Han pasado ya cuatro años desde que se estrenó Cómo entrenar a tu dragón y sigue siendo una de las mejores películas de la división animada de Dreamworks. Una de las razones es que fue una de las primeras en demostrar que la productora había entendido que competir con Disney y Pixar en su terreno era absurdo y que había que crear un universo propio. Es lo que hizo con Shrek, pero lo que olvidó con otras películas posteriores, algunas de ellas francamente fallidas. Como fue un éxito, la secuela era inevitable. Y esta segunda entrega cumple sobradamente con las expectativas, se compra con una facilidad inmensa porque en la pantalla está todo aquello que hizo de la primera una película entretenida, aventurera, original y accesible a todo tipo de públicos, además de introducir elementos novedosos que dan una identidad propia a esta continuación. Así se entretiene al público, sobre todo porque la mayor parte del que llegue a esta película lo hará por el grato recuerdo que dejó la cinta original. Y sí, así se hace una secuela.
Los cambios esenciales pasan por el escenario que plantea Cómo entrenar a tu dragón 2, que acontece cinco años después. Es decir, Hipo es ya un adulto (aunque con aspecto casi de adolescente, y más comparado con los pesos pesados de su pueblo) y la relación de estos singulares vikingos con los dragones es ya de absoluta y feliz convivencia. La trama evoluciona a partir de ese escenario, recogiendo temas de identidad, de familia y de liderazgo que dan el necesario poso moral que cualquier película de dibujos animados se siente obligada a dejar para los más pequeños, pero sin despreciar el sentido aventurero y el gran espectáculo visual igualmente necesario cuando se tiene, por un lado, a un dragón como coprotagonista y, por otro, a tantas de estas criaturas en pantalla en los planos más apabullantes del filme. En ese sentido y para llegar al sobresaliente, sólo se echa en falta un plano abierto en el clímax que rematara la espectacularidad.
Dean DeBlois, director y guionista de ambas películas (la primera codirigida con Chris Sanders), consigue mantener la fórmula y hacerla tan entretenida como hace cuatro años, algo que parece fácil pero que tantas películas demuestran que no lo es. Puede que la primera entrega esté un peldaño por encima de ésta, entre otras cosas por el elevado componente de sorpresa agradable que tuvo, pero, además de lo mencionado, hay dos añadidos notables en esta continuación que compensan la frescura que se pierde. Se trata de dos personajes vinculados directamente con los dragones, el primero de ellos con un aspecto visual decididamente rompedor para una película de este estilo (y al que es mejor descubrir en la película y no en trailers, fotos, sinopsis o críticas que revienten la película) y el segundo como un villano muy atractivo. Y por supuesto, destacan los dragones. Muchos, muy diferentes y, por supuesto, más grandes para que haya una escena climática bestial que incluso precede al final de la película.
Al decir que Cómo entrenar a tu dragón 2 es una secuela modélica se tiene que dar por supuesto que, además de un respeto a la fórmula original, hay también capacidad de sorpresa. Es decir, no es la misma película, no es una continuación innecesaria como se suele decir actualmente, o un burdo intento de aprovechar el tirón de la anterior. Así se hace animación, así se crean franquicias y así se hace cine palomitero de verano para los más pequeños y para los no tan pequeños. Dreamworks sigue dando pasos muy sólidos en la construcción de un universo propio y singular, y eso se agradece muchísimo. Porque para ver Disney ya está Disney. Y una cuestión más, la de casi siempre que hay una película de dibujos animados por medio. Cate Blanchett, Gerard Butler, Jonah Hill o Djimon Hounsou están en el reparto original. ¿Es la misma película cuando se sustituye a esta gente por actores de doblaje? Que cada espectador elija cómo quiere disfrutar de la espléndida aventura que supone Cómo entrenar a tu dragón 2.
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