que supone el arranque de la película. Eso, aún habiendo disfrutado en buena medida del viaje, deja una sensación final un tanto escasa, como si todo lo acontecido no tuviera demasiado valor, como si los retos personales que afronta esa mujer tan individualista o la forma en la que obtiene el cariño de los suyos (con sus sobrinas, con su ex pareja, con su hermana o con un desconocido) no tuvieran una importancia tan decisiva en este trayecto. Y sorprende que las conclusiones sean tan conservadoras, poniendo incluso el caramelo en la boca del espectador en la escena final en el aeropuerto.
Con todo, el relato es agradable en buena medida, divertido cuando ha de serlo, dramático cuando corresponde, y atractivo casi siempre en esa primera hora. Luego es verdad que se aprecian más algunas flaquezas del guión y personajes y momentos que no terminan de encajar en la historia (por atractivos que sean por sí solos los momentos en los que una joven pareja es ignorada en uno de los hoteles de cinco estrellas que evalúa la protagonista, ¿tiene algún sentido real dentro de la película?), pero el viaje se sigue disfrutando gracias a la carismática interpretación de Margherita Buy, indudable musa del cine italiano con sus quince nominaciones a los David Di Donatello y nada menos que seis premios, el último de ellos precisamente por Viajo sola. En realidad, ella encabeza con un enorme estilo y una gran sensibilidad un reparto acertado que añade a toda la película la credibilidad que necesita.
Viajo sola acaba siendo una bonita postal hotelera y un convincente retrato femenino, pero no termina de ir más allá. Tognazzi se conforma con volver a dejarlo todo prácticamente en el sitio inicial, sin que la vivencia haya transformado notablemente el panorama cuando unos muy agradecidos 85 minutos llegan a su fin. Puede que haya momentos en los que la cinta busca una complicidad que no termina de generarse o que realmente no haya sabido cómo rematar la historia, pero es verdad que falta algo. No más metraje, porque ahí está la cosa bien ajustada, pero sí algo más de fuerza. La corrección basta para que la película sea creíble y funcione, pero no para que despegue y se convierta en algo más. Con todo, hay momentos de gran belleza y mucha sensibilidad, que son los que, junto al reparto, hacen que la película sí consiga sostenerse con bastante solvencia.
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