Cuando se estrenó El origen del planeta de los simios, la crítica se rindió al resultado final. En realidad, la película tenía defectos palpables, pero dado que casi todo el mundo esperaba un fiasco derivado de la reinterpretación de esta franquicia que hizo Tim Burton, el buen acabado hizo que la cinta se ganara una admiración probablemente excesiva, incluso admitiendo que era una forma diferente de blockbuster veraniego. Por encima de todo, a aquella película le faltaba un tercer acto, un clímax que coronara las grandes y atractivas ideas que tenía. Pues bien, El amanecer del planeta de los simios viene a satisfacer esa necesidad de una forma brillante, inteligente y terriblemente entretenida, respondiendo a la valentía de la propuesta original con un atrevimiento incluso mayor y cerrando la película soñada de la franquicia, un formidable producto que combina lo mejor del cine espectáculo hollywoodiense con el toque de autor que pide a gritos un universo tan sumamente interesante y provocador como es el de El planeta de los simios (¿acaso hace falta recordar el prodigioso final de la mítica película original como muestra?).
Y la primera sorpresa está en el nombre de ese autor, que para colmo sustituye a Rupert Wyatt, que dirigió la primera entrega (y ya se sabe que los cambios de esta naturaleza en Hollywood suelen esconder líos). El amanecer del planeta de los simios es la tercera película de Matt Reeves y las dos anteriores no invitan a pensar en algo tan brillantemente rodado como esta cinta. Ni Monstruoso ni el remake americano de Déjame entrar están en la misma categoría ni de lejos. Y es que esta entrega de ciencia ficción funciona tanto a gran escala (son impresionantes las escenas de masas que, salvando las distancias y la escala, son las primeras en el cine espectáculo capaces de generar sensaciones similares a las de las batallas de El retorno del Rey) como en las escena de corte intimista, que son más de las que cabía esperar, porque la película tiene un muy fuerte componente emocional que nunca parece forzado. Puede que la historia sea algo más lineal o predecible que la de El origen del planeta de los simios, pero es al mismo tiempo una continuación tan natural que lo inverosímil habría sido no seguirla. Y es que esta es una película, por fin, de simios. Los humanos son los secundarios.
No es fácil cuantificar cuánto se agradece ese enfoque, pero es sin duda lo que hace que El amanecer... sea mejor película que El origen... Repetir la fórmula, estirarla hasta la saciedad, habría sido una decisión equivocada. Lo que ofrece esta secuela, épica en sus 130 minutos de duración, es una historia profundamente humana con un ingente nivel de acción, con un desafiante uso de la violencia y con una gran cantidad de escenas solventadas con un buen gusto que no se ve con tanta frecuencia en el gran cine de estudio (ojo a ese plano del personaje de Jason Clarke adentrándose en su hogar buscando algo mientras los simios actúan a su alrededor). Y al final lo que importa es que, a todos los niveles, la película destila una sinceridad poco habitual. En la construcción de los personajes, con ese César dirigiendo el asentamiento simio y convirtiéndose, si no lo era ya, en un personaje imprescindible para entender el cine moderno. Pero también en su plasmación visual. Qué espectáculo de primer nivel el de los efectos, que son capaces de poner en pantalla a cientos de simios, que les hacen interactuar con incontables elementos y que consiguen unas escenas memorables.
Si a eso se le añade un más que competente reparto encabeza por Jason Clarke y Gary Oldman en el lado humano y a un Andy Serkis convertido en el mejor actor de la historia de captura de movimiento por el bando de los simios, queda poco más que decir. Cuando alguien defienda que en Hollywood ya no hay ideas o que las secuelas no merecen la pena, siempre se le podrá recordar que esta maravilla es la octava película de la franquicia, secuela directa del tercer punto de partida de la serie cinematográfica. El amanecer del planeta de los simios destaca en absolutamente todo lo que se propone, desde un guión formidable (que a diferencia de su predecesora sí acierta en el punto en el que deja la historia para que el corte sea temáticamente significativo) hasta una puesta en escena soberbia (maravilloso trabajo de producción, soberbia banda sonora de este majestuoso compositor que es Michael Giacchino). Será difícil que está no sea la película del verano y que, salvo que la próxima película convierta el relato en un crescendo imposible de olvidar, ésta sea El Imperio contraataca de la saga de El planeta de los simios. Brillante.
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