Cuando uno firma una obra casi unánimemente aclamada, no es fácil dar un paso más en una carrera. François Ozon vivió un momento de gloria con En la casa, una hermosísima y original película que terminó de colocar el nombre de su director en primera línea. Joven y bonita ahonda en algunas de las obsesiones del autor para construir una historia que perturba, la de una joven de 17 años que descubre el sexo y decide vender su cuerpo por dinero a hombres de mucha más edad que ella. Sugerente y misteriosa por momentos, pero menos redonda de lo que fue En la casa, Joven y bonita acaba siendo una película en la que destaca más lo que se mueve alrededor de la joven protagonista que por ella misma, a pesar de que Marine Vatch, en su primer gran papel, desprende el carisma necesario para llevar el peso de la historia. En todo caso, Ozon consigue un objetivo muy importante entre los muchos que persigue: su película sigue en la cabeza del espectador mucho después de verla.
La apariencia de Joven y bonita es la de una película por y para su protagonista principal. Es lo que pide y, en cierta manera, también la apuesta de Ozon. Pero el resultado no termina de ser eso, o al menos no tanto como seguramente le hubiera gustado a su guionista y director. Sí lo es en cuanto que Marine Vatch es la protagonista absoluta del filme, aparece en el 90 por ciento de los planos de la película y la actriz hace un trabajo convincente. Pero se echa en falta en el guión de Ozon que deje escapar algo más sobre el personaje. Sí, sabemos que es una adolescente que acaba de mantener su primera relación sexual, pero con las elipsis que aplica queda en el aire una motivación clara para sus decisiones posteriores. Alguna se intenta apuntar a posteriori, pero no hay en la película nada demasiado definitorio en este sentido. Tampoco parece una elección demasiado decidida porque, en ese sentido, los personajes que se mueven a su alrededor parecen mucho mejor definidos que el de la joven Isabelle.
El problema es que, con algunas pinceladas magistrales, Isabelle no termina de ser un personaje definido a la perfección. Tiene momentos brillantes, muestras evidentes del talento de Ozon, pero hay grietas por las que se escapan detalles, actitudes, frases y miradas que no siempre parecen formar parte del mismo personaje. No es tanto que a Ozon se le escape su creación una vez que la ha desatado, sino que no ha terminado de domarla desde el principio. No se le puede negar, eso sí, el talento que tiene para hacer atractiva, seductora e inteligente una historia que perturba desde que transforma el despertar sexual de una adolescente, que es lo que se ve en el primer cuarto del filme, en un sucio descenso a los infiernos. Decir que rueda con mucho gusto una historia como ésta casi parece impropio, pero es cierto. Es, obviamente, una película de sexo y con muchas escenas que así lo atestiguan, pero está lejos de ser una cinta desagradable en sus imágenes. Perturba y hace pensar, pero no repele.
En todo caso, esa falta de definición del personaje de Isabelle y sus giros no siempre bien motivados (y que no se pueden achacar sin más a locuras de juventud) hacen que la película no sea tan redonda como En la casa. Incluso se puede decir que, al final, se aprecian más elementos de interés en otros personajes de la película, como el hermano de Isabelle, su madre o su padrastro (quizá quien mejor ejemplifica algunos de los temas y metáforas de la cinta), o algunos de sus clientes. Aun así, Ozon es un director que tiene un toque especial, sensible incluso ante cuestiones sumamente delicadas, puesto que no se puede obviar que estamos ante la historia de una menor de edad que decide prostituirse y que, en realidad, no lo hace con repulsión o con arrepentimiento. Y se agradece un cine de múltiples lecturas y profundidades psicológicas como el que plantea Ozon, pero también resulta inevitable pensar en Joven y bonita como un muy atractivo pero leve paso atrás de su autor. Veremos qué tiene ya en mente para seguir adelante.
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