Visual, técnica, narrativa y actoralmente es muy difícil encontrarle algún pero a El sueño de Ellis, una de esas películas pensadas para encandilar desde el primer hasta el último minuto. Pero le falta alma, le falta emoción, le falta lo que resulta imprescindible en una película de estas características para que la conexión con el espectador sea fuerte. Sin sentimiento, a pesar de que el drama que cuenta James Gray es tan duro como realista, la película se queda por debajo de lo que podría haber conseguido, incluso con esa perfección casi absoluta que consigue en algunos terrenos. Y eso deviene incluso en algunos momentos de aburrimiento dentro de los largos 120 minutos que dura el filme. Incluso admirando muchos elementos en todo momento, pero desconectando con mucha facilidad de lo que se nos está contando. El sueño de Ellis (que reconduce el título original, La immigrante) es una historia que convence pero no emociona.
La película sigue las dramáticas peripecias de Ewa, una inmigrante polaca que llega a Estados Unidos a través de Ellis Island (de ahí el título en España) y que debe cambiar su mentalidad para poder sobrevivir en un entorno hostil, sin ayuda de nadie y por conseguir ayudar a su hermana. Gray, que también es coguionista del filme, es un director hábil a la hora de crear ambientes, y aunque hasta ahora había realizado más thrillers contemporáneos que otra cosa (Two Lovers, La noche es nuestra), logra hacer más que creíble el ambiente neoyorquino de los años 20 del pasado siglo, sin dejar de lado el entorno cabaretero decadente en el que ha de desenvolverse la protagonista. El escenario, el vestuario y todo el diseño se convierte prácticamente en un personaje más, en uno fundamental para entender el notable efecto que causa la película desde ese punto de vista.
Tan irreprochable como el aspecto es el reparto. El sueño de Ellis es una de esas películas que no se pueden entender sin una actuación principal sobresaliente. Marion Cotillard tiene una asombrosa capacidad de metamorfosis. Como la película narra una odisea emocional considerable, es una delicia ir viendo los matices en los que Ewa se va transformando. Joaquin Phoenix y Jeremy Renner son dos espléndidos acompañamientos para Cotillard, pero hay que insistir en que lo esencial es el papel protagonista. Pero a pesar de todos sus esfuerzos, que son muchos y se ven en prácticamente todas las escenas, ellos tampoco consiguen que la película trascienda y dejan al espectador en una cierta insensibilidad ante lo que está sucediendo. La forma en la que acaba el filme, a pesar de ser un hermosísimo plano, viene a confirmar este aspecto.
No es tan extraño que se dé en una película esa aparente contradicción entre unos cuantos elementos de gran brillantez y un ligero aburrimiento en el patio de butacas. Quizá el gran problema de El sueño de Ellis esté justamente ahí, en que el brillo que da a algunos de sus elementos se lleva por delante el alma que tendría que tener el filme. Y es que, aún siendo un drama de aparente peso, no hay demasiada conexión emocional con los personajes y tampoco elementos de gran resonancia en nuestro días. Ni siquiera con el delicado tema de la inmigración se puede establecer conexión con el espectador contemporáneo, porque apenas se le da importancia tras la primera escena y la hermana de Ewa desaparece por completo de la trama hasta la resolución final. Disfrutar de Marion Cotillard puede ser una razón más que suficiente para ver la película, pero siempre queda la sensación de que El sueño de Ellis podría haber dado mucho más de lo que finalmente ofrece.
2 comentarios:
No estoy para dramas en este momento, y menos si encima son poco emocionantes! jeje
Besos
Saramaga, ya, esa es la sensación que me dejó... El reparto merece la oportunidad, pero es verdad que deja un tanto frío...
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