Qué difícil es encontrar comedias románticas satisfactorias y qué sensación tan agradable cuando por fin se encuentra una. Amigos de más entra en ese grupo con una facilidad enorme y difícil de prever. La película parte de esa premisa tan realista de chico conoce a chica y chica que resulta que tiene novio, así que el chico se las tiene que ingeniar para estar cerca de ella sin ser más que su amigo. A partir de ahí, todo en la historia de Wallace y Chantry, que así se llaman, funciona casi a la perfección. Es realista, sus personajes son carismáticos, los secundarios no se limitan a hacer gracia o parecer mejor que los protagonistas sino que encajan en la historia (y eso es menos habitual de lo que parece, viendo el éxito que los secundarios suelen tener en este tipo de cine), los diálogos son perfectos, hace reír y busca la lágrima cuando procede... pero se tira ligeramente por tierra todo lo anterior con un final complaciente, que no es el que cabía esperar viendo el camino que había tomado la película. Falta la guinda, pero el pastel es delicioso.
Entrando por partes a los muchos méritos de la película, es obligado notar que el realismo está presente en ella desde el principio. Daniel Radcliffe y Zoe Kazan, con su atractivo, no ganarán probablemente un concurso de belleza, y sin embargo en la película desprenden un carisma poco habitual, el del día a día, el de un trabajo normal, el de unas conversaciones verosímiles. En ambos pero quizá más acusado en el caso de él, probablemente es más por las bondades de los personajes que de las actuaciones, pero da igual. Se puede obviar el debate interpretativo porque ambas piezas están muy bien construidas. Son sobre todo sus diálogos son los que hacen esa función. Son personas sacadas de la vida real, con su pizca de cinismo, su poquito de ilusión, sus enfados, sus dudas y sus sonrisas, una forma de ser identificable y no fotocopiable, con trabajos, familia y amigos que no aparecen sólo cuando la película tiene que llenar un vacío, un defecto muy extendido en el cine moderno y mucho más en la comedia romántica. Son, en definitiva, creíbles.
Y de esa forma, todo a su alrededor acaba mostrándose con ese realismo, incluso las secuencias más humorísticas (la cena en casa de ella, en la que están tanto el novio como la hermana de Chantry) o las que optan por unas vías más gamberras de entretenimiento, que las tiene y además se agradecen, porque encajan en ese pedazo de realidad que quiere mostrar la historia. Precisamente por eso acaba sorprendiendo que la película acabe como acaba. Ese es el principal defecto de Amigos de más (además de su rutinario título en español, muy diferente al What If original), que Michael Dowse, adaptando una obra teatral, hace una pequeña gran trampa para que la película se amolde a unos convencionalismos que había evitado durante buena parte de sus magníficos 98 minutos. No lo necesitaba, precisamente porque se trata de una cinta que no procede de Hollywood y que no tiene que satisfacer a los participantes en estudios de mercado, a las minorías raciales, a los grupos sociales, etcétera. La película iba fenomenal y acaba hincando la rodilla.
¿Se carga eso la satisfactoria experiencia de Amigos de más? No, por supuesto, pero es un pesar que queda al final, porque lo previsible es siempre un enemigo del buen cine, aunque se disfrute del momento cuando llega. Lo que cuenta, en todo caso, es que cada vez se detecta la presencia de comedias románticas diferentes, que rompen cánones que fácilmente tienen ya dos décadas de existencia. Amigos de más no busca satisfacer las necesidades de siempre, y por eso encajan tan bien esos pequeños toques de magia animada que hay en la pantalla, esos diálogos llenos de mordacidad para completar situaciones que sí encajan en los moldes y la presencia de secundarios que, haciendo la misma gracia que los de otras comedias románticas (o no románticas) más reputadas, sirven a la historia y no sólo a su lucimiento personal. Lástima de final, pero, con todo, es una película deliciosa. Y no hay muchas así.
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