Cáncer. Ya está, basta la simple mención de la enfermedad para conseguir una amplia atención. Bajo la misma estrella juega a lo mismo. Su historia de amor se base en dos enfermes de cáncer, adolescentes prácticamente y con el ánimo, explícito desde el principio, de contar un relato triste. Es decir, lacrimógeno. Y eso, volviendo de nuevo a la palabra inicial, lo tiene más que conseguido. Nada que reprochar por ese lado, es una propuesta clara, blanca y sincera que logra exactamente lo que quiere. El debate, en todo caso, estaría en la dificultad que ofrece ese proceso. Probablemente sea mucha para los actores que tengan que meterse en la piel de esos enfermos o en los de sus familiares, algo que también dependerá de su propio bagaje personal. La misma explicación vale para cada espectador que vea la película. Pero en realidad es fácil, muy fácil. Todo está ya conseguido con el uso de la enfermedad y un mínimo de sinceridad en su narración. Tarde o no en llegar, la lágrima es inevitable.
Obviamente, no estamos ante una mala película. Josh Boone, ya con la experiencia de su primera película como director, la deliciosa (pero igualmente previsible) Un invierno en la playa, rueda con bastante oficio y evita una excesiva sensiblería. Los actores, principalmente Shailene Woodley y Ansel Elgort, ofrecen simpatía, dramatismo y carisma desde sus entregados trabajos, y el guión es lo suficientemente correcto como para que no llevarse las manos a la cabeza. Pero incluso aunque el trabajo sea intachable en términos generales, hay que ser honestos y admitir que esto no es más que un telefilme de sobremesa realizado con un par de nombres conocidos, más el de ella que el de él, aunque ambos coincidieron en ese irregular remedo de Los juegos del hambre que era Divergente, y con un par de actores veteranos (curioso, la misma fórmila que ya usó Boone en la mencionada Un invierno en la playa), Laura Dern y sobre todo Willem Dafoe.
El guión juega con cierta habilidad con los momentos dramáticos y los más divertidos, lo que significa que nada se sale de lo más previsible, de lo que los cánones indican que va a pasar y de los guiños que funciona irremediablemente para ésta y para cualquier relato que quiera seguir sus pasos. Se ve venir a la legua todo lo que va a ir aconteciendo en el filme, a pesar de que se pueda tener la impresión de que hay una enorme sorpresa para el último tercio de la historia. Lo dicho, un trabajo fácil desde fuera, desde todos los elementos que sirven como paso previo al trabajo de los actores. Sobre ellos recae al final lo más importante, que no es otra cosa que la conexión con el espectador. Si ellos son creíbles para el público, antes y en más cantidad llegarán las lágrimas que busca la película. Y sí, Woodley y Elgort están francamente bien y salen más que airosos en los dos campos que han de tocar, el romance y el drama.
Se suele aducir que un cine que no engaña a nadie merece cierto reconocimiento, pero en el fondo hay que aclarar que eso sólo es así hasta cierto punto. Cinematográficamente, Bajo la misma estrella no aporta gran cosa que se salga del trabajo de sus intérpretes y en su guión, aunque entretenido en todo momento y lacrimógeno como se le pide sobre todo al quizá muy alargado final, hay alguna que otra cuestión un tanto inverosímil. Pero seguramente tendrá su público y éste pensará que es una muy buena película que les da exactamente lo que quieren cuando compran una entrada o se sientan delante del televisor. En cualquier caso, seguirá siendo un trabajo relativamente fácil, que con la temática y la mención al cáncer ya se ha ganado más público del que tendría la misma historia de amor, con el mismo final y un desarrollo parecido (en el que juega un papel el homenaje literario, otra vez como en Un invierno en la playa).
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