Si se han tenido noticias previas de lo que se iba a pretender con esta nueva versión de La bella y la bestia, esto es, una versión más oscura, la nada velada evocación a Disney del cartel de la película tiene que ser el primer signo de alerta. Y es que el filme de Christophe Gans sufre de una indefinición que arranca ahí pero que se extiende a todo el producto, en el que faltan explicaciones para casi todo lo que sucede en un guión que está lejos de concretar incontables elementos y en el que los personajes aparecen y desaparecen a conveniencia, entre otros muchos problemas. No deja de ser una lástima que se pierda la oportunidad de hacer algo nuevo, diferente y menos Disney con un cuento tan complejo y atractivo, cuyo potencial apenas se divisa en esta cinta, que sólo destaca por su imaginación visual pero que tiene agujeros en casi todo lo demás. Lo que es indudable es que cuando el espectador tiene tantas razones para cuestionar lo que está viendo, y eso sucede muchísimo en La bella y la bestia, es que el trabajo no se ha hecho bien.
Empieza la cosa mal, porque ese disneyano cartel desvela las imágenes de la bestia y de unas inexplicables criaturas perrunas, cuando la película se pasa escenas enteras tratando de ocultar el aspecto de ambas para preservar la sensación de misterio. Ni siquiera está claro que se quiera tomar distancia con respecto a la inolvidable versión de dibujos animados, porque se opta por un comienzo de cuento similar al de aquella y se intenta convertir de forma parcial a Bella en la Cenicienta de Disney. Tampoco es obvio que quiera ser una versión adulta del cuento, porque de repente se cuelan esos perros que nadie sabe de dónde salen, qué saben hacer (¡hasta muñecas!) o qué pintan en la película. Y lo cierto es que durante toda la película uno no deja de preguntarse por qué pasan las cosas, de dónde salen los elementos mágicos que hay en la historia o para qué hace falta que Bella tenga cinco hermanos o un padre que, en realidad, es el protagonista de la primera media hora de la cinta, en la que Bella apenas participa y habla aún menos, para luego desaparecer.
Sólo se puede entender tanto agujero en La bella y la bestia de dos maneras. O bien es una película muy mal escrita y pensada, o bien le falta cerca de media hora de metraje. Ninguna de las dos explicaciones deja a la película en muy buen lugar, pero quizá, por paradójico que parezca, la segunda sea aún peor. Porque no sería sólo que falten cosas, es que entonces se habrían producido elecciones francamente malas dejando en la película escenas e incluso personajes que no dicen nada en detrimento de explicaciones que, en ausencia, se antojan necesarias. Quizá lo más difícil de digerir sea que el propio personaje de Bella (Léa Seydoux), quede tan desdibujado. Tarda en aparecer en la película y no se llega a entender por qué o cuándo ella y la bestia (un Vincent Cassel transformado casi en un león pero que se antoja poco corpulento) se enamoran. Como tampoco se sabe qué parte tiene en la historia el villano de la función, Perducas (Eduardo Noriega, aparentemente doblado en la versión francesa). Y así, con casi todo.
La película, no obstante, no se hace pesada. Deja la enorme sensación de oportunidad perdida y de exhibir un resultado final algo descuidado (ya sea en el guión o en el montaje), pero la poderosa fuerza visual que tiene el trabajo de Gans basta para pasar las casi dos horas que dura el filme sin sentirse especialmente aburrido. No tiene la brillantez de la versión de Disney ni la magia del insuperable trabajo de Jean Cocteau en 1946, y se queda lejos de ser una interpretación generacional tan definitiva como lo fueron aquellas dos, pero la simple curiosidad basta para seguir adelante con cierto empeño, ver a la bestia en movimiento, admirar los poéticos flashbacks (que se narran, de nuevo, de una forma que no tiene ningún sentido), disfrutar de lo que dan de sí 35 millones de dólares de presupuesto en el apartado visual y disfrutar de los rostros conocidos que desfilan por el filme (Seydoux, correcta; Cassel, adecuado; y Noriega acostumbrándose al papel de villano). Poca cosa para lo que podría haber sido.
5 comentarios:
No creo que la vea... además, Bella ¿rubia? nop. jajaja
Besos!
Saramaga, je, je, je... ¡Es que Disney nos ha marcado hasta en eso! Esta se queda muy, muy lejos de la maravilla de dibujos animados. ¡Besos!
no no...que yo a Bella la conocí antes en un libro, y tb era morena! Castañita...y aún no había metido mano don Congelado...jajaja. La de Disney es muy chula.... la verdad. En general estas versiones de cuentos q les ha dado por hacer me parecen un churro. La de caperucita me entretuvo, las de Blancanieves...ufff, ninguna...
besos!
Sí, no están haciendo películas muy logradas últimamente con los cuentos... A mí no me gustó demasiado ni 'Caperucita Roja', y ya si me acuerdo de aquel horro que llamaron 'Hansel y Gretel'... Y es una pena, porque en esos cuentos hay un material fantástico para hacer cine, pero...
Buenas noches
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